Va a estar más presente el banquillo que cualquiera de nosotros en el juego. En fin, os recuerdo que sigo cabreada; Mia ha recibido un balonazo que, en mi opinión, no se merece.
Capítulo 83
A Mia se le pasó la
llantina mil veces más rápido que a mí el enfado.
Llegué hasta ella al instante para socorrerla. Me pasé de la raya haciéndole preguntas y maldiciendo por lo bajo al equipo contrario mientras la
acompañaba al banquillo. La chica hacía todo lo que yo le decía,
dejándose ayudar sin rechistar. Creo que llegados a un punto mi
actitud la intimidó un poco...
–Se han portado
fatal contigo, ¿verdad? ¿No te apetece una pequeña venganza? ¿NO
TE APETECE?
Mia no decía
palabra. Me miraba con más lástima ella a mí que yo a ella.
–¡Eh, eh, calma!
–me detuvo Tania–. Desde luego, me esperaba este tipo de
situaciones, pero que fueran ellos los primeros en atacar no hay que
perdonarlo. ¡Chicos, atentos!
Todos hicimos un
corro.
–Vamos a necesitar
una estrategia muy buena para marcar por lo menos un punto.
¿Capitanes?
–Tengo algo –dije
antes de que Zenas, que había levantado un dedo para hablar, se me
adelantara. Estaba más tranquila, pero quería actuar ya–. Etsu, serás el nuevo portero. Delmet, te cambias por
Cora.
Sólo me faltaba
exclamar un: “¡es una orden!”.
–¡De eso nada! –se
quejó Delmet– ¿Yo salir? ¡Si me necesitáis en el campo! Menudo
equipo...
–No es por
impedirte jugar, Delmet, es... porque TÚ eres el arma secreta del
equipo, ¿sí? Y no podemos arriesgarnos a usarte en situaciones como ésta (porque es secreta) –le lancé al chico una mirada de
complicidad y maquinación.
Él abrió los ojos y
asintió con un prolongado “ah”. Algo tenía que decirle para que
me hiciera caso...
Y así, Etsu, quien
sí que era nuestra arma secreta, le cambió a Delmet el puesto en el
banquillo. Conseguido.
Tras prometerle a Mia
unas quinientas mil
cosas diferentes y decir aún más frases sin sentido alguno, salí
de nuevo al campo trotando de espaldas mientras que ella, incrédula, me contemplaba con el ojo sobre el que no se estaba aplicando hielo; aún no
se explicaba mi reacción tan radical.
Mirta estaba con ella, no debía preocuparme por nada. Mi único propósito era vengarme.
Mirta estaba con ella, no debía preocuparme por nada. Mi único propósito era vengarme.
Volví
la vista una vez más. Qué raro... Tornado se había acercado a ella y le estaba diciendo algo. Ambos estaban tan metidos en la
conversación... Se los veía muy interesados, así hablando.
Sonreían.
Finalmente,
Tornado se acercó al campo.
–Te
veo algo ausente –me dijo.
–Estaba
atenta a vosotros dos –lo señalé tanto él como a Mia– ¿Qué
le has dicho?
–¿A
Mia? Nada especial... –susurró–. Lo mismo que tú: que me
vengaría de los malos y les daría con el balón igual de fuerte que
yo a ella ayer. Es mi forma de pedirle perdón por no controlar la
fuerza.
–Ah...
–aún lo recordaba. Ese día que resultaba ser ayer, la había oído quejarse de que la pelota había
chocado contra el palo cuando, en realidad, ella la había parado de
lleno. Un caso extraño–. ¿Y luego qué?
–Se
ha alegrado y me ha animado para que lo haga –Tornado se detuvo.
Parecía nervioso, como si me ocultase algo–. Eria, ¿puedo confiarte
un secreto? Creo que no te has dado cuenta aún. Espero que no te moleste saberlo...
–Esto,
claro, di –respondí dubitativa. No sabía que esperarme.
–Pues,
respecto a lo del palo, lo que pasó fue... –un pitido corto, de silbato, interrumpió sus palabras– Es igual. ¡Ya te lo contaré en otro
momento!
Tornado
salió corriendo. Estiré el brazo para intentar detenerlo, pero él
ya estaba lejos. Era muy rápido.
Cora
acababa de salir a jugar. Zenas me había pedido que tuviera especial
cuidado con ella si la veía tomando algo dulce, pues el azúcar la
volvía hiperactiva. Y parecía una chica tan normal...
Teníamos
un tiro libre. Teck se encargó de chutar... Pero falló.
“¿Qué
le pasa?” pensé. “Está fallando demasiado”.
Seguimos
jugando, minuto tras otro. Faltaba ya muy poco para acabar el primer
tiempo y seguíamos empatados.
Justo
antes de intentar nuestra última jugada, oí que alguien me llamaba
desde el banquillo: Delmet.
Tania
estaba cerca, lo que significaba que ambos habían estado hablando
justo antes de llamarme. Acabarían de tomar una decisión juntos y
querrían compartirla conmigo.
Me
dirigí a él y le pregunté lo que pasaba. Esperaba que no fuera un
intento de salir al campo...
–Estaba pensando...
–Delmet se cruzó de brazos–. Tenemos que sacar a Teck del campo.
Míralo.
Le presté
atención... En ese momento, Teck descansaba con las manos sobre las
rodillas. Se tambaleaba parado. Al incorporarse, me di cuenta de lo
rápido que respiraba por cómo se movían sus hombros.
–Te refieres a eso,
¿verdad? –Delmet había estado muy observador, tenía que
reconocerlo–. Voy a ello.
Al ver a Teck de
cerca, observé que tenía la cara enrojecida. Cuánta razón tenía
Delmet, me sorprendí.
Teck –llamé su
atención–, vamos a hacer un cambio. Vas al banquillo.
–¡Ahora mismo!–
sonrió él. No era una sonrisa auténtica, sino maliciosa. Era una
ironía; quería seguir jugando.
–Lo decía en
serio -repliqué-. No vas a poder continuar como sigas en el campo durante mucho
tiempo.
–No entiendes nada,
¿verdad? –murmuró él–. Eso es lo que ellos quieren que hagas: que me cambies. ¡Venga, por favor, si queda poco para que comience
el segundo tiempo!
–No sé lo que
quieres decir con eso.
–Puedo aguantar. No
merece la pena malgastar un cambio... cuando... cuando vamos a parar pronto.
Si salgo ahora... ellos van... a aprovechar para marcar. Tengo que
cubrirlos...
No me escuchaba, no
podía ni hablar. Traté de convencerlo, pero lo único que hice fue
enfadarlo más.
¿Tan seguro de sí
mismo estaba? Quería seguir en su puesto y encargarse de los rivales
por su propia mano. Siguió repitiendo que no saldría, que no le
seguiría la corriente a sus enemigos, etcétera.
–Como quieras
–dije, resignada– buena suerte: la vas a necesitar.
No quería ni ver el
final de aquel tiempo. Teck iba a acabar mal, lo sabía, pero ya se
arrepentiría de ello.
Ridley sonrió al ver
que Teck seguía en el campo. Apreté los puños, deseándole lo
peor al muy imbécil; su sonrisa era odiosa y, aunque Teck se merecía un escarmiento, Ridley no era quién para meterse.
Teck se hizo con el
balón enseguida. Corrió hacia la portería con los contrarios
pisándole los talones.
–¡Eh! –gritó
alguien a su derecha. Era Zenas.
Qué alivio, habíamos
tenido suerte. Teck le pasaría el balón, y entonces la defensa no
podría alcanzarnos.
Pero Teck siguió
adelante sin reparar en Zenas.
Al principio creí
que era por el ego de Teck, pero no era eso: estaba demasiado cansado
para oírlo.
Intenté gritarle,
pero en seguida se nos presentó un rival que nos destrozó toda la
jugada: un sujeto con una
sudadera negra y la cara cubierta por la capucha de ésta. El recién llegado saltó frente a
Teck, quien se vio obligado a detenerse de golpe, retroceder
atrasando un pie y desplazarse hacia un lado para no chocarse contra él.
Ambos chicos se
cruzaron a cámara lenta, en dirección contraria. Sus hombros casi
se rozaban.
Teck había perdido
por completo su mirada de determinación, su aspecto confiado. Era la
primera vez que lo veía así: como si tuviera miedo, como si estuviera
nervioso. Como si, por primera vez en su vida, fuera consciente del
peligro.
El chico contrario,
rostro oculto, se dirigió a Teck.
–Lo siento, mala
suerte –me pareció que murmuraba–. Cae.
Esa voz... no creía
que la conociera, pero algo en ella me dejaba helada.
El desconocido,
aprovechando lo cerca que estaba de su rival, extendió un brazo y le
hundió a Teck el dedo en el hombro.
Alguien, puede que
Mia -como era habitual-, gritó. Teck perdió el equilibrio y se precipitó hacia el
suelo. Si hubiera tenido la fuerzas suficientes, eso no le habría
afectado. Los rivales habían conseguido lo que querían.
Antes de que pudiera
asimilar toda la información que estaba recibiendo, oí el aviso que
daba fin al primer tiempo. Me encontraba en la línea de medio campo,
con los ojos abiertos de par en par. El marcador
había cambiado: la puntuación de los rivales superaba la nuestra
por un solo punto. Empezó a soplar el viento...
Teck, tirado boca
arriba en el centro del campo, golpeó sin aliento el puño contra
el suelo.
¡Lo sabía! Mira que se lo había advertido...
¿Preferís taparos los ojos antes que ver nuestra derrota o podréis seguir leyendo con la llegada del próximo capítulo?