El equipo

El equipo

A veces...

Lo más divertido de la vida es el no saber el qué te deparará el futuro, ¿verdad? ~Eria Jumps

(Esta historia es ficticia, o al menos según Junie; Eria aún se opone completamente a esta idea...)

Golden Podium es un proyecto tanto escrito como dibujado que lleva en pie desde 2012. Tenemos una novela, dibujos, tiras... ¡y hasta un Motion Book! #goldenpodiumcomic

19 mar 2015

83. Al banquillo

Va a estar más presente el banquillo que cualquiera de nosotros en el juego. En fin, os recuerdo que sigo cabreada; Mia ha recibido un balonazo que, en mi opinión, no se merece.

Capítulo 83
A Mia se le pasó la llantina mil veces más rápido que a mí el enfado.
Llegué hasta ella al instante para socorrerla. Me pasé de la raya haciéndole preguntas y maldiciendo por lo bajo al equipo contrario mientras la acompañaba al banquillo. La chica hacía todo lo que yo le decía, dejándose ayudar sin rechistar. Creo que llegados a un punto mi actitud la intimidó un poco...
Se han portado fatal contigo, ¿verdad? ¿No te apetece una pequeña venganza? ¿NO TE APETECE?
Mia no decía palabra. Me miraba con más lástima ella a mí que yo a ella.
¡Eh, eh, calma! –me detuvo Tania–. Desde luego, me esperaba este tipo de situaciones, pero que fueran ellos los primeros en atacar no hay que perdonarlo. ¡Chicos, atentos!
Todos hicimos un corro.
Vamos a necesitar una estrategia muy buena para marcar por lo menos un punto. ¿Capitanes?
Tengo algo –dije antes de que Zenas, que había levantado un dedo para hablar, se me adelantara. Estaba más tranquila, pero quería actuar ya–. Etsu, serás el nuevo portero. Delmet, te cambias por Cora.
Sólo me faltaba exclamar un: “¡es una orden!”.
¡De eso nada! –se quejó Delmet– ¿Yo salir? ¡Si me necesitáis en el campo! Menudo equipo...
No es por impedirte jugar, Delmet, es... porque TÚ eres el arma secreta del equipo, ¿sí? Y no podemos arriesgarnos a usarte en situaciones como ésta (porque es secreta) –le lancé al chico una mirada de complicidad y maquinación.
Él abrió los ojos y asintió con un prolongado “ah”. Algo tenía que decirle para que me hiciera caso...
Y así, Etsu, quien sí que era nuestra arma secreta, le cambió a Delmet el puesto en el banquillo. Conseguido.
Tras prometerle a Mia unas quinientas mil cosas diferentes y decir aún más frases sin sentido alguno, salí de nuevo al campo trotando de espaldas mientras que ella, incrédula, me contemplaba con el ojo sobre el que no se estaba aplicando hielo; aún no se explicaba mi reacción tan radical. 
Mirta estaba con ella, no debía preocuparme por nada. Mi único propósito era vengarme.
Volví la vista una vez más. Qué raro... Tornado se había acercado a ella y le estaba diciendo algo. Ambos estaban tan metidos en la conversación... Se los veía muy interesados, así hablando. Sonreían.
Finalmente, Tornado se acercó al campo.
Te veo algo ausente –me dijo.
Estaba atenta a vosotros dos –lo señalé tanto él como a Mia– ¿Qué le has dicho?
¿A Mia? Nada especial... –susurró–. Lo mismo que tú: que me vengaría de los malos y les daría con el balón igual de fuerte que yo a ella ayer. Es mi forma de pedirle perdón por no controlar la fuerza.
Ah... –aún lo recordaba. Ese día que resultaba ser ayer, la había oído quejarse de que la pelota había chocado contra el palo cuando, en realidad, ella la había parado de lleno. Un caso extraño–. ¿Y luego qué?
Se ha alegrado y me ha animado para que lo haga –Tornado se detuvo. Parecía nervioso, como si me ocultase algo–. Eria, ¿puedo confiarte un secreto? Creo que no te has dado cuenta aún. Espero que no te moleste saberlo...
Esto, claro, di –respondí dubitativa. No sabía que esperarme.
Pues, respecto a lo del palo, lo que pasó fue... –un pitido corto, de silbato, interrumpió sus palabras– Es igual. ¡Ya te lo contaré en otro momento!
Tornado salió corriendo. Estiré el brazo para intentar detenerlo, pero él ya estaba lejos. Era muy rápido.
Cora acababa de salir a jugar. Zenas me había pedido que tuviera especial cuidado con ella si la veía tomando algo dulce, pues el azúcar la volvía hiperactiva. Y parecía una chica tan normal...
Teníamos un tiro libre. Teck se encargó de chutar... Pero falló.
¿Qué le pasa?” pensé. “Está fallando demasiado”.
Seguimos jugando, minuto tras otro. Faltaba ya muy poco para acabar el primer tiempo y seguíamos empatados.
Justo antes de intentar nuestra última jugada, oí que alguien me llamaba desde el banquillo: Delmet.
Tania estaba cerca, lo que significaba que ambos habían estado hablando justo antes de llamarme. Acabarían de tomar una decisión juntos y querrían compartirla conmigo.
Me dirigí a él y le pregunté lo que pasaba. Esperaba que no fuera un intento de salir al campo...
Estaba pensando... –Delmet se cruzó de brazos–. Tenemos que sacar a Teck del campo. Míralo.
Le presté atención... En ese momento, Teck descansaba con las manos sobre las rodillas. Se tambaleaba parado. Al incorporarse, me di cuenta de lo rápido que respiraba por cómo se movían sus hombros.
Te refieres a eso, ¿verdad? –Delmet había estado muy observador, tenía que reconocerlo–. Voy a ello.
Al ver a Teck de cerca, observé que tenía la cara enrojecida. Cuánta razón tenía Delmet, me sorprendí.
Teck –llamé su atención–, vamos a hacer un cambio. Vas al banquillo.
¡Ahora mismo!– sonrió él. No era una sonrisa auténtica, sino maliciosa. Era una ironía; quería seguir jugando.
Lo decía en serio -repliqué-. No vas a poder continuar como sigas en el campo durante mucho tiempo.
No entiendes nada, ¿verdad? –murmuró él–. Eso es lo que ellos quieren que hagas: que me cambies. ¡Venga, por favor, si queda poco para que comience el segundo tiempo!
No sé lo que quieres decir con eso.
Puedo aguantar. No merece la pena malgastar un cambio... cuando... cuando vamos a parar pronto. Si salgo ahora... ellos van... a aprovechar para marcar. Tengo que cubrirlos...
No me escuchaba, no podía ni hablar. Traté de convencerlo, pero lo único que hice fue enfadarlo más.
¿Tan seguro de sí mismo estaba? Quería seguir en su puesto y encargarse de los rivales por su propia mano. Siguió repitiendo que no saldría, que no le seguiría la corriente a sus enemigos, etcétera.
Como quieras –dije, resignada– buena suerte: la vas a necesitar.
No quería ni ver el final de aquel tiempo. Teck iba a acabar mal, lo sabía, pero ya se arrepentiría de ello.
Ridley sonrió al ver que Teck seguía en el campo. Apreté los puños, deseándole lo peor al muy imbécil; su sonrisa era odiosa y, aunque Teck se merecía un escarmiento, Ridley no era quién para meterse.
Teck se hizo con el balón enseguida. Corrió hacia la portería con los contrarios pisándole los talones.
¡Eh! –gritó alguien a su derecha. Era Zenas.
Qué alivio, habíamos tenido suerte. Teck le pasaría el balón, y entonces la defensa no podría alcanzarnos.
Pero Teck siguió adelante sin reparar en Zenas.
Al principio creí que era por el ego de Teck, pero no era eso: estaba demasiado cansado para oírlo.
Intenté gritarle, pero en seguida se nos presentó un rival que nos destrozó toda la jugada: un sujeto con una sudadera negra y la cara cubierta por la capucha de ésta. El recién llegado saltó frente a Teck, quien se vio obligado a detenerse de golpe, retroceder atrasando un pie y desplazarse hacia un lado para no chocarse contra él.
Ambos chicos se cruzaron a cámara lenta, en dirección contraria. Sus hombros casi se rozaban.
Teck había perdido por completo su mirada de determinación, su aspecto confiado. Era la primera vez que lo veía así: como si tuviera miedo, como si estuviera nervioso. Como si, por primera vez en su vida, fuera consciente del peligro.
El chico contrario, rostro oculto, se dirigió a Teck.
Lo siento, mala suerte –me pareció que murmuraba–. Cae.
Esa voz... no creía que la conociera, pero algo en ella me dejaba helada.
El desconocido, aprovechando lo cerca que estaba de su rival, extendió un brazo y le hundió a Teck el dedo en el hombro.
Alguien, puede que Mia -como era habitual-, gritó. Teck perdió el equilibrio y se precipitó hacia el suelo. Si hubiera tenido la fuerzas suficientes, eso no le habría afectado. Los rivales habían conseguido lo que querían.
Antes de que pudiera asimilar toda la información que estaba recibiendo, oí el aviso que daba fin al primer tiempo. Me encontraba en la línea de medio campo, con los ojos abiertos de par en par. El marcador había cambiado: la puntuación de los rivales superaba la nuestra por un solo punto. Empezó a soplar el viento...
Teck, tirado boca arriba en el centro del campo, golpeó sin aliento el puño contra el suelo.

¡Lo sabía! Mira que se lo había advertido...
¿Preferís taparos los ojos antes que ver nuestra derrota o podréis seguir leyendo con la llegada del próximo capítulo?

6 mar 2015

82. Verde, azul; blanco, negro

Por fin, llega el momento. ¡Hora del partido que tanto llevamos preparando!


Capítulo 82
¡Una noche estupenda! Sin sueños raros, sin sonambulismo... ¡Daba gusto dormir en paz!
Todo mi equipo parecía igual de descansado que yo. Además, Tania nos había entrenado de maravilla y estábamos preparados para cualquier cosa que nos echaran, daba igual qué.
Zenas me tendió la mano y salimos al campo. 
El sol hacía el campo más verde de lo que ya era y los colores lucían aún más brillantes. El estadio se curvaba hacia el cielo por encima de nuestras cabezas, haciéndome sentir un poco... ¡Venga ya, yo no podía ser tan pequeña! ¿O sí?
Quizás esto no suene muy deportivo, pero fue horrible tener que vernos las caras con todos los del equipo D-32 desde tan cerca y tener que estrecharles la mano. No sé cómo lo superé; sólo recuerdo el daño que nos hicimos Ridley y yo con nuestro peculiar apretón.
Estábamos nerviosos. Bueno, por lo menos yo lo estaba.
-¡Eria, que te estoy hablando!
Era Tania, nuestra entrenadora, tan enérgica como siempre. Me había pillado desprevenida.
-¡Sí, sí, me he enterado! Estaba... ¡pensando en la jugada!
-¿Seguro? -no se fiaba de mí y tenía motivos para hacerlo-. Bueno, lo dejaré estar, pero te necesito poniendo los CINCO SENTIDOS en el juego a partir de ahora, capitana de medio equipo. ¿Entendido?
-¡Claro, por supuesto! ¡Confía en mí!
Era la primera vez que capitanes, subcapitanes y entrenadores íbamos a trabajar codo con codo de esa forma. Ese día jugábamos todos, cada cual a su manera.
Nos colocamos. Ridley me lanzó una mirada desafiante desde el centro del campo. 
Sacaban ellos. En cuanto Ridley se la pasó a Mystery, las gradas enmudecieron: el partido había comenzado.
Mystery avanzó hacia nuestra portería. Esquivaba a todo nuestro equipo gracias a su extraña habilidad para desplazarse tan parecida a la teletransportación, y el recorrido que seguía se quedaba marcado en el campo dibujando líneas rectas sobre el suelo. Con cada movimiento suyo, el césped se desprendía de la tierra. 
Qué bruta, estaba yendo demasiado rápido... Pero no lo suficiente. 
Jetwick, haciendo uso de su gran velocidad, pasó por su lado sin ser advertido. ¡Lo tenía! Y, encima, habíamos despistado a Mystery. ¡Perfecto!
Tael, el siguiente en recibir el balón, tomó la sabia decisión de que Teck se ocupara del resto, así que le hizo un pase.
No puedo negarlo: Teck ejercía un control fantástico sobre el balón. Por desgracia, hacer pinitos -su parte favorita- no era algo que pudiera hacer en aquel momento: estaba rodeado por la defensa. tuvo suerte de que, guiado por sus reflejos, esquivase al momento a dos jugadores que se deslizaban hacia él con intención de robarle el balón.
Pero, cómo no, Ridley no podía faltar en la maniobra. Copiando ligeramente los movimientos de Jetwick y aprovechando lo atento que estaba Teck a la defensa, recuperó el balón. Maldito...
Intenté correr a todo lo que daba hacia él. Me daba igual lo lejos que estuviera; tenía que ser mío. Ya estaba cerca cuando, como una muralla que se hubiera levantado entre nosotros dos, surgió un obstáculo: Rex, quien, extendiendo los brazos y con aspecto de querer acabar conmigo costase lo que costase, me impedía pasar. Frené.
Pensé que igual Teck podía hacer algo para volver a hacerse con la posesión, pero ya era demasiado tarde: como todos los contrarios lo obstaculizaban a la vez, le era imposible alcanzar a Ridley. Eso le pasaba por presumir tanto de sus habilidades delante de todo el mundo.Vi a nuestros aliados intentando abrirle paso, pero ni por esas llegó a tiempo a impedir el siguiente pase, ni el siguiente.
Ridley, recibiendo un nuevo pase, tomó impulso y lanzó a portería. Ya lo veíamos todo perdido cuando Mia, de un salto, se acercó al proyectil y lo devolvió de una patada. No os preocupéis: llevaba una falda pantalón. 
Con un rápido movimiento, Tornado interceptó el balón y lo levantó para que perdiera velocidad. Sonreí. El fútbol no sería su punto fuerte, pero era bueno.
El enérgico chico se acercó a Jetwick. Con una coordinación perfecta y ambos formaron una muralla para despistar a todos los rivales. Había visto a esos dos lanzarse tantas miradas desafiantes que me resultaba irónico y bastante emocionante tenerlos trabajando codo con codo. Parecía una pareja de rivales bastante competitiva. Me gustaba.
Gracias a aquella pareja, el balón avanzó hasta Teck -quien parecía su legítimo dueño, siempre poseyéndolo-. Esta vez pudo defenderse solo, colándose entre todos los rivales con gran destreza; se movía tan rápido que cuando el sol se reflejaba sobre su ropa, su pelo y demás accesorios coloridos provocaba destellos sobre la hierba. No solo corría: saltaba, giraba, se deslizaba, tomaba impulso para lanzarse hacia delante...
Su racha no le duró mucho. Un par de segundos después, se vio en la misma situación que en la de la jugada anterior: todos los rivales, formando un círculo en torno a él, trataban de atraparlo. Aprendiendo de experiencias pasadas, el chico de los cascos trató de sortearlos con un deslizamiento, pero perdió el control del balón en medio de la maniobra. 
Fuera del campo. Teck resopló frustrado tras ver que todo su esfuerzo había sido inútil.
Jugada tras jugada, el partido seguía avanzando sin que ninguno de los dos equipos marcara ni un gol. Todo estaba muy reñido, y Teck se irritaba cada vez más con cada movimiento fallido. ¿Por qué no intentaba formar equipo con nosotros? Iría sobrado, pero que se comportase como el cabecilla no significaba que pudiera él solo con todos.
¿Que qué hice yo? Gasté la mayor parte de mi energía tratando de respaldar a los miembros de mi equipo una y otra vez. Me enfrenté cara a cara con Rex y Mystery varias veces, por ejemplo, y con un puñado de rivales más que debían pertenecer al equipo aliado del D-32.
En una ocasión llegué a hacerme con la posesión del balón -cosa que no había conseguido demasiadas veces por aquel entonces en todo mi historial deportivo- intentando arreglar un ataque en el que nos había salido el tiro por la culata. Sin saber muy bien cómo defenderme pero tomando decisiones tan rápidas como pude, había avanzado hasta la portería contraria hasta encontrar mi primer obstáculo humano, pero como no tenía cerca a nadie a quien pudiera pasársela, pensé que ahí acababa mi racha. Tuve suerte de que uno de mis actos reflejos me salvase el pellejo y decidiera por mí mi siguiente movimiento: saltar sobre la pierna de mi rival y rodearlo con una voltereta lateral sin manos, lo que me sirvió para enviar el balón lejos de su alcance. Salté por segunda vez, me doblé sobre mí misma y aterricé de pie, en la posición perfecta para darme impulso y seguir corriendo.
¡Pero bueno, estamos locos! ¿Eso está permitido? –Oí exclamar a uno de los comentaristas.
No lo sabemos, ¡pero dicen que ha causado tanta expectación van a dejarlo pasar!
Animada por ambas voces, le pasé la pelota a Mirta. Me sorprendió ver que no muchos iban a por ella hasta que localicé a Delmet cubriéndole las espaldas. “¡Qué caballero!”, reí. Tal y como había predicho, estorbaba tanto a los contrarios que el papel de defensa le iba que ni pintado. De todas formas, a Mirta tampoco le hubiera hecho mucha falta tener guardaespaldas: la mayoría de los defensores que trataban de hacerse con el balón eran chicos que, con un sólo movimiento de pelo suyo, quedaban como hipnotizados durante unos segundos.
Mirta le pasó el balón a Delmet en cuanto éste se hubo desmarcado. El subcapitán intentó avanzar, pero uno de los contrarios lo bloqueó justo antes de que pudiera dar su primer paso.
Teck, pensando que tenía alguna posibilidad de corregir aquel movimiento, corrió todo lo que pudo, pero como ni podía llegar a tiempo ni le tocaba defender aquella zona, fue un desplazamiento inútil.
Una chica con el pelo despeinado en rígidos mechones rosas y negros le pasó el balón a Rex, quien lo mandó a portería con un golpe directo y explosivo. 
Mia se colocó en el punto medio entre los dos postes en una fracción de segundo, extendiendo los brazos hacia delante. Podía hacerlo... pero no sin arriesgar algo. El disparo tenía demasiada fuerza; un bloqueo directo limpio supondría un coste.
No salió bien. El impacto se oyó desde donde yo estaba. En medio del silencio, el balón rebotó y rodó fuera del área.
Ojalá hubiera podido celebrarlo: Mi amiga, la misma chica que ahora se encontraba agazapada en el área de portería cubriéndose la cara con las manos mientras sollozaba, nos había salvado.
La ira fue apoderándose de mí, pidiendo venganza a gritos. Aposta o no, daba por hecho que me vengaría. ¡Juraba que lo haría!

¡No os quepa la menor duda de que, más adelante, cumpliré mi promesa!