El equipo

El equipo

A veces...

Lo más divertido de la vida es el no saber el qué te deparará el futuro, ¿verdad? ~Eria Jumps

(Esta historia es ficticia, o al menos según Junie; Eria aún se opone completamente a esta idea...)

Golden Podium es un proyecto tanto escrito como dibujado que lleva en pie desde 2012. Tenemos una novela, dibujos, tiras... ¡y hasta un Motion Book! #goldenpodiumcomic

27 jul 2013

22. Comunicando...

¡Menudo retraso llevo encima! La entrada programada sigue sin subirse a tiempo. ¡Lo siento! En verano tenemos MILES de competiciones de deportes acuáticos por practicar, y no tengo tiempo de hacer nada...
Hasta ahora, estaba intentando llamar a mi tío desde la academia tras ordenar mi habitación:

Capítulo 22
-¡Eh, Neri! ¿Qué tal te ha ido todo? -escuché.
¿Era él? ¿Mi tío?
Pensaba que no volvería a verle, que no volvería a escuchar su voz. Tenía su recuerdo agridulce rondando por mi cabeza. Mi compinche. Podría estar escuchándolo hablar durante todo el día. Estaba tan feliz... y tan furiosa.
-¡¿Perdona?! ¿Cómo te atreves a irte y dejarme con dos desconocidos sin despedirte? ¡Me debes una explicación! ¡Ni se te ocurra volver a hacerlo! -fue lo que me salió del alma.
-Oh, ¿No has leído mi mensaje?
-¡Sí, pero...! -él parecía tranquilo, así que me calmé para estar a su altura-. Uf, necesitaba desahogarme. Menudo susto me has hecho pasar. En serio.
-No te gustan las despedidas, y a mí tampoco. Lo sabes perfectamente -sonaba serenado y ligeramente alegre.
-Lo sé... ni siquiera sé qué es mejor, así de golpe o...
-¡No te pedí que llamases para hablar de eso! Ahora, ¿qué tal la llegada? ¿Bien?
-¡Asombrosa! -ya me volvía el buen humor gracias a los recuerdos. Le conté absolutamente todo: La moto, el incidente con el director, los miembros de mi equipo y los profesores que tenía, el partido de balón prisionero... y, por fin, le dije mi nuevo nombre. Y le gustó.
Mirta se contagió enseguida de mi felicidad. Sonrió al volver a escuchar la historia de mi llegada. Le gustaba escucharme, o eso parecía.
-¡Parece que te acabas de mudar a una película! -me respondió.
-Sí, eso parece. Esto... gracias. Creo que te lo debo todo a ti. Por meterme en todo esto
- ...
No me respondió. Estaba pasando algo. Escuché unos ruidos, luego gritos...
Estaba empezando a preocuparme todo el jaleo. Pregunté varias veces a mi tío si seguía ahí. Solo cuando él pudo, me respondió.
-Esto... tu madre también quiere hablar contigo. Te la paso.
¡No! No quería hablar con ella. Notaba algo por dentro que me ponía de los nervios. ¿Qué quería de mí? No iba a conseguir nada. YO iba a dominar la situación. No la iba a dejar pasarse.
-¡Nereida! -comenzó muy enfadada- ¡Ahora mismo me estás explicando qué es lo que se supone que pretendes! ¿Es que no sabes lo que haces? ¡Para a pensar las cosas de vez en cuando! ¡Estoy harta!
-Mamá, calma. Hasta que no te relajes no diré nada. Tú sigue hablando.
-¡Y encima vienes con esas! ¡No tienes respeto hacia tu propia madre!
Continuó, pero yo hacía oídos sordos. Aparté el auricular durante un rato. Cuando ella vio que no conseguía nada, se calló.
-Bien -dije-. Ahora me vas a escuchar hasta el final. Quiero quedarme. Mi abuelo también habría querido que me quedase. No me va a pasar nada. No confías en mí, pero deberías. No vas a llegar a ninguna parte si te comportas así conmigo.
-¿Que no confío en ti? ¡Vale! ¡Si no quieres darte cuenta, es tu problema! Ya he confiado bastante en ti, ¡pero nunca mejoras! ¡Nunca cambias, y no lo vas a hacer porque nunca piensas! ¡Y así vas a acabar, cayendo en el fondo de un acantilado como tu querido abuelo!
No os podéis imaginar lo mal que sonó esa frase acompañada por su tono de voz.
El silencio inundó la escena. Se había pasado. Sí que lo había hecho.
Esa mujer me había subido los humos. Casi temblaba de ira, con la vista hacia el suelo. No debía escucharla, lo sabía.
-Mamá, pasa el teléfono a mi tío ahora mismo. Ya.
-Neri, yo... no quería... en realidad...
-Ahora. No te escucho, no quiero escucharte. Como no lo hagas voy a colgar.
Ya no se escuchó nada más en ese momento.
Mirta me observaba pacientemente.
-Eria... ¿Va todo bien? ¿Quieres que... te deje a solas?
-No hace falta -le respondí. No me gustó cómo sonó mi voz. Cortante, ronca... como un gemido.
Estuve parada con el móvil en la oreja durante un buen rato. Me distraje. Intenté pensar en otra cosa, pero no podía. “Vamos, que acabe ya, que acabe” rogaba.
No colgué, seguí esperando... hasta que volví a escuchar a mi tío.

La cosa se pone tensa... ya veré si el siguiente capítulo se sube a tiempo.
Mientras tanto siempre podéis hacernos preguntas, mirar otras pestañas, leer los capítulos de nuevo... ¡Lo que sea para que podamos ganar tiempo!

12 jul 2013

21. Deshaciendo maletas

¡Las entradas programadas no funcionan! Ya lo he intentado varias veces y siempre nos encontramos las entradas sin publicar como borrador.
Si no está la entrada de la semana que viene, ¡lo siento! Trataré de programarla, pero ese día voy a estar fuera. Los que nos quedamos en la academia en verano vamos a salir todo el día.
Junie tampoco puede. ¿Se subirá la entrada esta vez?

Capítulo 21
No os podéis imaginar mi cara de felicidad cuando supe que mi compañera de habitación era Mirta. ¡Menudo alivio! Si me hubiera tocado Mia... Era mi amiga, pero no tenía muchas ganas de tenerlo todo decorado con unicornios rosa. Ni me imaginaba como podía ser su habitación; tampoco quería imaginarlo. 
Ella compartía habitación con Imala, Teck y Etsu estaban juntos y Bobby iba con el chico que había faltado hoy (de ahí que el sitio a mi lado estuviera vacío). No le pareció mal estar solo: según él, necesitaba un poco de tranquilidad antes de que su compañero lo pusiera todo "patas arriba". A saber.
El que sí estaba solo era Jetwick: le habían asignado una habitación de reserva con una cama libre por si alguien se incorporaba a última hora. En mi equipo habíamos tenido la idea de usar su cuarto como punto de encuentro; de hecho, justo después de cenar, íbamos a reunirnos allí. Podríamos usarlo para muchas más cosas siempre y cuando nadie más la ocupase.
Tras haber llevado el material que casi olvido en clase a nuestras habitaciones (no había taquillas en la academia porque todos los rincones existentes estaban ocupados) tuvimos algo de tiempo de descanso para organizar nuestras cosas y... bueno, para descansar, supongo. Teníamos ciertos golpes y morados por todo el cuerpo que nos convenía vigilar.
Tenía demasiadas preguntas para Mirta, pero de todas sólo le formulé las que recordaba. 
Sobre el director de nuestro año, por ejemplo, me surgían varias, pero Mirta no supo contestar a nada fuera de lo evidente sobre él. 
¿Y qué había sobre el padre de Mia, el director general? Según me contó Mirta, era todo lo opuesto a Morrison: un hombre serio, honrado y muy ocupado. No tenía nada que ver con Mia, a la que amaba con locura. En la academia se le conocía como Mr. Black B, que venía de Black Blossom (lo cual me hizo gracia, ya que seguramente habría sido Mia la que había influido en aquel apellido). Cuando pregunté a Mirta por su apariencia física... no supo qué decir.
-¡¿No has visto nunca al director?!
-Es extraño que lo diga, pero no -respondió-. Nadie parece haberle visto nunca y Mia nunca lo ha descrito físicamente. Sólo dice que es “el mejor padre del mundo”.
Muchas de las demás cosas que sabía Mirta me dejaron con la misma sensación de intriga. La academia tenía muchos más secretos de los que yo pensaba.
También me enteré de algunos cotilleos y cosas que me convenía saber, como que fue Black B quien eligió al señor Morrison como director de nuestro año para probablemente relajar tensiones entre alumnos y profesores, que no debía preocuparme si los hombres de esmoquin exageraban demasiado, que Tania era más maja de lo que parecía a pesar de toda la crueldad que había caído sobre ella en las prácticas o que Tank y Jo eran parientes, quizás primos. Curioso, porque no se parecían en nada.
Etcétera etcétera. Mirta era una estupenda fuente de información.
También pregunté por todos y cada uno de nuestros compañeros de equipo, hasta por el chico que faltaba. Al parecer, la ausencia de este último era normal, pues adoraba viajar y siempre tardaba bastante en volver tras el verano. Muchos chicos, por lo contrario, pasaban el verano en la academia (o cerca de ella). Por un lado esperaba que no me tocase a mí pertenecer a esta tanda para poder ver a mi tío, pero por otro la academia me estaba gustando.
Mirta parecía conocer estupendamente al chico que estaba fuera: me aseguró que habían sido mejores amigos desde que se conocieron, hasta llegar a ser como hermanos. Daba gusto tener amigos así.
Yo también le conté algunas cosas a Mirta: cómo fingí el accidente desde la ventana del segundo piso del instituto, la llegada... Y sobre mi tío. De él sí que no paraba de hablar.
-Tu tío... me recuerda mucho a mi hermano -dijo Mirta-. Mi hermano mayor.
-¿Tienes más hermanos, Mirta? -pregunté.-¿Cuántos?
-Uf, al menos... Más de diez. Si no los nombro, pierdo la cuenta.
-¡Más de diez! ¡Vaya!
-Y no puedes imaginar lo sola que me sentí al principio de esto, yendo sin apenas compañía a la academia.
-Claro, es normal...
-Pero no me importa. Ahora no me puedo quejar, y sé que ellos están bien en casa.
-Ya. Esto, hablando sobre la familia, ¿cuándo crees que podré llamar a mi familia por teléfono?
-Pronto, seguramente. ¿Qué te parece si a partir de mañana nos turnamos para usar la ducha y, mientras una termina, la otra usará el teléfono? Hoy puedes ducharte cuando quieras: yo ya lo hice poco antes de llegar para dejarla libre.
-Gracias, Mirta. Eres una compañera genial.
-¡No es nada! -sonrió con timidez-. ¡Para eso están las amigas!
No podía creerlo. Había hecho amigos tan pronto... Otras veces tardo muchísimo en adaptarme. Era como si por fin hubiera encontrado el lugar al que pertenecía, después de tanto tiempo.
De repente me acordé de Jetwick. Apenas habíamos hablado sobre él, así que dejé caer su nombre para ver lo que Mirta podía contarme. 
No lo conocía demasiado bien, pero me dijo que era bastante callado, que siempre se mantenía en un segundo plano y que, por lo que ella sabía, había tenido una vida un poco difícil, sobre todo por sus padres. A lo mejor por eso era tan callado. ¿O era por su timidez? Sólo esperaba no juzgarlo demasiado pronto.
Mientras hablábamos, deshice lo que quedaba dentro de mi maleta. Dentro estaban todos mis objetos preferidos colocados de forma que todo el espacio estuviera bien aprovechado, por lo que cabían más cosas de lo normal. Cómo me conocía mi tío...
Cuando estaba a punto de acabar, vi algo que se movía enterrado entre mi ropa. Traté de ver lo que era, ¡pero me saltó encima y me lamió la cara!
-¡Bleaky! ¿Pero cómo has llegado hasta aquí?
Mirta no se lo esperaba. Parecía sorprendida, aunque también se reía.
Cuando conseguí quitarme a Bleaks de la cara, se lo enseñé a Mirta.
-Este es Bleaky. Se supone que es un perro. ¿Quieres acariciarlo?
-¡Claro! ¡Me encantan los animales!
Mirta lo sujetó con cuidado mientras yo colocaba mi ropa en el armario.
-Bleaks, bleaks, ¿qué vamos a hacer contigo? -le dije al perro, que meneaba felizmente la cola. Supongo que me ignoraba.
-¿Qué crees que debemos hacer con él? -me preguntó Mirta.
-Lo mejor es que se quede.
-¿Qué? ¿Y si nos dicen algo o lo atrapan y se lo llevan?
-Eso no va a pasar -reí-. Si se fuera, sabría volver. Además, el último sitio al que iría a buscarlo si no lo encontrase sería a la perrera; no hay nadie capaz de atraparlo. Ni coche capaz de atropellarlo, por lo que pude ver...
-¿Por lo que pudiste ver?
-Una vez casi lo atropellan, pero el coche empezó a echar humo cuando estaba a punto de llegar hasta él. Parece ser que chocó contra algo y se estropeó. No te preocupes, a los que estaban dentro no les pasó nada. Bleaks estaba en medio de la carretera y parecía asustado, pero no tenía ni un rasguño. Puede que fuese suerte, o quizás Bleaks tenga algo especial...
Siempre había pensado que Bleaks tenía algo diferente. Lo miré, y él a mí con su cara de perro. Sin ofender.
-¡¿Qué?! ¡Menuda suerte!- dijo Mirta, dejando a Bleaks en el suelo-. ¡Tienes una mascota fantástica!
Bleaks no tardó en perderse por la academia. Ni siquiera sé como salió de nuestra habitación. Ya había desaparecido otra vez.
Mirta miró el reloj. De repente, pareció sorprendida.
-¡Eria! ¡Tienes tiempo!
-¿A qué te refieres? -le pregunté, extrañada por el cambio.
-¡Tu tío! Pensaba que ya era tarde, pero hasta volver a reunirnos ¡tienes tiempo de sobra para llamarlo!
¡Claro! No iba a perder aquella oportunidad. Saqué el móvil de mi bolsillo y marqué su número de memoria, aunque fallé y tuve que volver a marcar, olvidando la lista de contactos por culpa de las prisas. El teléfono empezó a comunicar...

¡Crucemos los dedos!

6 jul 2013

20. ¡Ha faltado poco!

¿Es que internet está de vacaciones? Chicos, si algún día me retraso, primero, sabed que lo siento, y segundo, ¡Me está costando la vida conseguir internet!
ALGUIEN lo ha desconectado para hacernos una trastada al resto, y solo consigo conectarme a duras penas desde la habitación de Etsu.
En fin... ¿por dónde íbamos? Creo que estábamos a punto de terminar el partido...

Capítulo 20
El rival nos lanzó a una velocidad increíble todos los balones que tenía en su campo, uno tras otro. Jetwick y yo (Mia nos animaba detrás) estábamos cerca de la línea de medio campo. Con golpes rápidos, devolvíamos cada uno de sus tiros. Al estar prácticamente al lado del campo contrario, sólo teníamos que golpearlos hacia el suelo.
Estábamos perdiendo el tiempo. Si continuábamos así, lo único que conseguiríamos sería cansarnos y acabar fuera del juego. Así nunca podríamos eliminar al contrario.
Tras pensar esto, en cuanto recibí el siguiente balón lo lancé hacia el chico. Mientras él lo esquivaba, grité a Jetwick para que retrocediera.
Pero ese chico era demasiado rápido. Mientras me movía noté que me habían dado otra vez. ¡Una vez más y acabaría en el banquillo! Tonta, Eria, si hubieras estado más atenta...
¡Sabrías que viene el tercer impacto! El contrario había aprovechado mi distracción para lanzarme otro balón más. ¡No me había dado cuenta!
Demasiado tarde: ya me habían dado, y en toda la cara.
Pero... ¡La pelota todavía no había tocado el suelo! ¡Se había precipitado hacia arriba!
Intenté atraparla, pero choqué contra Jetwick, quien también trataba de darle caza. Tropecé. Me levanté de nuevo y salté, pero la pelota se me escapó. Jetwick saltó hacia delante extendiendo los brazos... Nada. Trató de rozar la pelota con los dedos, pero ni la tocó.
Ambos caímos al suelo tras nuestros fallidos intentos, Jetwick seguramente haciéndose más daño que yo. Si él la hubiera alcanzado, lo habrían eliminado en vez de a mí. Había intentado salvarme... y encima yo se lo había estropeado. Al menos no me sentiría culpable por eso...
Traté de distraerme con otros pensamientos: Solo era el primer día, ya tendría más oportunidades de ganar algo. Pero le estaba dando demasiadas vueltas... Al fin de al cabo, era la primera impresión que le iba a dar a mis rivales.
Ya me iba al banquillo, inclinando la cabeza para ocultar mi cara, cuando escuché... ¿aplausos?
Me estaban aplaudiendo. Paré en seco: tenía que cambiar de actitud. Había jugado lo mejor que había podido, y lo habíamos hecho genial. Una derrota no marcaba una vida. ¡Jetwick aún podía remontar!
Pero me di cuenta de que no aplaudían por eso. La pelota que me había dado... ¡No había caído!
Entonces, si Jetwick no la había atrapado, ¿Quién...?
Mia estaba tumbada cerca de Jetwick con los brazos extendidos hacia delante. El balón estaba justo sobre sus manos. ¡Lo había atrapado! ¡Podía seguir en el juego!
La chica se levantó de golpe. Se dirigió hacia el público y saludó alegremente. Me dio la risa. Corrió hacia mí para darme un abrazo. No lo rechacé.
El rival... bueno, seguía sin creerlo. Estaba muy atento. En cuanto Mia dejó de abrazarme, vi que tenía un balón entre las manos. Mia se alejó, él se preparó para lanzar...
-¡Mia, cuidado!
A todo correr y saltando hacia delante para impulsarme, fui hacia ella. Me coloqué delante suya frenando en seco, y la desvié col el brazo. ¡Menos mal! A ella le habría impactado en la cabeza, y muy fuerte. A mí aún me latía el brazo. No creía poder atrapar el balón.
Ahora sí, estaba eliminada. Ya me daba igual ir al banquillo, había sido por una buena causa.
De repente, algo pasó por mi lado a gran velocidad. Jetwick...
Iba hacia la pelota a una velocidad increíble. Antes de que llegara a caer, la levantó de una patada y saltó. Tomó impulso con los brazos, colocándose como si fuera a rematar en volleyball, e impactó la pelota con todas sus fuerzas. Lo vi todo a cámara lenta, aunque pasó a la misma velocidad a la que corría Jetwick.
La pelota se dirigió al otro campo...
Cayó...
Siguió cayendo...
¡Eliminado!
No podía creerlo. No solo no me habían eliminado, ¡También habíamos ganado! Por los pelos, ¡pero lo habíamos conseguido!
Mia volvió a abrazarme por segunda vez. Yo también me sentía genial.
Acabado el abrazo, me acerqué a Jetwick muy despacio. Él se dio la vuelta. Le extendí el brazo.
-Bien jugado -le dije-. Me llamo Eria. Soy Eria Jumps. Has estado impresionante.
Inclinó la cabeza, seguramente para esconder su cara. Me extendió su brazo.
-... Jetwick... Gray -dijo, y fue la primera vez que lo escuché hablar. Tenía una voz agradable al oído, suave y serenada, aunque la timidez lo hacía tartamudear un poco.
Sin avisar, Mia saltó hacia mi espalda.
-¡¡¡Abrazo colectivo!!! -gritó, rodeándonos a ambos con los brazos.
El resto del equipo también se unió. Mirta, Imala, Bobby, Teck... ¡Hasta Etsu se vio atrapado al intentar acercarse! De nuevo, reí. Miré a Jetwick, que levantaba lentamente la cabeza: no debía de estar acostumbrado a los abrazos, pues tenía la cara roja como un tomate. Aún así, sonreía, pero con timidez.
La celebración había terminado, así que nos tocaba saludar a los rivales. Nos dimos la mano y algunas palmaditas en la espalda.
Mia nos envolvió a Jetwick y a mí con sus brazos.
-¡Eh, chicos! -dijo a los rivales- ¡Mirad a mis mejores amigos! ¡Son los mejores del mundo! -se refería a nosotros.
Algunas personas, tanto de nuestro equipo como del otro, nos miraban.
No pude hacer otra cosa que sonreír. ¿Mejores amigos? ¿Nosotros?
Oye, ¿Y por qué no?
Rodeé a ambos con los brazos. Sí, me había decidido. Le debía una a esa chica.
-¡Sí, así es! -dije-. ¡Mejores amigos! ¡Nunca vamos a dejar de serlo! -le guiñé un ojo a Mia.
Ella parecía emocionada. Saltó hacia mí y me abrazó con fuerza.
Jetwick seguía ahí parado. Giré la cabeza hacia él en medio del abrazo de Mia.
-Espero que no te importe... -le susurré.
Él negó con la cabeza y sonrió de la misma forma de la que lo había hecho durante el abrazo colectivo. Me pareció que estaba en medió de un ataque de timidez, pero, tal como aparentaba ser ese chico, nunca lo sabría...
Mia nos hizo formar un círculo y extendió uno de sus brazos.
-¿Amigos? -preguntó.
Los tres nos miramos con una sonrisa.
-Amigos -dije, mientras Jetwick y yo poníamos nuestras manos sobre la suya.
Hacía años que no sentía nada parecido. Esta vez sería diferente a las veces anteriores. Esta vez todo iba a salir bien. Haría lo posible para que nada nos pudiera separar.

¡Espero que la semana que viene internet no esté contra mí!