¡Las
entradas programadas no funcionan! Ya lo he intentado varias veces y
siempre nos encontramos las entradas sin publicar como borrador.
Si
no está la entrada de la semana que viene, ¡lo siento! Trataré de
programarla, pero ese día voy a estar fuera. Los que nos quedamos en
la academia en verano vamos a salir todo el día.
Junie
tampoco puede. ¿Se subirá la entrada esta vez?
Capítulo
21
No
os podéis imaginar mi cara de felicidad cuando supe que mi compañera de habitación era Mirta. ¡Menudo
alivio! Si me hubiera tocado Mia... Era mi amiga, pero no tenía
muchas ganas de tenerlo todo decorado con unicornios rosa. Ni me imaginaba
como podía ser su habitación; tampoco quería imaginarlo.
Ella compartía habitación con Imala, Teck y Etsu estaban juntos y Bobby iba con el chico que había faltado hoy (de ahí que el sitio a mi lado estuviera vacío). No le pareció mal estar solo: según él, necesitaba un poco de tranquilidad antes de que su compañero lo pusiera todo "patas arriba". A saber.
Ella compartía habitación con Imala, Teck y Etsu estaban juntos y Bobby iba con el chico que había faltado hoy (de ahí que el sitio a mi lado estuviera vacío). No le pareció mal estar solo: según él, necesitaba un poco de tranquilidad antes de que su compañero lo pusiera todo "patas arriba". A saber.
El
que sí estaba solo era Jetwick: le habían asignado una habitación
de reserva con una cama libre por si alguien se incorporaba a última hora. En mi equipo habíamos tenido la idea de
usar su cuarto como punto de encuentro; de hecho, justo después de cenar,
íbamos a reunirnos allí. Podríamos usarlo para muchas más cosas
siempre y cuando nadie más la ocupase.
Tras
haber llevado el material que casi olvido en clase a nuestras
habitaciones (no había taquillas en la academia
porque todos los rincones existentes estaban ocupados) tuvimos algo
de tiempo de descanso para organizar nuestras cosas y... bueno, para
descansar, supongo. Teníamos ciertos golpes y morados por todo el cuerpo que nos convenía vigilar.
Tenía
demasiadas preguntas para Mirta, pero de todas sólo le formulé las
que recordaba.
Sobre el director de nuestro año, por ejemplo, me surgían varias, pero Mirta no supo contestar a nada fuera de lo evidente sobre él.
Sobre el director de nuestro año, por ejemplo, me surgían varias, pero Mirta no supo contestar a nada fuera de lo evidente sobre él.
¿Y qué había sobre el padre de Mia, el director general? Según me contó Mirta, era todo lo opuesto a Morrison: un hombre
serio, honrado y muy ocupado. No tenía nada que ver con Mia, a la
que amaba con locura. En la academia se le conocía como Mr. Black B, que venía de Black Blossom (lo cual me hizo gracia, ya que seguramente
habría sido Mia la que había influido en aquel apellido). Cuando pregunté a Mirta por su apariencia física... no supo qué
decir.
-¡¿No
has visto nunca al director?!
-Es
extraño que lo diga, pero no -respondió-. Nadie parece haberle
visto nunca y Mia nunca lo ha descrito físicamente. Sólo dice que es
“el mejor padre del mundo”.
Muchas
de las demás cosas que sabía Mirta me dejaron con la misma
sensación de intriga. La academia tenía muchos más secretos de los
que yo pensaba.
También
me enteré de algunos cotilleos y cosas que me convenía saber, como que fue Black B quien eligió al señor Morrison como director de
nuestro año para probablemente relajar tensiones entre alumnos y profesores, que no debía preocuparme si los hombres de esmoquin exageraban demasiado, que Tania era más maja de lo que parecía a pesar de toda la crueldad que había caído sobre ella en las prácticas o que Tank y Jo eran parientes, quizás primos. Curioso, porque no se parecían en
nada.
Etcétera
etcétera. Mirta era una estupenda fuente de información.
También pregunté por todos y cada uno de nuestros compañeros de equipo,
hasta por el chico que faltaba. Al parecer, la ausencia de este
último era normal, pues adoraba viajar y siempre tardaba bastante en
volver tras el verano. Muchos chicos, por lo contrario, pasaban el
verano en la academia (o cerca de ella). Por un lado esperaba que no me tocase a mí pertenecer a esta tanda para poder ver a mi tío, pero por otro la
academia me estaba gustando.
Mirta
parecía conocer estupendamente al chico que estaba fuera: me aseguró
que habían sido mejores amigos desde que se conocieron, hasta llegar
a ser como hermanos. Daba gusto tener amigos así.
Yo
también le conté algunas cosas a Mirta: cómo fingí el accidente
desde la ventana del segundo piso del instituto, la llegada... Y
sobre mi tío. De él sí que no paraba de hablar.
-Tu
tío... me recuerda mucho a mi hermano -dijo Mirta-. Mi hermano
mayor.
-¿Tienes
más hermanos, Mirta? -pregunté.-¿Cuántos?
-Uf,
al menos... Más de diez. Si no los nombro, pierdo la cuenta.
-¡Más
de diez! ¡Vaya!
-Y no
puedes imaginar lo sola que me sentí al principio de esto, yendo sin apenas compañía a la academia.
-Claro,
es normal...
-Pero
no me importa. Ahora no me puedo quejar, y sé que ellos están bien
en casa.
-Ya.
Esto, hablando sobre la familia, ¿cuándo crees que podré llamar a mi familia por teléfono?
-Pronto, seguramente. ¿Qué te parece si a partir de mañana nos turnamos para usar la ducha y, mientras una termina, la otra usará el teléfono? Hoy puedes
ducharte cuando quieras: yo ya lo hice poco antes de llegar para
dejarla libre.
-Gracias,
Mirta. Eres una compañera genial.
-¡No
es nada! -sonrió con timidez-. ¡Para eso están las amigas!
No
podía creerlo. Había hecho amigos tan pronto... Otras veces tardo
muchísimo en adaptarme. Era como si por fin hubiera encontrado el
lugar al que pertenecía, después de tanto tiempo.
De
repente me acordé de Jetwick. Apenas habíamos hablado sobre él, así que dejé caer su nombre para ver lo que Mirta podía contarme.
No lo conocía demasiado bien, pero me dijo que era bastante callado,
que siempre se mantenía en un segundo plano y que, por lo que
ella sabía, había tenido una vida un poco difícil, sobre todo por sus
padres. A
lo mejor por eso era tan callado. ¿O era por su timidez? Sólo esperaba no juzgarlo demasiado pronto.
Mientras
hablábamos, deshice lo que quedaba dentro de mi maleta. Dentro
estaban todos mis objetos preferidos colocados de forma que todo el espacio estuviera bien aprovechado, por lo que cabían más cosas de lo normal. Cómo
me conocía mi tío...
Cuando
estaba a punto de acabar, vi algo que se movía enterrado entre mi
ropa. Traté de ver lo que era, ¡pero me saltó encima y me
lamió la cara!
-¡Bleaky!
¿Pero cómo has llegado hasta aquí?
Mirta
no se lo esperaba. Parecía sorprendida, aunque también se reía.
Cuando
conseguí quitarme a Bleaks de la cara, se lo enseñé a Mirta.
-Este
es Bleaky. Se supone que es un perro. ¿Quieres acariciarlo?
-¡Claro!
¡Me encantan los animales!
Mirta
lo sujetó con cuidado mientras yo colocaba mi ropa en el armario.
-Bleaks,
bleaks, ¿qué vamos a hacer contigo? -le dije al perro, que meneaba
felizmente la cola. Supongo que me ignoraba.
-¿Qué
crees que debemos hacer con él? -me preguntó Mirta.
-Lo mejor es que se quede.
-¿Qué?
¿Y si nos dicen algo o lo atrapan y se lo llevan?
-Eso
no va a pasar -reí-. Si se fuera, sabría volver. Además, el último sitio
al que iría a buscarlo si no lo encontrase sería a la perrera; no
hay nadie capaz de atraparlo. Ni coche capaz de atropellarlo, por lo
que pude ver...
-¿Por
lo que pudiste ver?
-Una
vez casi lo atropellan, pero el coche empezó a echar humo cuando estaba a punto de llegar hasta él. Parece ser que chocó
contra algo y se estropeó. No te preocupes, a los que estaban dentro
no les pasó nada. Bleaks estaba en medio de la carretera y parecía
asustado, pero no tenía ni un rasguño. Puede que fuese suerte, o quizás Bleaks tenga algo
especial...
Siempre
había pensado que Bleaks tenía algo diferente. Lo miré, y él a mí
con su cara de perro. Sin ofender.
-¡¿Qué?! ¡Menuda
suerte!- dijo Mirta, dejando a Bleaks en el suelo-. ¡Tienes
una mascota fantástica!
Bleaks
no tardó en perderse por la academia. Ni siquiera sé como salió de
nuestra habitación. Ya había desaparecido otra vez.
Mirta
miró el reloj. De repente, pareció sorprendida.
-¡Eria!
¡Tienes tiempo!
-¿A
qué te refieres? -le pregunté, extrañada por el cambio.
-¡Tu
tío! Pensaba que ya era tarde, pero hasta volver a reunirnos ¡tienes tiempo de sobra para llamarlo!
¡Claro!
No iba a perder aquella oportunidad. Saqué el móvil de
mi bolsillo y marqué su número de memoria, aunque fallé y tuve que volver a marcar,
olvidando la lista de contactos por culpa de las prisas. El
teléfono empezó a comunicar...
¡Crucemos
los dedos!
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