El equipo

El equipo

A veces...

Lo más divertido de la vida es el no saber el qué te deparará el futuro, ¿verdad? ~Eria Jumps

(Esta historia es ficticia, o al menos según Junie; Eria aún se opone completamente a esta idea...)

Golden Podium es un proyecto tanto escrito como dibujado que lleva en pie desde 2012. Tenemos una novela, dibujos, tiras... ¡y hasta un Motion Book! #goldenpodiumcomic

25 sept 2015

89.Triunfo

Hemos ganado...
Dejemos que la emoción del momento llene todo el estadio.

Capítulo 89

Habría querido hacer y decir un millón de cosas en cuanto Etsu hubo detenido el balón, pero me quedé rígida de la emoción -odio admitirlo, pero me pasó-, y simplemente dejé que los gritos de alegría de nuestro equipo levantaran a todas las gradas. ¡Menuda celebración!

Al final grité yo también. Saltamos hasta quedarnos sin fuerzas y vitoreamos los nombres de Etsu, Teck, Tael, Zenas, Mia... ¡Y el mío! Qué alegría oírlo mientras Ridley me lanzaba miradas asesinas. ¡Tuve que contenerme la risa al verlo así de frustrado! Eso le pasaba por subestimar a nuestros equipos.

Cómo no, a Bobby lo aclamamos más que a ninguno con la esperanza de que nos oyera gracias al jaleo. ¿Lo habría oído? Ni idea, pero ya lo sabríamos en unos minutos: nuestro héroe podía salir de enfermería de un momento a otro, y allí enfrente lo esperábamos. El equipo H-45 no había podido venir, pero nos habían dejado una pancarta firmada por todos para que se la diéramos. Qué atentos...

Delmet ya iba a aporrear la puerta de la enfermería cuando Bobby la abrió con aire triunfal.

Aplaudimos. Tenía tan buena cara que pocos habrían adivinado por todo lo que había pasado y, efectivamente, la lesión no era grave: una venda en el tobillo, algo de reposo y listo. Nuestro compañero hasta podía andar con normalidad, sin necesidad de muletas y sin ninguna dificultad.

-Pues qué rabia, no me voy a perder clase... -había resoplado haciéndonos reír a todos.

Cómo no, lo celebramos a lo grande: al día siguiente, nos tomamos un merecido descanso en una de las mejores cafeterías de la plaza de Azuria y, gracias a las ganancias del partido, pude invitar a todos a los donuts que tanto le gustaban a Bobby.

Daba gusto ver a todos tan relajados y disfrutando del momento. Sin duda, necesitaban y se merecían lo que estaban viviendo. Me había encariñado con ellos tan rápido... Hasta Teck tenía su gracia de vez en cuando. Desde luego, toda esta experiencia me estaba cambiando por completo. Si seguía así, podría llegar a ser la mejor capitana de Golden Podium, y mi equipo el mejor de la historia. ¡Ojalá!

-Oye, Eria... -oí susurrar a Bobby, quien no había tardado en echarse un par de donuts sobre su plato-, gracias por confiar en mí, ¿pero por qué lo hiciste?

Sonreí simulando arrogancia. Sabía de sobra lo que responder.

-Porque, aunque puede que no te acuerdes, fuiste uno de los que más me animó cuando no estaba convencida de si ser capitana. Me dijiste varias veces que lo intentara.

-¿Eso hice?

-Sí. Y fue un buen gesto. Es decir, me convenciste por completo de que no lo haría mal.

Se rió y dio un mordisco a uno de sus donuts.

-Y, cómo no, tenía razón. ¿Por eso creíste que podía acertar una segunda vez?

-Supongo -sonreí-, y, cómo no, tenía razón.

Él, sonriente, me guiñó un ojo y siguió con lo suyo.

-¡Y equipo! -me levanté-. ¡Muchas gracias por el partidazo que nos ha dado puntos cima a todos!

Todos, mientras exclamaban de alegría, aporrearon la mesa para festejar nuestra victoria -Mia fue la que empezó-. Tuve que detenerlos para que los camareros no nos echaran pero, si hubiéramos estado solos, me habría unido a ellos y no habría parado hasta que la mesa se hubiera partido en dos.


...

Colgué. Mi tío, como siempre, había estado tan atento...

¡Qué orgulloso había estado de escuchar todo lo relacionado con mi primera victoria! Eso sí, cada vez me costaba más que se creyera lo que le estaba contando. ¿Cómo un simple partido de fútbol puede volverse tan excéntrico?

Cada vez era más consciente del equipo de lunáticos en el que me había metido: una chica que creía que los unicornios existían a sus doce años, un chico que iba a todos lados con un casco con visera y una ropa tan brillante que dañaba a la vista, una que parecía que iba disfrazada de indio... Las pintas que traíamos no podían ser más extravagantes. ¿Qué más daba? También éramos un equipo de triunfadores.

En cuanto guardé el móvil, oí a alguien aporrear la puerta de mi habitación.

-¡CORREOOO! -gritó una voz femenina al otro lado, y un puñado de cartas pasaron bajo la puerta.

-¿Mia? ¿Qué haces? ¿No era Tania la encargada de hacer eso?

-Sí, sí, pero yo quiero ayudar -oí su voz amortiguada-. ¡Verás que bien reparto! Y... ¡Ay, tengo prisa! ¡Te dejo aquí tu cosa ésta!

Mi... ¿Cosa?

Oí pasos alejándose. Mia seguía anunciando el correo a pleno pulmón, pero conforme se iba alejando menos la oía.

Llena de curiosidad, recogí las cartas del suelo y las puse sobre el escritorio. Muchas eran para Mirta, pero la chica estaba en la cafetería y tardaría un poco en volver. ¿Y para mí? ¡Había una carta! Pero también estaba la cosa que decía Mia...

Algo nerviosa, abrí la puerta, encontrándome a la altura de mis pies un paquete del tamaño de una caja de zapatos. No podía ser...

Estaba tan impaciente por saber lo que era que cerré la puerta de golpe, haciendo demasiado ruido. 

Me senté sobre la cama de Mirta, paquete en mano, y un papel doblado cayó sobre mis rodillas.
Me quedé muda en cuanto lo desdoblé y vi que la letra era la de mi tío. Decía:

Querida Eria, capitana honorífica de Golden Podium:

Esta pequeña sorpresa es una maravilla que, un poco por la fuerza del destino, ha llegado hasta mí con el propósito de que te lo mande.

¿Sabías que tu academia tiene una serie de marcas de productos propia? ¡Yo me enteré hace nada! Si no sabes de lo que te hablo, comprueba lo que te traigo con tus propios ojos. ¡La de coleccionistas que ansiarían tener lo que acaba de caer en tus manos! ¡La de deportistas que querrían usarlo en las competiciones!

Dicen que da buena suerte en momentos decisivos. ¿Qué haces que todavía no los has abierto?

Firmado: Ian, tu compinche.

Pdta: acuérdate de mí cada vez que lo lleves encima.

Con las manos temblándome de la emoción, desenvolví el paquete un poco a lo bruto y le quité la tapa.

No podía creerlo... Eran unos guantes de competición. ¿Cuánto debían de haberle costado?

Me los probé enseguida asegurándome los cierres de las muñecas. Eran negros, de medio dedo y con un rectángulo recortado en la palma. Eran tan suaves y cómodos... La palma, además, era de un material que permitía agarrarse a superficies lisas con más facilidad.

Eran el mejor regalo del mundo.

Mi tío... cómo lo odiaba por no haberme dicho nada. Al mismo tiempo, cómo lo quería...

Guardé la caja a buen recaudo en el armario rotatorio en el que Mirta tenía todo su material, medio escondida la balda que quedaba libre: la de arriba. Efectivamente, tuve que subirme a una silla para llegar a ella. ¿Cuándo demonios me tocaría dar el estirón?

Volví a la mesa con los guantes aún puesto: mi carta. ¿Quién la habría escrito?

Me quedé helada cuando vi quién era el remitente: Jetwick.

¿Para qué me escribía? No tenía ninguna necesidad. ¿O sí? ¿Habría algún problema?

Suspiré aliviada en cuanto volteé la carta y vi que ponía entre paréntesis el mensaje “no urgente”. A pesar de ello, estaba intrigada por saber lo que ponía.

–¡Eria! ¿Se puede? –llamaron a la puerta. Abrí rápidamente un cajón y deslicé la carta dentro.

–Claro, Mirta. ¿Qué es lo que pasa?

–Una reunión. Hay eventos tras los exámenes y necesitamos saber qué planes tienes para nosotros. Sólo será un momento.

–¡Enseguida voy! –dije, dejando atrás la carta de Jetwick y saliendo de la habitación.


¿Qué habrá en la misteriosa carta? Esperemos saber la verdad más adelante... ¡Siento no poder ocuparme de su contenido en este momento!

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