Empieza la locura... Salimos con todo a oscuras a recorrer las calles, todo sea por los caramelos y por tener algo que contar. ¡Además, aunque sea la primera vez que salimos, este puede ser nuestro último año de truco o trato!
Capítulo
91
Dividirnos
parecía una gran idea hasta que descubrimos aquella ruta: por allí
solían repartir el mismo número de caramelos por persona sin
dosificar según el grupo. ¡Tenían caramelos de sobra! Podríamos
ir juntos y no nos haría falta más.
De
no ser porque en una de las primeras casas a las que fuimos Bobby fue
el centro de todas las miradas, -a los dueños les había gustado su disfraz y había tenido la oportunidad de hinchar pecho y contar
algunos chistes para ganar caramelos extra-, ya se habría ido él
solo por una ruta más segura.
La rivalidad entre Delmet y Teck era palpable: era llamar a una puerta y ponerse por delante para ver quién tenía el mejor disfraz. Delmet solía anotarse más tantos por tener un disfraz colorido y con un aire nostálgico, pero a Teck no paraban de preguntarle de qué iba disfrazado. Una lástima para ellos que Mirta fuera la más deslumbrante del grupo y que la mayoría de las veces todas las miradas se posasen en ella.
No
sólo Mirta les hacía difícil destacar: por lo general, el disfraz
de Mia era gracioso y gustaba mucho a las niñas pequeñas, el de
Etsu gustaba por lo original que se veía y el de Jetwick era todo un clásico y
estaba bien pensado. Imala gustaba bastante a la gente sin ir
realmente disfrazada, el mayor chasco para ellos.
Preferí
que Imala y Mirta fueran las estrellas del equipo y quedarme atrás: por culpa de mi altura, todos los que me veían solían darme algún caramelo de más
acompañado de algún pellizco en la mejilla o carantoña pensando
que era la más pequeña del grupo, y eso me irritaba. ¡Ni soy adorable ni quiero
serlo! Nota: bajarme la capucha y llevar conmigo algo que me haga
parecer más alta para el año siguiente. Si es que había año
siguiente...
Probablemente sería nuestro último año para salir a pedir caramelos, así que la
oportunidad era única y había que aprovecharla. Realmente me daba igual salir o no, pero Mia se había empeñado y no podía negar que nos estábamos divirtiendo. Yo, gracias a mi
corta estatura, podría fingir ser más pequeña y salir un par de
años más a llamar puertas si me lo propusiera -sí, era un poco vergonzoso, pero podía
valer-, ¿pero y el resto? Delmet ya era muy alto... Habría que encontrar planes para el futuro, como ver películas u organizar fiestas.
Las
calles se iban oscureciendo y nos acercábamos al cementerio. Bobby
estuvo a punto de darse media vuelta antes de entrar, pero Delmet lo
amenazó con no dejarlo dormir a base de historias de miedo para
conseguir que entrase. Lo llevamos a rastras, pero al menos no
abandonó el grupo. ¡Bien!
No
sé por qué Bobby se asustaba tanto... ¡Si no era nada! Tal y como
decía Teck, sólo era un lugar corriente con un montón de lápidas -aunque sospechaba que decía esas cosas en vos alta para tranquilizarse a sí
mismo...
Delmet
no estaba tan asustado: dicen que la ignorancia da la felicidad.
Aparte, ¿quién protegería a Mirta si no era él, siempre firme
ante el peligro? (Mirta sabía defenderse, pero ya conocéis lo que le gusta a Legend montarse películas). Y, respecto a proteger también a Mia... "puede esperar o irse con Eria", murmuró al ver cómo la princesita trataba de acercarse a
él. En parte, lo comprendía.
Pasado
el cementerio había aún más casas, aunque con un aire algo
diferente: esta vez los que nos daban caramelos, aunque tenían de
sobra y nos trataban bien, no parecían tan animados con la fiesta
como los de antes. Parecían ausentes y asustados. ¿Temerosos de
algo?
-¿Soy
yo o la gente que vive por aquí es mucho más sosa? -resopló Teck
cuando ya íbamos por la mitad.
-A
lo mejor les da miedito esa casa tan grande de ahí -señaló Mia
entusiasta.
Bobby
giró la cabeza hacia dónde indicaba la chica y, al ver el edificio
a lo lejos, dio un respingo y no pudo evitar esconderse tras mi
espalda. Mia, sin motivo alguno, lo imitó.
-No
es una casa, Mia -le contesté-, es una mansión. ¡Una enorme!
-¡Y
seguro que está encantada! -exclamó Delmet bajando los puños.
Bobby gimió.
-Encantada
o no, miradla bien: va a ser nuestro último destino -sonreí con
malicia. Ya tenía un plan.
-¡¿Pero
qué dices?! -temblaba Bobby-. ¡Yo ahí no me acerco ni loco!
-Muy
bien, como quieras. Si quieres volver, ahí tienes el cementerio. O,
si quieres, puedes esperarnos aquí, con todas las luces casi
fundidas, tan tenues y con este toque tan verdoso que estamos
viendo...
-Y
con gusanos venenosos arrastrándose por las calles, y arañas
gigantes... -lo atemorizó Delmet aún más-. Puede que hasta hombres
lobo. ¡Lastima que no tengamos balas de plata para ellos, o estacas
de madera para los vampiros!
¿Hombres
lobo? Jetwick carraspeó.
-¡Vale,
vale, me habéis convencido! Ahora que la veo bien, la mansión hasta
parece bonita: tan oscura, tan elegante, tan enorme...
...
-¡¿Quién
demonios se atrevería a vivir en un sitio como éste?! ¡Es
horrible!
Bobby,
pálido como una sábana, no podía dejar de mirar hacia arriba. La
enorme mansión antigua, algo deteriorada pero aún en pie, se erguía
sobre nosotros rodeada de un halo bastante tenebroso.
-Pues
a mí me encanta -declaró Delmet con los brazos en jarra-. Si
estuviera en alquiler...
-...No
llegarías ni a pagar la mitad -lo interrumpió Teck, mirando el
edificio con recelo.
-¡Dejadlo
ya! -exclamó Mirta-. Ya hemos atravesado la peor parte, que era el bosquecillo que rodea la
casa. ¡No hay de qué preocuparse, Bobby, has
aguantado como un valiente! Bien, ya que estamos aquí, ¿quién
quiere llamar a la puerta?
Delmet
y Teck, a la par, elevaron un brazo. Lanzándose una mirada de odio,
soltaron sus bolsas y corrieron atropelladamente hacia las escaleras
de madera, sin esperarnos siquiera.
-¡Quietos
los dos! -les grité a pleno pulmón justo antes de que ninguno
intentase nada-. ¿Entendéis la expresión “de uno en uno”?
¡Pues ya la podéis ir cumpliendo! Como el dueño se moleste...
Teck,
resoplando, se retiró de la puerta y comenzó a darle forma a su
pelo en cresta apoyado en la barandilla de madera que rodeaba el
porche de la casa.
-Bien,
tú ganas, cabezón -le gruñó a Delmet, haciendo que Mirta lo
mirase con aún peor cara-. Que te coman los fantasmas a ti primero.
Ya nos contarás después.
Etsu,
subiendo los escalones y acercándose a él tras haber soltado su
bolsa, le palmeó la espalda con una sonrisa. Parecía tranquilo: no
debía de creer en fantasmas.
Delmet,
loco de contento, tomó la arandela y golpeó la puerta con ella un
par de veces. Nada
ocurrió.
-¡Oh,
no están en casa! -exclamó Bobby con una sonrisa forzada y un aire
de lo más teatral-. No vamos a tener más remedio que volvernos...
En
cuanto dijo ésto, la puerta comenzó a abrirse lentamente con un
chirrido, lo que lo hizo encogerse y gritar del susto.
-¡Mola!
-exclamó Delmet sin moverse ni retirar su gran sonrisa de la cara-.
¡Hola! ¿Hay alguien? ¡Venimos en son de paz! ¡Siempre que tengáis
caramelos, claro!
-¡No
grites tanto! -susurré-. Dales su tiempo para contestar.
La
puerta se detuvo, quedando abierta de par en par. No había ni una
luz encendida dentro.
-No
sé vosotros, pero yo veo una invitación clara a que pasemos -dijo
Delmet encogiéndose de hombros-. ¡Vamos, equipo!
Y,
sin pensárselo dos veces, dio un paso hacia el interior y se perdió
en la oscuridad.
-¡Delmet,
no! -intenté detenerlo, pero él ni me escuchaba.
Soltando
las bolsas junto a las de Teck, Etsu y Delmet, todos los que aún no
estábamos en el porche subimos las escaleras a todo correr.
-Eria...
-me miró Mirta con los ojos brillantes.
-¡Eria,
tenemos que salvarle! -chilló Mia aferrándose a Mirta por el brazo.
-¿Salvarle?
Sí, seguro... Si lo único que ha hecho es entrar -dijo Teck con los ojos en blanco. Etsu negó con la
cabeza, oponiéndose a él.
-Lo
siento, chicos, pero yo me quedo aquí... -dijo Bobby, retrocediendo
hasta volver a la parte baja de las escaleras-. El bosque dará mal
rollo, pero la mansión puede conmigo. Salvadlo vosotros.
-¿A
quién hay que salvar? -resonó una voz aguda en el interior de la
casa.
-¡Delmet!
-chilló Mirta-. Del, ¿puedes oírme? ¿Estás bien?
-¡Claro
que estoy bien! -replicó él-. ¿Cómo no iba a estarlo en un sitio
como éste? ¡Ay!
-¡Del!
-¡Sigo
estando bien! He tropezado con algo. Un momento... ¿por qué es
diferente el suelo?
Oímos
un clic y, tras un golpe que parecía de madera contra madera, Delmet
comenzó a gritar hasta que dejamos de oír su voz.
¡Que no cunda el pánico! Seguro que está bien... espero.
Aun así, tenemos grandes noticias: para el día 31 vamos a tener preparado el siguiente capítulo. ¡Sí, eso es la semana que viene! ¿Impacientes por ello?
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