Y rapidito, que esto que acaba de pasar parece una emergencia...
Capítulo 92
Nos
faltó tiempo para entrar a la mansión a socorrer a Delmet.
-Mira
que le dije que no entrara así... -mascullé mientras corría a la
vez que me ajustaba la guadaña de pega a la espalda.
-¡Delmet,
aguanta! ¡Vamos a por ti! -sollozaba Mirta justo detrás mía.
La
oscuridad de la mansión nos engulló. Encendimos nuestras linternas.
-¿Quiénes
estamos? -pregunte levantando la mía-. Imala, Mirta, Jetwick, Mia,
Etsu...
-...y
yo.
La
silueta de Teck quedaba recortada por la luz de fuera, escasa pero
suficiente para orientarnos un poco.
Mia
lo apuntó directamente, obligándolo a cubrir su cara con las manos.
-¡Bajad
eso! -gritó, y Mia obedeció con una risita.
-Anda,
¿al final has decidido entrar? Qué valiente... -solté con ironía.
-Calla.
No es que me apetezca mucho quedarme ahí fuera aguantando a Bobby en
su estado...
-¡Te
estoy oyendo! -oímos una voz-. Sólo... Os cubro las espaldas. ¡Sí!
Y también os guardo las bolsas. ¿Y sabéis que? Hasta os puedo conseguir
algo salado de comer. ¿Qué tal algo de comida rápida? ¿Voy y
compro?
-Pero
si te hemos metido en el bosque a la fuerza. ¿Lo vas a atravesar
solo?
-Cl-claro.
Seguro que por el interés que tengo en salir de aquí bato un récord
en velocidad...
La
puerta se movió con el viento y él gritó sorprendido.
-¡Bobby!
-exclamé con todas mis fuerzas-. ¿Qué le pasa a la puerta?
¡Sujétala antes de que...!
Y
la puerta, con un estruendo, se cerró y nos sumió en una oscuridad
casi total.
-Perfecto,
lo que faltaba -resoplé-. En fin, vamos a buscar a Delmet... antes
de que sea demasiado tarde.
Oí
a Mirta tragar saliva.
Empuñando nuestras linternas, nos dimos la
espalda y comenzamos a rastrear la zona sin atrevernos a dar un paso
para no caer en ninguna trampa. Por lo poco que podía ver, debíamos
estar en una sala de baile bastante grande y antigua. Telarañas,
muebles polvorientos, una alfombra agujereada... y una trampilla que,
emitiendo un clic, se cerró sola en cuanto la enfoqué.
-Equipo,
creo que he encontrado algo. Tened cuidado con el suelo.
Seguida
por los demás, me encaminé hacia la trampilla y me arrodillé para
verla mejor. Era lo suficientemente ancha como para que un chico de
doce años pudiera colarse dentro. Delmet...
Bajo
las miradas curiosas de mis amigos la forcé, la golpeé e incluso la
pateé, pero no ocurrió nada.
¿Y
si me ponía encima? No, demasiado arriesgado. Tenía que activarla
de una forma diferente.
-Necesito
un objeto pesado. ¿Alguien puede acercarme uno?
Imala,
con una inclinación de cabeza, rastreó el salón con su linterna y
se dirigió hacia un jarrón que parecía bastante frágil. Quiso
traerlo guardando su linterna y utilizando ambas manos para transportarlo
pero, nada más tocarlo, la lámpara de araña que había sobre
nosotros parpadeó y dejó la sala pobremente iluminada.
Imala
se llevó una mano a la espalda, sacó su arco y flechas y tensó la
cuerda, retrocediendo mientras giraba constantemente la cabeza para
vigilar todos los rincones en posición de en guardia.
De
repente, noté el suelo vibrando bajo mis pies. Di un respingo y me
apresuré a doblar las rodillas para no perder el equilibrio, pero no
pude evitar caerme tras una segunda sacudida.
-¡Ay!
-grité. Qué costalazo me había dado, qué daño-. Chicos, ¿estáis
todos bien?
Oía
sus voces, pero muy poco. Quise incorporarme y gritar más fuerte
pero, en cuanto puse una mano en el suelo para poder levantarme, noté
que me estaba moviendo y me cubrí la cabeza mientras rodaba por el
suelo: la habitación se estaba inclinando.
Giré,
giré, seguí girando clavándome la guadaña en la espalda, caí a
un nivel inferior y acabé golpeando el duro suelo de madera. Mareada
y algo dolorida, gemí. Esperaba que alguien me oyera y respondiera.
Algo
empezó a deslizarse bajo mi espalda y envolvió mis hombros. Quise
gritar, pero me contuve al darme cuenta de que lo que me estaba
tocando sólo era Jetwick.
-Soy
yo -oí su voz aterciopelada. Con el brazo sobre mi espalda, me
incorporó tirando de mi brazo y me ayudo a levantarme. Qué corte...
Se había pasado de servicial. Podía levantarme sola.
-Gracias...
-musité-. Estoy bien, en serio. Ya vale.
Él
no respondió, sino que carraspeó y me
soltó. Parecía... ¿nervioso? Supongo que había sido demasiado tajante al hablar con él.
Poco
a poco, empecé a oír a mi alrededor murmullos que resultaron ser
las quejas de Teck, la voz suave de Mirta, los tecnicismos de Etsu
acerca de desplazamientos sobre planos inclinados y también... a
Mia.
Estaba
llorando. Cuando Mia lloraba, no podía significar nada bueno.
-¡Imala!
-gritaba entre sollozos-. ¿Dónde estás, Imalita?
¡No te veo!
Qué mala espina me
daba todo aquello. Encendí mi linterna: estábamos en una especie de
sótano cuya única vía de escape era una puerta astillada. Estaban
las rampas de los lados, pero parecía imposible subir por ellas. Y
lo peor: no había rastro de Imala por ninguna parte.
-Equipo -anuncié
intentando que mi voz no se quebrara-, hemos perdido a Imala.
Empecé a oír el
rumor de las voces de los demás cada vez más alto. ¡Normal!
Estaban alterados.
-¡Que no cunda el pánico! -intenté tranquilizarlos-. La encontraremos, a ella y a Delmet. Os lo prometo.
Estaba
muy nerviosa y asustada, pero mi labor como capitana era la de
proteger y respaldar a mi equipo y eso era lo que iba a hacer. ¡Ojala
nuestras dos bajas pudieran aguantar mientras las buscábamos!
-Delmet,
Imala... -farfulló Teck-. Míralos, los dos americanos, los dos primeros en caer.
Anda,
pues no me había dado cuenta yo de eso.
-Mira
por donde, qué curiosa casualidad -exclamó Etsu-. Muy observador,
compañero.
-¿Americanos?
-pregunté-. Eso significaría que Mirta, que es hawaiana...
-¿Qué?
-musitó ella encendiendo su linterna.
-¡¿Qué?!
-repitió Teck diez veces más alto, poseído por el espíritu
amoroso que, de vez en cuando, lo ponía a hacer alguna que otra
locura-. ¡Mirta es mi alma, mi corazón! Si algo le pasara...
Se
acercó a ella y quiso abrazarla, pero ella lo hizo retroceder
marcándole la mejilla con un golpe que debió escucharse en todos
los rincones de la mansión.
-Eso...
ha dolido -reconoció apagando su linterna-. Mucho.
Tras
haber conseguido que tanto Mirta como Teck se tranquilizaran un poco
y que Mia dejara de llorar, decidimos atravesar la puerta astillada
para ver adónde nos llevaba. No se podía abrir, así que tuvimos
que recurrir a la destreza de Etsu para echarla abajo a patadas. Tras
ayudarnos, el educado chico nos dejó pasar y se quedó el último.
En cuanto iba a pasar al otro lado, oímos un siseo por encima de
nosotros.
-No
soy la única que lo ha oído, ¿verdad? -musité.
-Parece
que no -dijo Teck colocándose bajo el marco de la puerta-. Tengo
buen oído y te lo confirmo.
Tras
un crujido, varios tablones de madera se soltaron del techo,
precipitándose hacia nuestra posición. Los siguieron ladrillos,
piedras, y hasta fragmentos de cristal: la planta superior se estaba
derrumbando.
-¡Al
suelo! -exclamó Etsu, envolviendo a Teck con una llave que hizo que
cayeran hacia atrás.
Los
escombros se estamparon contra el suelo. Me dejé caer hacia delante,
justo en la dirección contraria en la que se habían dirigido Etsu y
Teck, y me cubrí la cabeza. Jetwick cayó justo a mi lado e intentó, igual de servicial que siempre, cubrirnos a Mia, a Mirta y a mí.
Pasado
el alboroto, me incorporé, quedándome literalmente fría en cuanto
vi que, donde antes había estado la puerta, ahora sólo quedaban
ruinas cubiertas por... una dura capa de hielo.
¡Y
yo que creía que era cristal! ¿Cómo se había formado una barrera
de tal grosor en tan poco tiempo?
Me
acerqué y la golpeé con los nudillos. La barrera era
inquebrantable: ni oía ni veía nada al otro lado.
Tragué
saliva. En fin, sólo quedábamos cuatro...
Nuestro equipo ha comenzado a desaparecer...
¡Los encontraremos, lo prometo! Mientras los buscamos, feliz Halloween, difuntos y noche de los muertos a todos. Aunque... quién sabe lo que pasará mientras avanza la noche.
Madre mía. ¿Qué voy a hacer?
No hay comentarios:
Publicar un comentario