El equipo

El equipo

A veces...

Lo más divertido de la vida es el no saber el qué te deparará el futuro, ¿verdad? ~Eria Jumps

(Esta historia es ficticia, o al menos según Junie; Eria aún se opone completamente a esta idea...)

Golden Podium es un proyecto tanto escrito como dibujado que lleva en pie desde 2012. Tenemos una novela, dibujos, tiras... ¡y hasta un Motion Book! #goldenpodiumcomic

29 jun 2013

19. ¡Bombardeo en la pista!

Maldito internet... No ha funcionado la programación y llevo una semana de retraso.
Centrémonos...
¡Esto es la guerra! Si todos los partidos de Golden Podium van a ser así, seguramente acabaré de forma parecida a mi abuelo... ¡Ironía!

Capítulo 19
¡Aquello sí que era una auténtica guerra! Ni habíamos tocado nuestros balones y ya nos estaban bombardeando los contrarios. ¡Casi no veía a mi propio equipo por culpa de los proyectiles!
Al primero al que pude ver fue a Bobby recibiendo un balonazo en la cabeza. Ay... eso le iba a doler.
Me abrí paso esquivando todos los balones. Salto a salto, pude desplazarme hasta un espacio para lanzar una pelota que estaba en el suelo. Ni siquiera sabía si le había dado a alguien. Nos superaban en reflejos, en número, edad, fuerza...
-¡Cuidado!
Habría recibido mi primer golpe si Teck no le hubiera dado una patada al balón que venía hacia mí, que pareció impactar directamente en otro jugador. El chico ya iba a jactarse de ello cuando otro proyectil le rozó el pelo, lo que no pareció gustarle mucho: corrió hacia el otro extremo del campo tratando de arreglarlo con las manos.
Puede que Teck fuese un tanto patético, pero me acababa de salvar de mi primer golpe. Quizás no era tan malo.
Noté una presencia a mis espaldas. Me agaché y, desde el final de mi propio campo, salieron varios balones disparados. Bobby era el que los lanzaba: se veía que ya lo habían enfadado. ¡Eliminó a dos jugadores él solo! Esperaba que el golpe anterior no le hubiera afectado mucho.
Desde el banquillo, Mirta nos observaba frotándose un brazo. No me había dado cuenta de que la habían eliminado. Si lo hubiera sabido, habría tratado de ayudarla.
-¡Eri, ayuda!
¿Quién me llamaba? Giré la cabeza y lo comprobé. ¡Mia!
Rodé por el suelo y salté varias veces para evitar que me dieran. No tardé mucho en llegar a su lado. La chica estaba agazapada en el suelo y gritaba cada vez que escuchaba botar un balón. Me puse de rodillas junto a ella.
-¡Tengo miedo! -sollozó ella-. ¡Llama a papá! ¡Me quiero ir de aquí!
Yo tampoco tenía ganas de que uno de esos balones me alcanzara; muchos de ellos ni se veían venir.
Mirta, tan deslumbrante como siempre, nos miraba con atención. De pronto le cambió la cara. Empezó a señalar un punto delante nuestra, pero ya era tarde: un contrario acababa de lanzar hacia nosotras.
Estiré los brazos en un acto reflejo para proteger a Mia. Ella lanzó un prolongado chillido y se protegió la cabeza. Yo cerré los ojos, apartando la cara y esperando recibir el impacto.
Pero no llegó.
Algo pasó por delante nuestra como una exhalación y se situó justo delante. Él fue quien recibió el golpe.
Pensé que perdería una vida menos y me sentí algo culpable pero, cuando la pelota estuvo a la altura de su rodilla, éste le dio una patada que la propulsó hasta el campo contrario. ¡Buen lanzamiento, ya que impactó en uno de los contrarios!
Me incorporé y miré a la persona que nos había salvado. El giró la cabeza y vi una cara con las mejillas rojizas por la timidez. El chico misterioso.
Me había quedado en estado de shock. Aquello... ¡Había estado completamente increíble! ¡Impresionante! ¡Digno de un profesional!
Tenía la mirada perdida. Quise darle las gracias pero, cuando volví al "mundo real", el juego parecía haberse ralentizado; Mirta sonreía, Jetwick agachaba la cabeza con la cara roja como un tomate, algunos me miraban fijamente...
No me lo podía creer. ¡Otra vez! ¡¿Lo había dicho en voz alta?! Menudo déjà vu... ahora me sentía mal.
Mia seguía detrás, sorprendida. Poco después, se levantó. Iba a decirle algo pero no pude: había bajado la guardia, y las consecuencias fueron fatales.
Todo mi cuerpo se sacudió. Antes de poder abrir la boca, ya había recibido un impacto bastante fuerte en la espalda: acababa de perder mi primera vida.
Posé las rodillas sobre el suelo. Eso... eso dejaría marca.
Habría perdido mi segunda vida si Jetwick no nos hubiera empujado hacia el suelo cuando ya lo veía todo perdido. Mia gritó de nuevo. Todos los balones pasaban a gran velocidad por encima de nuestras cabezas mientras Jetwick nos cubría, atento a cada uno de ellos.
Cuando consideró oportuno, se colocó como si fuera a empezar una carrera y fue hacia el centro del campo, apartando a patadas todos los balones que pudo. Hizo un gesto para que lo siguiéramos.
Al igual que él, despejé el camino para facilitarle a Mia las cosas. La guié hacia más o menos el centro.
Otra pelota fue hacia nosotros y retrocedimos un paso. Tuve una idea.
De espaldas, salté hacia atrás. Coloqué rápidamente una mano en el suelo para que mis pies quedaran en alto y los impulsé de nuevo hacia el suelo. Mi talón chocó contra la pelota, que fue al campo contrario e impactó sobre un rival. Uno menos.
-No sé si ese movimiento era necesario, pero ha estado chachi y ha funcionado -puntualizó Mia.
Jetwick se colocó a mi lado para golpear con el brazo otro balón. Mia seguía gritando, pero esta vez no lo hacía porque estuviera asustada: lo hacía para animarnos.
Lo miré, y él a mí. Se volvió a sonrojar.
Asentí. Él también asintió. Debíamos trabajar juntos para salir de ésta.
Juntamos espalda con espalda. No había balón que se nos resistiera. Nos impulsamos hacia delante y pateamos algunos hacia el otro campo. A veces él me los pasaba y yo los lanzaba de una patada voladora.
Ya solo quedábamos tres contra dos sin eliminar, cuatro contra tres contando a los de los campos traseros.
Imala lanzó un grito de guerra desde el otro lado del campo para avisarnos. Nos pasaba un balón desde su campo.
Mia y Jetwick se hicieron una seña. Se agacharon y se tomaron de las manos, colocándolas con las palmas hacia arriba y los brazos extendidos. Mia me gritó:
-¡Ahora, Eri! ¡Salta, salta!
Lo entendí. Corrí hacia ellos, salté sobre sus manos y ellos me impulsaron hacia arriba. Giré para seguir subiendo, di algunas vueltas más...
Me puse cerca del balón y, con un giro horizontal, lo propulsé hacia el otro campo.
¡Otro jugador eliminado!
Me había confiado. Ya nada podía pararnos.
De pronto, Jo se acercó hacia nosotros e hizo una seña a los que estaban en los extremos, es decir, a Imala y a uno de los rivales. Ambos retrocedieron un poco, y Jo nos explicó la nueva norma que acababa de añadir: Imala y el otro chico habían dejado de ser "comodines"; no podían ni eliminar ni recibir un pase directo, solo estaban allí para pasarnos los balones; era como si ya no participasen. Así añadía emoción al partido.
En ese caso, sólo quedaba un contrario. Parecía fácil: éramos tres y él solo uno. Esos números me recordaba a algo que me había pasado hacía, más o menos, una semanas antes. Dulces recuerdos...

Solo queda uno, pero no podemos confiarnos ahora. Había que tenerlo vigilado. Puede que sea peligroso...
¡Seguiremos la semana que viene! Digo... ¡mañana!

22 jun 2013

18. ¡A sus puestos! ¡Balón prisionero!


Un campo de balón prisionero... dentro de un aula que parecía normal. Eso fue justo lo que nos encontramos tras haber pasado la primera prueba.

Capítulo 18
Un campo así en un aula que parecía tan diminuta... Lo máximo que se me ocurrió hacer en aquel momento fue mirar hacia arriba. ¿Cómo harían en Golden Podium para que las salas y habitaciones aparentaran ser pequeñas por fuera cuando, en realidad, eran el doble de grandes por dentro?
Di unos pasos hacia delante. Ya había un equipo entrenando allí. El campo estaba lleno de balones y alumnos, ambos desplazándose a gran velocidad. Parecían... algo mayores que nosotros. Creo que eran solo chicos: un equipo masculino.
La profesora que estaba allí era una mujer con el pelo corto, de un castaño cobrizo tirando a pelirrojo. Vestía una chaqueta ajustada de color morado, como de motorista, que brillaba un montón con la luz. También llevaba vaqueros anchos y unas buenas botas negras. Estaba de espaldas cuando la vi.
Giró la cabeza lentamente, con su pelo agitándose en toas las direcciones. Llevaba gafas de sol de espejo. Era guapa, joven y fuerte: parecía sacada de la portada de una revista. ¿Habría sido modelo?
Teck hizo una especie de reverencia. ¿Pero qué le pasaba  por la cabeza? Mujer que veía...
Entonces me di cuenta de algo: Bobby también se había sonrojado ante ella. Lanzó una mirada de reojo a Teck al salir del trance, pero su "rival" estaba demasiado ocupado contemplando a la profesora.
Miré a Etsu; él, con lo serio que parecía, seguro que...
Etsu nos daba un poco la espalda, resolviendo ecuaciones en voz alta. También estaba un poco sonrojado y sonreía de forma disimulada, pero un tanto estúpida. Parecía tratar de evitar que ELLA la distrajera. ¿Qué tendría aquella profesora que todos la...? Tenía a la mitad de mi equipo sonrojado y con caras de bobo.
Había una excepción: Jetwick, el chico misterioso. 
Solo sabía su nombre porque se lo había escuchado decir a Mia; no se había presentado como los demás, ni tampoco me había dirigido la palabra.
Estaba detrás de mí, pero dio unos pasos al frente para desplazarse hasta mi derecha. Seguía manteniendo las distancias.
En cuanto se dio cuenta de que le miraba, agachó la cabeza. También se sonrojó, pero, a diferencia de los otros, no lo hizo por culpa de la profesora. No supo sostenerme la mirada y se alejó.
¿Sería por lo de la prueba? Bueno, quizás era tímido.
La profesora nos reunió a todos en un círculo. Los que ya estaban jugando también se acercaron. Error: eran el doble de altos y fuertes que nosotros. Y yo que pensaba que solo eran algo mayores...
-¡A ver chicos, un poco de silencio! -dijo ella. Todos se callaron-.¡Así me gusta! ¡Se nota que en el fondo sois buenos chicos!
Suspiro generalizado por el cumplido a los alumnos.
-Bien: antes de nada, me gustaría presentarme de nuevo, para los que no me conozcan: mi nombre es Johanna Ride; aunque, para abreviar, podéis llamarme Jo Ride.
Más suspiros que repetían su nombre. ¡Así cualquiera se tomaba la clase en serio! Era verdad que Jo tenía un estilo tremendo, pero hay que saber estar en una clase.
Para que los hipnotizados de mi equipo no pudieran distraerme con tanto romanticismo, me fijé en los contrarios... también hechizados por los encantos de Jo. Vaya.
Éramos iguales en número, aunque no en estatura -ojalá-. Por cómo estábamos colocados, parecía que íbamos a competir en un partido de balón prisionero, balón-tiro, mate o como quiera que se llamase el juego. Sólo nuestros dos grupos iban a participar.
Teck intentó decirle algo a la profesora, pero ella caminó hacia delante mientras hablaba.
Decía cosas como: “¡Número uno, el equipo se divide en vivos y muertos! ¡Número dos, los campos se dividen en cuatro zonas, dos para los muertos y dos para los vivos!"
Así, al mismo tiempo al que se movía de un lado a otro, fue explicando todo el reglamento del que constaba el juego. Al acabar de explicar todo lo básico, se detuvo.
-Pero, como nosotros somos algo especiales, hemos decidido hacer una pequeña práctica para que el primer día no fuese tan aburrido, cambiando algunas normas. Lo haremos así: se colocará el mismo número de balones en cada campo, y el que sea tocado tres veces con un balón contrario que acabe llegando al suelo de su campo, será eliminado y no podrá seguir jugando. Necesito a dos personas que lleven el recuento, una de cada equipo. Si alguien piensa que la cuenta es injusta o está mal hecha, o bien si alguien no sale del campo después de ser eliminado, podría... no estoy segura, pero a lo mejor me dejan apuntar algunos “puntos pétreos”.
Todos se estremecieron a la vez al oír esto. No sabía lo que era un punto pétreo, pero ya se lo preguntaría a Mirta. Parecía algo serio, aunque no me preocupó mucho: yo no era la típica persona a la que le gustara hacer trampas y estaba segura de que no me los pondrían.
La persona que se ofreció a hacer el recuento de nuestro equipo fue, por supuesto, Etsu, el chico asiático. Del otro equipo se ofreció... un chico al que no recuerdo muy bien.
Imala, la del disfraz de indio -cada vez tenía menos claro que lo que llevaba fuera un disfraz- se ofreció voluntaria para ser comodín en el “campo de los muertos”, situado detrás del campo contrario y enfrente del nuestro. Así que una vez eliminado, no podías volver al juego eliminando a otro rival, sino que salías de él sin ni siquiera pasar al campo en el que estaba Imala... Vaya.
-Vamos, chicos, a ver si conseguís impresionarme -nos animó Jo.
Creo que, solo con eso, muchos ya tenían una motivación para ganar. Jo, desde luego, sabía cómo usar sus escantos. Parecía astuta.
Nos situamos en nuestras posiciones tras elegir pista a sorteo. Antes de empezar, pregunté a mi equipo contra quiénes estábamos jugando exactamente: Al parecer, los rivales eran dos o tres años mayores. Eso sí que era un partido “equitativo”. Seguro que alguno nos miraba por encima del hombro por ser de primero.
Tras colocarnos, el tiempo empezó a pasar más despacio de lo normal.
Jo sostenía una pistola de fogueo en alto (no llevaba silbato). Ambos equipos en sus posiciones, el nuestro más que ninguno: yo en medio, Teck delante, los otros unos pasos atrás, Bobby al final del todo, Jetwick a mi izquierda y los anotadores ya listos.
-No os cortéis -comentó Jo justo antes-. Tenéis diferente edad y fuerza, y eso es lo que os hará aprender. Si tenéis que usar vuestra fuerza al máximo... hacedlo.
Dio la señal con un disparo... y empezó la guerra.

Parecía que teníamos todas las de perder, pero lo importante era intentarlo. Confiaba en mi equipo. Los acababa de ver mostrando sus habilidades. ¿Sabrían usarlas en el momento exacto? Entonces fue cuando pensé: "No pareceremos los más fuertes, ¡pero vamos a demostrar que lo somos!"

14 jun 2013

17. ¡Muestra lo que sabes!

Mejor olvidarse de todo. Vale, tengo que hacer un ejercicio de "barras paralelas" (creo) delante de todo el mundo. Tengo la situación controlada. Hasta estoy caminando en perfecto equilibrio sobre una barra. Vamos a ver cómo lo hago...

Capítulo 17
Cerré los ojos. Era lo único que necesitaba hacer.
Primero, me dejé caer hacia atrás. Parecía que iba a acabar golpeándome contra el suelo de espaldas, pero en el último momento enganché mi pie en la barra sobre la que había estado caminando y di unas vueltas hacia delante. ¡Sí, con los ojos cerrados! Y no los abrí después. 
Me impulsé hacia la otra barra para agarrarme a ella con una mano, llevándome la contraria a la espalda. Seguí girando.
Todos mis cálculos eran mentales: el momento en el que saltar, mi posición respecto al suelo o la distancia entre las barras estaban en mi cabeza.
Fui de nuevo hacia la barra anterior, pero no la usé de agarre. En vez de eso, di varios giros a su alrededor utilizando sólo el tronco. Mantenerme en movimiento era lo que hacía que no me cayera.
Me aferré con una mano a la otra barra y volví a la anterior enganchando de nuevo el pie. Repetí los dos últimos movimientos cada vez más rápido hasta impulsarme hacia arriba. 
Caí sobre el hierro con un solo pie y volví a impulsarme hacia arriba décimas de segundo después para hacer un salto mortal. Ya tenía los ojos abiertos, pero no miraba al público.
Sin detenerme, hice varios saltos mortales para desplazarme entre las barras. Como ya veía lo que estaba haciendo, pude lucirme incluso más.
Cuando me cansé, salté hacia el suelo combinando varios movimientos aéreos a la vez. No sé cómo, aterricé bien. Desde que me había lanzado por la ventana, estaba que me salía con los aterrizajes.
Parpadeé y moví la cabeza. ¡Que mareo con tanto salto! Cerra los ojos me había desorientado un poco.
El equipo estaba impresionado. Todos menos  Mia, quien acababa de empezar a bailar otra vez, me miraban. Me fijé en Mirta: parecía fascinada a la par que sorprendida.
Tank indicó con la cabeza que ya nos podíamos ir. Estaba deseando perdernos de vista, lo sabía. Salimos...
Y la puerta se cerró, dejando el pasillo en silencio.
Me quedé sola con mi equipo. Antes de que nadie hablase, Mia ya estaba gritando:
-¡Te lo dije! ¡Se lo dije! ¡Le dije que estaría genial! ¿A que sí?
-¡Desde luego, ha estado impresionante! -afirmó Mirta con una risa suave.
-Vaya...-dijo entonces Bobby, el chico al que Mia había hecho rabiar durante la prueba, con los ojos muy abiertos-. ¿Dónde has aprendido a hacer eso?
-Pues... un poco por mi cuenta -contesté mirando al techo.
-¡Oye, no es justo! -miró hacia arriba cruzando los brazos-. Para una nueva que llega y resulta que va mas avanzada que yo. ¿Cómo se lleva eso de dejar mal a la gente?
Mirta rió dulcemente y Mia le dio unas palmaditas de ánimo en la espalda.
-¡Es verdad! Si es que nadie me quita el asiento vip con letrero luminoso en la fila de "alumnos que van pegados".
Yo también sonreí. Parecía ser que la prueba no me había salido del todo mal. Bobby me daba un poco de pena, pero me había empezado a caer bien. No parecía hablar con pesimismo, sino más bien con ironía. Estaba bien saber reírse de uno mismo.
El chico asiático hizo una inclinación de cabeza y se ajustó las gafas. No se las había quitado ni durante su exhibición.
-Etsu Anzai. Ese es mi nombre. Y a todos nos gustaría saber el tuyo.
-¡Ah, claro, mi nombre! Soy... Soy Eria.
-Eria Jumps -completó él-. Tal y como escuchamos decir al señor profesor Higgan.
¿"Señor profesor Higgan"? Se escuchó una risa por lo bajo. Tank eran demasiado... poco formal para tanto decoro.
El chico de los cascos de música se me acercó. Me pasó una mano por el hombro, como si ya me conociera de antes.
-No muchas cosas son capaces de impresionarme, pero lo cierto es que tú lo has conseguido. Soy Teck Digit. Bonito corte de pelo -Me pasó una nota. Hablaba el que lo tenía peinado hacia arriba...
Entonces Mirta, como quien no quiere la cosa, arrastró a Teck por el suelo para alejarlo de mí, agarrándolo por el cuello de la camiseta. Parecía... ¿Furiosa? ¿Mirta poniéndose furiosa?
Abrí la nota que me había pasado Teck. Era... ¡¿Un número de teléfono?!
-¡Lo siento! -se disculpó Mirta. Ya volvía a ser la de siempre-. Teck tiene la estúpida costumbre de... Bueno, ya lo has visto. Su chica está en el equipo A-01, pero...
-¡Mirta! -gritó Teck a sus espaldas.
Lo que pasó a continuación fue un poco vergonzoso: Teck puso una rodilla en el suelo y tomó a Mirta de la mano. Ella no pudo evitar ponerse roja de la vergüenza. Teck prosiguió:
Mirta, si yo tuviera que elegir entre tu presencia y mi existencia, ya sabes que...!
Mirta no le dejó terminar. No puedo contar con exactitud lo que pasó a continuación porque cerré los ojos, pero se escuchó un golpe y un quejido. A Teck le acababa de aparecer en la mejilla la marca de una mano.
-¡Ya vale! -dijo Mirta, de nuevo alterada-. ¡Eria, toma nota de la primera regla del equipo! ¡Nunca te fíes de Teck! ¡Y con nunca quiero decir NUNCA!
-Ya empezamos -respondió Teck- ¿Por qué siempre esa frase? ¡Claro que soy de fiar!
-¡CLARO QUE NO! -respondió al unísono el equipo.
Teck suspiró, aún luciendo su flamante marca roja en la mejilla. Todo aquello me había dejado un poquito impactada. Lo que más: la reacción de la aparentemente dulce Mirta, a quien yo creía incapaz de hacerle daño a una mosca.
Mientras tanto, la arquera pelirroja del disfraz de indio se acercó y me hizo una especie de reverencia.
-Imala te saluda -supuse que ella era esa tal... no me acordaba de lo que había dicho-. Es de la tribu de los Abekani, aunque Imala la haya tomado como “apellido”. Allí no se nombra al individuo con un "yo" o un "nosotros", por lo que a veces es difícil para Imala... es decir, para mí adaptar mi forma de hablar. Es una tribu que pocos privilegiados son dignos de nombrar.
-Resumiendo, que el nombre de sus parientes es tan raro que nadie sabe cómo decir... -Teck estaba dispuesto a acabar la frase, pero Mirta lo amenazó con la mirada. Me preguntaba la historia que habría detrás de cómo se llevaban aquellos dos.
-No es por nada, pero como lleguemos tarde a la siguiente clase no dejaré que me echéis la culpa otra vez ¡Arreando, que es gerundio! -dijo entonces Bobby.
Miró el reloj y esperó hasta el momento justo. Chasqueó los dedos y señaló al techo justo cuando sonó la campana. 
Qué sincronización. Bobby no parecía el mismo saco de nervios que había visto hacía un momento. Estaba muy animado, y eso me gustaba.
Fuimos caminando hasta llegar a una puerta que parecía conducir hacia el típico aula escolar. Pensé entonces que la siguiente clase no sería demasiado dinámica y que estaría bien para descansar un poco de la prueba inicial. Sí: habría mesas, sillas, una pizarra... como el aula en el que nos habíamos reunido con Tania.
Qué ingenua estaba siendo. Cuando entré, me paré en seco al ver el interior: pues no, ¡era un campo de balón prisionero!

Cómo esconde la academia tales habitaciones en espacios aparentemente tan reducidos sigue siendo un misterio.
Supongo que no habríamos entrado allí para mirar, ni tampoco iríamos de espectadores...

7 jun 2013

16. La habilidad oculta

La prueba inicial continuaba. Estaba tan distraída que casi me olvido de que yo también participaba en ella, y tendría que salir a hacer algo tarde o temprano...
Mientras, Mia no hacía más que saltar por todo el estadio.

Capítulo 16
Mia ya llevaba un buen rato dando vueltas por el campo sin hacer nada más que brincar, girar y tararear una canción. Sospeché entonces que simplemente estaba en la academia por ser familia del director general, que no tenía ninguna habilidad ni ningún talento. Si era así, no me parecía nada justo. ¡Los demás habíamos sido estrictamente seleccionados!
Pero me equivocaba, no sabéis cuánto. Con Mia, siempre te equivocas al juzgarla.
De pronto, se paró y miró hacia el suelo. Dio un salto y exclamó:
-¡Anda, una moneda! ¡Pero que suerte!
Pensé que, como las personas normales, se agacharía a por ella, pero no fue exactamente lo que hizo. Sin despegar los pies del sitio, se inclinó hacia atrás. Con este movimiento, su cabeza y brazos llegaron hasta el suelo, pasando por entre sus piernas hasta donde, en teoría, estaba la moneda.
Hice una mueca. Aquello era... ¿sorprendente? bueno, daba un poco de repelús.
-¡Oh, vaya! -exclamó-. ¡No había ninguna moneda! A lo mejor estaba por allí... No, nada.
Se deslizó entre sus piernas hacia delante y separó sus pies del suelo. Quedó boca abajo, se puso de nuevo en pie y continuó.
Pero... su forma de bailar había cambiado. Ya no solo daba saltos: se inclinaba hacia todas las direcciones y había veces en las que doblaba las piernas hasta ángulos de más de ciento ochenta grados. Poco a poco, fue subiendo el nivel de dificultad hasta llegado el punto en el que me costaba diferenciar cada una de sus extremidades. Daba un poquito de grima.
Con solo verla ya me dolía todo el cuerpo. ¡Parecía estar hecha de goma elástica!
Terminó la prueba con un abrimiento de piernas. Ciento ochenta grados exactos.
-¡Tachán! Bueno, ahora sí que me aburro. ¿Puedo irme ya?
Tank, el profesor, no respondió. Supongo que no querría meterse en problemas.
-Como quieras -dijo Mia-. ¡Me voy con Eri! ¡Sé bueno!
Y se acercó hacia mí. Yo di unos pasos hacia delante.
-¡Menudo rollo de profesor! ¡Siempre enfadado...! -venía resoplando.
-¿Cómo lo has hecho? -fui directa al grano.
-¿El qué?
-Ya sabes... lo de tus movimientos.
-Pues no sé -dijo ella-. Oye, yo también quiero saber cómo haces tú lo tuyo. ¡Eres tan... genial!
No tenía explicación. Mi habilidad era innata, algo que siempre había sido parte de mí y que me había esforzado en perfeccionar por el mero hecho de llevarlo dentro.
Por mi lado pasó el chico misterioso. Era su turno. Tenía curiosidad por ver lo que sabía hacer.
Se colocó en la línea de salida de la pista de atletismo. Estuvo parado allí durante unos segundos. Luego tomó impulso... Y empezó a correr.
Sin inmutarse, el chico no tardó en recorrer parte de la pista. Lo que pretendía, por lo visto, era dar una vuelta completa. Era muchísimo, ¡pero, al ritmo al que iba, no tardaría nada en hacerlo!
Su velocidad me dejó cautivada. Se movía con tanta naturalidad y, al mismo tiempo, con tanta sincronización y elegancia... Solo se dedicaba a correr, pero la forma que tenía de hacerlo llevaba su acción a otra escala. ¿Cómo podría yo adaptarme a tales deportistas?
Cuando ya estaba llegando, di un respingo. Era la siguiente y aún no me había decidido. ¿Qué debía hacer? Improvisar, seguramente. Improvisar...
-¡Vamos, Jetwick! ¡Corre, corre! -gritaba Mia para animar al chico. Jetwick... ese debía ser su apodo. Era un tanto extraño, pero trataría de recordarlo.
Jetwick se acercó. En la recta final, aprovechó para hacer un sprint. ¡Qué rápido movía los pies!
Apenas unos segundos más tarde ya había cruzado la meta, dejando tras sí una nube de polvo al frenar.
Silencio absoluto.
No me lo podía creer... ¡Había estado... impresionante! ¡Genial! ¡Menuda perfección...!
De pronto, me dio la impresión de que algo no cuadraba.
Jetwick giró un poco la cabeza hacia mí, sonrió con timidez y desvió la mirada. Pude ver a Mirta, ya con los patines quitados, tapándose la boca con una mano y soltando una risita. Mia aplaudía. Un momento...
No podía creerlo: había dicho en voz alta todo lo que estaba pensando. ¿Qué había hecho?
Me ruboricé y miré hacia el suelo mientras Jetwick se alejaba. ¡Qué mal! No pretendía...
¡Era mi turno! Tank acababa de revisar la lista y clavaba fijamente la mirada en mí. Le saludé y sonreí con una mezcla de timidez y temor, pero eso sólo pareció empeorar las cosas todavía más.
-¿Puede darme un minuto? -le pregunté.
-Mejor: varios segundos, y lo mejor para ambos será que utilices los MENOS POSIBLES -respondió. 
Retrocedí. Mirta me contemplaba desde donde estaba mientras Mia estaba justo detrás de mí. De hecho, la tenía muy cerca.
-¿Qué puedo hacer? -le susurré a la segunda apretando los dientes-. ¡No tengo mucho tiempo!
-¡Tírate por una ventana! ¡Les encantará!
-Oye, por si no te has dado cuenta, no hay ventanas por aquí...
-Bueno, no pasa nada ¡Se busca otra cosa y ya está!
Tank me seguía clavando la mirada. Estando cerca de Mia, podría sacar algo más de tiempo.
-¿Pero el qué?
-¿A mí que me cuentas? ¡Tú eres la que sabe!
-Te estaba preguntando precisamente porque no sé lo que hacer! ¡Si desde que entré por la puerta de esta academia, no hago nada a derechas!
-¡Pero qué dices! ¡Te va a ir genial, que lo sé yo! ¡Lo vas a hacer estupendamente!
-¿Y eso cómo lo sabes? -fue mi última pregunta.
-Pues... ¡Porque lo sé! -contestó Mia con tono decidido.
¿qué?
-¡No sabría explicarlo, pero lo sé!- replicó.
¿Porque lo sé? Era una contestación absurda, pero resonaba como un eco en mi mente, confundiéndose con mis nervios. Viniendo de Mia, tenía que haber algo más detrás de ella.
-Y... ¿cómo lo sabes?
- ¡Porque confío en ti!
¿Ella... confiaba en mí? ¿Sin apenas conocerme?
Ese fue el momento en el que mi opinión sobra Mia cambió totalmente. Después de todo, ella había sido la primera en acercarse a mí en clase, me había lanzado mil cumplidos y ser su amiga me sumaba varios puntos a favor. ¿Y qué digo de varios puntos? ¡Tenerla cerca era toda una ventaja si era la hija del director! 
Ella lo sabía. Me había elegido. ¿Cómo no me había dado cuenta? No podía defraudarla si de verdad confiaba en mí. Tenía que acabar la prueba, podía hacerlo. ¿Pero cómo?
De repente, tuve una idea. Tomé carrerilla y corrí. 
Había algo parecido a unas barras paralelas cerca. Tank (gritando a todo volumen que me estaba quedando sin tiempo para meterme prisa) y el resto de la clase me seguían.
Eso es. No tenía que tener miedo: la suerte me había sonreído. Ni siquiera tenía por qué temer a Tank: me parecía tan divertido verlo corriendo detrás mía... En cuestión de segundo me encontré sujeta a una de las dos barras. 
De repente, el mundo se detuvo. ¡Qué bajón! Todos me miraban fijamente y yo ahí, colgada de una barra. ¡No hacía falta que me mirasen todos!
Las barras eran metálicas y rígidas. Ni sabía cómo había llegado a subirme a ellas: estaban demasiado altas para alguien de mi estatura. También estaban más separadas de lo normal, como las asimétricas. Las que yo conocía no eran así.
Traté de dar unas cuantas vueltas sobre el eje, pero a la tercera se me soltó un mano y tuve que pararme un poco. Se me había agitado demasiado la respiración. Tank estaba lleno de ira y el equipo murmuraba.
En medio del silencio, Mia dio un grito de los suyos, y desperté. Lo único que tenía que hacer, pensé, era imaginar que estaba sola. Dejarme llevar y ser natural.
Levanté la cabeza. ¿Cómo? Todos estaban mirando a Mia, quien bailaba como una animadora mientras Tank la contemplaba furioso. Los estaba distrayendo.
Aquello me hizo sonreír e hizo que se me quitasen los nervios. Ya podía ser yo misma. Si a Mia no le daba miedo Tank, yo tampoco tenía por qué temerlo.
Tomé impulso y me lancé hacia arriba, haciendo una especie de twist en el aire (girando en vertical y sobre mi eje). Aterricé de pie en una de las barras. Poco a poco, todos se empezaron a dar la vuelta.
-¡Eh! -reclamé su atención-. ¿Queréis dejar de hacer tanto ruido? ¡Estoy tratando de concentrarme!
Todos alucinaron cuando me vieron caminando sobre el metal manteniendo un perfecto equilibrio. Ya lo tenía. Así era como YO hacía las cosas.
-Mejor acaba y deja de perder mi tiempo, Jumps -gruñó Tank, no de forma muy amistosa.
Te vas a enterar” murmuré, lo suficientemente bajo para que nadie pudiera oírme.

¡Ya verá! Lo voy a dejar impresionado... ¡en el capítulo de la semana que viene! A esperar un poco...