El equipo

El equipo

A veces...

Lo más divertido de la vida es el no saber el qué te deparará el futuro, ¿verdad? ~Eria Jumps

(Esta historia es ficticia, o al menos según Junie; Eria aún se opone completamente a esta idea...)

Golden Podium es un proyecto tanto escrito como dibujado que lleva en pie desde 2012. Tenemos una novela, dibujos, tiras... ¡y hasta un Motion Book! #goldenpodiumcomic

29 jun 2013

19. ¡Bombardeo en la pista!

Maldito internet... No ha funcionado la programación y llevo una semana de retraso.
Centrémonos...
¡Esto es la guerra! Si todos los partidos de Golden Podium van a ser así, seguramente acabaré de forma parecida a mi abuelo... ¡Ironía!

Capítulo 19
¡Aquello sí que era una auténtica guerra! Ni habíamos tocado nuestros balones y ya nos estaban bombardeando los contrarios. ¡Casi no veía a mi propio equipo por culpa de los proyectiles!
Al primero al que pude ver fue a Bobby recibiendo un balonazo en la cabeza. Ay... eso le iba a doler.
Me abrí paso esquivando todos los balones. Salto a salto, pude desplazarme hasta un espacio para lanzar una pelota que estaba en el suelo. Ni siquiera sabía si le había dado a alguien. Nos superaban en reflejos, en número, edad, fuerza...
-¡Cuidado!
Habría recibido mi primer golpe si Teck no le hubiera dado una patada al balón que venía hacia mí, que pareció impactar directamente en otro jugador. El chico ya iba a jactarse de ello cuando otro proyectil le rozó el pelo, lo que no pareció gustarle mucho: corrió hacia el otro extremo del campo tratando de arreglarlo con las manos.
Puede que Teck fuese un tanto patético, pero me acababa de salvar de mi primer golpe. Quizás no era tan malo.
Noté una presencia a mis espaldas. Me agaché y, desde el final de mi propio campo, salieron varios balones disparados. Bobby era el que los lanzaba: se veía que ya lo habían enfadado. ¡Eliminó a dos jugadores él solo! Esperaba que el golpe anterior no le hubiera afectado mucho.
Desde el banquillo, Mirta nos observaba frotándose un brazo. No me había dado cuenta de que la habían eliminado. Si lo hubiera sabido, habría tratado de ayudarla.
-¡Eri, ayuda!
¿Quién me llamaba? Giré la cabeza y lo comprobé. ¡Mia!
Rodé por el suelo y salté varias veces para evitar que me dieran. No tardé mucho en llegar a su lado. La chica estaba agazapada en el suelo y gritaba cada vez que escuchaba botar un balón. Me puse de rodillas junto a ella.
-¡Tengo miedo! -sollozó ella-. ¡Llama a papá! ¡Me quiero ir de aquí!
Yo tampoco tenía ganas de que uno de esos balones me alcanzara; muchos de ellos ni se veían venir.
Mirta, tan deslumbrante como siempre, nos miraba con atención. De pronto le cambió la cara. Empezó a señalar un punto delante nuestra, pero ya era tarde: un contrario acababa de lanzar hacia nosotras.
Estiré los brazos en un acto reflejo para proteger a Mia. Ella lanzó un prolongado chillido y se protegió la cabeza. Yo cerré los ojos, apartando la cara y esperando recibir el impacto.
Pero no llegó.
Algo pasó por delante nuestra como una exhalación y se situó justo delante. Él fue quien recibió el golpe.
Pensé que perdería una vida menos y me sentí algo culpable pero, cuando la pelota estuvo a la altura de su rodilla, éste le dio una patada que la propulsó hasta el campo contrario. ¡Buen lanzamiento, ya que impactó en uno de los contrarios!
Me incorporé y miré a la persona que nos había salvado. El giró la cabeza y vi una cara con las mejillas rojizas por la timidez. El chico misterioso.
Me había quedado en estado de shock. Aquello... ¡Había estado completamente increíble! ¡Impresionante! ¡Digno de un profesional!
Tenía la mirada perdida. Quise darle las gracias pero, cuando volví al "mundo real", el juego parecía haberse ralentizado; Mirta sonreía, Jetwick agachaba la cabeza con la cara roja como un tomate, algunos me miraban fijamente...
No me lo podía creer. ¡Otra vez! ¡¿Lo había dicho en voz alta?! Menudo déjà vu... ahora me sentía mal.
Mia seguía detrás, sorprendida. Poco después, se levantó. Iba a decirle algo pero no pude: había bajado la guardia, y las consecuencias fueron fatales.
Todo mi cuerpo se sacudió. Antes de poder abrir la boca, ya había recibido un impacto bastante fuerte en la espalda: acababa de perder mi primera vida.
Posé las rodillas sobre el suelo. Eso... eso dejaría marca.
Habría perdido mi segunda vida si Jetwick no nos hubiera empujado hacia el suelo cuando ya lo veía todo perdido. Mia gritó de nuevo. Todos los balones pasaban a gran velocidad por encima de nuestras cabezas mientras Jetwick nos cubría, atento a cada uno de ellos.
Cuando consideró oportuno, se colocó como si fuera a empezar una carrera y fue hacia el centro del campo, apartando a patadas todos los balones que pudo. Hizo un gesto para que lo siguiéramos.
Al igual que él, despejé el camino para facilitarle a Mia las cosas. La guié hacia más o menos el centro.
Otra pelota fue hacia nosotros y retrocedimos un paso. Tuve una idea.
De espaldas, salté hacia atrás. Coloqué rápidamente una mano en el suelo para que mis pies quedaran en alto y los impulsé de nuevo hacia el suelo. Mi talón chocó contra la pelota, que fue al campo contrario e impactó sobre un rival. Uno menos.
-No sé si ese movimiento era necesario, pero ha estado chachi y ha funcionado -puntualizó Mia.
Jetwick se colocó a mi lado para golpear con el brazo otro balón. Mia seguía gritando, pero esta vez no lo hacía porque estuviera asustada: lo hacía para animarnos.
Lo miré, y él a mí. Se volvió a sonrojar.
Asentí. Él también asintió. Debíamos trabajar juntos para salir de ésta.
Juntamos espalda con espalda. No había balón que se nos resistiera. Nos impulsamos hacia delante y pateamos algunos hacia el otro campo. A veces él me los pasaba y yo los lanzaba de una patada voladora.
Ya solo quedábamos tres contra dos sin eliminar, cuatro contra tres contando a los de los campos traseros.
Imala lanzó un grito de guerra desde el otro lado del campo para avisarnos. Nos pasaba un balón desde su campo.
Mia y Jetwick se hicieron una seña. Se agacharon y se tomaron de las manos, colocándolas con las palmas hacia arriba y los brazos extendidos. Mia me gritó:
-¡Ahora, Eri! ¡Salta, salta!
Lo entendí. Corrí hacia ellos, salté sobre sus manos y ellos me impulsaron hacia arriba. Giré para seguir subiendo, di algunas vueltas más...
Me puse cerca del balón y, con un giro horizontal, lo propulsé hacia el otro campo.
¡Otro jugador eliminado!
Me había confiado. Ya nada podía pararnos.
De pronto, Jo se acercó hacia nosotros e hizo una seña a los que estaban en los extremos, es decir, a Imala y a uno de los rivales. Ambos retrocedieron un poco, y Jo nos explicó la nueva norma que acababa de añadir: Imala y el otro chico habían dejado de ser "comodines"; no podían ni eliminar ni recibir un pase directo, solo estaban allí para pasarnos los balones; era como si ya no participasen. Así añadía emoción al partido.
En ese caso, sólo quedaba un contrario. Parecía fácil: éramos tres y él solo uno. Esos números me recordaba a algo que me había pasado hacía, más o menos, una semanas antes. Dulces recuerdos...

Solo queda uno, pero no podemos confiarnos ahora. Había que tenerlo vigilado. Puede que sea peligroso...
¡Seguiremos la semana que viene! Digo... ¡mañana!

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