La
prueba inicial continuaba. Estaba tan distraída que casi me olvido
de que yo también participaba en ella, y tendría que salir a hacer
algo tarde o temprano...
Mientras,
Mia no hacía más que saltar por todo el estadio.
Capítulo
16
Mia
ya llevaba un buen rato dando vueltas por el campo sin hacer nada más
que brincar, girar y tararear una canción. Sospeché entonces que
simplemente estaba en la academia por ser familia del director
general, que no tenía ninguna habilidad ni ningún talento. Si era
así, no me parecía nada justo. ¡Los demás habíamos sido estrictamente seleccionados!
Pero
me equivocaba, no sabéis cuánto. Con Mia, siempre te equivocas al juzgarla.
De
pronto, se paró y miró hacia el suelo. Dio un salto y exclamó:
-¡Anda,
una moneda! ¡Pero que suerte!
Pensé
que, como las personas normales, se agacharía a por ella, pero no
fue exactamente lo que hizo. Sin despegar los pies del sitio, se
inclinó hacia atrás. Con este movimiento, su
cabeza y brazos llegaron hasta el suelo, pasando por entre sus
piernas hasta donde, en teoría, estaba la moneda.
Hice
una mueca. Aquello era... ¿sorprendente? bueno, daba un poco de repelús.
-¡Oh,
vaya! -exclamó-. ¡No había ninguna moneda! A lo mejor estaba por
allí... No, nada.
Se
deslizó entre sus piernas hacia delante y separó sus pies del
suelo. Quedó boca abajo, se puso de nuevo en pie y continuó.
Pero... su forma de bailar había cambiado. Ya no solo daba saltos: se
inclinaba hacia todas las direcciones y había veces en las que
doblaba las piernas hasta ángulos de más de ciento ochenta grados.
Poco a poco, fue subiendo el nivel de dificultad hasta llegado el
punto en el que me costaba diferenciar cada una de sus extremidades. Daba un poquito de grima.
Con
solo verla ya me dolía todo el cuerpo. ¡Parecía estar hecha de
goma elástica!
Terminó
la prueba con un abrimiento de piernas. Ciento ochenta grados exactos.
-¡Tachán!
Bueno, ahora sí que me aburro. ¿Puedo irme ya?
Tank,
el profesor, no respondió. Supongo que no querría meterse en
problemas.
-Como
quieras -dijo Mia-. ¡Me voy con Eri! ¡Sé bueno!
Y
se acercó hacia mí. Yo di unos pasos hacia delante.
-¡Menudo
rollo de profesor! ¡Siempre enfadado...! -venía resoplando.
-¿Cómo
lo has hecho? -fui directa al grano.
-¿El
qué?
-Ya
sabes... lo de tus movimientos.
-Pues no
sé -dijo ella-. Oye, yo también quiero saber cómo haces tú lo
tuyo. ¡Eres tan... genial!
No
tenía explicación. Mi habilidad era innata, algo que siempre había sido parte de mí y que me había esforzado en perfeccionar por el mero hecho de llevarlo dentro.
Por
mi lado pasó el chico misterioso. Era su turno. Tenía curiosidad
por ver lo que sabía hacer.
Se
colocó en la línea de salida de la pista de atletismo. Estuvo
parado allí durante unos segundos. Luego tomó impulso... Y empezó
a correr.
Sin
inmutarse, el chico no tardó en recorrer parte de la pista. Lo que
pretendía, por lo visto, era dar una vuelta completa. Era muchísimo,
¡pero, al ritmo al que iba, no tardaría nada en hacerlo!
Su
velocidad me dejó cautivada. Se movía con tanta naturalidad y, al
mismo tiempo, con tanta sincronización y elegancia... Solo se
dedicaba a correr, pero la forma que tenía de hacerlo llevaba su
acción a otra escala. ¿Cómo podría yo adaptarme a tales
deportistas?
Cuando
ya estaba llegando, di un respingo. Era la siguiente y aún no me
había decidido. ¿Qué debía hacer? Improvisar, seguramente.
Improvisar...
-¡Vamos,
Jetwick! ¡Corre, corre! -gritaba Mia para animar al chico.
Jetwick... ese debía ser su apodo. Era un tanto extraño, pero
trataría de recordarlo.
Jetwick
se acercó. En la recta final, aprovechó para hacer un sprint. ¡Qué
rápido movía los pies!
Apenas
unos segundos más tarde ya había cruzado la meta, dejando tras sí
una nube de polvo al frenar.
Silencio
absoluto.
No
me lo podía creer... ¡Había estado... impresionante! ¡Genial!
¡Menuda perfección...!
De
pronto, me dio la impresión de que algo no cuadraba.
Jetwick
giró un poco la cabeza hacia mí, sonrió con timidez y desvió la
mirada. Pude ver a Mirta, ya con los patines quitados, tapándose la
boca con una mano y soltando una risita. Mia aplaudía. Un
momento...
No
podía creerlo: había dicho en voz alta todo lo que estaba pensando. ¿Qué había hecho?
Me
ruboricé y miré hacia el suelo mientras Jetwick se alejaba. ¡Qué
mal! No pretendía...
¡Era
mi turno! Tank acababa de revisar la lista y clavaba fijamente la
mirada en mí. Le saludé y sonreí con una mezcla de timidez y temor, pero eso sólo pareció empeorar las cosas todavía más.
-¿Puede
darme un minuto? -le pregunté.
-Mejor:
varios segundos, y lo mejor para ambos será que utilices los MENOS
POSIBLES -respondió.
Retrocedí. Mirta me contemplaba desde donde estaba mientras Mia estaba justo detrás de mí. De hecho, la tenía muy cerca.
Retrocedí. Mirta me contemplaba desde donde estaba mientras Mia estaba justo detrás de mí. De hecho, la tenía muy cerca.
-¿Qué puedo hacer? -le susurré a la segunda apretando los dientes-. ¡No tengo mucho tiempo!
-¡Tírate
por una ventana! ¡Les encantará!
-Oye,
por si no te has dado cuenta, no hay ventanas por aquí...
-Bueno, no pasa nada ¡Se busca otra cosa y ya está!
Tank me seguía clavando la mirada. Estando cerca de Mia, podría sacar algo más de tiempo.
Tank me seguía clavando la mirada. Estando cerca de Mia, podría sacar algo más de tiempo.
-¿Pero
el qué?
-¿A
mí que me cuentas? ¡Tú eres la que sabe!
-Te
estaba preguntando precisamente porque no sé lo que hacer! ¡Si
desde que entré por la puerta de esta academia, no hago nada a
derechas!
-¡Pero
qué dices! ¡Te va a ir genial, que lo sé yo! ¡Lo vas a
hacer estupendamente!
-¿Y eso cómo lo sabes? -fue mi última pregunta.
-¿Y eso cómo lo sabes? -fue mi última pregunta.
-Pues...
¡Porque lo sé! -contestó Mia con tono decidido.
…¿qué?
-¡No
sabría explicarlo, pero lo sé!- replicó.
¿Porque
lo sé? Era una contestación absurda, pero resonaba como un eco en mi mente, confundiéndose con mis nervios. Viniendo de Mia, tenía que haber algo más detrás de ella.
-Y...
¿cómo lo sabes?
-
¡Porque confío en ti!
¿Ella...
confiaba en mí? ¿Sin apenas conocerme?
Ese fue el momento en el que mi opinión sobra Mia cambió totalmente. Después de todo, ella había sido la primera en
acercarse a mí en clase, me había lanzado mil cumplidos
y ser su amiga me sumaba varios puntos a favor. ¿Y qué digo de varios puntos? ¡Tenerla cerca era toda una ventaja si era la hija del director!
Ella lo sabía. Me había elegido. ¿Cómo no me había dado cuenta? No podía defraudarla si de verdad confiaba en mí. Tenía que acabar la prueba, podía hacerlo. ¿Pero cómo?
De repente, tuve una idea. Tomé carrerilla y corrí.
Había algo parecido a unas barras paralelas cerca. Tank (gritando a todo volumen que me estaba quedando sin tiempo para meterme prisa) y el resto de la clase me seguían.
Ella lo sabía. Me había elegido. ¿Cómo no me había dado cuenta? No podía defraudarla si de verdad confiaba en mí. Tenía que acabar la prueba, podía hacerlo. ¿Pero cómo?
De repente, tuve una idea. Tomé carrerilla y corrí.
Había algo parecido a unas barras paralelas cerca. Tank (gritando a todo volumen que me estaba quedando sin tiempo para meterme prisa) y el resto de la clase me seguían.
Eso
es. No tenía que tener miedo: la suerte me había sonreído. Ni siquiera tenía por qué temer a
Tank: me parecía tan divertido verlo
corriendo detrás mía... En
cuestión de segundo me encontré sujeta a una de las dos barras.
De repente, el mundo se detuvo. ¡Qué bajón! Todos me miraban fijamente y yo ahí, colgada de una barra. ¡No hacía falta que me mirasen todos!
De repente, el mundo se detuvo. ¡Qué bajón! Todos me miraban fijamente y yo ahí, colgada de una barra. ¡No hacía falta que me mirasen todos!
Las
barras eran metálicas y rígidas. Ni sabía cómo había llegado a
subirme a ellas: estaban demasiado altas para alguien de mi estatura. También estaban más separadas de lo
normal, como las asimétricas. Las que yo conocía no eran así.
Traté
de dar unas cuantas vueltas sobre el eje, pero a la tercera se me
soltó un mano y tuve que pararme un poco. Se me había agitado demasiado la respiración. Tank estaba lleno de ira y
el equipo murmuraba.
En medio del silencio, Mia dio un grito de los suyos, y desperté. Lo único que tenía que hacer, pensé,
era imaginar que estaba sola. Dejarme llevar y ser natural.
Levanté la cabeza. ¿Cómo? Todos estaban mirando a Mia, quien
bailaba como una animadora mientras Tank la contemplaba furioso. Los
estaba distrayendo.
Aquello
me hizo sonreír e hizo que se me quitasen los nervios. Ya podía ser
yo misma. Si a Mia no le daba miedo Tank, yo tampoco tenía por qué
temerlo.
Tomé
impulso y me lancé hacia arriba, haciendo una especie de twist en
el aire (girando en vertical y sobre mi eje). Aterricé de pie en una
de las barras. Poco a poco, todos se empezaron a dar la vuelta.
-¡Eh!
-reclamé su atención-. ¿Queréis dejar de hacer tanto ruido?
¡Estoy tratando de concentrarme!
Todos
alucinaron cuando me vieron caminando sobre el metal manteniendo un
perfecto equilibrio. Ya lo tenía. Así era como YO hacía las cosas.
-Mejor acaba y deja de perder mi tiempo, Jumps -gruñó Tank, no de forma
muy amistosa.
“Te
vas a enterar” murmuré,
lo suficientemente bajo para que nadie pudiera oírme.
¡Ya
verá! Lo voy a dejar impresionado... ¡en el capítulo de la semana
que viene! A esperar un poco...
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