Nunca más nos fiaremos de las entradas programadas.
Bueno, a lo nuestro: seguimos en el bosque...
Capítulo
51
Delmet no
tardó en convertir aquello en una competición, pero nadie consiguió
adelantar a Jetwick. Nos reunimos con la otra mitad del equipo
corriendo como en un campo de margaritas; es decir, dando estúpidos
brincos. Imala y Etsu sonrieron con tranquilidad al ver que no había
pasado nada malo, uno de pie y la otra meditando sobre el suelo.
Bobby, en cambio, estaba hecho un saco de nervios.
El que peor
estaba era Teck, que no levantaba la vista del suelo.
Delmet y yo
nos acercamos a Bobby como si quisiéramos examinarlo.
-¿Ca-capitana?
¿He hecho algo malo? -preguntó acobardado-. ¿Vas a castigarme?
-¿Has
hecho algo ¡Qué va! ¿Gano algo castigándote? Tampoco. Lo único
que quiero es acabar esto, y seguro que tú también, para echarte
una siesta cuanto antes. A todo esto, siento habértela estropeado
-le sonreí con simpatía.
-Bu-bueno,
no importa... No quería que te enfadaras, capitana...
-No, culpa
mía. ¿Qué tal si, por el bien común, aceleramos el ritmo e
intentamos acabar ya?
-Me parece
estupendo el bien común, capitana. Y esta vez voy a ir en serio
-dijo, más relajado que antes.
Delmet se
encargó de poner a todos en marcha mientras Teck y yo nos quedábamos
aparte. Teníamos que arreglarlo todo.
Tenía
miedo: impacta bastante ver tan serio a alguien que normalmente pasa
de todo. En ese momento, Teck no mostraba la más mínima expresión.
-Oye...
siento haber perdido los estribos así. Te juro que llego a darte y
no me lo perdono...
Él seguía
sin responder. Traté de hablarle asumiendo la culpa.
-¡Culpa
mía! El horario ha estado fatal, pero no me va a volver a pasar. La
próxima vez...
Y nada. Yo
ya no sabía qué decir.
¿Por qué
me lo pensaba tanto? Recordaba que, antes de llegar a la academia,
solía elegir la vía más rápida a la hora de actuar. Supongo que,
una vez que hube llegado, cambié y empecé a pensarme las cosas dos
veces para no equivocarme. Ironía: no había sabido quedarme en un
término medio; ahora pensaba demasiado. ¿Por qué no trataba de
decir exactamente lo que estaba pensando? ¡Pero sin ofender!
Y allá que
fui:
-Oye Teck,
¿recuerdas que prometí ser más directa? Pues mira, no sé lo que
decir. Así que... ¿Qué hago para pedirte perdón? –pregunté,
tras haber tomado aire.
Él no dijo
nada.
-¿Necesitas
estar solo? Hace nada, yo estaba igual. En fin, me sentía culpable
por fastidiarla. Lo malo es que no me han dejado en paz... -le
sonreí-. Ahora me alegro de que hayan sido tan pesados conmigo. Veo
que a ti no te está funcionando...
Giré un
poco la cabeza y vi que Teck tenía una marca rojiza en una mejilla:
la mano de Mirta.
-No tenía
por qué ponerme así, no ha sido para tanto. Menudo mal rato. ¿Por
qué no lo olvidamos y vuelves a ser el mismo futbolero pervertido
amante de las máquinas y la música que eras antes? ¡Con la vidilla
que le dabas al equipo! ¿Y si convenzo a Mirta de que todo ha sido
un malentendido?
Me disgustó
ver que no estaba consiguiendo nada. Creo que ni siquiera estaba
atento a lo que decía.
-Bueno, por
lo menos lo he intentado. Te dejo solo todo el rato que quieras; ven
a buscarme cuando se te haya olvidado toda esta estupidez.
Lentamente,
volví a reunirme con Delmet para ver cómo marchaba el equipo. ¡Nos
quedaba menos!
-¿Qué
tal, capitana? ¿Has conseguido que haga algo?
-Creo que
necesita que le demos tiempo, así que mejor dejarlo. Un momento...
¿No somos nueve?
-Sí, pero
Teck está allí y tú y yo estamos aquí. Y eso...
-Delmet,
hay cinco personas en el circuito. Nos falta alguien. Espera... ¡Mia!
Efectivamente,
Mia no estaba. Tratamos de buscarla entre los dos con la mirada, pero
nada. Tuvimos que parar la prueba y ponernos todos a buscarla. Busqué
entre los árboles, tras los arbustos, bajo las piedras...
¿Dónde
estaba? ¡No la veía por ninguna parte!
Di un
respingo al notar cómo alguien me tocaba la espalda. Era Jetwick.
-¡Menudo
susto! Sí que eres sigiloso. ¿Has encontrado algo?
Él asintió
ladeando un poco la cabeza, como si no estuviera seguro. Acto
seguido, se adelantó unos pasos hacia una dirección. Yo lo seguí.
Aunque Jetwick no iba corriendo a tope, seguía siendo demasiado
rápido.
Empecé a
oír a distancia los gritos de alegría de Mia. Guiados por su voz,
saltamos el tronco de un árbol caído para poder continuar. ¿Era
ese el mismo tronco sobre el que me había sentado hacía unos
minutos?
La
siguiente parte del bosque estaba llena de arbustos y ramas que nos
dificultaban avanzar. Jetwick fue delante, despejando como pudo el
camino. Traté de ayudarle, pero la mano que me había arañado me
dolía al intentar cerrarla. Me hubiera gustado haber podido ser de
más utilidad...
Levanté la
cabeza y dejé de verlo. Genial, primero perdía a Mia y luego a
Jetwick.
Di un paso
hacia adelante, atravesando un muro natural de hojas y ramas y
llevándome la mitad enganchadas en el pelo. Había un pequeño
agujero por el que podía colarme; de no ser por las voces que se
oían al otro lado, nunca habría adivinado que había algo al otro
lado de toda aquella barrera natural.
Pues allí
estaba Mia, que brincaba en círculos mientras Jetwick la observaba.
Mi amigo giró la cabeza y sonrió al verme, con las mejillas algo
encendidas.
-¡Has
venido! -exclamó Mia-. ¡Venga, vamos a jugar un rato!
-Lo siento,
Mia, pero hasta que no acabemos...
-¡Pero
tenemos que jugar aquí! ¡Mira!
No me había
parado a mirar dónde estábamos. Alcé la cabeza y, maravillada,
observé que los árboles que nos rodeaban estaban plantados formando
un círculo perfecto a nuestro alrededor. Sus ramas se cruzaban sobre
nuestras cabezas filtrando la luz del sol, que se repartía por todo
el espacio dando un toque luminoso al sitio. Se oía un leve ruido,
como de agua corriendo. ¿Habría un río cerca? Era imposible
saberlo, ya que no se veía nada al otro lado de los troncos.
Mia se
acercó a los que estaban más lejos, donde crecían flores muy raras
y de muchos colores, y se agachó a contemplarlas sin tocar ninguna.
Me acerqué a ella e hice lo mismo: contemplar las flores de cerca.
Jetwick se quedó de pie a nuestro lado, esperando el próximo
movimiento de Mia.
-Es bonito,
¿verdad? -preguntó ella-. Aquí venía a jugar cuando era pequeña.
Este sitio sólo lo conocemos Brillitos y yo. Ahora
será nuestro secreto.
-Sí que es
bonito. Una cosa, ¿quién es Brillitos?
-¡Brillitos
el unicornio! ¡Fue uno de mis mejores amigos!
-Ah, sí,
ya lo entiendo. ¿Y nadie más conoce este sitio?
-Nadie más.
Sólo él y vosotros dos.
Jetwick
levantó la cabeza y la giró a un lado. En ese momento, oí cómo
alguien gritaba nuestros nombres. Debían de estar buscándonos.
-¡Eh,
estamos aquí! -gritó Mia poniéndose en pie-. ¡Aquí, aquí!
-¿No te
importa que nos encuentren y vean tu lugar secreto? -le pregunté.
-Me da
igual -dijo-. Somos un equipo. Será el secreto del equipo F-06. ¡Así
podremos jugar todos juntos!
Mia era
sorprendente. Hablaba como una niña de seis años, pero una niña
muy inteligente.
Los tres
alzamos la voz para que pudieran encontrarnos. Bueno... Jetwick, más
bien, se tapó un poco la boca con las manos e imitó algunas alarmas
y sonidos. Era increíble lo alto que podía gritar cuando quería.
Poco a
poco, fue llegando todo el equipo. Delmet, Imala, Mirta, Bobby,
Etsu... y Teck, que apareció más tarde. A todos parecía
encantarles el sitio.
-Tengo una
idea -dijo Delmet-. ¿Por qué no nos reunimos aquí de ahora en
adelante?
-¡Sí!
-exclamó Mia-. ¡Podemos venir por el atajo! ¡Será mucho más
fácil!
-Me parece
bien -dije-. Además, necesitamos un lugar que sólo conozcamos
nosotros. Este sitio es nuestro secreto: nadie más debe saber que
existe, ¿entendido? -pregunté, y todos asintieron.
-Sí,
vale... ¡pero yo quiero volver ya, y como no acabemos la prueba
antes de la noche...! -exclamó Bobby.
-No hay
prisa; doy por acabada la prueba, y mañana el día será libre
-dije.
Todos me
miraron, primero extrañados y luego sorprendidos. Bobby parecía
querer ponerse a celebrarlo.
-Pero...
¿no querías acabarla? Pensaba que era importante... -Preguntó
Mirta con cautela.
-Eso
pensaba al principio, pero he cambiado de idea -respondí-. ¿Sabéis
lo que digo ahora?
Me saqué
el papel donde había apuntado todo de un bolsillo y lo rajé por la
mitad. Menudas caras pusieron todos.
-Se
acabaron las tablas, los análisis y los gráficos. ¿Soy vuestra
capitana, no? De ahora en adelante, tomaré notas mentales. Prefiero
conoceros de verdad a leer lo que hay apuntado en un papel.
-Y
entonces... ¿qué pasa con lo de esta tarde? Hemos venido aquí...
¿para nada? -preguntó Bobby.
-¡Qué va!
Nos hacía mucha falta venir. No creo que ningún profesor hubiera
podido enseñarnos lo que acabamos de aprender; hay que vivir este
tipo de cosas para entenderlas. Además, podemos salir adelante con
lo que he memorizado.
-Bueno, por
lo menos has memorizado el papel. ¿Y cuál es la lección que hemos
aprendido?
-Aprender
de nuestros errores, seguir adelante, mantenernos unidos y pedir
perdón. Todo en uno. Así de fácil.
Bobby me
miró con cara de no haber entendido nada, pero sonrió de todas
formas.
Ahora todos
estábamos contentos, a pesar de no tener apuntes sobre la prueba.
Bueno, casi todos.
-¿Cómo lo
ves? -le pregunté a Teck, que se había acercado unos pasos-. ¿Te
parece bien el sitio?
-¿Desde
cuando eres tú tan poética? -me preguntó, riendo por lo bajo-. No
conocía tu lado sensible.
-Podría
hacerte vomitar si me lo propusiera -le contesté con una sonrisa
irónica.
Le tendí
la mano que me había arañado, pero con la palma hacia arriba.
-¿Paz? -le
pregunté. Tras quedarse quieto unos segundos, sonrió y estrechó mi
mano.
-Paz, de
momento. No te dolerá lo de la mano, ¿verdad?
La apretó
con fuerza hasta hacerme daño. En vez de quejarme, quise reírme.
Grité, rogué, le pisé un pie... pero no me soltaba.
Apreté la
mano contra él, mientras suplicaba, y al final, acabamos echando un
pulso. Una vez más, Teck empezó con el sarcasmo, y yo le respondí
entre gemidos; por fin volvía a ser él mismo.
No me di
cuenta de que Mirta, mientras contemplaba la guerra en la que
estábamos metidos, sonreía.
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