El equipo

El equipo

A veces...

Lo más divertido de la vida es el no saber el qué te deparará el futuro, ¿verdad? ~Eria Jumps

(Esta historia es ficticia, o al menos según Junie; Eria aún se opone completamente a esta idea...)

Golden Podium es un proyecto tanto escrito como dibujado que lleva en pie desde 2012. Tenemos una novela, dibujos, tiras... ¡y hasta un Motion Book! #goldenpodiumcomic

14 feb 2014

51. Nuestro secreto

Esta entrada debería haberse subido el viernes. Maldito ordenador...
Nunca más nos fiaremos de las entradas programadas.
Bueno, a lo nuestro: seguimos en el bosque...

Capítulo 51
Delmet no tardó en convertir aquello en una competición, pero nadie consiguió adelantar a Jetwick. Nos reunimos con la otra mitad del equipo corriendo como en un campo de margaritas; es decir, dando estúpidos brincos. Imala y Etsu sonrieron con tranquilidad al ver que no había pasado nada malo, uno de pie y la otra meditando sobre el suelo. Bobby, en cambio, estaba hecho un saco de nervios.
El que peor estaba era Teck, que no levantaba la vista del suelo.
Delmet y yo nos acercamos a Bobby como si quisiéramos examinarlo.
-¿Ca-capitana? ¿He hecho algo malo? -preguntó acobardado-. ¿Vas a castigarme?
-¿Has hecho algo ¡Qué va! ¿Gano algo castigándote? Tampoco. Lo único que quiero es acabar esto, y seguro que tú también, para echarte una siesta cuanto antes. A todo esto, siento habértela estropeado -le sonreí con simpatía.
-Bu-bueno, no importa... No quería que te enfadaras, capitana...
-No, culpa mía. ¿Qué tal si, por el bien común, aceleramos el ritmo e intentamos acabar ya?
-Me parece estupendo el bien común, capitana. Y esta vez voy a ir en serio -dijo, más relajado que antes.
Delmet se encargó de poner a todos en marcha mientras Teck y yo nos quedábamos aparte. Teníamos que arreglarlo todo.
Tenía miedo: impacta bastante ver tan serio a alguien que normalmente pasa de todo. En ese momento, Teck no mostraba la más mínima expresión.
-Oye... siento haber perdido los estribos así. Te juro que llego a darte y no me lo perdono...
Él seguía sin responder. Traté de hablarle asumiendo la culpa.
-¡Culpa mía! El horario ha estado fatal, pero no me va a volver a pasar. La próxima vez...
Y nada. Yo ya no sabía qué decir.
¿Por qué me lo pensaba tanto? Recordaba que, antes de llegar a la academia, solía elegir la vía más rápida a la hora de actuar. Supongo que, una vez que hube llegado, cambié y empecé a pensarme las cosas dos veces para no equivocarme. Ironía: no había sabido quedarme en un término medio; ahora pensaba demasiado. ¿Por qué no trataba de decir exactamente lo que estaba pensando? ¡Pero sin ofender!
Y allá que fui:
-Oye Teck, ¿recuerdas que prometí ser más directa? Pues mira, no sé lo que decir. Así que... ¿Qué hago para pedirte perdón? –pregunté, tras haber tomado aire. 
Él no dijo nada.
-¿Necesitas estar solo? Hace nada, yo estaba igual. En fin, me sentía culpable por fastidiarla. Lo malo es que no me han dejado en paz... -le sonreí-. Ahora me alegro de que hayan sido tan pesados conmigo. Veo que a ti no te está funcionando...
Giré un poco la cabeza y vi que Teck tenía una marca rojiza en una mejilla: la mano de Mirta.
-No tenía por qué ponerme así, no ha sido para tanto. Menudo mal rato. ¿Por qué no lo olvidamos y vuelves a ser el mismo futbolero pervertido amante de las máquinas y la música que eras antes? ¡Con la vidilla que le dabas al equipo! ¿Y si convenzo a Mirta de que todo ha sido un malentendido?
Me disgustó ver que no estaba consiguiendo nada. Creo que ni siquiera estaba atento a lo que decía.
-Bueno, por lo menos lo he intentado. Te dejo solo todo el rato que quieras; ven a buscarme cuando se te haya olvidado toda esta estupidez.
Lentamente, volví a reunirme con Delmet para ver cómo marchaba el equipo. ¡Nos quedaba menos!
-¿Qué tal, capitana? ¿Has conseguido que haga algo?
-Creo que necesita que le demos tiempo, así que mejor dejarlo. Un momento... ¿No somos nueve?
-Sí, pero Teck está allí y tú y yo estamos aquí. Y eso...
-Delmet, hay cinco personas en el circuito. Nos falta alguien. Espera... ¡Mia!
Efectivamente, Mia no estaba. Tratamos de buscarla entre los dos con la mirada, pero nada. Tuvimos que parar la prueba y ponernos todos a buscarla. Busqué entre los árboles, tras los arbustos, bajo las piedras...
¿Dónde estaba? ¡No la veía por ninguna parte!
Di un respingo al notar cómo alguien me tocaba la espalda. Era Jetwick.
-¡Menudo susto! Sí que eres sigiloso. ¿Has encontrado algo?
Él asintió ladeando un poco la cabeza, como si no estuviera seguro. Acto seguido, se adelantó unos pasos hacia una dirección. Yo lo seguí. Aunque Jetwick no iba corriendo a tope, seguía siendo demasiado rápido.
Empecé a oír a distancia los gritos de alegría de Mia. Guiados por su voz, saltamos el tronco de un árbol caído para poder continuar. ¿Era ese el mismo tronco sobre el que me había sentado hacía unos minutos?
La siguiente parte del bosque estaba llena de arbustos y ramas que nos dificultaban avanzar. Jetwick fue delante, despejando como pudo el camino. Traté de ayudarle, pero la mano que me había arañado me dolía al intentar cerrarla. Me hubiera gustado haber podido ser de más utilidad...
Levanté la cabeza y dejé de verlo. Genial, primero perdía a Mia y luego a Jetwick.
Di un paso hacia adelante, atravesando un muro natural de hojas y ramas y llevándome la mitad enganchadas en el pelo. Había un pequeño agujero por el que podía colarme; de no ser por las voces que se oían al otro lado, nunca habría adivinado que había algo al otro lado de toda aquella barrera natural.
Pues allí estaba Mia, que brincaba en círculos mientras Jetwick la observaba. Mi amigo giró la cabeza y sonrió al verme, con las mejillas algo encendidas.
-¡Has venido! -exclamó Mia-. ¡Venga, vamos a jugar un rato!
-Lo siento, Mia, pero hasta que no acabemos...
-¡Pero tenemos que jugar aquí! ¡Mira!
No me había parado a mirar dónde estábamos. Alcé la cabeza y, maravillada, observé que los árboles que nos rodeaban estaban plantados formando un círculo perfecto a nuestro alrededor. Sus ramas se cruzaban sobre nuestras cabezas filtrando la luz del sol, que se repartía por todo el espacio dando un toque luminoso al sitio. Se oía un leve ruido, como de agua corriendo. ¿Habría un río cerca? Era imposible saberlo, ya que no se veía nada al otro lado de los troncos.
Mia se acercó a los que estaban más lejos, donde crecían flores muy raras y de muchos colores, y se agachó a contemplarlas sin tocar ninguna. Me acerqué a ella e hice lo mismo: contemplar las flores de cerca. Jetwick se quedó de pie a nuestro lado, esperando el próximo movimiento de Mia.
-Es bonito, ¿verdad? -preguntó ella-. Aquí venía a jugar cuando era pequeña. Este sitio sólo lo conocemos Brillitos y yo. Ahora será nuestro secreto.
-Sí que es bonito. Una cosa, ¿quién es Brillitos?
-¡Brillitos el unicornio! ¡Fue uno de mis mejores amigos!
-Ah, sí, ya lo entiendo. ¿Y nadie más conoce este sitio?
-Nadie más. Sólo él y vosotros dos.
Jetwick levantó la cabeza y la giró a un lado. En ese momento, oí cómo alguien gritaba nuestros nombres. Debían de estar buscándonos.
-¡Eh, estamos aquí! -gritó Mia poniéndose en pie-. ¡Aquí, aquí!
-¿No te importa que nos encuentren y vean tu lugar secreto? -le pregunté.
-Me da igual -dijo-. Somos un equipo. Será el secreto del equipo F-06. ¡Así podremos jugar todos juntos!
Mia era sorprendente. Hablaba como una niña de seis años, pero una niña muy inteligente.
Los tres alzamos la voz para que pudieran encontrarnos. Bueno... Jetwick, más bien, se tapó un poco la boca con las manos e imitó algunas alarmas y sonidos. Era increíble lo alto que podía gritar cuando quería.
Poco a poco, fue llegando todo el equipo. Delmet, Imala, Mirta, Bobby, Etsu... y Teck, que apareció más tarde. A todos parecía encantarles el sitio.
-Tengo una idea -dijo Delmet-. ¿Por qué no nos reunimos aquí de ahora en adelante?
-¡Sí! -exclamó Mia-. ¡Podemos venir por el atajo! ¡Será mucho más fácil!
-Me parece bien -dije-. Además, necesitamos un lugar que sólo conozcamos nosotros. Este sitio es nuestro secreto: nadie más debe saber que existe, ¿entendido? -pregunté, y todos asintieron.
-Sí, vale... ¡pero yo quiero volver ya, y como no acabemos la prueba antes de la noche...! -exclamó Bobby.
-No hay prisa; doy por acabada la prueba, y mañana el día será libre -dije.
Todos me miraron, primero extrañados y luego sorprendidos. Bobby parecía querer ponerse a celebrarlo.
-Pero... ¿no querías acabarla? Pensaba que era importante... -Preguntó Mirta con cautela.
-Eso pensaba al principio, pero he cambiado de idea -respondí-. ¿Sabéis lo que digo ahora?
Me saqué el papel donde había apuntado todo de un bolsillo y lo rajé por la mitad. Menudas caras pusieron todos.
-Se acabaron las tablas, los análisis y los gráficos. ¿Soy vuestra capitana, no? De ahora en adelante, tomaré notas mentales. Prefiero conoceros de verdad a leer lo que hay apuntado en un papel.
-Y entonces... ¿qué pasa con lo de esta tarde? Hemos venido aquí... ¿para nada? -preguntó Bobby.
-¡Qué va! Nos hacía mucha falta venir. No creo que ningún profesor hubiera podido enseñarnos lo que acabamos de aprender; hay que vivir este tipo de cosas para entenderlas. Además, podemos salir adelante con lo que he memorizado.
-Bueno, por lo menos has memorizado el papel. ¿Y cuál es la lección que hemos aprendido?
-Aprender de nuestros errores, seguir adelante, mantenernos unidos y pedir perdón. Todo en uno. Así de fácil.
Bobby me miró con cara de no haber entendido nada, pero sonrió de todas formas.
Ahora todos estábamos contentos, a pesar de no tener apuntes sobre la prueba. Bueno, casi todos.
-¿Cómo lo ves? -le pregunté a Teck, que se había acercado unos pasos-. ¿Te parece bien el sitio?
-¿Desde cuando eres tú tan poética? -me preguntó, riendo por lo bajo-. No conocía tu lado sensible.
-Podría hacerte vomitar si me lo propusiera -le contesté con una sonrisa irónica.
Le tendí la mano que me había arañado, pero con la palma hacia arriba.
-¿Paz? -le pregunté. Tras quedarse quieto unos segundos, sonrió y estrechó mi mano.
-Paz, de momento. No te dolerá lo de la mano, ¿verdad?
La apretó con fuerza hasta hacerme daño. En vez de quejarme, quise reírme. Grité, rogué, le pisé un pie... pero no me soltaba.
Apreté la mano contra él, mientras suplicaba, y al final, acabamos echando un pulso. Una vez más, Teck empezó con el sarcasmo, y yo le respondí entre gemidos; por fin volvía a ser él mismo.
No me di cuenta de que Mirta, mientras contemplaba la guerra en la que estábamos metidos, sonreía.


Qué bonito. Al final, todos en paz. ¡Viva el día de la amistad!

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