El equipo

El equipo

A veces...

Lo más divertido de la vida es el no saber el qué te deparará el futuro, ¿verdad? ~Eria Jumps

(Esta historia es ficticia, o al menos según Junie; Eria aún se opone completamente a esta idea...)

Golden Podium es un proyecto tanto escrito como dibujado que lleva en pie desde 2012. Tenemos una novela, dibujos, tiras... ¡y hasta un Motion Book! #goldenpodiumcomic

31 may 2013

15. ¡Una prueba casi perfecta!

¿Qué pasó en el capítulo anterior? Resulta que Mia y yo casi nos perdemos (por su culpa). No confiaba demasiado en ella, así que decidí ir delante. ¿Me habría indicado el lugar si se lo hubiera preguntado? Ni idea.
¡Suerte que vi a ese chico de nuestro equipo! Todavía podíamos llegar hasta ellos...

Capítulo 15
¡Por los pelos! A todo correr, pudimos alcanzar tanto al chico como al resto de la clase.
Ahí estábamos, en el Estadio Central. Casi sin darnos cuenta habíamos llegado al mismísimo corazón de Golden Podium. ¡Era como el interior de un estadio olímpico, pero cubierto!
La disposición de las zonas también era como la de cualquier estadio, aunque los límites estaban mucho más marcados y la zona de campo era algo más pequeña -para aprovechar el espacio y quizás para evitar accidentes con los objetos voladores-. Los lanzamientos también podían realizarse, según me contaron después, en otro campo, exterior y de mayor tamaño, para prácticas más complejas. En el espacio sobrante estaban colocadas las barras asimétricas, el trampolín... en un estadio normal, ese tipo de pruebas se hacían aparte, en un lugar diferente pero cercano al estadio. Todos los materiales estaban repartidos por la zona en completo desorden: se ve que hace poco se habían utilizado.
Me vi contemplando con admiración cada rincón del sitio. Vaya, no pretendía pararme, tenía prisa...
Un grito de furia me hizo dar un respingo y despertar del shock. Mia ya me había adelantado. 
El profesor de aquella hora, el mismo que había gritado, me miraba con cara de pocos amigos. Corrí hacia ellos y me puse en un extremo de la fila horizontal que se había formada enfrente suya. El chico al que habíamos seguido estaba a mi lado, Mia estaba justo un puesto por delante suya y Mirta debía ser la segunda o la tercera de la fila, si es que consideramos que los primeros estaban a la izquierda. La vi asomarse entre los otros y sonreír. Parecía aliviada tras ver que habíamos llegado.
El profesor se me acercó. Parecía un luchador de boxeo o de lucha libre: todo músculo y casi dos metros de alto, de mirada fulminante y espesas cejas, barba de varios días y el pelo hacia atrás. Vestía una camiseta negra sin mangas y un pantalón largo con unas deportivas que parecían haber sido usadas demasiadas veces.
Colocó su cara a escasos centímetros de la mía.
-Llegas tarde -dijo con voz grave- y no me gustan los que llegan tarde.
Es decir, que no le gustaba. Me lanzó un gesto amenazador y se alejó hacia Mia, que tarareaba una canción en voz baja sin dejar de sonreír.
-Más te vale que no sea como el año pasado, Blossom -le dijo.
Ella señaló hacia un punto del techo en el que había una cámara de seguridad.
-Papi nos esta viendo, así que mejor alegra esa cara, que estás muy feo.
Sorprendentemente, el profesor se alejó refunfuñando. Supongo que ser la hija del director general tiene muchas ventajas.
El enorme profesor caminó por delante nuestra con los brazos tras la espalda.
-Como decía antes de que me interrumpieran -me fulminó con la mirada- mi nombre es Tank Higgan, “señor” para vosotros. No soy ni vuestro amigo ni vuestro colega, eso que os quede claro. ¿Entendido?
Como si estuviésemos en el ejército, todos los presentes se llevaron una mano a la frente y exclamaron “¡Señor, sí señor!" Era nueva en todo aquello, así que me limité a imitar a los otros. Tardé algo más que el resto en alzar el brazo, por lo que el profesor me volvió a lanzar otra de sus miradas fulminantes.
-Tú debes de ser Jumps. Tú y yo vamos a tener un curso largo, muy largo, que lo sepas.
Desde el primer momento, ese tío ya había empezado a odiarme de forma visible. Me daba la impresión de que mi relación con los profesores no iba a ser... demasiado buena.
El bruto continuó:
-Como ya sabéis, cada año, los profesores de prácticas tenemos la obligación de realizar una prueba a los alumnos para comprobar sus habilidades y toda esa historia. Por la cuenta que os trae, mejor hacedlo lo más rápido posible. Cuanto antes acabemos, antes nos iremos de aquí. Sabed que no sois los únicos que están hartos de estar perdiendo el tiempo, teniendo que aguantar al de enfrente...
Volvió a mirarnos a Mia y a mí. Sí, era evidente lo mucho que nos odiaba sin ni siquiera haber empezado. Y dicen que los profesores nunca tienen manía.
Fuimos realizando la prueba según nuestro orden en la fila. Por supuesto, yo era la última.
El primero era el chico asiático que se había sentado detrás mía en clase. Se dirigió hacia un saco de boxeo cercano y se preparó. Una vez listo, empezó a golpearlo usando diversos movimientos de artes marciales. Se le daba de maravilla. Como golpe de gracia, se echó hacia delante y golpeó unos tablones de madera cercanos, partiéndolos en dos. Me dejó fascinada. ¡Era muy bueno!
Al acabar, retiró parte de las cosas que había usado para despejar la zona y se situó aparte. Entonces me di cuenta de que cada uno había preparado lo que iba a hacer. ¿Y yo? ¿Qué podía hacer? ¿Improvisar, como de costumbre?
La segunda de la fila, por supuesto, era Mirta. Ahora que me fijaba, llevaba puestos unos patines en línea y varias protecciones. Se las debía de haber puesto antes de que Mia y yo llegáramos.
Mirta se situó en la línea de salida de la pista de atletismo y comenzó a patinar. Se movía casi como si volara. A lo largo del recorrido hizo varios giros y movimientos con gran maestría, desplazándose de un lado a otro. ¡Hasta se deslizó por el borde de las gradas! ¡Era prácticamente perfecta! ¿Sería así en todo?
El siguiente era un chico con el pelo algo despeinado hacia arriba (intencionadamente) que llevaba unos cascos de música inalámbricos sobre la cabeza. Se acercó a un balón de fútbol y lo lanzó hacia arriba de una patada. Con las manos a la espalda, manejó el objeto con un control absoluto, utilizando las rodillas y la cabeza y sin que se le cayese al suelo. Con otra patada más, lo dirigió hacia una portería cercana, se colocó de espaldas a ella y pateó el balón hacia el interior encima de su cabeza.
Me dio la sensación de que, justo al acabar, el chico me había guiñado un ojo. ¿Me lo habría imaginado?
La siguiente era una chica pelirroja que parecía disfrazada como si fuera un indio del salvaje oeste, con una diadema de la que asomaba una pequeña pluma, unas trenzas un tanto extrañas, la cara pintada y un vestido sencillo de cuero. Obviamente, su habilidad era el tiro con arco. ¡Todas las flechas que disparó dieron en el centro!
El siguiente... Un momento, ¿qué pasaba ahí?
El siguiente era un chico gordito con el pelo rubio oscuro despeinado y ropa veraniega. Parecía temeroso. ¿Y por qué iba MIA tras él, aplaudiendo y dando palmas? ¿Por qué no lo dejaba en paz?
-¡Vamos, Bobby! ¡Puedes hacerlo! -le decía ella.
Bobby llevaba puestos unos guantes de boxeo. Se situó cerca del saco que había usado el primer chico y se quedó quieto. Mia no paraba de dar vueltas a su alrededor, pero el chico no se movía.
Algo después, tanto Mia como Tank comenzaron a perder la paciencia gradualmente. Mia se detuvo, se sentó en el suelo y cambió el tono de voz.
-Oh, ¿Qué pasa, Bobby? ¿Es que tienes miedo del saco? ¡Me aburro mucho! -comenzó a decir.
-No... no lo soy -dijo Bobby girando la cabeza hacia Mia. Se estaba enfadando. Normal: estaba muy claro que Mia trataba de buscarle las cosquillas.
Mia se acercó, susurrando cerca del oído de Bobby. ¿Qué le estaría diciendo? Nada bueno seguro. Tank farfullaba; no tardaría en elevar la voz. 
Por la cara del chico, dentro de los guantes de boxeo debía de estar apretando los puños. Que te susurren al oído mientras intentas concentrarte debe ser muy molesto. De verdad que me preguntaba lo que Mia le estaba diciendo.
Mia se detuvo de pronto y dijo su última frase. Deduzco que fue demasiado para Bobby, pues su reacción fue un tanto inesperada para los pocos que quedábamos, menos para Mia.
Con la cara roja de ira, Bobby empezó a temblar de rabia. Mia se situó detrás del saco y gritó:
-¡Oye, me sigo aburriendo!
Y entonces Bobby comenzó a descargar toda su ira sobre el saco de boxeo, justo después de que Mia se apartara por los pelos. ¡Daba los golpes con tanta rapidez que apenas le veía los puños!
Con un grito, Bobby tomó impulso y golpeó el objeto con todas sus fuerzas, haciendo que se descolgara de la barra de metal que lo sostenía y saliera volando por los aires.
Mientras el chico recuperaba el aliento, Mia aplaudía desde el otro extremo, lanzando gritos de alegría.
Vaya. Parecía ser un endeble y resulta que daba miedo. Hasta aquel chico me había impresionado.
Aquello me hizo pensar... ¿Lo había provocado Mia a propósito? Entonces... ¡Mirta podría estar en lo cierto! ¡Mia calculaba sus acciones al milímetro!
-¡Bien! ¡Me toca, por fin! -exclamó entonces la alegre chica mientras Bobby retiraba el saco de boxeo.
No me sorprendió mucho que Mia no hubiese preparado ningún tipo de material: simplemente, se dedicó a dar saltos y a bailar por ahí. Tank no parecía demasiado contento, dentro de lo contento que ÉL podía estar. 
Y, cuando menos nos lo esperábamos, Mia nos mostró su habilidad.

Mia es una caja de sorpresas. ¡Nunca se sabe lo que te vas a encontrar!
Espero que la semana que viene veáis cómo acabó esta prueba...
PDTA: ¿Sabéis que el cumple de June es este lunes 3? June, si estás leyendo esto, ¡Sorpresa! ¡Acabo de arruinar mi estrategia! Iba a fingir que te ignoraba... ^^

24 may 2013

14. ¡Ahora mando yo!

Hola a todos. Primero, me gustaría decir que no soy Eria, sino June. Hay algo que quiero contar... Vengo algo enfadada, pero no con vosotros... ¡No, yo nunca me enfadaría con vosotros!
Hace poco, recibí en un solo día una cantidad de visitas que no era normal. Comprobé de dónde venían... ¡Y casi me caigo de la silla!
Era una página... rara, por no decir más detalles. Estuve investigando, y me di cuenta de que las visitas que venían de esa página no eran reales: ¡Era spam camuflado en forma de visitas! Una de las cosas más ruines que he visto en toda mi vida, por cierto.
Esto va para todos aquellos que tienen un blog: ¡NO os centréis nunca en las visitas! ¡Lo importante es hacer las cosas bien hechas; tarde o temprano, estas obtienen sus resultados! Y si os mandan spam camuflados como visitas, ¡nunca pulséis las páginas que os lo haya mandado, y denunciadlas!
Eso es todo ^^ Vamos a lo importante, el comienzo de la clase:

Capítulo 14
La recién llegada era una profesora “pequeña” -como yo, vamos- que caminaba con paso decidido. No creo que nunca hubiera adivinado que ELLA era la profesora si no lo hubiera oído de boca de los demás.
No le echaba más de treinta y cinco años, ni siquiera más de treinta o incluso de veinticinco. Su ropa era bastante adecuada para la ocasión: pantalones cortos, camiseta de manga corta, deportivas y visera, todo en rojo y negro como una señal de peligro. Con su pelo castaño claro recogido en una cola de caballo y su cronómetro colgado al cuello, parecía estar preparada para ser árbitro de un partido de fútbol.
Dejó los libros que llevaba con un golpe seco sobre la mesa. Se rió por lo bajo.
-Así que os acordáis de mí... -dijo, viendo cómo la gente murmuraba. Levanto la cabeza y se señaló con el pulgar.- ¿Os acordáis de la de prácticas, no? ¿De la que SOLO se dedicaba a tomar apuntes? ¿De la que se callaba cada vez que convertíais la clase en las gradas de un polideportivo?
Silencio.
-Me debéis una, chavales -continuó-. ¡Oh, sí, ya lo creo!- Soltó una carcajada, como si todo lo que había contado le hiciese muchísima gracia.- Pues sabedlo, la imbécil de practicas es ahora vuestra entrenadora. ¿Quién lo diría...?
Vaya. El equipo debía de haber tenido alguna mala experiencia con aquella profesora, o un par de ellas. No creo que me hubiera gustado vivir aquello. A ella, sin embargo, no parecía afectarle tanto la tensión. Claro, ¿qué demonios? Si se iba a poder vengar...
-¡Bueno, vamos con el horario, pues! -cuando dijo esto, todos resoplaron-. ¡Ya veo, tan llenos de entusiasmo como siempre!
Otra de sus llamativas carcajadas. Cuando se reía, inclinaba la cabeza un poco hacia atrás.
-Bueno... ¿Quién es lo suficientemente entusiasta como para ir copiando el horario en la pizarra? ¿Alguien que me eche una mano? ¡O un pie, que está más sano!
Volvió a reírse, aunque en clase reinaba un completo silencio.
Justo en ese momento, un chico se puso de pie.
-¡Perfecto! ¡Me caes bien, chaval! ¿Podrías ir echándome el pi-... digo, la mano?
El chico avanzó hacia la pizarra. Digamos que, si Mirta hacía que el ambiente fuese agradable solo con su presencia, este chico creaba el efecto contrario: por cómo iba, daba la impresión de ser alguien peligroso, del que no te podías fiar. Llevaba una chaqueta marrón grisáceo sobre una camiseta roja, vaqueros y zapatos gastados. Tenía el pelo oscuro despeinado y sus ojos verdes eran algo más oscuros que los de Mirta, mucho más fríos. Su piel se acercaba más al blanco que al moreno. Parecía muy serio.
-¡Muy bien! -dijo la profesora- para empezar, aparte de daros Apoyo Moral (que, por cierto, es una estupidez de asignatura), ya sabéis que sustituyo a vuestra encantadora profesora de Idiomas del año pasado. ¡Y tenemos Idiomas a primera hora los lunes! ¡Que suerte!
El singular chico había dibujado en la pizarra una especie de tabla en la que puso “Idiomas” en el primer espacio.
-¡Anda! ¡Pero si tenemos dos horas los martes! -continuó nuestra entrenadora-. Justo antes del descanso y de la salida. A ver quien os aguanta a esa hora... Bueno, y también tras el descanso los martes. Y los viernes... ¡justo antes de Apoyo Moral! ¡Eso son dos horas seguidas conmigo! Y... oh, qué pena, el miércoles no nos vemos...
El de la pizarra rellenó los espacios correspondientes escribiendo ambas asignaturas en ellos. ¿En qué consistía Apoyo Moral? Ni idea. Tampoco es que sonara muy emocionante.
Uno a uno, se completaron todos los espacios de la tabla. Todo habría sido más fácil si la profesora hubiera dicho el horario por orden en vez de ir soltando las asignaturas que le parecían, pero en fin.
La materia que parecía más importante era la de Práctica, ya que la teníamos todos los días. La seguía Exterior, con cuatro días a la semana de cinco -los viernes eran la excepción. Sin embargo, otras asignaturas como Física e Historia estaban en un segundo plano. Teniendo en cuenta cómo era la academia, era normal que la teoría no fuese tan importante como la práctica.
Tras acabar, el chico que había salido a la pizarra volvió a su sitio. Me llamaba la atención.
-Un par de cosas más -dijo esta vez la entrenadora- para todo aquel que me siga llamando “la de prácticas”, mi verdadero nombre es Tania, Tania Tyler. Sí, tengo nombre. Y por cierto, sabed que el horario es completamente flexible. Las clases extra de la tarde, si es que las hay ese día, se decidirán según como llevéis las asignaturas. Se suele anunciar qué os toca al acabar las clases de la mañana, pero en el caso de que algún profesor venga algún día más idiota de la cuenta y se le olvide decir esto (o bien en el caso en el que seáis vosotros los que os "idioticéis"), tenéis el horario justo en la puerta de este aula, actualizado a diario por vuestra estupenda entrenadora. Y, como este aula es común para el equipo, la quiero completamente impecable las veinticuatro horas del día: nada de bucear en papeles en Simbología y Gráficas, y mucho menos en Idiomas. Y por último, necesito a alguien que...
Ni había terminado y Mia ya estaba de pie levantando la mano.
-¡Yo profe! ¡Yooo! ¡Aquí! -suplicaba de forma histérica.
Ella dijo tras un largo suspiro:
-¿Alguien más?
Nadie levantó la mano. Mia seguía agitando el brazo mientras miraba a Tania fijamente.
-Qué remedio. Mia Blossom, ve repartiendo los libros. En cuanto los recibáis, tenéis hasta que suene el timbre para copiar la tabla -miró el reloj-. Vamos, unos dos minutos.
Se escucharon quejas y bufidos. Yo no había caído en traerme ni la mochila. Seguramente me tocaría llevar todos los libros hasta la habitación en un solo viaje.
Antes de que me llegara el material, me pasaron un boli desde las filas de atrás. Miré hacia allí y pude ver a Mirta, la guapa y sensata, guiñándome un ojo. Le enseñé un pulgar hacia arriba.
En cuanto me llegaron los libros, abrí lo que debía ser la agenda escolar y me puse a copiar. ¡Al fin un boli normal y corriente, sin tinta rosa ni chorros de agua!
Me puse a escribir a toda velocidad. Por suerte, acabé de copiar el horario en cuanto sonó el timbre, el cual se escuchó por todos los rincones. Era muy ruidoso.
-¡Bien, pues nada! ¡Se acabó el tiempo! -dijo Tania con este no muy agradable sonido de fondo- la clase que os toca ahora se dará en el Estadio Central. En teoría, el burro de Tank debería acercarse por aquí y llevaros. A partir de mañana empiezan las clases normales, distintas a lo que estamos haciendo. ¡Y con esto creo que acaba mi tarea de hoy!
Y, ya con todo en silencio, se fue por la puerta, como riéndose por lo bajo.
Aproveché ese cambio para devolverle a Mirta el boli. La otra chica (Mia), sin embargo, seguía tratando de decorar su horario con dibujos de ponis y coloreando los recuadros de color rosa y celeste.
-Gracias por el bolígrafo, Mirta. ¿Pero qué hago con los libros?
-Ah, no te preocupes por ellos -me respondió-. Puedes venir luego a por ellos. De momento, lo mejor será que nos vayamos preparando siguiente clase. ¡Es mucho más movida!
Ya iba a seguir a Mirta cuando escuché una voz a mis espaldas:
-¡Espera! ¡Ya casi! ¡Porfa, no os vayáis sin mí!
Mia estaba acabando de cerrar la cremallera de su mochila. ¿Por qué no ordenaba sus cosas después de las clases tal y como había dicho Mirta? Esperé un poco hasta que pudo alcanzarme. Error: cuando miré hacia atrás, Mirta ya había desaparecido junto con el resto de la clase.
-¡Genial, Mia! ¿Y ahora cómo vamos a llegar hasta ellos?
-¡Ah, no te preocupes! -me dijo-. ¡Podemos ir en unicornio! ¡Creo que cabemos las dos en la silla de montar!
Me di una palmada en la frente.
-Esto... no, gracias, mejor andando. ¿Pero cómo vamos a...?
Fui hacia la puerta a todo correr. ¡Había gente por todo el pasillo! ¡Era casi imposible encontrar a Mirta y a los demás entre tanta gente!
Pero entre toda la gente que caminaba en ambas direcciones, pude distinguir el pelo enmarañado del chico misterioso de nuestro equipo. ¡Aún podíamos alcanzarlo!
-¡Rápido, Mia, sígueme! ¡Aún estamos a tiempo!
Y salimos por la puerta, siguiéndole la pista a aquel chico.

Eh... soy Eria. ¿Me he perdido algo? En fin, solo he venido a saludar... veo que June ya se ha encargado de escribir el principio de la entrada, así que...

¡Espero que os haya gustado el capítulo! ¡Hasta la semana que viene!

17 may 2013

13. ¡Dejad de mirarme!


Junie está medio dormida, así que voy a intentar acabar lo más rápido que pueda.
¡Lo siento! Además, estamos a mes impar, lo que significa... bueno, ya lo explicaré con el tiempo. ¡Vamos allá!

Capítulo 13
Repito: ¿por qué no dejaban de mirarme?
Acabé siendo el centro de atención nada más entrar en clase. Todo el mundo me miraba. Seguían mirándome. Intimidaba bastante.
Solo había seis personas, pero ESAS personas eran las que iban a estar conmigo durante todo el curso y seguramente ya eran casi profesionales.
Iba a saludarles, pero tuve que mirar al suelo para no tropezar con una silla. No es frecuente en mí ir tropezándome con cosas, para que os imaginéis cómo me sentía.
Casi todos los asientos estaban ocupados. Decidí sentarme en un hueco libre en segunda fila.
Pero, en cuanto me senté volví a tener esa sensación: la misma que tuve mientras deshacía las maletas.
Giré la cabeza y, efectivamente, allí estaba: la misma chica. Se parecía todavía más a mi hermana pequeña de cerca. Hasta sonreía de la misma forma.
Me interrumpió antes de que pudiera hablar.
-...
-¡¡¡Nomelopuedocreernomelopuedocreer!!! ¡Eres la más mejor de las mejores! ¡Te conozco! ¡Tú fuiste aquella de lo de... eso! ¡Genial! ¡Chachi!
Eh, no entendía nada. Mi hermana también hablaba así, pero ella tenía seis años, no mi edad.
¿Qué le pasaba? No, por favor, más gente rara no...
Ya os podéis imaginar lo que pensé en aquel momento: que estaba loca y que no era demasiado lista. No sabéis lo equivocada que estaba.
-¡Yo también quiero tirarme por una ventana cuando sea mayor!
¿Co- cómo lo sabía? ¿Realmente nos conocíamos? ¿Me había estado espiando?
-¡Tal y como dice el archivo de papi! ¡Es estupendo! -me leyó la mente.
-Esto... ¿tu padre?- dije, con algo de miedo (lo reconozco, le tenía miedo)-. ¿Y quién es tu padre, si se puede saber?
Escuché una risa suave a mis espaldas. Era otra chica: pelo castaño oscuro, ojos verdes y piel de un moreno como el que tienen los turistas. Su ropa era simple: un vestido veraniego verde lima, botas amarillas de agua y unas enormes gafas de sol blancas sobre la cabeza. Era guapa (muy guapa), con un estilo sencillo y natural. La primera impresión que tuve de ella fue muy buena. Se acercó y me susurró al oído:
-¡Cuidado con ella! ¡Es la hija del director general!
¡Claro, ahora cuadraba todo! Esa chica debía tener acceso a la información que recopilaba su padre. ¿Pero... tanto sabían de mí? ¿Eran los hombres de chaqueta los que me había estado investigando? Sí, debían ser ELLOS los que le habían proporcionado toda clase de información al director.
-¡El director?¿Te refieres a... un tipo al que he ido a visitar antes, un tal... Morrison? -le pregunté a la chica con aspecto de ser más sensata, la de las gafas de sol.
-¡No, ese es el director de nuestro curso! Me refiero al director que lo controla todo sobre la academia. Ese es su padre.
-¿Todos esos datos tienen sobre mí? La verdad, no me lo esperaba.
-¡No sabes la cantidad de datos que tienen sobre nosotros! Pero no tienes por qué preocuparte. ¡Están a salvo!
Solo con que lo dijera ella ya me sentía algo más segura. Mientras tanto, la otra chica... se me había quedado mirando con una sonrisa soñadora. De pronto, ésta dejó la mirada perdida. Luego miró al techo y murmuró algunas palabras sueltas. Creo que, de nuevo, estaba tarareando algo.
La chica de las gafas y yo fuimos al fondo de la clase a hablar. Mira, ya tenía a alguien con quien hablar: no era un mal comienzo.
-¿Qué le pasa?- pregunté, refiriéndome a la chica de las coletas.
-Ah, no te preocupes por ella. ¿Sabes una cosa? ¡Dicen que en el fondo es muy inteligente!
-No sé si creerlo, la verdad...
-Ya, es difícil de creer, pero a veces tiene cada cosa... yo creo que, en el fondo, actúa así por diversión. ¡Eso diría mucho sobre ella!
Ya no sabía lo que pensar. ¡Menudo misterio! Estaba completamente confundida.
De pronto, mi compañera se llevó con delicadeza la mano a la frente, como si acabase de recordar algo.
-¡Ah, lo siento mucho! -exclamó-. ¡No me he presentado! ¡Menudo fallo!
-No te preocupes -le contesté, mientras me señalaba a mí misma con el dedo- de todas formas, yo tampoco lo he hecho.
La chica sonrió. Me tendió la mano.
-Soy Mirta, Mirta Sunshine. La otra chica es Mia Blossom, por cierto.
Le di la mano. Mia y Mirta... ambos nombres eran demasiado parecidos. Necesitaba una regla nemotécnica...
-Soy Ne... Eria. Eria Jumps.
-¿Neria Jumps?
-No, Solo Eria. Casi me confundo.
-¡Ah, claro! Te debe de costar bastante acostumbrarte a tu nuevo nombre. Eso nos pasa un poco a todos al principio.
-Entonces... ¿Todos tenemos que usar nombres falsos?
-Sí, esto está completamente vigilado. Es para proteger nuestros datos y otras cosas, se supone. El nombre que has elegido es también por el que te vas a dar a conocer. Aunque no creo que pase nada si se te escapa tu nombre real alguna vez: los hombres de esmoquin exageran un poco algunas veces con temas sobre seguridad. ¡Recuerdo que, en uno de los primeros días, Del casi dice el nombre real de otro para presentarse! -sonrió con dulzura.
-Esto... ¿Quien es Del?
-¡Ah! Esto... -miró hacia ambos lados, pero no pareció encontrar a quién buscaba- está fuera, pero ya lo conocerás. ¡Verás que bien te llevas con él y con el resto!
-Hay muchísima gente en la academia, demasiada incluso...
-Lo sé, pero poco a poco... Por cierto, perdona mi curiosidad, pero ¿cómo has llegado? El medio de transporte suele sorprender la mayoría de las veces. Yo tuve que viajar en crucero y en helicóptero.
-¡Menudo viaje tuviste que pasar! Yo... en un coche con los cristales negros... y en moto. Nos ha perseguido la policía por pasar el límite de velocidad.
-¡Increíble! Y, por supuesto, no fueron capaces de alcanzaros.
-No, la verdad es que no.
No sé si Mirta lo sabía, pero Mia se había detenido a poca distancia de nosotras para escuchar y lanzar suspiros.
-El viaje de llegada suele ser bastante movido -dijo-. Podrías contarme más detalles luego.
La puerta se abrió y Mirta fue a sentarse en un pupitre de la tercera fila. Como no me apetecía demasiado tener a Mia como compañera de al lado, me cambié a primera fila. Ese asiento y el de al lado eran los únicos que estaban libres. Detrás estaba  Mia y, en el que iba a ser mi sitio, un chico asiático con unas gafas redondas sobre los ojos. Yo iba sola, pero mejor sola que mal acompañada...
Escuché murmullos a mis espaldas. Decían: “¡Es ella!” “¿La recuerdas?” “No me lo creo...”.
Giré un poco la cabeza, pero me di cuenta de que ya no estaban hablando de mí.
Hablaban sobre la profesora que acababa de entrar.

¿Quién entró? Os toca esperar...
Tengo que aprovechar. Los días impares paso unas noches un tanto raras, pero no voy a explicarlo ahora...
¡Hasta la semana que viene, gente prodigiosa que se atreve a leer el blog! ;D

10 may 2013

12. ¿Y la cámara oculta?

Vaya, esta semana Junie anda más perdida de lo normal... está tan "inspirada" que no para de dibujar a todas horas. Incluso me ha dicho que tiene en la cabeza otras historias, que parecían bastante buenas por lo que me ha contado; hasta quiere hacer otro blog...
Espero que a mí no me deje tirada... aunque no creo que lo haga; ya casi es costumbre escribir un poco cada viernes.
Vamos a la historia: Yo acababa de llegar a la academia...

Capítulo 12

¿Cómo reaccionar? Acababa de llegar allí y casi no me había enterado.

Di un par de pasos cortos hacia la puerta. Estaba un poco incómoda con toda esa gente mirándome desde dentro del patio...

Parecía que el tiempo se hubiera detenido. Sé que me paré a contemplar la academia, pero a saber con qué cara me dediqué a hacerlo. Ante mis ojos era tan grande y yo era tan pequeña... literalmente, yo no era lo que se podía decir alta. ¿Para qué engañarnos? Soy diminuta.

El de la moto me habló:

-Tu equipaje ya está en tu respectiva habitación. Deberías visitar al director. Yo me encargo de hablar con la policía y arreglarlo todo; me identificarán y les explicaré lo ocurrido. No deben estar muy lejos.

Y, acto seguido, se fue. "¿Ahora qué?", fue mi primera pregunta. ¿Podría manejarme con tan pocas indicaciones?

Entré por la puerta metálica, abierta. Aquello no daba la impresión de ser un sitio "poco habitual": hasta se parecía un poco a mi antiguo colegio, solo que con más gente mirándome y murmurando, pero a mí me parecía tan diferente... Era como si estuviera frente a un edificio completamente distinto al que aparentemente se veía.

Decidí ir directamente a ver al director. Agaché la cabeza; ya me dedicaría a saludar más tarde al resto. En ese momento no estaba para saludos.

Una vez dentro, no tardé en perderme. No lo parecía, ¡pero, por dentro, aquel sitio era enorme, tal y como aparecía en mi mente! El diseño se parecía más al del interior de un aeropuerto que al de un instituto clásico.

Y lo mejor de todo: ¿Dónde estaría el director?

Anduve bastante rato por los pasillos buscando el posible despacho. Pasaba el tiempo... Tardé, pero lo hice: hallé una puerta con una placa. Esa era.

Llamé y esperé. ¿Debía abrir yo? No, la puerta se abrió desde dentro. Traté de entrar, pero antes que que hubiera podido darme cuenta, se me había quedado un pie pegado a la alfombra.

Qué raro... ¿Qué pasaba? ¿Acaso tenía pegamento?

Casi pasé más tiempo tratando de despegar el pie que buscando el despacho. Pasado un buen rato se me ocurrió algo: me eché hacia delante y apoyé las manos sobre el suelo, levantando después las piernas. Conseguí liberarme caminando con las manos. Girando hacia delante, pisé tierra firme de nuevo.

El despacho era un sitio pequeño y muy poco iluminado, con una mesa en el centro rodeada de algunas sillas, una de ellas vuelta hacia la pared de atrás. En ella debía estar el director.

Me senté en una de las sillas. Traté de saludar; no me respondió, pero un poco después me dijo:

-Llegas tarde. Tienes un impreso sobre la mesa. Más te vale rellenarlo.

Acababa de llegar y ya me daba miedo ese tío.

Se dio la vuelta. Era bastante alto y delgado, con gafas de sol, bigote negro despeinado y un flequillo que le cubría parte de la cara. Bueno, casi toda la cara.

Tampoco es que tuviera mucho tiempo de fijarme en cómo era. Vi que había varios bolígrafos sobre la mesa; tomé el que más rabia me dio e intenté escribir con él. No, no escribía. Traté de escribir en la palma de mi mano pero, en vez de tinta, lo que salió fue un chorro de agua. Qué surrealista.

El director me miraba con cara de pocos amigos. Mejor cambiar de boli.

Sacudí mi mano procurando no mojar el impreso, puse el bolígrafo "acuático" con los demás y tomé otro.

El segundo bolígrafo escribía con tinta rosa. En fin, al menos escribía. Pero el impreso... ¡No había una sola palabra en él que tuviera sentido! Todas las preguntas eran iguales: "¿Quién fue primero, la gallina o el huevo?" "¿Cuántas veces bostezas al día?" "¿Sabes lo que es un wombat?" etcétera.

Solo había leído el impreso por encima, pero el director me lo quitó antes de que pudiera completarlo. Acababa de meter la pata nada más entrar en la academia. Genial.

Él me tendió la mano y me dijo:

-Creo que usted ya ha hecho suficiente.

Le tendí la mano. A lo mejor había alguna forma de arreglar las cosas...

Pero, en cuanto le di la mano, me llevé una descarga eléctrica.

Quité la mano rápidamente. ¿Qué había pasado? ¡Nada de lo que estaba pasando tenía sentido!

Para colmo, el director agachó la cabeza y empezó inmediatamente a reírse a carcajadas. Me enseñó la mano y vi que tenía un botón en el dedo. ¿QUÉ? ¡¿Dónde estaba la cámara oculta?!

Entre risas, no paraba de decirme: "¡Has picado, has picado! Deberías haberte visto. ¡Deberías!"

Y entonces siguieron pasando cosas que NO me esperaba: el asiento de la silla del director empezó a bajar. Al mismo tiempo, el hombre se cambió las gafas de sol por unas de cristales redondos. Después se quitó LA PELUCA. Sí, no tenía pelo ¡Estaba medio calvo! Se bajó de la silla con un pequeño salto, y anduvo de un lado a otro por la habitación (todavía conteniendo la risa). No era PARA NADA alto y ya ni parecía peligroso. ¡Ese tipo había estado tomándome el pelo todo el tiempo!

-¿Para qué queremos nosotros ESTO? -dijo sosteniendo el impreso, que arrugó y lanzó hacia atrás, donde estaba la papelera. No encestó-. ¡Has picado como nadie! ¡Debería haberte grabado con la cámara de seguridad! ¡Si ya lo sabemos todo sobre ti! ¡El Señor Morrison, al menos, ya lo sabe! ¡Y por supuesto, tienes a este hombre delante!

¿...?

-Veamos lo que tenemos... tus datos, nombre, talla de ropa interior... bueno, eso todavía no, ¡pero quién sabe! ¡A lo mejor acabamos dando con ella! ¡O puede que esté hablando en BROMA! -se reía.

Efectivamente, TODA la mesa del despacho estaba llena de artículos de broma, aunque nadie lo habría adivinado por lo reales que eran las imitaciones. Me había dejado de piedra.

-¡Bueno! ¿Tu no venías por algo? ¿O era para escuchar alguno de mis chistes?

-Esto... ¡Ah, sí! Mi habitación... y tal -le dije poco convencida.

-¡Equipo G-89! ¡K-01! ¡S-67! ¡H-83!

-Esto... ¿Podría repetirlo?

-¡Era una BROMA! ¡Jajaja! ¡Y casi picas otra vez!

Uf, ya no tenía ni idea de como tratar con aquel tipo tan raro. Ahora sí que me había perdido.

Estuve un rato tratando de sacarle algo de información. Tardé bastante, pero acabé con el problema: pude encontrar tanto mi habitación como el próximo aula en la que tendría clase.

Por lo visto, ya me habían asignado en un equipo: el F-06. Me habían dicho todos los nombres de los componentes de mi equipo, aunque no conseguía recordar ni uno. Creo que éramos de ocho a diez.

Algo me sorprendía. ¿Cómo habría llegado ese lunático a ser director? Algún motivo tenía que haber...

Salí del despacho y llegué a mi habitación. Mis maletas estaban en la puerta. Al girar el pomo, vi que no iba a estar sola: había una litera en la habitación y algunas cosas de otra persona. ¿Quién sería?

De repente, me sentí algo observada. Me di la vuelta y pude ver, desde la puerta que había dejado abierta, a alguien que me miraba fijamente. Era una alegre chica de pelo negro recogido en dos grandes coletas bajas. Iba vestida con un top, una falda y unos zapatos color celeste. Por la forma en la que me miraba me recordó un poco a mi hermana Stephie.

Sonreía y me miraba con sus enormes ojos grises. ¡No paraba de mirarme! ¿Debía decirle algo?

Sonó la campana y, por fin, la chica se fue (dando saltos y tarareando una canción). Yo fui hacia mi aula correspondiente, rogando por que, por favor, mi compañero de habitación no fuese ningún lunático...


Ahí va el capítulo de esta semana. Ahora tengo que convencer a Junie para que se centre y duerma un poco esta noche...
¡Hasta el viernes que viene!

2 may 2013

11. ¡Velocidad punta!

Junie: Oye, Eria, ¿Por qué no te haces una cuenta en blogger?

Eria: Si no me hace falta. ¡Ya uso la tuya...!

Junie: Precisamente; todas las publicaciones aparecen a MI nombre. ¿No sería mejor que salieran ambos?

Eria: No creo que haga falta, Junie... Y si es por tu historial tampoco esconde muchos secretos: música de Daft Punk y U2, páginas de dibujo...

Junie: Como quieras... ¡Sentimos el retraso de varios días, pero aquí está el nuevo capítulo!

Eria: ¡Este está bastante bien! ¡Por fin un poco de acción en la historia!

Capítulo 11

-Su nombre ha quedado registrado, señorita Jumps.

Música para mis oídos. Ese era mi nombre. A mi tío le habría gustado. Aquella noche pensaba llamarle para contarle todo. Le diría mi nuevo nombre.

El resto del camino estuve distraída con las cinco mil preguntas retóricas que asaltaban mi cabeza.

Las preguntas sobre mi abuelo eran las que más me intrigaban. Él también debió haber sido seleccionado por lo mismo que yo. Después había escogido el nombre de “Aéreo”, mi abuelo había ido allí, y yo me acababa de enterar ahora. Además, había algo que me habría gustado saber: ¿cómo serías el resto de los estudiantes? ¿Atletas profesionales? ¿Orgullosos? ¿Amables? ¿Antipáticos?

De esa forma, el viaje se me hizo demasiado corto. De repente, nos detuvimos. El cinturón de seguridad se aflojó automáticamente. Lo desaté y salí del coche lo más rápido que pude, pero no vi ningún edificio. Nos habíamos detenido cerca de un callejón sin salida.

Tuve la oportunidad de ver el coche por fuera: era lujoso pero discreto. Parecía más grande visto por dentro. Los guardaespaldas salieron.

Hablaban tan deprisa y tan bajo que casi no se les entendía. Iba a preguntarles algo, pero no lo hice. A lo mejor estaban usando una especie de código. Entonces fue cuando uno de ellos dijo:

-Vamos con demasiado retraso. Se requiere el procedimiento del plan B.

¿Plan B?

-Entendido, señor -escuché.

La respuesta había venido del callejón. De repente surgió la silueta de un tercer guardaespaldas. Era un poco más delgado que los otros dos y dirigía una moto junto a él. La máquina me pareció preciosa.

-Ya sabe el procedimiento. Tenga cuidado.

Y en menos de un segundo los otros dos guardaespaldas habían desaparecido, coche incluido.

Ahora dependía del hombre de la moto. Estaba deseando el momento en el que me dijera...

-Sube. Te llevaré el resto del trayecto.

¡Perfecto, lo había dicho! Me llamó la atención que no me hablase de usted, como los otros. Debía de ser un poco más joven. Claro, para llevar la moto a más velocidad haría falta ser más ligero...

Pues nada, no me lo pensé ni dos segundos. Me subí en la moto y me puse el casco que él me pasó. La moto arrancó. En menos de un minuto ya estábamos en medio de la carretera. Debo reconocer que el joven conducía muy bien.

Me sentía bien por dentro. Incluso quería ir más rápido.

Nos movíamos y tomábamos las curvas como si estuviéramos haciendo una carrera. No tenía ni idea de si aquello estaba permitido, pero no iba a pararle en ese mismo instante. Además, se suponía que íbamos con retraso. Si al menos hubiera sabido el límite de velocidad...

Llegamos a un semáforo. Pensé que se lo iba a saltar, pero se quedó esperando. Parecía más relajado hasta que, de pronto, salió disparado sin esperar a que las luces cambiasen de color. Escuché una sirena y lo entendí.

-¡Pero qué haces! ¿Es que quieren que nos detengan o algo? -Le grité.

-¡No lo entiendo! ¡En teoría, estamos autorizados a conducir así en estos casos! ¡Somos gente cualificada, profesionales! ¡Quizá no me han reconocido!

Esa sí que era buena. Teníamos autorización, pero no nos valía.

-¿Y que hacemos entonces?

-¡Si nos alcanzan llegaremos con demasiado retraso! ¡Habrá que llegar antes!

Nunca me habría imaginado que participaría en una persecución policiaca, y menos que sería la perseguida. 
¿Era aquello malo... o bueno?

-¡En cuanto cumplamos nuestro objetivo me detendré a arreglar el asunto! ¡Agárrate bien!

Bueno, no quedaba otra. Todo era un simple malentendido, no había de qué preocuparse. Mejor disfrutar del 
momento, ¿no? Ya que tenía la ocasión...

Me agarré con todas mis fuerzas y la moto aceleró. En comparación con la velocidad que alcanzamos a continuación, podría decirse que antes íbamos a paso de tortuga. Me encantaba ir así, derrapando como si fuéramos a gastar las ruedas. Nos metimos por toda clase de sitios, saltando algunas veces fuera de la carretera, entre callejones... ¡Hasta saltamos desde lo alto de un puente pequeño y cruzamos por medio de un terreno en construcción! Yo alzaba el puño con cada pequeño salto. Di un grito de alegría tras tomar una curva seguida de una recta que parecía interminable. En ella había un escalón, seguramente lo suficientemente alto para que nos precipitase por los aires.

Aceleramos hacia él. Me agarré con fuerza; nunca había ido tan rápido. Noté como ascendíamos... y saltamos.  

Parecía que todo pasaba a cámara lenta. El aire que nos empujaba, la moto suspendida en el aire, la sirena a nuestras espaldas... ¡Estábamos al revés! 

¡Acabábamos de dar una vuelta completa en el aire delante de todo el mundo! Eso sí que era discreción...
Momentos después, caímos dando un pequeño bote sobre la carretera, con un equilibrio perfecto. 
Quería repetir. En serio, qué ganas tenía de aprender a conducir así. ¿Me dejarían?

Tras unos cuantos giros más, conseguimos despistarlos. Sin embargo, no frenamos; podían estar al acecho.

-¡Ya hemos llegado! -señaló el que me había llevado en la moto.

Ante nosotros se alzaba un edificio de tamaño mediano. Efectivamente, una academia... normal y corriente. 

Muchos chicos de mi edad estaban en el patio, lugar que, a diferencia del edificio, sí que parecía bastante grande. Me dio la sensación de que gran parte de los chicos que estaban dentro me miraban mientras yo permanecía en el asiento de la moto, sin apenas poder verlos.

Me había quedado en estado de shock. ¿Cómo...? ¿Ya habíamos llegado?

Eria: Junie, ¿Por qué capítulo vas escribiendo?
Junie: No lo sé... por el veinte o el veintiuno. Y aquí acabo de llegar al número once... Voy muy adelantada.
Eria: Mejor. ¿Hasta qué parte has llegado?
Junie: Pues mira, justo por... Bueno, aquí delante no lo voy a decir, no quiero estropear la historia...
Eria: Tienes razón... mejor me lo dices luego.
Junie: Vale, eso entonces... ¡Hasta el viernes que viene!