Junie:
Oye, Eria, ¿Por qué no te haces una cuenta en blogger?
Eria:
Si no me hace falta. ¡Ya uso la tuya...!
Junie:
Precisamente; todas las publicaciones aparecen a MI nombre. ¿No
sería mejor que salieran ambos?
Eria:
No creo que haga falta, Junie... Y si es por tu historial tampoco
esconde muchos secretos: música de Daft Punk y U2, páginas de
dibujo...
Junie:
Como quieras... ¡Sentimos el retraso de varios días, pero aquí
está el nuevo capítulo!
Eria:
¡Este está bastante bien! ¡Por fin un poco de acción en la
historia!
Capítulo
11
-Su
nombre ha quedado registrado, señorita Jumps.
Música
para mis oídos. Ese era mi nombre. A mi tío le habría gustado.
Aquella noche pensaba llamarle para contarle todo. Le diría mi nuevo
nombre.
El
resto del camino estuve distraída con las cinco mil preguntas
retóricas que asaltaban mi cabeza.
Las
preguntas sobre mi abuelo eran las que más me intrigaban. Él
también debió haber sido seleccionado por lo mismo que yo. Después
había escogido el nombre de “Aéreo”, mi abuelo había ido allí,
y yo me acababa de enterar ahora. Además, había algo que me habría
gustado saber: ¿cómo serías el resto de los estudiantes? ¿Atletas
profesionales? ¿Orgullosos? ¿Amables? ¿Antipáticos?
De
esa forma, el viaje se me hizo demasiado corto. De repente, nos
detuvimos. El cinturón de seguridad se aflojó automáticamente. Lo
desaté y salí del coche lo más rápido que pude, pero no vi ningún
edificio. Nos habíamos detenido cerca de un callejón sin salida.
Tuve
la oportunidad de ver el coche por fuera: era lujoso pero discreto.
Parecía más grande visto por dentro. Los guardaespaldas salieron.
Hablaban
tan deprisa y tan bajo que casi no se les entendía. Iba a
preguntarles algo, pero no lo hice. A lo mejor estaban usando una
especie de código. Entonces fue cuando uno de ellos dijo:
-Vamos
con demasiado retraso. Se requiere el procedimiento del plan B.
¿Plan
B?
-Entendido,
señor -escuché.
La
respuesta había venido del callejón. De repente surgió la silueta
de un tercer guardaespaldas. Era un poco más delgado que los otros
dos y dirigía una moto junto a él. La máquina me pareció
preciosa.
-Ya
sabe el procedimiento. Tenga cuidado.
Y
en menos de un segundo los otros dos guardaespaldas habían
desaparecido, coche incluido.
Ahora
dependía del hombre de la moto. Estaba deseando el momento en el que
me dijera...
-Sube.
Te llevaré el resto del trayecto.
¡Perfecto,
lo había dicho! Me llamó la atención que no me hablase de usted,
como los otros. Debía de ser un poco más joven. Claro, para llevar
la moto a más velocidad haría falta ser más ligero...
Pues
nada, no me lo pensé ni dos segundos. Me subí en la moto y me puse
el casco que él me pasó. La moto arrancó. En menos de un minuto ya
estábamos en medio de la carretera. Debo reconocer que el joven
conducía muy bien.
Me
sentía bien por dentro. Incluso quería ir más rápido.
Nos
movíamos y tomábamos las curvas como si estuviéramos haciendo una
carrera. No tenía ni idea de si aquello estaba permitido, pero no
iba a pararle en ese mismo instante. Además, se suponía que íbamos
con retraso. Si al menos hubiera sabido el límite de velocidad...
Llegamos
a un semáforo. Pensé que se lo iba a saltar, pero se quedó
esperando. Parecía más relajado hasta que, de pronto, salió
disparado sin esperar a que las luces cambiasen de color. Escuché
una sirena y lo entendí.
-¡Pero
qué haces! ¿Es que quieren que nos detengan o algo? -Le grité.
-¡No
lo entiendo! ¡En teoría, estamos autorizados a conducir así en
estos casos! ¡Somos gente cualificada, profesionales! ¡Quizá no me
han reconocido!
Esa
sí que era buena. Teníamos autorización, pero no nos valía.
-¿Y
que hacemos entonces?
-¡Si
nos alcanzan llegaremos con demasiado retraso! ¡Habrá que llegar
antes!
Nunca
me habría imaginado que participaría en una persecución policiaca,
y menos que sería la perseguida.
¿Era aquello malo... o bueno?
-¡En
cuanto cumplamos nuestro objetivo me detendré a arreglar el asunto!
¡Agárrate bien!
Bueno,
no quedaba otra. Todo era un simple malentendido, no había de qué
preocuparse. Mejor disfrutar del
momento, ¿no? Ya que tenía la
ocasión...
Me
agarré con todas mis fuerzas y la moto aceleró. En comparación con
la velocidad que alcanzamos a continuación, podría decirse que
antes íbamos a paso de tortuga. Me encantaba ir así, derrapando
como si fuéramos a gastar las ruedas. Nos metimos por toda clase de
sitios, saltando algunas veces fuera de la carretera, entre
callejones... ¡Hasta saltamos desde lo alto de un puente pequeño y
cruzamos por medio de un terreno en construcción! Yo alzaba el puño
con cada pequeño salto. Di un grito de alegría tras tomar una curva
seguida de una recta que parecía interminable. En ella había un
escalón, seguramente lo suficientemente alto para que nos
precipitase por los aires.
Aceleramos
hacia él. Me agarré con fuerza; nunca había ido tan rápido. Noté
como ascendíamos... y saltamos.
Parecía
que todo pasaba a cámara lenta. El aire que nos empujaba, la moto
suspendida en el aire, la sirena a nuestras espaldas... ¡Estábamos
al revés!
¡Acabábamos
de dar una vuelta completa en el aire delante de todo el mundo! Eso
sí que era discreción...
Momentos
después, caímos dando un pequeño bote sobre la carretera, con un
equilibrio perfecto.
Quería
repetir. En serio, qué ganas tenía de aprender a conducir así.
¿Me dejarían?
Tras
unos cuantos giros más, conseguimos despistarlos. Sin embargo, no
frenamos; podían estar al acecho.
-¡Ya
hemos llegado! -señaló el que me había llevado en la moto.
Ante
nosotros se alzaba un edificio de tamaño mediano. Efectivamente, una
academia... normal y corriente.
Muchos chicos de mi edad estaban en
el patio, lugar que, a diferencia del edificio, sí que parecía
bastante grande. Me dio la sensación de que gran parte de los chicos
que estaban dentro me miraban mientras yo permanecía en el asiento
de la moto, sin apenas poder verlos.
Me
había quedado en estado de shock. ¿Cómo...? ¿Ya habíamos
llegado?
Eria:
Junie, ¿Por qué capítulo vas escribiendo?
Junie:
No lo sé... por el veinte o el veintiuno. Y aquí acabo de llegar al
número once... Voy muy adelantada.
Eria:
Mejor. ¿Hasta qué parte has llegado?
Junie:
Pues mira, justo por... Bueno, aquí delante no lo voy a decir, no
quiero estropear la historia...
Eria:
Tienes razón... mejor me lo dices luego.
Junie:
Vale, eso entonces... ¡Hasta el viernes que viene!
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