Hola
a todos. Primero, me gustaría decir que no soy Eria, sino June. Hay
algo que quiero contar... Vengo algo enfadada, pero no con
vosotros... ¡No, yo nunca me enfadaría con vosotros!
Hace
poco, recibí en un solo día una cantidad de visitas que no era
normal. Comprobé de dónde venían... ¡Y casi me caigo de la silla!
Era
una página... rara, por no decir más detalles. Estuve investigando,
y me di cuenta de que las visitas que venían de esa página no eran
reales: ¡Era spam camuflado en forma de visitas! Una de las cosas
más ruines que he visto en toda mi vida, por cierto.
Esto
va para todos aquellos que tienen un blog: ¡NO os centréis nunca en
las visitas! ¡Lo importante es hacer las cosas bien hechas; tarde o
temprano, estas obtienen sus resultados! Y si os mandan spam
camuflados como visitas, ¡nunca pulséis las páginas que os lo haya
mandado, y denunciadlas!
Eso
es todo ^^ Vamos a lo importante, el comienzo de la clase:
Capítulo
14
La
recién llegada era una profesora “pequeña” -como yo, vamos- que caminaba con
paso decidido. No creo que nunca hubiera adivinado que ELLA
era la profesora si no lo hubiera oído de boca de los demás.
No
le echaba más de treinta y cinco años, ni siquiera más de treinta o incluso de veinticinco. Su ropa era bastante adecuada para la ocasión: pantalones cortos,
camiseta de manga corta, deportivas y visera, todo en rojo y negro como una señal de peligro. Con
su pelo castaño claro recogido en una cola de caballo y su
cronómetro colgado al cuello, parecía estar preparada para ser
árbitro de un partido de fútbol.
Dejó
los libros que llevaba con un golpe seco sobre la mesa. Se rió por
lo bajo.
-Así
que os acordáis de mí... -dijo, viendo cómo la gente murmuraba.
Levanto la cabeza y se señaló con el pulgar.- ¿Os acordáis de la
de prácticas, no? ¿De la que SOLO se dedicaba a tomar apuntes? ¿De
la que se callaba cada vez que convertíais la clase en las gradas de
un polideportivo?
Silencio.
-Me
debéis una, chavales -continuó-. ¡Oh, sí, ya lo creo!- Soltó una
carcajada, como si todo lo que había contado le hiciese muchísima
gracia.- Pues sabedlo, la imbécil de practicas es ahora vuestra
entrenadora. ¿Quién lo diría...?
Vaya.
El equipo debía de haber tenido alguna mala experiencia con aquella
profesora, o un par de ellas. No creo que me hubiera gustado vivir
aquello. A ella, sin embargo, no parecía afectarle tanto la
tensión. Claro, ¿qué demonios? Si se iba a poder vengar...
-¡Bueno,
vamos con el horario, pues! -cuando dijo esto, todos resoplaron-. ¡Ya
veo, tan llenos de entusiasmo como siempre!
Otra
de sus llamativas carcajadas. Cuando se reía, inclinaba la cabeza un
poco hacia atrás.
-Bueno...
¿Quién es lo suficientemente entusiasta como para ir copiando el
horario en la pizarra? ¿Alguien que me eche una mano? ¡O un pie,
que está más sano!
Volvió
a reírse, aunque en clase reinaba un completo silencio.
Justo
en ese momento, un chico se puso de pie.
-¡Perfecto!
¡Me caes bien, chaval! ¿Podrías ir echándome el pi-... digo, la
mano?
El
chico avanzó hacia la pizarra. Digamos que, si Mirta hacía que el
ambiente fuese agradable solo con su presencia, este chico creaba el
efecto contrario: por cómo iba, daba la impresión de ser alguien
peligroso, del que no te podías fiar. Llevaba una chaqueta marrón grisáceo
sobre una camiseta roja, vaqueros y zapatos gastados. Tenía el pelo
oscuro despeinado y sus ojos verdes eran algo más oscuros que los de
Mirta, mucho más fríos. Su piel se acercaba más al blanco que al
moreno. Parecía muy serio.
-¡Muy
bien! -dijo la profesora- para empezar, aparte de daros Apoyo
Moral (que, por cierto, es una estupidez de asignatura), ya
sabéis que sustituyo a vuestra encantadora profesora de Idiomas del
año pasado. ¡Y tenemos Idiomas a primera hora los lunes! ¡Que
suerte!
El
singular chico había dibujado en la pizarra una especie de tabla en
la que puso “Idiomas” en el primer espacio.
-¡Anda!
¡Pero si tenemos dos horas los martes! -continuó nuestra
entrenadora-. Justo antes del descanso y de la salida. A ver quien os
aguanta a esa hora... Bueno, y también tras el descanso los martes.
Y los viernes... ¡justo antes de Apoyo Moral! ¡Eso son dos horas
seguidas conmigo! Y... oh, qué pena, el miércoles no nos vemos...
El
de la pizarra rellenó los espacios correspondientes escribiendo
ambas asignaturas en ellos. ¿En qué consistía Apoyo Moral? Ni
idea. Tampoco es que sonara muy emocionante.
Uno
a uno, se completaron todos los espacios de la tabla. Todo habría
sido más fácil si la profesora hubiera dicho el horario por orden
en vez de ir soltando las asignaturas que le parecían, pero en fin.
La
materia que parecía más importante era la de Práctica, ya
que la teníamos todos los días. La seguía Exterior, con
cuatro días a la semana de cinco -los viernes eran la
excepción. Sin embargo, otras asignaturas como Física e Historia
estaban en un segundo plano. Teniendo en cuenta cómo era la
academia, era normal que la teoría no fuese tan importante como la
práctica.
Tras
acabar, el chico que había salido a la pizarra volvió a su sitio.
Me llamaba la atención.
-Un
par de cosas más -dijo esta vez la entrenadora- para todo aquel que
me siga llamando “la de prácticas”, mi verdadero nombre es
Tania, Tania Tyler. Sí, tengo nombre. Y por cierto, sabed que el
horario es completamente flexible. Las clases extra de la tarde, si
es que las hay ese día, se decidirán según como llevéis las
asignaturas. Se suele anunciar qué os toca al acabar las clases de
la mañana, pero en el caso de que algún profesor venga algún día
más idiota de la cuenta y se le olvide decir esto (o bien en el caso
en el que seáis vosotros los que os "idioticéis"),
tenéis el horario justo en la puerta de este aula, actualizado a
diario por vuestra estupenda entrenadora. Y, como este aula es común
para el equipo, la quiero completamente impecable las veinticuatro
horas del día: nada de bucear en papeles en Simbología y
Gráficas, y mucho menos en Idiomas. Y por último, necesito a
alguien que...
Ni
había terminado y Mia ya estaba de pie levantando la mano.
-¡Yo
profe! ¡Yooo! ¡Aquí! -suplicaba de forma histérica.
Ella
dijo tras un largo suspiro:
-¿Alguien
más?
Nadie
levantó la mano. Mia seguía agitando el brazo mientras miraba a
Tania fijamente.
-Qué
remedio. Mia Blossom, ve repartiendo los libros. En cuanto los
recibáis, tenéis hasta que suene el timbre para copiar la tabla
-miró el reloj-. Vamos, unos dos minutos.
Se
escucharon quejas y bufidos. Yo no había caído en traerme ni la
mochila. Seguramente me tocaría llevar todos los libros hasta la
habitación en un solo viaje.
Antes
de que me llegara el material, me pasaron un boli desde las filas de
atrás. Miré hacia allí y pude ver a Mirta, la guapa y sensata,
guiñándome un ojo. Le enseñé un pulgar hacia arriba.
En
cuanto me llegaron los libros, abrí lo que debía ser la agenda
escolar y me puse a copiar. ¡Al fin un boli normal y corriente, sin
tinta rosa ni chorros de agua!
Me
puse a escribir a toda velocidad. Por suerte, acabé de copiar el
horario en cuanto sonó el timbre, el cual se escuchó por todos los
rincones. Era muy ruidoso.
-¡Bien,
pues nada! ¡Se acabó el tiempo! -dijo Tania con este no muy
agradable sonido de fondo- la clase que os toca ahora se dará en
el Estadio Central. En teoría, el burro de Tank debería acercarse por aquí y
llevaros. A partir de mañana empiezan las clases normales, distintas
a lo que estamos haciendo. ¡Y con esto creo que acaba mi tarea de
hoy!
Y,
ya con todo en silencio, se fue por la puerta, como riéndose por lo
bajo.
Aproveché
ese cambio para devolverle a Mirta el boli. La otra chica (Mia), sin
embargo, seguía tratando de decorar su horario con dibujos de ponis
y coloreando los recuadros de color rosa y celeste.
-Gracias
por el bolígrafo, Mirta. ¿Pero qué hago con los libros?
-Ah,
no te preocupes por ellos -me respondió-. Puedes venir luego a por
ellos. De momento, lo mejor será que nos vayamos preparando
siguiente clase. ¡Es mucho más movida!
Ya
iba a seguir a Mirta cuando escuché una voz a mis espaldas:
-¡Espera!
¡Ya casi! ¡Porfa, no os vayáis sin mí!
Mia
estaba acabando de cerrar la cremallera de su mochila. ¿Por qué no
ordenaba sus cosas después de las clases tal y como había dicho
Mirta? Esperé un poco hasta que pudo alcanzarme. Error: cuando miré
hacia atrás, Mirta ya había desaparecido junto con el resto de la
clase.
-¡Genial,
Mia! ¿Y ahora cómo vamos a llegar hasta ellos?
-¡Ah,
no te preocupes! -me dijo-. ¡Podemos ir en unicornio! ¡Creo que
cabemos las dos en la silla de montar!
Me
di una palmada en la frente.
-Esto...
no, gracias, mejor andando. ¿Pero cómo vamos a...?
Fui
hacia la puerta a todo correr. ¡Había gente por todo el pasillo!
¡Era casi imposible encontrar a Mirta y a los demás entre tanta
gente!
Pero
entre toda la gente que caminaba en ambas direcciones, pude
distinguir el pelo enmarañado del chico misterioso de nuestro
equipo. ¡Aún podíamos alcanzarlo!
-¡Rápido,
Mia, sígueme! ¡Aún estamos a tiempo!
Y
salimos por la puerta, siguiéndole la pista a aquel chico.
Eh...
soy Eria. ¿Me he perdido algo? En fin, solo he venido a saludar...
veo que June ya se ha encargado de escribir el principio de la
entrada, así que...
¡Espero
que os haya gustado el capítulo! ¡Hasta la semana que viene!
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