Un
día más en Golden Podium. Un momento, ¿De verdad estoy en Golden
Podium? ¿Dónde estoy?
Capítulo
28
Seguía
corriendo. Tenía que salir de allí.
Primero
todo se había vuelto negro. Después solo había árboles, árboles
cuyas ramas se retorcían sobre mí. Me sentía atrapada, perdida...
y no podía ver el sol. El corazón me iba a mil por hora; sabía que
algo malo estaba a punto de pasar.
Cada
vez me costaba más correr. Se me enredó el pie en un arbusto, pero
conseguí no caerme. Lo que vi a continuación hizo que me detuviera
en seco.
Estaba
a tan solo unos pasos de un enorme acantilado.
Nerviosa
y casi paralizada de la impresión, traté de dar unos pasos hacia
adelante para ver mejor su profundidad. Tenía varios salientes y la
caída era impresionante. Un paso en falso podría ser mortal.
Alcé
la cabeza para dejar de mirar. De pronto, me sentí observada.
Había
alguien. No estaba a mi espalda. Tampoco en las profundidades del
acantilado. ¡Estaba justo delate!
Como
flotando en medio de la nada, caminando sobre el aire, pude ver la
figura de alguien de más o menos mi edad. ¿Acaso era... yo? ¿Cómo?
¡Era una copia de mi imagen! ¿O no?
Parpadeé
varias veces para verla mejor, pero ésta ya no parecía tener mi
edad: había crecido. Era un chico bastante joven, de unos treinta y
pocos. Seguía siendo idéntico a mí.
Traté
de llamarlo, pero no me salió la voz. Estaba asustada aún sin saber
el motivo. Él ya me había visto. Me tendió la mano... Me estaba
llamando.
Me
coloqué justo en el borde del acantilado. ¡No podía llegar hasta
él! ¡Ni que yo caminase por encima del aire! Estaba confusa y
paralizada. Mi cuerpo no respondía.
Pero,
de repente, empezó a moverse por sí solo, sin que yo fuera
consciente de ello. Ya había dado unos pasos atrás. Guiada por una
fuerza invisible, corrí hacia el acantilado. Cerré los ojos, apreté
los dientes...
Y
salté hacia él, extendiendo un brazo. Volví a abrir los ojos y
observé con determinación mi objetivo.
Ya
no había vuelta atrás. Tenía que alcanzarle.
Seguía
con el brazo extendido al máximo. Pero, cuando rocé al joven...
Mi
mano le atravesó. Su silueta se disipó, perdiéndose en la
nada.
No
podía creerlo. Solo era una ilusión...
El
viento me rozaba la cara con fuerza, haciéndome daño mientras caía.
Caí, seguí cayendo...
Y
choqué.
-Eria!
¿Estás... bien? -preguntó una voz.
Abrí
los ojos. Todo lo que veía estaba de lado. Ya no estaba en el
acantilado.
-Creo
que sí... solo ha sido una pesadilla, no te preocupes -dije, y me
levanté despacio. Claro, no me había movido de la habitación. Solo
me había caído de la cama, incluso puede que me hubiera tirado de
ella mientras soñaba. A veces me siento de lo más idiota, de
verdad.
Mirta
estaba a mi lado. Parecía algo preocupada a pesar de que le había
dicho que no lo estuviera.
-¿A
qué día estamos... ? -Le pregunté tratando de vocalizar.
¿Vocalizar? Uf, era demasiado temprano para vocalizar.
-Te
refieres a... ¿el día de la semana o la fecha? -preguntó ella.
-Me
da igual; solo quiero saber si estamos a mes par o impar- la
respuesta la sorprendió.
-Esto...
a mes par, creo -contestó.
-¿Par?
Qué raro. Suele ser peor durante los meses impares... en fin.
Ella
seguía extrañada. De repente caí en la cuenta de una cosa.
-¡Mirta!
¿No te he contado nada?
-No,
creo que no...
-¡Menudo
fallo por mi parte! Si vamos a ser compañeras... esta noche te lo
digo.
-¡De
acuerdo! -respondió ella, sin poner ninguna objeción-. Será mejor
que nos preparemos si no queremos llegar tarde. Si por el camino nos
cruzamos con Bobby, mala señal. ¡Suele llegar el último!
Tardamos
menos de lo que pensaba en arreglarnos. Yo seguía medio dormida,
tratando de recordar cada uno de los elementos que aparecía en mi
sueño. Era curioso, pero lo recordaba todo: un precipicio, un chico
muy parecido a mi, una caída... Lo que más me hacía dudar era
aquel chico. Sabía quien era, pero al mismo tiempo no lo tenía
claro. Había soñado muchas veces con él. Alguien muy parecido a mí
y que se movía como yo... Sólo podía ser una persona. Pero como
nunca me habían enseñado ninguna foto suya...
Ya
habíamos llegado a clase, pero estaba demasiado pensativa y
adormecida como para darme cuenta. O, al menos, hasta que me encontré
una cara sonriente delante de mis narices.
-¡Buenos
días, buenos días! ¡Vamos, corre!
Mia
me arrastró al interior de la clase, me tomó de las manos y dimos
unas cuantas vueltas. ¿Cómo podía tener tanta energía siendo tan
temprano?
Me
senté en mi sitio y ella uso las manos sobre mi mesa. Me miró con
dulzura y yo le sonreí. Justo detrás de ella estaba Jetwick, que
también sonreía. Le saludé, y él me devolvió el saludo bajando
la mirada.
Estuvimos
un rato sin hablar. Estábamos callados, pero el silencio no era
incómodo. Me gustaba ese tipo de silencio; todos permanecíamos allí
con una sonrisa en la cara.
Bobby
llegó corriendo, entró y se sentó en su pupitre. Parecía cansado;
seguramente habría venido corriendo. Tania estaba a punto de llegar.
La
profesora llegó cinco segundos después de la entrada triunfal de
Bobby. Mia y Jetwick fueron a sentarse al verla entrar.
En
cuanto golpeó los libros que llevaba contra la mesa, me di cuenta de
que no deberíamos estar allí. ¿Que por qué no? ¡Era domingo!
¿Qué íbamos a hacer un domingo? ¿Dar clase? Esperaba que no...
El
que quiera ponerme a trabajar en fin de semana lo lleva claro.
¡Espero no meterme en ningún lío! Y espero que no se pasen de
duros con nosotros...
Pero,
hasta la semana que viene, no lo sabremos. ¡Hasta entonces!
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