El equipo

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A veces...

Lo más divertido de la vida es el no saber el qué te deparará el futuro, ¿verdad? ~Eria Jumps

(Esta historia es ficticia, o al menos según Junie; Eria aún se opone completamente a esta idea...)

Golden Podium es un proyecto tanto escrito como dibujado que lleva en pie desde 2012. Tenemos una novela, dibujos, tiras... ¡y hasta un Motion Book! #goldenpodiumcomic

11 oct 2013

33. Una ciudad llamada Azuria

¡Nada mejor que un paseo cuando tienes la tarde libre! ¿De verdad será esta la mejor opción?

Capítulo 33
A la salida del comedor habíamos decidido encontrarnos delante de la habitación de Jetwick. Mirta y yo habíamos pasado antes por nuestra habitación, pero esto no nos había retrasado; habíamos llegado justo a tiempo.
Bobby, Imala y Jetwick nos estaban esperando allí. Mia, al poco rato, apareció dando saltos.
-¿Y el resto? -pregunté.
-Etsu y “el otro” (así lo llamamos a veces para hacerlo rabiar) están por ahí -señaló Bobby, sin referirse a un punto fijo-. Iban a estar ocupados durante todo el día con uno de sus trastos. No tengo más información. Para obtener más, visiten la página web que aparece en pantalla, gracias- Bobby siempre tenía cada ocurrencia...
-¡Yo voto por salir de paseo! -dijo Mirta-. ¡Me hace tanta ilusión!
Jetwick mostró un pulgar hacia arriba. Yo asentí.
-Vamos tres. ¿Alguien más?
-Ah, no -declaró Bobby-, hoy no contéis conmigo. Hoy es el único día que tengo para hacer el vago.
-¡YOOOOOO! -gritó Mia-. ¡Voy con vosotros! ¡Nos vamos! ¡Sí!
-Imala, ¿te vienes? -le pregunte.
-Lo siento -sentenció-. Imala tenía planes: salir esta tarde, pero su destino es remoto al vuestro. Necesita ir sola.
-Ah, bueno... Somos cuatro. Creo que es un buen número. ¿Cuándo salimos?
-¡Ya! ¡Vamos ya!
-¿No sería mejor cambiar el dinero ahora?
-Estoy de acuerdo con Mirta. ¡Vamos!
Fuimos en un momento a por el dinero. Mi tío me había echado la cartera en la maleta, pero no creía que el dinero que tenía dentro fuera suficiente para un año entero.
Pensé que la cola iba a llegar hasta Pekín, pero solo tuvimos que esperar detrás de dos personas más. Entramos todos juntos en el aula. Luego, uno a uno, fuimos pasando por el mostrador mientras el resto se quedaba en la puerta esperando.
La primera fue Mirta. Las monedas que le dieron tenían un grabado que yo no había visto nunca.
Mia fue justo detrás. Estuvo un rato discutiendo con la mujer del mostrador. ¿Qué haría? Al rato, volvió con su dinero. Parecía descontenta.
-¡Hay que ver! ¡Papi me ha dejado más de lo que le pedí! ¡No lo quiero! ¡Seguro que pesa mucho!
Estoy convencida de que, si a cualquiera le hubiera pasado lo que a Mia, estaría encantado de quedarse con todo. ¡Incluso yo lo habría hecho! ¿Por qué rechazaría Mia el dinero? No creía que fuese por lo que ella nos había contado...
Yo iba después. Me acerqué al mostrador y saludé a la secretaria, esperando a que ella hablase por mí.
-¿Nombre?
-E-Eria Jumps -tartamudeé.
-¿Apellido?
-... Jumps. Eria es mi nombre y Jumps mi apellido.
-Su cuenta está actualmente vacía. ¿Desea algo?
-Ah, bien... -agh, mal-. ¿Puede cambiarme esto a discos?
Tomó todas mis monedas y me las cambió por una serie de billetes nuevos. Los conté: sesenta discos.
Volví con el resto. Solo tuvimos que esperar a Jetwick para ir a la entrada.
...
-Tengo la cuenta vacía... -se me había quedado esa frase grabada a fuego en la cabeza.
-Ah, pero a lo largo del curso puedes ir cambiando los puntos que ganemos por dinero. A medida que vayamos haciendo bien las cosas y ganando partidos, nos van sumando discos a todos por igual.
-Gracias Mirta. Una información muy útil.
Había dos hombres con chaqueta en la puerta, uno a cada lado. Un grupo de personas cercano a ellos  se encargaba de registrar los nombres de los que entraban y salían. Estos, una vez que te identificaban, te ponían una especie de insignia con el logotipo de la academia, la cual tenía un cierre bastante complejo para que a nadie se le cayese por el camino. Hasta era difícil quitársela adrede.
La zona de la ciudad que podíamos visitar era un lugar pintoresco, con muchas tiendas y restaurantes. Tal como había podido comprobar durante mi llegada en moto, las carreteras no eran muy anchas, pero tenían un montón de curvas y pasos de peatones. Había una plaza bastante encantadora en el centro, toda entera de piedra. En el centro, la fuente también era de piedra. Como de costumbre, el fondo estaba lleno de monedas.
Mirta parecía una guía turística. Fue delante todo el camino, enseñando cada rincón.
-¡Ya estamos en la plaza de Azuria! Azuria es una ciudad encantadora, ¿No os parece?
Estaba impresionada de lo bien que se veía el mar desde allí. Estábamos en plena ciudad, pero las vistas eran estupendas.
Mia se había lanzado hacia un escaparate de una tienda de chucherías cercana. Jetwick se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta y observó a las dos chicas. Le hacía gracia que estuvieran tan contentas y cómo iba cada una a lo suyo.
Como Mia no se despegaba del escaparate, entramos para ver lo que estaba mirando desde fuera. Salimos  con una bolsa pequeña de chucherías para compartir.
A Mirta le llamó la atención un colgante de caracolas que había expuesto en una tienda. Era barato, por lo que ni se lo pensó dos veces antes de comprarlo.
Yo era más de observar que de comprar, y vi que a Jetwick le pasaba lo mismo. Mientras Mia y Mirta se gastaban el dinero en pulseras y accesorios que les llamaban la atención, nosotros nos limitábamos a mirar.
Donde más disfrutamos fue en la tienda de chismes. Estaban desde los típicos pañuelos que imitaban billetes de mil discos -allí todo se pagaba con discos- hasta bolígrafos que brillaban en la oscuridad. Me compré una linterna con forma de barra de pegamento y un bolígrafo con muchos colores intercambiables (por si me pasaba alguna vez más por el despacho del señor Morrison). Jetwick seguía mirando.
Pasamos una tarde muy agradable. Incluso cuando tuvimos que perseguir a Mia cuando salió corriendo detrás de una libélula en medio de la plaza nos lo pasamos bien.
Cuando nos cansamos, volvimos a la fuente y nos hicimos con un banco cercano a ella. Mientras Mirta y Jetwick iban a por unos helados, Mia y yo nos quedamos allí, sentadas a la luz del atardecer, vigilando las bolsas.
-No soy muy de comprar, pero me lo he pasado estupendamente -admití.
-¡Yo también! ¡Todos! ¡Ha sido el mejor día de mi vida! -sacó unas pocas cosas de las bolsas y me las puso a la altura de la nariz para que las viera. Me alegraba de que hubiera disfrutado tanto el paseo.
Miré de lejos la cola de los helados. Jetwick... Estaba mirando al cielo algo ausente, como si el resto del mundo no existiera. ¿Qué estaría pensando? Cómo me hubiera gustado saberlo...


Un pequeño descanso tras el paseo no viene mal, pero, en el capítulo siguiente, os daréis cuenta de que había algo que me inquietaba...

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