¡Otro
día más, venimos a alegrar la tarde! Y hablando de tardes...
Vale,
la que pasamos ese día fuera se había acabado. Llega lo peor: ¡el
teléfono!
Capítulo
35
Habíamos
pasado mucho tiempo fuera cuando todavía me quedaban un
montón de salas y habitaciones de Golden Podium por ver; supongo que
ya iría descubriéndolas por mí misma.
Llegaba
la terrorífica hora en la que tenía que llamar a casa.
La
cosa empezó bien, pues descolgó mi tío. Como siempre, le conté
absolutamente todo lo que había vivido y sentido. No le dije mucho
sobre Jetwick; prefería que todos esos asuntos quedaran entre Mia y
yo.
-¡Tú
capitana! La verdad es que me lo esperaba. Siendo tú...
-¡Ah,
vamos, deja de echarme flores! Además, ni hemos empezado de verdad.
No
mentía. El día siguiente iba a ser duro: íbamos a empezar las
clases en condiciones. Tenía curiosidad, pero también algo de
miedo. ¿Sabría adaptarme? Bueno, si los demás podían, yo también.
Pensé en Bobby: si él podía sobrevivir allí, ¿por qué no yo?
-Eria,
tú... ¿Quieres hablar con tu madre? -Soltó al rato con cautela.
Había estado deseando durante toda la conversación que se saltara
esa pregunta, pero ya me la había hecho.
-¿Tengo
que hacerlo?
-Me
ha dicho que siente lo del grito de ayer, pero que si quieres
quedarte en Golden Podium tiene que ser para todo el año, hasta
para las vacaciones de Navidad.
-¿Qué?
¿Y cuándo podremos vernos?
-Ya
te dije que no lo sé... Ya sabes, tienes que demostrar cuánto te
importa la academia: quedarte allí hasta el final y volver cuando lo
hayas acabado todo. Te prometo que intentaré ir a visitarte, pero...
-No
es necesario -le dije-. Se lo demostraré. Voy a llegar hasta el
último curso y a superar el campeonato. Eso se lo dices de mi parte.
Hubo
un silencio y escuché unas voces de fondo.
-Ya
está. Me ha dicho que te estará esperando. La única condición que
te pone es que, al mínimo problema o bajada de notas, no volverás a
acercarte a la academia nunca más.
-Lo
prometo. Una cosa más que decirle: gracias. ¡Llamaré el fin de
semana que viene!
No
dejé ni que mi tío preguntara a qué venía tanto agradecimiento.
Me alegraba de que, por fin, tuviera una oportunidad, nada más. Por
fin estaba en paz con el mundo -o con casi todo el mundo; hay
personas con las que ni se puede hacer las paces...
Mirta
salió del cuarto de baño envuelta en una nube de vapor. Llevaba
puesto un albornoz blanco y, aunque no las fuera a necesitar, ya
tenía sus gafas de sol blancas sobre la cabeza.
-¡La
ducha está libre! -exclamó-. ¡Mira! ¿Te gusta? -dio una vuelta
para que pudiera verla bien-. ¡Hay albornoces tan bonitos como estos
en las perchas!
-¡¿Qué
dices?! ¡Deja que los vea!
Entré
al cuarto de baño a la carrera, casi tan rápido como si estuviera
huyendo de una una bomba a punto de explotar. ¡Sí que había
albornoces! ¡Como en los hoteles!
-En
serio, qué bien me lo voy a pasar aquí...
A
Mirta le dio la risa al verme tan impresionada. También estaba
encantada.
-Menuda
pasta se tienen que haber gastado en estos detalles... Parece un
hotel de cinco estrellas -comenté.
-Lo
sé. ¡La familia de Mia es un misterio! ¿Has visto ya el
compartimento secreto?
No
pude resistirme al escuchar esa palabra: salí del cuarto de baño -a
la misma velocidad a la que había entrado- y me puse justo al lado
de Mirta para ver lo que estaba haciendo.
¡La
estantería de nuestra habitación se estaba rotando! Al otro lado
había un espacio todavía mayor.
-Aquí
suelo guardar el equipamiento. Puedes usar la balda de arriba para
poner el tuyo. ¡Cabe de todo!
No
respondí; me había quedado con la boca abierta. ¿Cuántas cosas de
esas habría ocultas por la academia?
Uf,
no había sido tan horrible. ¡Una oportunidad era una oportunidad!
¡Y la de pasadizos que me quedan por buscar por Golden Podium!
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