Ya
se sabe que las tardes de los viernes son algo tentadoras, pero hay
que ponerse a trabajar y escribir un poco... ¡Todo sea por seguir
con esta historia!
¿Y
cómo sigue? Con un pensamiento que me llegó en aquel lugar tan
magnífico: la plaza de Azuria. ¿Qué pensamiento? Pues aquí está:
Capítulo
34
Allí
estábamos Mia y yo, tomándonos un descanso en la plaza mientras
esperábamos a los helados. Los otros dos seguían en la cola,
Jetwick mirando al cielo.
-Jetwick
es tan callado... -pensé en voz alta.
Mia
se detuvo a mirarlo. Hizo como que recordaba algo y luego suspiró.
Ahí
se me ocurrió algo: ¿y si le preguntaba a Mia algo sobre Jetwick?
Sin ser muy directa, que no quería que fuese diciendo nada por ahí.
Además, era probable que que, siendo la hija del director, tuviera
acceso al historial de todos los alumnos de Golden Podium. ¿Habría
leído el suyo?
-Y...
¿eso de imitar sonidos le viene de familia? -pregunté. No se me
ocurría nada más.
Mia
negó con exageración
-¡Solo
él lo hace! Un don es algo que no tiene tu familia, sólo tú. Es
súper alucinante, ¿verdad? ¡Ni su papi sabe hacerlo! Pero es
que...
¿Por
qué hacía esa pausa tan poco necesaria?
-¡Perdón,
como si no existiera su papi, que no me dejan decir nada sobre él!
¡Ajá!
¡Pasaba algo malo con el padre de Jetwick! ¿Estaría muerto?
¿Desaparecido? O peor: ¿se habría perdido aposta, como el mío?
-¿Qué
pasa con su padre? -me atreví a preguntar. No estaba segura de si
quería conocer la respuesta.
Mia
se llevó un dedo a los labios y chistó. Miró a los lados, como
asegurándose de que nadie escuchaba.
-¡Es
malo! ¡Como los de las pelis, que llevan hasta pistola! -susurró.
¿Malo?
¿Sería su padre... un delincuente?
-¿Un
delincuente?¿Como los que están en la cárcel?
-¡Sí,
la cárcel! ¡Allí estuvo! ¡Y luego volvió, pero seguía siendo
malo!
¡El
padre de Jetwick estuvo en la cárcel! Y, un momento... No
entendía la segunda parte. Tenía que andar traduciendo todo lo
que decía Mia para poder entenderlo: ¿Volvió... siendo aún malo?
¡Mia debía referirse a la libertad condicional!
-¿Qué
pasó luego? ¿Algo malo malísimo? -pregunté. Espera,
¿tan nerviosa me estaba poniendo que ahora hablaba como
Mia?
De
pronto, Mia se echó a reír. Me sentí un poco idiota por haberme
metido tanto en la conversación.
-¡Jet
salió corriendo! ¡Y ya sabes, no hay quien lo pille! Su papi volvió
a la cárcel. ¡Final feliz!
¿De
verdad era feliz? Mia me lo había contado como si esas cosas pasaran
todos los días. ¿Cómo lo habría pasado Jetwick? ¿Le gustaría
eso de tener a su padre en la cárcel? Tampoco conocía los detalles
de la situación, tal como contaba Mia las cosas...
Mia
pareció leerme el pensamiento.
-¿Sabes
que a él le parece bien? ¡Eso digo yo, que los malos a la cárcel!
Así es él, hace lo que tiene que hacer, como los buenos. ¡Tiene
las cosas bien claritas! Bueno, al principio parece -y es- tímido,
¡pero cuando lo conoces es independiente, aventurero y lanzado!
Vaya,
no me había parado nunca a pensar de ese modo; veía a Jetwick de
una forma completamente distinta.
Me
sentía más tranquila, pero yo... ¡Espera! ¡No me había dado
cuenta de una cosa!
-Un
momento... Mia, ¿me estás facilitando información suya? -le miré
abriendo mucho los ojos.
-¿Yooo?
¡Estaba pensando en voz alta, como tú! ¡Luego me has empezado a
preguntar cosas y...!
Mia
calló. Mirta y Jetwick se acercaban a nosotros, cada uno con un
cucurucho en cada mano.
Mirta
me pasó el mío mientras Jetwick le ofrecía a Mia un enorme helado
de fresa.
-¡Toma
ya, el que yo quería! ¡Gracias, Jet!
Jetwick
sonrió sin sonrojarse ni un poco. Estaba mucho más sereno que ayer.
Nos había sentado de maravilla la salida, sin duda.
Reflexioné;
Mia seguía siendo una caja de sorpresas para mí. ¿Cómo había
sabido tan bien lo que quería oír? Me estaba dejando pistas a lo
tonto, de forma infantil, pero diciendo bien las cosas. Con razón se
rumoreaba que era más lista de lo que aparentaba. ¿Lo haría
adrede?
Aunque
había estado bien que me hubiera contado algunas cosas sobre
Jetwick, no me interesaba sacarle más información. Quería empezar
a conocer al equipo por mí misma, como una verdadera capitana. Creía
que era porque antes veía a Jetwick como alguien tímido, cerrado y
que apenas intervenía y, desde que Mia me había asegurado que era
lanzado e independiente, había conseguido imaginármelo así.
Alguien que se mantiene al margen porque quiere y se lanza cuando más
hace falta, alguien que se enfrenta a cualquier dificultad personal
sin alterarse: así era Jetwick. ¿Cómo es que me lo habían tenido
que contar para que me lo creyera?
-Eria,
estás muy callada. ¿Estás pensando en algo?
Era
Mirta. Mia y Jetwick también me estaban mirando.
-Esto...
hay unas pocas nubes encima de nosotros... ¡Mirad! ¡Esa tiene forma
de pingüino!
-¡Aaaah!
¿Dónde, dónde? -Mia no pudo resistirse a mirar al cielo-. ¡Mirad,
una mariposa!
-¿En
serio? -Mirta se unió a nosotras-. ¡Creo que hay una con forma de
helicóptero!
-Otro-
dijo Jetwick. En ese momento un helicóptero cruzó el cielo. ¡Uno
de verdad!
Nos
echamos a reír. Habíamos pasado una tarde encantadora. A veces,
cuando me pongo a recordar ese momento, me da la impresión de que lo
he visto antes en una película. Aquel cielo teñido de rojo y
naranja...
Sí, ese tipo de cosas solo pasan en las películas.
Sí, ese tipo de cosas solo pasan en las películas.
¿A
que nadie se esperaba lo que acaba de pasar? ¿Eh, eh? ¿A que no?
Venga,
me callo; no voy a estropear esta escena tan bonita justo ahora...
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