El equipo

El equipo

A veces...

Lo más divertido de la vida es el no saber el qué te deparará el futuro, ¿verdad? ~Eria Jumps

(Esta historia es ficticia, o al menos según Junie; Eria aún se opone completamente a esta idea...)

Golden Podium es un proyecto tanto escrito como dibujado que lleva en pie desde 2012. Tenemos una novela, dibujos, tiras... ¡y hasta un Motion Book! #goldenpodiumcomic

12 dic 2015

93. Atrapada

¡Espero que nos perdonéis esto! Hemos tenido una serie de problemas para mantener el blog y nos ha sido difícil sacar un hueco para actualizarlo. Por suerte no es que nos acosen los fans ordenando sí o sí un nuevo capítulo...



Capítulo 93

No podíamos volver atrás, pero sí seguir adelante.

¿Estarían bien Etsu y Teck? Aún podíamos volver al punto de inicio y tirarles una cuerda o algo para que pudieran subir por las rampas, pero el camino a ellos no sería nada fácil.

El pasadizo que tomamos nos condujo a una pequeña bodega llena de barriles cubiertos por el hielo e iluminada por un solo farol. Allí abajo hacía tanto frío y humedad que el aliento se convertía en vaho.

Me acaricié los brazos. Mia, inmediatamente, se abrazó a mí. Le castañeteaban los dientes.

Jetwick, adelantándose, señaló hacia una de las paredes: sobre ella había unas escalerillas verticales que llevaban hacia un agujero abierto en el techo. Si las subíamos, llegaríamos a la planta superior.

Pasé delante y subí los peldaños con gran agilidad. Ya casi arriba, puse un pie cerca del borde del agujero, me impulsé y salí de allí. Acabada la maniobra, ayudé a los demás: saqué a Mirta, a Mia...

Cuando fui a tenderle la mano a Jetwick, vi que no estaba.

Esto no podía estar pasando... lo llamé varias veces y cada vez más alto, pero no obtuve respuesta. 


Jetwick... ¿Por qué él? ¿No podía haber sido yo la que hubiera desaparecido?

-Voy a bajar -anuncié a las chicas-. No os mováis de aquí.

-¡No! -exclamaron al unísono, Mia aferrándose a mi brazo.

-Eria, por favor, no lo hagas -me rogó Mirta-. ¿Y si desapareces tú también?

-Correré el riesgo. No puedo dejarlo aquí solo encerrado como un perro, un lobo o de lo que quiera que vaya disfrazado: es mi mejor amigo.


Volví a los escalones pero, en cuanto fui a bajar un pie, la suela de mi deportiva roja dio contra cristal.

-No... -murmuré-. El agujero... se ha bloqueado.

Puse ambas manos sobre el cristal. Lo aporeé, lo pateé y hasta intenté romperlo con el mango de la guadaña de pega, pero nada dio resultado. Mia también lo intentó, pero el cristal permaneció intacto.

Finalmente, se empañó, se oscureció y no pudimos ver nada más a través de él.

Me quedé en cuclillas. Ya no sabía que hacer. Mis esperanzas de encontrar a todos los demás se habían ido con la desaparición de mi mejor amigo.

-Eria, tenemos que seguir adelante -me dijo Mirta acariciándome los hombros-. Seguro que al final lo encontramos, a él y a todos. Además, Jetwick es muy espabilado; seguro que se las apañará.

-Ojalá tengas razón -respondí con voz áspera y sin siquiera mirarla a la cara-. En fin, no podemos quedarnos eternamente en este sitio. Vayámonos de aquí.

Y, sin despegar la vista del suelo, me levanté empuñando la guadaña, me coloqué la capucha para ocultarme la cara y me separé del agujero con ambas chicas detrás de mí.

Atravesamos una puerta más. La siguiente sala era un amplio comedor, alargado y con grandes ventanales. En cuanto pusimos un pie en ella, éstos se abrieron de par en par, las cortinas que los tapaban ondularon con el viento y pudimos ver la luna llena en lo más alto del cielo nocturno.

-Eri, tengo miedo... -musitó Mia escondiéndose detrás de mí.

Avanzamos poco a poco, yo sujetando la guadaña con ambas manos.

El comedor estaba ocupado casi por completo por una mesa rectangular cubierta por un mantel blanco y polvoriento. Sobre ella había cubiertos, campanas, platos... todos de plata. Ninguno se libraba de las telarañas o del polvo. Pasé un dedo sobre una enorme campana; ¿debía levantarla?

Observé que todos estos objetos estaban, por un extraño motivo, boca abajo.

-Eria...-gimió Mirta-, ahí debajo.
Al ver lo que señalaba, di un respingo y me retiré de la mesa conteniendo el aliento. Bajo la mesa, un líquido rojo oscuro había comenzado a extenderse.

-Por favor, decidme que eso que hay ahí es salsa barbacoa... -rogué a las demás.

-Eri, huele muy mal. Yo no mojaría ni patatas ni nada ahí -me respondió Mia.

Retrocedimos paso a paso hasta que nuestras espaldas se toparon con la pared de la habitación. 


Parpadeé; me había parecido escuchar un maullido que venía desde el exterior.

Mia se abrazó a mí con aún más fuerza: la mesa había empezado a vibrar y la campana plateada se movía de forma extraña. Platos, vasos y cubiertos la siguieron, agitándose de forma misteriosa.

Apreté los dientes y volví a empuñar la guadaña en posición de guardia. Podía ver algo gracias a la luz de la luna, así que me olvidé de mi linterna.

Y la campana, tambaleándose, se levantó y cayó al suelo con un estrépito, acompañada de todos los demás objetos, dejando ver el bulto negro que había bajo ella.

¿Qué era? No lo sabía, pero una vocecita en el interior de mi cabeza me suplicaba que saliera corriendo.

Por desgracia, antes de poder mover las piernas, la masa negra se desmoronó y se desparramó por los bordes como si fuera agua, dividiéndose poco a poco en motas del tamaño de pelotas de ping pong, peludas y con ocho patas. ¡Arañas!

Los bichos rodearon el charco de... ¿sangre? De lo que fuera. Y se agregaron a nuestro alrededor. 


Mia chilló.

Haciendo acopio de valor, corrí hacia la masa negra y deslicé mi guadaña por el suelo para abrirnos camino. Mia y Mirta, visiblemente nerviosas, me siguieron.

Íbamos perfectamente. Sólo un paso más... pero Mirta tropezó con su propio vestido, cayendo cerca de una especie de armario antiguo. Perfecto; ¿por qué en las escenas terroríficas siempre tropieza alguien?

Intenté volver a ella, pero, de pronto, las puertas del armario se abrieron y una mano pálida salió de él.

Mirta, aterrorizada, quiso ponerse de pie y huir, pero ya era demasiado tarde: quienquiera que estuviera dentro del armario estiró el brazo, la agarró y la apresó para arrastrarla hasta dentro.

Oí a la chica gritar mi nombre y yo grité el suyo, pero cuando quise tirar de ella para librarla de aquella cosa las puertas del mueble se cerraron.

Por un segundo, me olvidé de las arañas. Estaba cargada de adrenalina: superar lo que acababa de ver me iba a costar una eternidad. Aun así, me quedaba poco tiempo. Tenía que actuar contrarreloj.

A base de golpes, pude deteriorar las puertas de madera y las forcé con las uñas para que se abrieran. 


De una última patada, la madera emitió un quejido y el armario quedó abierto.

Palidecí: no había absolutamente nada en el interior.

-¡Eria, ayúdame!

Lo que faltaba; ahora mi mejor amiga estaba en peligro.

Con el corazón en un puño, eché a correr, y justo a tiempo. Si me hubiera quedado un sólo segundo más, las arañas ya me habrían alcanzado.

Guiándome por los gritos de Mia, salí del comedor con las arañas pisándome los talones, torcí una esquina y, finalmente, la encontré en un pasillo que no tenía salida.

-¡Para! -me rogó gesticulando con las manos-. ¡Mejor no vengas, capi! ¡He cambiado de idea!

Iba a ignorar sus consejos hasta que, de los lados del pasillo, salieron unos brazos recubiertos de metal que cruzaron unas lanzas por delante mía.

Frené en seco. ¿De dónde habían salido? Echando una ojeada, observé que eran los brazos de dos caballeros representados en unos cuadros de cuerpo entero que había en las paredes.

¡¿Personajes que salían de los cuadros?! ¡Aquello era de locos!

Mia gritó y sentí un escalofrío. Al levantar la cabeza, un fino hilo transparente, como de tela de araña, salió de la pared del fondo y apresó el brazo de Mia. Chilló e intentó luchar, pero miles de hilos más continuaron saliendo y tiraron de ella hacia atrás hasta que, sin más, la pared de piedra la engulló.

Caí de rodillas. Mi mejor amiga... ¿Qué le había pasado? Estaba confusa y débil. No podía luchar.

Me hice un ovillo. Las arañas ya me tenían y los caballeros ya estaban fuera de sus cuadros. Ni el extraño vapor que comenzaba a inundar al pasillo me espabiló

¿Qué más daba? Estaba sola. Ya nada me importaba.


Quizás con el tema de este problema llegue navidad y no ha acabado el especial Halloween... ¡Lo sentimos de nuevo! A cambio, de ahora en adelante se corregirán algunos fallos. ¡Ya veréis cómo avanza la historia!

31 oct 2015

92. Uno por uno

No es esta la fecha en la que nos tocaba subir capítulo, ¡pero todo sea por un especial!
Y rapidito, que esto que acaba de pasar parece una emergencia...

Capítulo 92



Nos faltó tiempo para entrar a la mansión a socorrer a Delmet.

-Mira que le dije que no entrara así... -mascullé mientras corría a la vez que me ajustaba la guadaña de pega a la espalda.

-¡Delmet, aguanta! ¡Vamos a por ti! -sollozaba Mirta justo detrás mía.

La oscuridad de la mansión nos engulló. Encendimos nuestras linternas.

-¿Quiénes estamos? -pregunte levantando la mía-. Imala, Mirta, Jetwick, Mia, Etsu...

-...y yo.

La silueta de Teck quedaba recortada por la luz de fuera, escasa pero suficiente para orientarnos un poco.

Mia lo apuntó directamente, obligándolo a cubrir su cara con las manos.

-¡Bajad eso! -gritó, y Mia obedeció con una risita.

-Anda, ¿al final has decidido entrar? Qué valiente... -solté con ironía.

-Calla. No es que me apetezca mucho quedarme ahí fuera aguantando a Bobby en su estado...

-¡Te estoy oyendo! -oímos una voz-. Sólo... Os cubro las espaldas. ¡Sí! Y también os guardo las bolsas. ¿Y sabéis que? Hasta os puedo conseguir algo salado de comer. ¿Qué tal algo de comida rápida? ¿Voy y compro?

-Pero si te hemos metido en el bosque a la fuerza. ¿Lo vas a atravesar solo?

-Cl-claro. Seguro que por el interés que tengo en salir de aquí bato un récord en velocidad...

La puerta se movió con el viento y él gritó sorprendido.

-¡Bobby! -exclamé con todas mis fuerzas-. ¿Qué le pasa a la puerta? ¡Sujétala antes de que...!

Y la puerta, con un estruendo, se cerró y nos sumió en una oscuridad casi total.

-Perfecto, lo que faltaba -resoplé-. En fin, vamos a buscar a Delmet... antes de que sea demasiado tarde.

Oí a Mirta tragar saliva. 

Empuñando nuestras linternas, nos dimos la espalda y comenzamos a rastrear la zona sin atrevernos a dar un paso para no caer en ninguna trampa. Por lo poco que podía ver, debíamos estar en una sala de baile bastante grande y antigua. Telarañas, muebles polvorientos, una alfombra agujereada... y una trampilla que, emitiendo un clic, se cerró sola en cuanto la enfoqué.

-Equipo, creo que he encontrado algo. Tened cuidado con el suelo.

Seguida por los demás, me encaminé hacia la trampilla y me arrodillé para verla mejor. Era lo suficientemente ancha como para que un chico de doce años pudiera colarse dentro. Delmet...

Bajo las miradas curiosas de mis amigos la forcé, la golpeé e incluso la pateé, pero no ocurrió nada.
¿Y si me ponía encima? No, demasiado arriesgado. Tenía que activarla de una forma diferente.

-Necesito un objeto pesado. ¿Alguien puede acercarme uno?

Imala, con una inclinación de cabeza, rastreó el salón con su linterna y se dirigió hacia un jarrón que parecía bastante frágil. Quiso traerlo guardando su linterna y utilizando ambas manos para transportarlo pero, nada más tocarlo, la lámpara de araña que había sobre nosotros parpadeó y dejó la sala pobremente iluminada.

Imala se llevó una mano a la espalda, sacó su arco y flechas y tensó la cuerda, retrocediendo mientras giraba constantemente la cabeza para vigilar todos los rincones en posición de en guardia.

De repente, noté el suelo vibrando bajo mis pies. Di un respingo y me apresuré a doblar las rodillas para no perder el equilibrio, pero no pude evitar caerme tras una segunda sacudida.

-¡Ay! -grité. Qué costalazo me había dado, qué daño-. Chicos, ¿estáis todos bien?

Oía sus voces, pero muy poco. Quise incorporarme y gritar más fuerte pero, en cuanto puse una mano en el suelo para poder levantarme, noté que me estaba moviendo y me cubrí la cabeza mientras rodaba por el suelo: la habitación se estaba inclinando.

Giré, giré, seguí girando clavándome la guadaña en la espalda, caí a un nivel inferior y acabé golpeando el duro suelo de madera. Mareada y algo dolorida, gemí. Esperaba que alguien me oyera y respondiera.

Algo empezó a deslizarse bajo mi espalda y envolvió mis hombros. Quise gritar, pero me contuve al darme cuenta de que lo que me estaba tocando sólo era Jetwick.

-Soy yo -oí su voz aterciopelada. Con el brazo sobre mi espalda, me incorporó tirando de mi brazo y me ayudo a levantarme. Qué corte... Se había pasado de servicial. Podía levantarme sola.

-Gracias... -musité-. Estoy bien, en serio. Ya vale.

Él no respondió, sino que carraspeó y me soltó. Parecía... ¿nervioso? Supongo que había sido demasiado tajante al hablar con él.

Poco a poco, empecé a oír a mi alrededor murmullos que resultaron ser las quejas de Teck, la voz suave de Mirta, los tecnicismos de Etsu acerca de desplazamientos sobre planos inclinados y también... a Mia.

Estaba llorando. Cuando Mia lloraba, no podía significar nada bueno.

-¡Imala! -gritaba entre sollozos-. ¿Dónde estás, Imalita? ¡No te veo!

Qué mala espina me daba todo aquello. Encendí mi linterna: estábamos en una especie de sótano cuya única vía de escape era una puerta astillada. Estaban las rampas de los lados, pero parecía imposible subir por ellas. Y lo peor: no había rastro de Imala por ninguna parte.

-Equipo -anuncié intentando que mi voz no se quebrara-, hemos perdido a Imala.

Empecé a oír el rumor de las voces de los demás cada vez más alto. ¡Normal! Estaban alterados.

-¡Que no cunda el pánico! -intenté tranquilizarlos-. La encontraremos, a ella y a Delmet. Os lo prometo.

Estaba muy nerviosa y asustada, pero mi labor como capitana era la de proteger y respaldar a mi equipo y eso era lo que iba a hacer. ¡Ojala nuestras dos bajas pudieran aguantar mientras las buscábamos!

-Delmet, Imala... -farfulló Teck-. Míralos, los dos americanos, los dos primeros en caer.

Anda, pues no me había dado cuenta yo de eso.

-Mira por donde, qué curiosa casualidad -exclamó Etsu-. Muy observador, compañero.

-¿Americanos? -pregunté-. Eso significaría que Mirta, que es hawaiana...

-¿Qué? -musitó ella encendiendo su linterna.

-¡¿Qué?! -repitió Teck diez veces más alto, poseído por el espíritu amoroso que, de vez en cuando, lo ponía a hacer alguna que otra locura-. ¡Mirta es mi alma, mi corazón! Si algo le pasara...

Se acercó a ella y quiso abrazarla, pero ella lo hizo retroceder marcándole la mejilla con un golpe que debió escucharse en todos los rincones de la mansión.

-Eso... ha dolido -reconoció apagando su linterna-. Mucho.

Tras haber conseguido que tanto Mirta como Teck se tranquilizaran un poco y que Mia dejara de llorar, decidimos atravesar la puerta astillada para ver adónde nos llevaba. No se podía abrir, así que tuvimos que recurrir a la destreza de Etsu para echarla abajo a patadas. Tras ayudarnos, el educado chico nos dejó pasar y se quedó el último. En cuanto iba a pasar al otro lado, oímos un siseo por encima de nosotros.

-No soy la única que lo ha oído, ¿verdad? -musité.

-Parece que no -dijo Teck colocándose bajo el marco de la puerta-. Tengo buen oído y te lo confirmo.

Tras un crujido, varios tablones de madera se soltaron del techo, precipitándose hacia nuestra posición. Los siguieron ladrillos, piedras, y hasta fragmentos de cristal: la planta superior se estaba derrumbando.

-¡Al suelo! -exclamó Etsu, envolviendo a Teck con una llave que hizo que cayeran hacia atrás.

Los escombros se estamparon contra el suelo. Me dejé caer hacia delante, justo en la dirección contraria en la que se habían dirigido Etsu y Teck, y me cubrí la cabeza. Jetwick cayó justo a mi lado e intentó, igual de servicial que siempre, cubrirnos a Mia, a Mirta y a mí.

Pasado el alboroto, me incorporé, quedándome literalmente fría en cuanto vi que, donde antes había estado la puerta, ahora sólo quedaban ruinas cubiertas por... una dura capa de hielo.

¡Y yo que creía que era cristal! ¿Cómo se había formado una barrera de tal grosor en tan poco tiempo?

Me acerqué y la golpeé con los nudillos. La barrera era inquebrantable: ni oía ni veía nada al otro lado.

Tragué saliva. En fin, sólo quedábamos cuatro...


Nuestro equipo ha comenzado a desaparecer...

¡Los encontraremos, lo prometo! Mientras los buscamos, feliz Halloween, difuntos y noche de los muertos a todos. Aunque... quién sabe lo que pasará mientras avanza la noche.

Madre mía. ¿Qué voy a hacer?

24 oct 2015

91. ¡Ah de la casa!

Empieza la locura... Salimos con todo a oscuras a recorrer las calles, todo sea por los caramelos y por tener algo que contar. ¡Además, aunque sea la primera vez que salimos, este puede ser nuestro último año de truco o trato!

Capítulo 91

Dividirnos parecía una gran idea hasta que descubrimos aquella ruta: por allí solían repartir el mismo número de caramelos por persona sin dosificar según el grupo. ¡Tenían caramelos de sobra! Podríamos ir juntos y no nos haría falta más.

De no ser porque en una de las primeras casas a las que fuimos Bobby fue el centro de todas las miradas, -a los dueños les había gustado su disfraz y había tenido la oportunidad de hinchar pecho y contar algunos chistes para ganar caramelos extra-, ya se habría ido él solo por una ruta más segura.

La rivalidad entre Delmet y Teck era palpable: era llamar a una puerta y ponerse por delante para ver quién tenía el mejor disfraz. Delmet solía anotarse más tantos por tener un disfraz colorido y con un aire nostálgico, pero a Teck no paraban de preguntarle de qué iba disfrazado. Una lástima para ellos que Mirta fuera la más deslumbrante del grupo y que la mayoría de las veces todas las miradas se posasen en ella.

No sólo Mirta les hacía difícil destacar: por lo general, el disfraz de Mia era gracioso y gustaba mucho a las niñas pequeñas, el de Etsu gustaba por lo original que se veía y el de Jetwick era todo un clásico y estaba bien pensado. Imala gustaba bastante a la gente sin ir realmente disfrazada, el mayor chasco para ellos.

Preferí que Imala y Mirta fueran las estrellas del equipo y quedarme atrás: por culpa de mi altura, todos los que me veían solían darme algún caramelo de más acompañado de algún pellizco en la mejilla o carantoña pensando que era la más pequeña del grupo, y eso me irritaba. ¡Ni soy adorable ni quiero serlo! Nota: bajarme la capucha y llevar conmigo algo que me haga parecer más alta para el año siguiente. Si es que había año siguiente...

Probablemente sería nuestro último año para salir a pedir caramelos, así que la oportunidad era única y había que aprovecharla. Realmente me daba igual salir o no, pero Mia se había empeñado y no podía negar que nos estábamos divirtiendo. Yo, gracias a mi corta estatura, podría fingir ser más pequeña y salir un par de años más a llamar puertas si me lo propusiera -sí, era un poco vergonzoso, pero podía valer-, ¿pero y el resto? Delmet ya era muy alto... Habría que encontrar planes para el futuro, como ver películas u organizar fiestas.

Las calles se iban oscureciendo y nos acercábamos al cementerio. Bobby estuvo a punto de darse media vuelta antes de entrar, pero Delmet lo amenazó con no dejarlo dormir a base de historias de miedo para conseguir que entrase. Lo llevamos a rastras, pero al menos no abandonó el grupo. ¡Bien!

No sé por qué Bobby se asustaba tanto... ¡Si no era nada! Tal y como decía Teck, sólo era un lugar corriente con un montón de lápidas -aunque sospechaba que decía esas cosas en vos alta para tranquilizarse a sí mismo...

Delmet no estaba tan asustado: dicen que la ignorancia da la felicidad. Aparte, ¿quién protegería a Mirta si no era él, siempre firme ante el peligro? (Mirta sabía defenderse, pero ya conocéis lo que le gusta a Legend montarse películas). Y, respecto a proteger también a Mia... "puede esperar o irse con Eria", murmuró al ver cómo la princesita trataba de acercarse a él. En parte, lo comprendía.

Pasado el cementerio había aún más casas, aunque con un aire algo diferente: esta vez los que nos daban caramelos, aunque tenían de sobra y nos trataban bien, no parecían tan animados con la fiesta como los de antes. Parecían ausentes y asustados. ¿Temerosos de algo?

-¿Soy yo o la gente que vive por aquí es mucho más sosa? -resopló Teck cuando ya íbamos por la mitad.

-A lo mejor les da miedito esa casa tan grande de ahí -señaló Mia entusiasta.

Bobby giró la cabeza hacia dónde indicaba la chica y, al ver el edificio a lo lejos, dio un respingo y no pudo evitar esconderse tras mi espalda. Mia, sin motivo alguno, lo imitó.

-No es una casa, Mia -le contesté-, es una mansión. ¡Una enorme!

-¡Y seguro que está encantada! -exclamó Delmet bajando los puños. Bobby gimió.

-Encantada o no, miradla bien: va a ser nuestro último destino -sonreí con malicia. Ya tenía un plan.

-¡¿Pero qué dices?! -temblaba Bobby-. ¡Yo ahí no me acerco ni loco!

-Muy bien, como quieras. Si quieres volver, ahí tienes el cementerio. O, si quieres, puedes esperarnos aquí, con todas las luces casi fundidas, tan tenues y con este toque tan verdoso que estamos viendo...

-Y con gusanos venenosos arrastrándose por las calles, y arañas gigantes... -lo atemorizó Delmet aún más-. Puede que hasta hombres lobo. ¡Lastima que no tengamos balas de plata para ellos, o estacas de madera para los vampiros!

¿Hombres lobo? Jetwick carraspeó.

-¡Vale, vale, me habéis convencido! Ahora que la veo bien, la mansión hasta parece bonita: tan oscura, tan elegante, tan enorme...

...

-¡¿Quién demonios se atrevería a vivir en un sitio como éste?! ¡Es horrible!

Bobby, pálido como una sábana, no podía dejar de mirar hacia arriba. La enorme mansión antigua, algo deteriorada pero aún en pie, se erguía sobre nosotros rodeada de un halo bastante tenebroso.

-Pues a mí me encanta -declaró Delmet con los brazos en jarra-. Si estuviera en alquiler...

-...No llegarías ni a pagar la mitad -lo interrumpió Teck, mirando el edificio con recelo.

-¡Dejadlo ya! -exclamó Mirta-. Ya hemos atravesado la peor parte, que era el bosquecillo que rodea la casa. ¡No hay de qué preocuparse, Bobby, has aguantado como un valiente! Bien, ya que estamos aquí, ¿quién quiere llamar a la puerta?

Delmet y Teck, a la par, elevaron un brazo. Lanzándose una mirada de odio, soltaron sus bolsas y corrieron atropelladamente hacia las escaleras de madera, sin esperarnos siquiera.

-¡Quietos los dos! -les grité a pleno pulmón justo antes de que ninguno intentase nada-. ¿Entendéis la expresión “de uno en uno”? ¡Pues ya la podéis ir cumpliendo! Como el dueño se moleste...

Teck, resoplando, se retiró de la puerta y comenzó a darle forma a su pelo en cresta apoyado en la barandilla de madera que rodeaba el porche de la casa.

-Bien, tú ganas, cabezón -le gruñó a Delmet, haciendo que Mirta lo mirase con aún peor cara-. Que te coman los fantasmas a ti primero. Ya nos contarás después.

Etsu, subiendo los escalones y acercándose a él tras haber soltado su bolsa, le palmeó la espalda con una sonrisa. Parecía tranquilo: no debía de creer en fantasmas.

Delmet, loco de contento, tomó la arandela y golpeó la puerta con ella un par de veces. Nada ocurrió.

-¡Oh, no están en casa! -exclamó Bobby con una sonrisa forzada y un aire de lo más teatral-. No vamos a tener más remedio que volvernos...

En cuanto dijo ésto, la puerta comenzó a abrirse lentamente con un chirrido, lo que lo hizo encogerse y gritar del susto.

-¡Mola! -exclamó Delmet sin moverse ni retirar su gran sonrisa de la cara-. ¡Hola! ¿Hay alguien? ¡Venimos en son de paz! ¡Siempre que tengáis caramelos, claro!

-¡No grites tanto! -susurré-. Dales su tiempo para contestar.

La puerta se detuvo, quedando abierta de par en par. No había ni una luz encendida dentro.

-No sé vosotros, pero yo veo una invitación clara a que pasemos -dijo Delmet encogiéndose de hombros-. ¡Vamos, equipo!

Y, sin pensárselo dos veces, dio un paso hacia el interior y se perdió en la oscuridad.

-¡Delmet, no! -intenté detenerlo, pero él ni me escuchaba.

Soltando las bolsas junto a las de Teck, Etsu y Delmet, todos los que aún no estábamos en el porche subimos las escaleras a todo correr.

-Eria... -me miró Mirta con los ojos brillantes.

-¡Eria, tenemos que salvarle! -chilló Mia aferrándose a Mirta por el brazo.

-¿Salvarle? Sí, seguro... Si lo único que ha hecho es entrar -dijo Teck con los ojos en blanco. Etsu negó con la cabeza, oponiéndose a él.

-Lo siento, chicos, pero yo me quedo aquí... -dijo Bobby, retrocediendo hasta volver a la parte baja de las escaleras-. El bosque dará mal rollo, pero la mansión puede conmigo. Salvadlo vosotros.

-¿A quién hay que salvar? -resonó una voz aguda en el interior de la casa.

-¡Delmet! -chilló Mirta-. Del, ¿puedes oírme? ¿Estás bien?

-¡Claro que estoy bien! -replicó él-. ¿Cómo no iba a estarlo en un sitio como éste? ¡Ay!

-¡Del!

-¡Sigo estando bien! He tropezado con algo. Un momento... ¿por qué es diferente el suelo?

Oímos un clic y, tras un golpe que parecía de madera contra madera, Delmet comenzó a gritar hasta que dejamos de oír su voz.

¡Que no cunda el pánico! Seguro que está bien... espero.
Aun así, tenemos grandes noticias: para el día 31 vamos a tener preparado el siguiente capítulo. ¡Sí, eso es la semana que viene! ¿Impacientes por ello?

10 oct 2015

90. ¡Que comience la noche!

Lamentamos las horitas de retraso. Hemos tenido un pequeño percance, pero ya estamos aquí.
¿A que no adivináis lo que hemos preparado para este año?


Capítulo 90

-¡Venga Mia, que es para hoy!

-¡Jo Eri, espera un momento! ¡Me vas a poner nerviosa!

-Yo si que estoy nerviosa...

-¿Eri? ¿Dices algo?

-Esto... ¡No! ¡No he dicho nada! ¡Yo te espero!

Se me iban a quedar las piernas dormidas de tanto esperar ahí de pie. Mia llevaba casi media hora arreglándose - cuando me había dicho que sólo iba a tardar unos minutos.
Ya me estaba empezando a desesperar. Menos mal que, por fin, abrió la puerta de su habitación.

Rodeada de una nube de purpurina y colonia, vi cómo la chica se asomaba lentamente por la puerta. Llevaba puesto un vestido rosa lleno de adornos con una falda que le llegaba hasta los pies. El disfraz se completaba con una diadema plateada que la chica llevaba sobre la cabeza.

-¿Qué te parece? ¿A que es bonito? -me preguntó, dando vueltas sobre sí misma.

Yo estaba sin palabras, y no precisamente porque me fascinase especialmente el vestido de princesa de cuento.

-Mia, tu disfraz... pensaba que ibas a elegir algo que diera más miedo.

-¡Si doy órdenes desde mi reino, sí que voy a daros miedo a todos! -respondió ella algo ofendida.

-Bueno, en ese caso... sí, estás estupenda -dije con un suspiro.

Satisfecha, dio un par de vueltas más sobre sí misma. Por lo menos estaba contenta...

Mirta e Imala ya debían de estar listas, así que fuimos a su encuentro. Efectivamente, ambas nos estaban esperando al final de las escaleras. Mirta, como de costumbre, estaba espectacular: llevaba un vestido de un violeta muy oscuro, casi negro, decorado con jirones que le daban un aspecto muy elegante. Un sombrero de pico le tapaba parte de la cara. Estaba claro que iba de bruja -una bruja buena, cómo no.

-¡Mia, estás estupenda! -sonrió, lo que hizo que Mia hinchara aún más el pecho-. ¡Eria, tú también vas genial! Pero... ¿puedo preguntar de qué vas disfrazada?

Me miré los brazos como si ni yo misma lo supiera; una túnica negra, gastada y con capucha me cubría de pies a cabeza. La prenda tenía los bordes cortados a trizas para que diese la impresión de ser muy antigua.

-Claro que puedes. Sólo me hace falta una cosa más para completar mi disfraz, y entonces ya verás.

Los chicos sí que tardaban. ¡Luego decían que nosotras íbamos a durar! La única que había tardado era Mia, pero ni ella había durado tanto tiempo encerrada en la habitación como ELLOS. Sí, ya sabéis a qué dos me refiero.

Jetwick había sido el primero de los chicos en salir y nos esperaba. Cuando lo vi cara a cara, no pude contener una sonrisa.

-¿Jetwick? ¡Vaya disfraz más original! -lo elogió Mirta cuando nos acercamos a él.

Jetwick dio un respingo. No nos esperaba, así que vi normal que se sonrojara.

Mi amigo se había despeinado las puntas y vestía una camiseta sin mangas y unos pantalones largos, ambos gastados y de un color oscuro. El toque divertido se lo daban las orejas, la cola, los guantes y zapatos -que imitaban unas zarpas- y su nariz pintada de negro. No hacía falta ser muy listo para adivinar de qué iba vestido: de hombre lobo -no de perro, como Mia creyó al principio.

-¿La tienes? -le pregunté. Él asintió con la cabeza, señalando el objeto que había apoyado en la pared junto a él: una guadaña de pega. Me brillaron los ojos del entusiasmo.

-Ahí va... ¡Eres el mejor, Jetwick! -exclamé. Se sonrojaría de nuevo al oírme, imaginé. Lo hizo.

Me acerqué al arma y me la eché sobre los hombros. Me puse la capucha, que me tapaba los ojos.

-¿Y bien? -pregunté a las chicas posando.

-¡Creo que lo tengo! -Mirta parecía encantada-. ¡Y la verdad es que está muy bien pensado!

-¡Gracias! Pensé que tener a la muerte de nuestro lado nos daría ventaja... -sonreí.

-Pues oye, Eria, ya asustas bastante como capitana. ¿Para qué necesitas un disfraz? -dijo alguien.
Esa voz sólo podía ser la de Bobby. Reí ante la ocurrencia.

El disfraz que llevaba le iba que ni pintado: ropa vieja, marcas y cicatrices por todo el cuerpo, algo de maquillaje y un tornillo a cada lado de la cabeza. Un Frankenstein perfecto, sin duda.

-Delmet sigue frente al espejo admirando su figura. No puede tardar mucho -nos informó.

-...O echaremos la puerta abajo de lo contrario -sonreí con malicia, levantándome la capucha.

-¡Eh, recuerda que yo también duermo ahí! -se quejó él. Volví a reír.
-No es momento de dormir -dijo una voz pausada detrás de Bobby, que se puso blanco del susto.

Imala.

-¡No puede ser! ¡No está preparada! -Mia contuvo un grito al verla así, con la misma ropa de siempre.

-Yo fui quien le dije que podía ir así -la defendí-. Ya parece que va disfrazada, ¿verdad?

Ellos se lo pensaron y acabaron asintiendo con un gesto de aprobación.

Quedaba la PEOR parte: Delmet y Teck. Etsu no me preocupaba tanto: estaría esperando dentro. Tardaban tanto que, para entretenernos, nos pusimos a hacer apuestas para ver quién salía antes. Otra media hora después, Delmet salió de su habitación.

Como era de esperar, seguía con su casco, ahora adornado con arreglos de papel y cinta adhesiva. Había cambiado su ropa habitual por un traje azul y rojo de superhéroe. Qué irónico, le iba que ni pintado - aunque el apaño tampoco era muy allá.

-¿Quién soy? -preguntó, abriendo los brazos.

Mirta lo contemplaba de arriba a abajo, fascinada, sin parar de expresar su asombro por "lo bien hecho que estaba el disfraz". Yo también opinaba que no podía haber elegido otro mejor, pero sólo sonreí.

-¿Soy el penúltimo? ¡Eh, estaba esperando para salir el último y hacer una entrada triunfal!

-Pues no te ha salido demasiado bien, me parece.

El que había hablado era Teck. Acababa de salir del cuarto junto a Etsu, que llevaba una peluca gris y una bata que le daba aspecto de científico loco, muy propio de él. El OTRO, por otro lado, iba mucho más arreglado, pero con las puntas despeinadas y la ropa, aunque nueva, arrugada. Tenía unas marcas rojas en la cara y sus cascos inalámbricos aún seguía sobre su cabeza.

-¡Me ha engañado! -exclamó Delmet-. ¡Lo he oído girar el picaporte! ¡Deberías haber salido!

-¿Y qué? ¡No es culpa mía que tú siempre quieras llamar la atención! ¡Eso te pasa por intentar presumir!

Delmet gruñó. En realidad, por mucho que discutieran sabía que, en el fondo, eran iguales en ese sentido: lo que pretendía Teck era hacerlo salir para quedarse con su entrada triunfal. Sería creído.

-Eh... ¿vas disfrazado de algo en particular o el maquillaje ha sido improvisado? -le pregunté.

-No me digas que no lo has reconocido -parecía ofendido-. ¡De zombie! ¡No es tan difícil!

No creía que los zombies pasaran tanto tiempo delante del espejo a excepción suya. Sería por eso que no acerté.

-Lo importante es que estamos preparados -sonrió Etsu, pasando a Teck unas cestas en forma de calabaza para que llegaran a todos-. Sólo nos es necesaria una señal.

-Pues ya os la doy yo -sonreí, desfilando por delante de mi equipo para que todos me siguieran.

A aquella hora no había mucha cola para salir fuera. Menos mal que habíamos elegido salir temprano.

Conseguimos las insignias de salida enseguida y corrimos a la calle con cuidado de no armar demasiado jaleo. Era inevitable que Delmet y Mia no hicieran ningún ruido, pero al menos lo intentamos.

Llegamos a la plaza, nuestro punto de inicio. Etsu me pasó un plano sobre el que señalé la ruta que íbamos a seguir aquella noche. No había muchas luces encendidas a excepción de las que decoraban algunas casas, así que era algo difícil ver en la penumbra. Por suerte, habíamos sido previsores y traíamos linternas para cuando oscureciera.

-Será una broma... ¿Y si nos pasa algo? No me fío de esa ruta, y menos de noche.

-No, no es ninguna broma. Esta es la ruta que tiene más casas y la que mejor ambientada está. Hay que cruzar un bosquecillo y un cementerio, pero nada raro aparte de eso. Venga Bobby, algunas personas de este equipo no suelen celebrar esto. Vamos a divertirnos un poco -le reproché.

-¡Claro, seguro que los no-muertos nos tienen organizada una fiesta, no te digo...!

-¡Y aquí estoy yo para darle un toque al más puro estilo americano! -dijo Delmet golpeándose el pecho.

-Estamos en Halloween, ¿no? -sonreí maliciosamente-. ¡Tendrá que haber alguna fiesta!

¡Efectivamente, tenemos un especial! Sabed que éste sólo es el principio de la noche. ¡Aún puede pasar cualquier cosa!

25 sept 2015

89.Triunfo

Hemos ganado...
Dejemos que la emoción del momento llene todo el estadio.

Capítulo 89

Habría querido hacer y decir un millón de cosas en cuanto Etsu hubo detenido el balón, pero me quedé rígida de la emoción -odio admitirlo, pero me pasó-, y simplemente dejé que los gritos de alegría de nuestro equipo levantaran a todas las gradas. ¡Menuda celebración!

Al final grité yo también. Saltamos hasta quedarnos sin fuerzas y vitoreamos los nombres de Etsu, Teck, Tael, Zenas, Mia... ¡Y el mío! Qué alegría oírlo mientras Ridley me lanzaba miradas asesinas. ¡Tuve que contenerme la risa al verlo así de frustrado! Eso le pasaba por subestimar a nuestros equipos.

Cómo no, a Bobby lo aclamamos más que a ninguno con la esperanza de que nos oyera gracias al jaleo. ¿Lo habría oído? Ni idea, pero ya lo sabríamos en unos minutos: nuestro héroe podía salir de enfermería de un momento a otro, y allí enfrente lo esperábamos. El equipo H-45 no había podido venir, pero nos habían dejado una pancarta firmada por todos para que se la diéramos. Qué atentos...

Delmet ya iba a aporrear la puerta de la enfermería cuando Bobby la abrió con aire triunfal.

Aplaudimos. Tenía tan buena cara que pocos habrían adivinado por todo lo que había pasado y, efectivamente, la lesión no era grave: una venda en el tobillo, algo de reposo y listo. Nuestro compañero hasta podía andar con normalidad, sin necesidad de muletas y sin ninguna dificultad.

-Pues qué rabia, no me voy a perder clase... -había resoplado haciéndonos reír a todos.

Cómo no, lo celebramos a lo grande: al día siguiente, nos tomamos un merecido descanso en una de las mejores cafeterías de la plaza de Azuria y, gracias a las ganancias del partido, pude invitar a todos a los donuts que tanto le gustaban a Bobby.

Daba gusto ver a todos tan relajados y disfrutando del momento. Sin duda, necesitaban y se merecían lo que estaban viviendo. Me había encariñado con ellos tan rápido... Hasta Teck tenía su gracia de vez en cuando. Desde luego, toda esta experiencia me estaba cambiando por completo. Si seguía así, podría llegar a ser la mejor capitana de Golden Podium, y mi equipo el mejor de la historia. ¡Ojalá!

-Oye, Eria... -oí susurrar a Bobby, quien no había tardado en echarse un par de donuts sobre su plato-, gracias por confiar en mí, ¿pero por qué lo hiciste?

Sonreí simulando arrogancia. Sabía de sobra lo que responder.

-Porque, aunque puede que no te acuerdes, fuiste uno de los que más me animó cuando no estaba convencida de si ser capitana. Me dijiste varias veces que lo intentara.

-¿Eso hice?

-Sí. Y fue un buen gesto. Es decir, me convenciste por completo de que no lo haría mal.

Se rió y dio un mordisco a uno de sus donuts.

-Y, cómo no, tenía razón. ¿Por eso creíste que podía acertar una segunda vez?

-Supongo -sonreí-, y, cómo no, tenía razón.

Él, sonriente, me guiñó un ojo y siguió con lo suyo.

-¡Y equipo! -me levanté-. ¡Muchas gracias por el partidazo que nos ha dado puntos cima a todos!

Todos, mientras exclamaban de alegría, aporrearon la mesa para festejar nuestra victoria -Mia fue la que empezó-. Tuve que detenerlos para que los camareros no nos echaran pero, si hubiéramos estado solos, me habría unido a ellos y no habría parado hasta que la mesa se hubiera partido en dos.


...

Colgué. Mi tío, como siempre, había estado tan atento...

¡Qué orgulloso había estado de escuchar todo lo relacionado con mi primera victoria! Eso sí, cada vez me costaba más que se creyera lo que le estaba contando. ¿Cómo un simple partido de fútbol puede volverse tan excéntrico?

Cada vez era más consciente del equipo de lunáticos en el que me había metido: una chica que creía que los unicornios existían a sus doce años, un chico que iba a todos lados con un casco con visera y una ropa tan brillante que dañaba a la vista, una que parecía que iba disfrazada de indio... Las pintas que traíamos no podían ser más extravagantes. ¿Qué más daba? También éramos un equipo de triunfadores.

En cuanto guardé el móvil, oí a alguien aporrear la puerta de mi habitación.

-¡CORREOOO! -gritó una voz femenina al otro lado, y un puñado de cartas pasaron bajo la puerta.

-¿Mia? ¿Qué haces? ¿No era Tania la encargada de hacer eso?

-Sí, sí, pero yo quiero ayudar -oí su voz amortiguada-. ¡Verás que bien reparto! Y... ¡Ay, tengo prisa! ¡Te dejo aquí tu cosa ésta!

Mi... ¿Cosa?

Oí pasos alejándose. Mia seguía anunciando el correo a pleno pulmón, pero conforme se iba alejando menos la oía.

Llena de curiosidad, recogí las cartas del suelo y las puse sobre el escritorio. Muchas eran para Mirta, pero la chica estaba en la cafetería y tardaría un poco en volver. ¿Y para mí? ¡Había una carta! Pero también estaba la cosa que decía Mia...

Algo nerviosa, abrí la puerta, encontrándome a la altura de mis pies un paquete del tamaño de una caja de zapatos. No podía ser...

Estaba tan impaciente por saber lo que era que cerré la puerta de golpe, haciendo demasiado ruido. 

Me senté sobre la cama de Mirta, paquete en mano, y un papel doblado cayó sobre mis rodillas.
Me quedé muda en cuanto lo desdoblé y vi que la letra era la de mi tío. Decía:

Querida Eria, capitana honorífica de Golden Podium:

Esta pequeña sorpresa es una maravilla que, un poco por la fuerza del destino, ha llegado hasta mí con el propósito de que te lo mande.

¿Sabías que tu academia tiene una serie de marcas de productos propia? ¡Yo me enteré hace nada! Si no sabes de lo que te hablo, comprueba lo que te traigo con tus propios ojos. ¡La de coleccionistas que ansiarían tener lo que acaba de caer en tus manos! ¡La de deportistas que querrían usarlo en las competiciones!

Dicen que da buena suerte en momentos decisivos. ¿Qué haces que todavía no los has abierto?

Firmado: Ian, tu compinche.

Pdta: acuérdate de mí cada vez que lo lleves encima.

Con las manos temblándome de la emoción, desenvolví el paquete un poco a lo bruto y le quité la tapa.

No podía creerlo... Eran unos guantes de competición. ¿Cuánto debían de haberle costado?

Me los probé enseguida asegurándome los cierres de las muñecas. Eran negros, de medio dedo y con un rectángulo recortado en la palma. Eran tan suaves y cómodos... La palma, además, era de un material que permitía agarrarse a superficies lisas con más facilidad.

Eran el mejor regalo del mundo.

Mi tío... cómo lo odiaba por no haberme dicho nada. Al mismo tiempo, cómo lo quería...

Guardé la caja a buen recaudo en el armario rotatorio en el que Mirta tenía todo su material, medio escondida la balda que quedaba libre: la de arriba. Efectivamente, tuve que subirme a una silla para llegar a ella. ¿Cuándo demonios me tocaría dar el estirón?

Volví a la mesa con los guantes aún puesto: mi carta. ¿Quién la habría escrito?

Me quedé helada cuando vi quién era el remitente: Jetwick.

¿Para qué me escribía? No tenía ninguna necesidad. ¿O sí? ¿Habría algún problema?

Suspiré aliviada en cuanto volteé la carta y vi que ponía entre paréntesis el mensaje “no urgente”. A pesar de ello, estaba intrigada por saber lo que ponía.

–¡Eria! ¿Se puede? –llamaron a la puerta. Abrí rápidamente un cajón y deslicé la carta dentro.

–Claro, Mirta. ¿Qué es lo que pasa?

–Una reunión. Hay eventos tras los exámenes y necesitamos saber qué planes tienes para nosotros. Sólo será un momento.

–¡Enseguida voy! –dije, dejando atrás la carta de Jetwick y saliendo de la habitación.


¿Qué habrá en la misteriosa carta? Esperemos saber la verdad más adelante... ¡Siento no poder ocuparme de su contenido en este momento!