El equipo

El equipo

A veces...

Lo más divertido de la vida es el no saber el qué te deparará el futuro, ¿verdad? ~Eria Jumps

(Esta historia es ficticia, o al menos según Junie; Eria aún se opone completamente a esta idea...)

Golden Podium es un proyecto tanto escrito como dibujado que lleva en pie desde 2012. Tenemos una novela, dibujos, tiras... ¡y hasta un Motion Book! #goldenpodiumcomic

30 mar 2013

6. ¿Qué haría yo sin ti?

¡Por poco no llego a tiempo por la lluvia!
Aunque subamos las entradas los viernes muchas veces redactamos por la noche, por lo que el tiempo va pasando... hasta que acaba el día.
Es decir, si el nuevo capítulo no está subido el viernes, el sábado por la mañana estará sin falta :D

Resulta que en el capítulo anterior tenía que enfrentarme a un grupo de chicos de mi curso siendo solo una y sin tener apenas fuerzas para recuperar mi mochila. Ya casi la tenia, ¡pero escuché un coche a mis espaldas!


Capítulo 6

Antes de que pudiera girarme, la mochila me golpeó en la cara, empeorando mi dolor de cabeza. Caí al suelo, pero al menos ya tenía mi mochila.

Mientras tanto, el coche se acercaba a gran velocidad. La adrenalina recorría todo mi cuerpo. ¿Se pararía? ¿Me habría visto? ¿Podría esquivarlo? Me levanté, observando... al conductor.

Seguramente no habría podido si hubiera sido cualquier otro coche. Pero el color, la marca. ¡La matrícula! ¡Podía reconocer al conductor!

Me calmé, sintiéndome de repente completamente segura de lo que hacía.

El coche aceleró. Me sentía uno con el conductor de aquel coche. Estábamos completamente sincronizados. Aceleró a la velocidad exacta que me hacía falta. Los "gorilas" esperaban.

Mochila en mano, salté. Caí sobre el capó junto con el objeto. Apoyando en él mis manos, ahora libres, llegué hasta el techo para luego arrastrar la mochila hasta arriba, todo a la velocidad de la luz.

Mis perseguidores ahora eran los perseguidos. Se apartaron del camino para esquivar al coche. Di un grito de alegría. A pesar de todo, aquella maniobra había acabado con mis últimas energías. Caí de rodillas, cada vez sujetándome con más dificultad.

El coche aminoró la velocidad. Se abrió la ventanilla del coche, y me acerqué para ver al conductor.

-¿Qué tal se va por ahí arriba? -preguntó mi tío.

-He tenido días mejores -respondí. La otra ventanilla, la trasera, también se abrió.

-¿Prefiere usted interior o exterior?- Preguntó con sorna.

Le sonreí. Pasé mi mochila por la ventanilla justo antes de hacerlo yo. Me tumbé sobre los asientos y volví a respirar. Costaba.

-¿Qué ha sido esta vez?- Formuló, como si estuviese ya acostumbrado.

-Sólo les devolví la pelota que me habían lanzado al tejado. Se enfadan rápido.

-¿Y han sido ellos los que te han hecho lo de la frente?

-No, eso me lo he buscado yo. Choqué contra una farola mientras corría. Fue justo después de lanzarme por la ventana que hay enfrente de mi clase, la de la segunda planta.

-Genial. ¡Para ti es peor chocar contra una farola que saltar desde un edificio de dos plantas!

Nos reímos. A mi tío sentía que podía contarle cualquier cosa. No como...

-¡Has batido un récord personal! ¿También voy a tener que callarme esto delante de tu madre?

-Sí, por favor -respondí, mirando por la ventanilla. Como... a ella, acabé de pensar la frase. 

Suspiré. A veces me daba la sensación de que mi madre me trataba como si tuviera la edad de Stephie, mi hermana pequeña.

-Si fueses otra te habría convencido de que todo lo que haces es peligroso. Pero siendo tú... Me recuerdas a mi padre de joven.

El resto del camino lo pasamos en silencio. De un salto me había desplazado hacia el asiento del copiloto. Al llegar a casa, me bajé del coche recogiendo la mochila.

-Quedan diez minutos para que Stephie salga del colegio. Procura que tu madre no te vea lo de la frente.

Me calé la capucha y le enseñé un pulgar hacia arriba. Él arrancó el coche y se alejó, despidiéndome con la mano. También me despedí.

Llegué a casa y llamé al timbre. Miraba al suelo, con los dedos cruzados tras la espalda.

La puerta no tardó en abrirse. La cara de mi madre apareció tras la puerta. Llevaba puesto su delantal de cocina. Me dio el típico abrazo que te deja sin respiración.

-¡Neri, cielo! ¡Ya era hora de que vinieras! ¿Cómo es que has llegado tan tarde?

-Quería dar un paseo -respondí de forma seca. Avancé con la intención de pasar y subir a mi habitación, pero ella seguía en medio.

-¿No tienes calor con la capucha puesta?

-Llovía-. ¡Maldita sea, eso me pasa por intentar responder rápido! ¡Podría haberle dicho algo más 
creíble, para variar!

-Cariño, pero si hace un sol radiante.

-Una nube encima del colegio. Como las nubes de verano -ya acababa de arreglarlo.

-¿En serio? ¿A estas alturas?

-Eso parece -¡me quedaba en blanco por momentos!

-¿Y dando el paseo?

-Así no me daba el sol -¡eso estaba algo mejor!-.Voy arriba y me la quito, ¿vale?

Buff, qué segundos más eternos. Solté la mochila en la habitación y fui directamente al cuarto de baño. Armándome de valor, conté hasta tres y me levanté la capucha. Sólo tenía una marca pequeña, pero era verdad que se me notaba.

En un cajón del armario encontré lo que usaba para disimular todos los golpes que me daba, una especie de maquillaje. Mi tío me lo había comprado hacia las fechas del Halloween pasado, cuando me raspé una mejilla al practicar un paso de break dance. De esa forma evitamos el interrogatorio de mi madre. Recuerdo que ese día aprovechamos para llenar el carro de sprays para el pelo y maquillaje de terror.

Era una buena forma de que mi madre no se diese cuenta de mis accidentes. A ella no se los podía decir. Me tapé la marca...

Escuché el teléfono. Como la gente no solía llamar para hablar conmigo, no fui a contestar. Hasta que me di cuenta de que esa llamada era para MÍ.

Fui corriendo hacia el salón. Tenía que contestar antes que mi madre. ¡Tenía que colgar lo antes posible!

Pero ella estaba más cerca. Tuve tiempo de ver cómo descolgaba el teléfono mientras me dirigía una sonrisa.

-¿Sí? ¡Buenas tardes! ¿Puedo ayudarle? Sí, está conmigo... ¿Le da usted clase?

-Me iba a pillar. Traté de arrebatarle el teléfono, pero ella no paraba de moverse por el salón.

-No creo... Sí, llegó algo tarde del colegio. ¿No cree que está exagerando un poco?

Ya no había escapatoria. Me dirigí a mi habitación y me encerré en ella. Una vez más, entendí por qué mi ventana tenía rejas: ¡si no las tuviera, podría haber saltado por ella en miles de ocasiones!

Miraba por esta ventana con el corazón en un puño. Me hubiera gustado que nada de eso hubiera sucedido.

Mi madre empezaba a subir la voz. La escuché soltar algún que otro grito agudo y cambiar el tono de forma brusca. Noté la garganta seca. ¡Me había pasado tres pueblos, sin duda!

Mi madre colgó. La casa estaba tan silenciosa que parecía estar vacía. Escuché pasos.

Me iba a matar. Me iba a matar. Contuve la respiración. Esperé unos segundos que me parecieron horas. "Tienes que ser evasiva. ¡Negar, negar, negar!" pensaba.

Y de repente...

¡Sonó el timbre!

Miré por la ventana. ¡Mi tío ya estaba de vuelta! Cuando él estaba cerca, me sentía mucho más segura.

Escuché a mi madre dirigiéndose hacia la puerta. El sonido de las bisagras. Mi madre gritando, mi tío tratando de calmarla y Stephie, cómo no, haciendo ruido de fondo.

Dejé escapar un largo suspiro. Esperé. Seguí esperando. ¡Casi se hizo de noche cuando acabaron de discutir! Entonces escuché como mi tío se dirigía a mi cuarto.

-Ya me encargo yo de todo -dijo una voz amortiguada.
¡Menudo alivio! Una vez más, tan puntual como siempre.


Efectivamente, mi tío siempre ha estado ahí cuando me ha hecho falta. ^^

Tuvimos una agradable conversación que no me importaría repetir ese mismo día, pero ya hablaré de ella el viernes que viene...

22 mar 2013

5. ¡Buen golpe!

¡Lo prometido es deuda! Aunque Junie estaba ansiosa por subir de golpe -curioso, pega con el título-todo lo que tenía escrito, la he frenado un poco. ¿Qué gracia tendría si no?

En el capítulo anterior había conseguido sobrevivir a una caída de dos pisos, pero había perdido la mochila, como bien podéis recordar. ¡Ahora estaba en manos de mis perseguidores! Las cosas parecían poder arreglarse, ¡pero, como me pasa siempre, se tuercen!

Capítulo 5

No me dio tiempo ni a pensar el “quién” de la frase “quién habrá puesto ESO ahí”. Tampoco me dio tiempo a recalcular mis movimientos con una pirueta, ni a girar.

En el preciso momento en el que giré la cabeza por completo, acabé dándome de bruces contra una farola.

Noté un golpe seco contra mi cabeza. Perdí el equilibrio y caí al suelo de espaldas. Traté de abrir los ojos, pero no pude. Además, la larga carrera me había dejado sin aliento.

“¡Vamos, arriba! ¡Como no te levantes, el burro que te persigue te va a alcanzar!”

Pude abrir los ojos, pero no me sirvió de mucho. Lo veía todo borroso y dando vueltas a mi alrededor. Ni siquiera podía mover un músculo. Noté cómo vibraba la tierra bajo mi cuerpo. Eran pasos. ¡Me estaban alcanzando! ¡Tenía que darme prisa!

No era momento de quejarme. A pesar de que el dolor de cabeza no me dejaba ni pensar ni moverme, forcé todo mi cuerpo intentando levantarme. No dio resultado.

“A lo mejor puedo desplazarme... sin tener que levantarme”

Rodé por el suelo, ésta vez en horizontal. De esa forma, me aparté del camino. Reptando, me escondí tras un coche cercano que estaba aparcado cerca de la acera. 

Los brutos llegaron hacia donde yo estaba. Oía sus voces distorsionadas:

- ¡...Cerca! ¡...Huido! ¡...Aquí!...

Sus pasos secos era lo que más resonaba en mi cabeza. Pasado un rato, se fueron. Sí, tenía que recuperar mi mochila, pero pensé que lo mejor era evaluar los daños. 

Empecé a volver a respirar -con normalidad, al menos-. Cuando conseguí moverme, apoyé la espalda sobre el coche que me ocultaba. Me pase una mano por la frente. Noté por el tacto dónde me había dado el golpe. Genial, se me había quedado la marca. Por lo menos seguía consciente.

Pasé allí un rato hasta que me cansé de dejar margen de tiempo. Me dolía a rabiar la cabeza y todavía me tambaleaba al ponerme de pie. Apoyada en el coche, me coloqué la capucha. No estaba en condiciones de ponerme a perseguir a los que tenían mi mochila, pero, si no la recuperaba, sabía que me esperaría una buena al volver a casa.


...

Con la capucha calada y a paso animado, me dirigí hacia mi casa. Ya no sabía qué hacer. De momento, me colaría por una ventana para descansar un rato y buscaría a los matones luego. Seguro que podía localizarlos de alguna forma.

-¡Eh, cabezota! ¿Se te ha perdido algo?

Mira que suerte. Me sujeté la capucha mientras subía la cabeza. Era evidente, sabía que iban a pasar por allí. Ya había pensado en eso, pero el único plan que tenía para ese caso era... improvisar.

Dos gorilas a mi espalda y el jefe justo delante, con mi mochila en la mano. No podía enfrentarme a ellos. Eran más fuertes que yo y no estaba en condiciones de pelear. Lo principal: esquivar sus golpes, agarrar la mochila y buscar la forma de huir. Eso era todo.

Me levanté la capucha. Miré al de delante con el semblante serio. En cuanto me vio la marca de la frente, empezó a reírse como buen burro que era. Los otros también, a pesar de que yo les daba la espalda. Sólo reían porque su jefe lo estaba haciendo.

-¿Tanta confianza tenías cuando te tiraste por la ventana? La próxima vez que trates de matarte, intenta que te salga bien -dijo, acompañado de risas.

-A ti te habría salido a la primera.
Se puso serio; era evidente que yo tenía razón. Alerta, él sabía que no me andaba con chiquitas.

-Podría hacerte un pequeño favor. ¿Te gustaría que acabase de arreglarte la cara?

De forma inesperada, se acercó a mí a toda velocidad, empuñando mi mochila con un grito de guerra. Los de atrás le imitaron.

Salté sobre sus cabezas dando una patada hacia atrás. No tenia la misma habilidad que siempre. 

Caí de forma inestable. Adelanté una pierna y me apoyé en ella para no caer de rodillas.

El bruto pareció darse cuenta. Continuó la trayectoria de la mochila con un giro completo. Los otros dos, que se habían frenado en seco, fueron golpeados por ella. Me agaché para esquivarla. A diestra y siniestra, el bruto continuó dando bandazos con ella. La esquivé moviéndome hacia los lados, de vez en cuando con una pirueta básica.

-¿No sabes que es de malísima educación pegarle a una chica?

-Lo sé, pero tú... no cuentas. Estás como... en el medio -carcajada odiosa.

Aquello no iba bien. Una de las cosas de la que más tardaba en recuperarme era de mi dolor de cabeza, que empeoraba con cada movimiento brusco. Si no paraba de moverme, había un momento en el que no podría soportarlo. Me cansaba demasiado rápido para lo que estaba haciendo. Tenía que recuperar la mochila lo antes posible.

Dando una última voltereta, caí mirando hacia el camino que llevaba a casa, con los tres burros en medio. Yo no era la única que parecía cansada: mi rival también parecía estar aburriéndose de todo aquello. Debía tener cuidado; puede que tratase de usar su golpe de gracia.

Escuché un leve ruido. Creía reconocerlo: estábamos en medio de la carretera. Aunque por allí apenas pasasen coches, eso no quería decir que no lo hicieran.

Ahí fue cuando la cara de mi rival se iluminó con una sonrisa.


Es un capítulo algo corto, pero intenso. ¡Ya tenemos el siguiente preparado, y lo subiremos el viernes que viene!

18 mar 2013

4. ¡Aún quedan cabos por atar!

¡Uf! ¡Perdón por pasar tanto tiempo fuera! Lo bueno es que ya hemos vuelto. Mientras June vuelve cargada de energía (solo le queda controlarla) yo vuelvo agotada. Aún así, hoy continuaremos con la rutina.

Hemos decidido que a partir de ahora subiremos capítulos los viernes, debido a que, como es el último día de la semana, siempre hay un hueco para escribir. Si en alguna ocasión no podemos escribir, lo haremos previamente, o algo después. ¡Es agotador tratar de escribir un capítulo por día!

Continuemos con la historia, desde aquella ventana del capítulo 3:

Capítulo 4

Mientras caía, analizaba la situación. Bien.Te acabas de tirar desde un segundo piso de espalda delante de todo el curso. Nereida, esta vez te has superado.

Aunque el corazón me iba a mil revoluciones, sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Me calmé y me concentré. Ahí estaba el primer piso. Sólo un poco más...

Perfecto. Estaba a la altura ideal para mi maniobra. ¡Ahora!

Di una patada contra la pared, dando un par de vueltas de campana para quedarme en vertical. Unos cuantos giros sobre mi eje y mantuve la pared a mi espalda. Unos pocos metros antes de llegar al suelo, cerré los ojos. La caída. Ahora tenía que concentrarme de verdad.

Lo hice. Un salto mortal doblándome sobre mí misma y ya estaba. Tras caer de pie, rodé por el suelo hacia delante. Terminé con una rodilla clavada en el asfalto y la otra levantada. Llevé una mano hacia abajo, sujetando un objeto pequeño en ella que había estado a punto de caerse de mi bolsillo. El codo contrario lo tenía sobre la rodilla levantada. Me había quedado con una pose bastante buena...

¡Puntuación perfecta de cien sobre diez! ¡El público la aclama, señores! ¡Vitorean su nombre! ¡La adoran!

Se acabaron los chistes. Apenas llevaba milésimas de segundo en el suelo. En la posición en la que estaba, me di un pequeño impulso.

Y empecé a correr.

Eché la vista atrás. No sólo los del segundo piso se asomaban a mirar por la ventana; los de la primera planta también parecían haberse enterado de lo que se cocía por arriba.

Mientras corría, encendí mi móvil, el objeto que casi rompo. Tenía la corazonada de que iba a estar en apuros si no lo llevaba encima, y no me equivocaba. Era un pedazo de ladrillo sin conexión a internet que sólo servía para llamar, pero tampoco necesitaba más. 

Atravesaba el parque. Necesitaba llamar a mi tío para que rescatase mi mochila cuando fuese a por Stephie: me la había dejado arriba al hacer frente al gorila. 

Me agazapé tras un arbusto para recuperar el aliento. El móvil estaba comunicando cuando me pareció escuchar un ruido. Al principio no le di mucha importancia, pero cuando vi, uno, quién era, y dos, que se acercaba, corté la llamada. Era el gorila, con mi mochila y varios como él por detrás. 

¿Cuánto tiempo llevaba allí escondida intentando manejar las opciones del teléfono con la mano temblando? ¿Lo suficiente como para que me pillaran?

-¡La vi dirigiéndose hacia aquí! ¡Puede que ellos no me crean, pero estoy seguro de haberla visto! 
¡No puede estar lejos!

Perfecto. ¿A quién no creían ahora? A él, por supuesto. Aun así, tenían la mochila que yo debía recuperar.

Pasaron por mi lado. Cuando ya estaban lejos salí de mi escondite. Aunque intenté hacer el menor ruido posible, mis nervios me delataron; pisé una rama. Uno de ellos volvió la cabeza y me vio. 

Empezó a gritar como loco mientras sus amigotes se se unían a él.

-¡Ahí está! ¡No dejéis que se escape!

Salí de mi escondite y empecé a correr. Ellos eran más fuertes, pero yo era más rápida. Tenía poca resistencia, pero seguí corriendo. Salimos del parque hacia una parte más urbanizada. Cuando vi que les ganaba cada vez mas distancia, hasta me pareció divertido.

-¡No huyas, cobarde! ¡Tarde o temprano te pillaremos!

No me iban a pillar. En todo caso, tendría que ser al revés. Tenía que acercarme por la espalda para recuperar mi mochila, probando cualquier estrategia en la que no tuviera que cruzar una sola mirada con ese burro.

Les di esquinazo. Ya no podrían alcanzarme. Volví la cabeza sin dejar de correr. Reí.
Cuando volví a mirar al frente, ya era demasiado tarde.

Creo que os volvemos a dejar en ascuas. ¡No hay problema, este viernes seguiremos con los capítulos!

7 mar 2013

3. ¡Sorprendente!


Antes de nada, me gustaría avisar algo: esta semana estaré compitiendo, y además Junie tiene ciertos asuntos de los que ocuparse, por lo que no podremos subir nuevos capítulos :(

¡Pero bueno, una semana es una semana, solo tenéis que ser pacientes, que ya volveremos!

Mientras tanto, os dejamos un nuevo capítulo. ¡A lo mejor lo que pasa en él os deja algo... sorprendidos!

Capítulo 3

Una mano me bloqueó el paso hacia la puerta. Un chico grande, de cara redonda y achatada. El de siempre. Lo conocía bastante bien.

-Hombre, qué tal -dije evasiva, mirando al suelo. Esquivé su brazo.

-¿Cuantos tornillos tiene tu bombilla? -preguntó riéndose. Su séquito venía detrás. ¿Acaso una bombilla tiene tornillos? No lo creo.

-Bien, otro de tus chistes malos. A ver... ¿Que pasa si digo que no tiene tornillos?

-¡Bien, imbécil! ¡Ya se te han caído todos los tornillos de tu cabezota! ¡Enhorabuena! -los otros se reían a carcajadas. Pero qué malo... no tenía ni gracia ni sentido.

Aparte, me estaba dejando por estúpida y, al mismo tiempo, metiéndose con mi cabeza de una forma bastante cutre. No habría piedad. Solté mi mochila en el suelo.

-Ah, sí, me parto. Qué mérito. ¿Cuánto tiempo llevas preparándote ese chiste? Con razón hoy no te sabías lo que preguntaban, por estudiarte frases como esa durante toda la tarde.

-Vaya, conque ahora nos ponemos chulos, ¿No, niñata? -se puso a la defensiva.

-Oh, deberías estudiarte alguna frase más por si se me ocurre contraatacar como ahora, ¿no crees?

- Mira quien habla, la que ya las tiene preparadas.

-Mira quien habla, el de la poquísima imaginación. ¿No sabes decir nada sobre la marcha?

El público empezó a animarse. Algunos murmuraban algo sobre una pelea.

Con la guardia baja debido a los murmullos, mi rival aprovechó para agarrarme del brazo y retorcerlo. Emití un gemido casi inaudible. Hay que reconocer que me estaba enfrentando a uno de los más fuertes del curso. Dolía, pero no me iba a dejar llevar.

-Mira machota, ¿Quién te crees respondiéndome de esa forma? ¿No te enseño nada tu papá?

Eso me mosqueó. No veía a mi padre desde hacía un milenio. Mucho tiempo.

Ahí fue cuando saqué mi as de la manga. Con un pequeño salto, elevé mis pies del suelo, colocándome completamente en horizontal. Con un rápido movimiento, giré sobre mí misma como un destornillador y deslicé mi brazo hacia fuera, quedando libre. Me elevé sobre mi contrincante y caí en pie tras él haciendo una voltereta en el aire. Ambos nos dábamos la espalda.

Todos miraban impresionados. Mi don para hacer piruetas. Sí que me había tocado una habilidad útil... y llamativa.

Sacudí el brazo, haciendo que la sangre volviese a circular mor mis venas. La multitud estaba muda.
El imbécil estaba que echaba humo por las orejas. Lo escuchaba gruñir. Eso me divertía.
De repente la cosa dio un giro. El de detrás empezó a lloriquear como un niño pequeño.

-Oh, ¿Que pasa? ¿Quién quiere ir ahora con su papá? ¿Te acompaño a casita?

-Tú... ¿Por qué eres tan mala conmigo? ¡Primero me pegas y luego...te ríes de mí!

Aquello era demasiado bonito para ser cierto. Tuve una corazonada. Cuando me di la vuelta para reírme un poco de su cara, se ordenaron las piezas del puzzle. La profesora de última hora de la mañana estaba justo detrás suya. El sonreía de forma siniestra. Apreté los dientes. ¡Pues claro! ¿Cómo no me había dado cuenta de ello? ¡Todo era un farol para hacerse la víctima!

La multitud empezó a dispersarse mientras murmuraba, más que nada para observar la película que se había montado sin que les llamasen a ellos la atención.

-¡Nereida, preciosa! ¡Esa no es forma de hablarle a un compañerooo!

La gota que colmó el vaso. Me había vuelto a llamar preciosa, y esta vez sí tenía un motivo que echarme en cara. Creo recordar que la agresión física es una falta grave. En todo caso, el “grave” podría haber sido perfectamente el llorica, no yo.

La profe parecía exigir una respuesta. Si las miradas fulminaran, seguramente me habría muerto dos veces. El otro se reía por detrás.

-¡Pero si fue él! ¡Me provocó! ¡yo sólo me defendí!

-¡Pero ese no es un motivooo para pegarle preciosa! -me replicó. Llevaba el día entero queriendo soltarme algo a la cara, estaba segura.

Todos murmuraban lo más levemente posible para poder escuchar.

Empezaba a tener calor. Dijese lo que dijese, no estaría de mi parte. Ya no había vuelta atrás.
Di unos pasos hacia atrás. Tenía todas las de perder, tenía que pensar rápido. 

Habría continuado dando pasos hacia atrás si no me hubiera golpeado la espalda contra algo. 

Esperaba encontrar pared, pero di contra cristal. Dándome la vuelta, abrí la enorme ventana con la que me había topado. Estábamos situados en un segundo piso, la altura era vertiginosa. Miré hacia abajo. Una ligera brisa me alborotó el pelo.

-¡¿Me estás escuchandooo?! -empezaba a ponerse algo histérica. Demasiado tarde, ya se me había ocurrido algo. Ya no había quien me parase. Me tranquilicé; algo básico para salir de allí con éxito.

“Lo mejor para librarse un numerito que se haya armado es... ¡Taparlo con uno más grande!” Pensé para mis adentros.

Agaché la cabeza e hice exactamente lo mismo que había hecho el pedazo de burro que analizaba mis movimientos: gemir y lloriquear. Hasta me salió una lagrimita. Pero ese no era el plato fuerte de mi plan.

Levanté la cabeza y me centré en el papel. Miré a los ojos de la profesora.

-Pensé que usted era una persona comprensiva... ¡Que daba oportunidades a todos los alumnos de este centro! ¡Que entendía los defectos de cada alumno! ¡Cualquiera puede tener un mal día! Lástima que ya haya causado un daño irreparable. ¡Es evidente que soy la peor de todo este centro! ¡Les he fallado a usted y a todos, profesora! ¡Me siento la persona mas arrepentida del planeta, y ojalá pudiera arreglarlo todo de de alguna forma!

Atención a todas las caras. Mis compañeros mudos, mi contrincante sin creerse una palabra y mi profesora... creo que impresionada, aunque quizás más por el discurso que acababa de soltar que por lo que decía.

Me senté en el borde de la ventana metiendo las manos en los bolsillos. Agaché de nuevo la cabeza, imitando una llantina. Desde luego, sería degradante verme en vídeo.

-¡Baja ahora mismo, preciosaaa! ¡Vas a acabar cayéndote por la ventanaaa!

Ya estaba otra vez con lo de preciosa. Ojalá borrase pronto lo de preciosa. Mas le valía.

-¡Querida profesora, sólo la muerte podría borrar un error como éste!

Perfecto. Lo había clavado. Había hecho una rima. Y ahora venía la parte divertida.

Me balanceé en el borde de la ventana hacia delante y hacia atrás. La profe parecía tener un gesto entre preocupación y furia. El bruto me miraba con curiosidad. Me lanzó una mirada asesina. Me estaba retando. Podía leer sus ojos: me veía incapaz y débil. No me conocía.
Yo sonreía. No era un farol, y él parecía empezar a darse cuenta.

Volví la vista hacia él. Todo pasó rápido, a apenas una décima de segundo, aunque a cámara lenta. Sólo él pareció percatarse de aquel momento fugaz en el que le lancé una mirada que quería decir:

“Atrápame si puedes”

Y me dejé caer al vacío ante la vista de todos.

6 mar 2013

2. ¿Qué fue lo que pasó?

Bueno, lo siguiente que voy a contar es algo... "estático" para mi gusto.

No sé ni por qué comencé esta conversación con aquella chica. Aun así, creo que esto puede servir para conocerme un poco mejor. Quizás así estéis un poco más al corriente de la historia, u os sirve como dato clave de ésta. 

Pero, a continuación se complicaron las cosas...

Capítulo 2

-¡Muy bien! Ya que hemos acabado con la lectura, vamos a corregir los deberes.

No me acordaba de lo que había mandado, pero sabía perfectamente que lo había hecho el día anterior.

-Oye... ¿Qué había de deberes?- preguntó mi compañero de al lado.

-Pues... No me acuerdo- dije, dejándolo a cuadros. Supongo que yo era la única que NO memorizaba el número de página. Ni del número de actividades. Lo veía excesivo.

Crucé las piernas y me llevé los brazos tras la cabeza. Miré hacia el techo, haciendo memoria.

-Era una página del tema... que estábamos dando... Una página con una tabla de color amarillo señalada con una flecha, ¿No? -titubeé.

-¡¿Alguien necesita clases para aprender a sentarse bieeen?!- Me gritó la profesora. Estuve a punto de caerme de la silla mientras intentaba corregir la postura. El de al lado sonrió. Nos llevábamos... bien. Más o menos.

-¿Tus debeeeres? -la profesora miró mi cuaderno. No pareció demasiado contenta cuando vio que había hecho los ejercicios-. Bieeen, así me gusta preciosa.

Me dio rabia. Lo de llamarme preciosa y lo de que tuviera que salirse con la suya, ambas cosas. Me alegré de tener un motivo para que no tuviera que echarme una bronca.

Por suerte, a los dos ejercicios corregidos sonó el timbre del recreo.


Llevaba un rato apoyada en mi árbol, con la mirada perdida en el mar. Así pasarían todos los recreos del resto del curso, por lo que podía ver...

En ese momento se me acercó una chica rubia de bote con una trenza y una camiseta rosa pálido, además de una cortísima y estrechísima falda vaquera.

-¡Buenos días! Te he visto aquí sola y he pensado que te gustaría... Bueno, hablar y todo eso. ¡Seguro que tienes un montón de cosas de las que hablar! ¡Pues como yo! ¿Quieres que te cuente algo?

-No gracias, estoy bien aquí- Le respondí. Ya le había cortado el rollo.

-Ah, bueno, pues vale -hubo una breve pausa de un par de minutos que a ella debieron de parecerle años-. ¿Y por qué estás sola?

Buena pregunta. La verdad es que caía bien a la mayoría de la gente. Aun así, no tenía ninguna pandilla a la que pegarme. No me disgustaba.

-Soy muy independiente -le respondí-. Además, mejor solo que mal acompañado. Esta edad... Bueno, reduce los temas de conversación.

Unas chicas con el pelo liso e idénticas entre sí pasaron hablando sobre si su mejor amiga había roto ya con el rubiales de turno. ¿Hay que hablar de eso de forma obligatoria siendo chica?

-¿No te parece divertido y emocionante? ¡A mí me encanta estar al día!

Sí, divertido sería, por la de idioteces que soltaban. Lo de emocionante... No lo tenía tan claro. Tampoco me interesa estar al día... de esa forma.

Silencio.

-Y... ¿No se acerca la gente a hablar contigo? ¿Como yo?

Otra pausa. ¿Debería darle un premio? No demasiada gente era amable conmigo. Más que nada porque no tenía ninguna preferencia con respecto a grupos de personas.

-Yo... soy el mar -dije mientras miraba fijamente hacia el horizonte. Veía el mar.

-Tú... ¿Qué?- Preguntó. Esperaba que no lo entendiera. Era normal.

-Nada, una cursilada que se me ocurrió un día. Olvídalo, me ha dado por decirlo en voz alta.

-¡Ay! ¿Tú no eras la que estaba siempre con aquel chico tan majo? ¿El que se fue del "cole"?

Casi todos los del instituto veníamos del colegio de al lado, así que conocíamos algunas cosas sobre los demás.

-Ah, si te refieres al que sólo duró un año. Sí, supongo. Era mi mejor amigo.

-Y entonces... ¿Se fue?

-Le está bien empleado. A mediados de curso se convirtió en alguien... distinto. Sólo se preocupaba por sí mismo. ¡Hasta intentó quitarme del medio! Sabía que se iba y me atacó por la espalda, a mí y a todos. Suerte que ya no lo voy a volver a ver. Y yo que confiaba en él... Me lo había prometido...

No me podía creer que se lo hubiera dicho TODO. Bueno, apreciaba que escuchase, no era tan mala después de todo. Además, al fin y al cabo, en la vida no existe un botón de deshacer.

-Oh... Qué triste, ¿No? Y, ¿qué pasaría si volvieses a verlo? ¿Qué harías?

-No voy a volver a verlo. Nunca. Estoy segura. Más le vale no encontrarse conmigo.

Sonó el timbre. Sin despedirse, la alegre chica se alejó dando brincos. Suspiré. A veces, un recuerdo es tan fuerte que el tiempo es incapaz de borrarlo. Y lo peor, los malos recuerdos son los más difíciles de olvidar...

1. Desde el comienzo


Bueno, aquí empieza mi historia, desde un día normal y corriente del que vuelvo del instituto.
Antes de ingresar en la academia, pasaron las dos o tres semanas más largas de mi vida. Algo marca estas semanas: traté de librarme de una situación complicada, y la compliqué todavía más. De no ser por aquello, no sé si se habrían terminado fijando en mí para enviarme a la academia...

Capítulo 1

A veces en la vida se te presenta una oportunidad única con dos únicas respuestas posibles. Una de ellas te aparta de problemas y te ayuda a continuar tu vida con toda normalidad; la otra opción es capaz de cambiarte la vida por completo, llenándola de elementos que sólo aparecen en las películas, siendo así la opción más peligrosa. Aun así, las emociones fuertes me divierten. Lo más divertido de la vida es el no saber el qué te deparará el futuro, ¿verdad?

Un día normal como otro cualquiera. Abrí la puerta de mi habitación y dejé caer la mochila a los pies de la cama. Yo también me dejé caer sobre ella. Estiré la espalda haciendo que me crujiera. Los rayos de sol iluminaban la habitación de forma cegadora. A duras penas, conseguí entreabrir los ojos. Todo lo que veía eran puntos luminosos que se difuminaban, debido al fuerte cambio de iluminación.

Aunque podía haberlo hecho, no me quité la sudadera con capucha. Le tenía demasiado aprecio. Ya la lavaría más tarde. Si no fuese porque tenía el pelo corto, ya me habría deshidratado.

Recorrí mi habitación con la mirada como si intentase revisar que todo seguía en su sitio. Mis libros, mis muebles y mis objetos personales aparecían en mi campo de visión. El que siguiera algo deslumbrada no me impidió descubrir algo sobre mi escritorio, algo que no debería estar allí. Algo que me puso un poco de los nervios.

Me levanté de golpe, produciendo que me diera un pequeño mareo. Apoyé pesadamente las manos sobre mi escritorio. Allí estaba el fallo. Todo mi escritorio lleno de pegatinas de muñecas y unicornios rosas. Sólo había alguien capaz de hacerme eso, de reducido tamaño y una sonrisa demasiado grande. Y sabía perfectamente donde se encontraba. Cerca. Sonreí de forma siniestra.

Como no estaba viendo la televisión, estaría justo al lado. En la habitación contigua (en la que casi no se podía entrar por el desorden) mi hermana Stephie, de seis años, estaba tirada por el suelo, con una muñeca en cada mano. Me acerqué sin hacer ruido y la sorprendí por la espalda. Dio un pequeño grito al darse cuenta de que estaba detrás.

-¡Ah! ¿Pero que haces aquí, Nereida? ¡Estás interrumpiendo la hora del té! -gimió.

Así me llamo. A mi padre le gustó el nombre, por la mitología. No me pega un nombre tan pijo como ese (una Nereida es una especie de ninfa, de hada) pero tampoco puedo quejarme. Los hay peores.

Mi hermana pestañeó. Tira bastante a ser cursi. Y ese tipo de personas me ponen de los nervios.

-Oh, perdona, pensaba estar invitada -dije en tono meloso con una mirada sarcástica.- Hasta había traído un regalo para la señorita. Esto no será tuyo, ¿Verdad? -le enseñé una de las pegatinas del escritorio pegada en el dedo. Una corona de princesa, supongo.

Stephie se ruborizó poniendo cara de niña mona. Todavía no se hace a la idea de que conmigo no funciona esa cara.

-Muy bien. Si no pruebas tu inocencia, me temo que tendré que... ¡EJECUTARTE! -dije sacándome la otra mano de la espalda. En ella llevaba una pistola. De balines, claro, pero a Stephie cualquier pistola le causa el mismo efecto.

-¡AAAAHHH NOMETOQUESNOMETOQUEEES! -Gritaba como loca-. ¡MAMÁAAA! ¡ME ESTÁ APUNTANDO CON UNA PISTOLAAA!

-¡Hazle frente, forastera! -respondió mi madre divertida. Yo ya había acorralado a mi hermana.

-Ooh, que pena, tu salvadora piensa que la película va sobre vaqueros. Yo me lo imaginaba más como... Un drama policiaco. ¿No crees, mi pequeña rehén? ¿Unas últimas palabras?

-Te... ¡ODIOOO! -respondió.

Aquello pudo conmigo. Hice una mueca, agaché la cabeza y empecé a reírme a carcajadas. ¡Lloraba de la risa! Casi no me tenía en pie. Stephie no entendía ni jota. Se me quedó mirando con los ojos brillantes. Cuando me calmé, regresé a mi habitación y me eché sobre la cama. Coloqué los brazos bajo mi cabeza. Mi hermana es demasiado inocente. Aunque en el fondo la quiero y es tan solo una niña pequeña, adoro hacerle trastadas.

Escuché barullo en su habitación. Parecía haber continuado con sus juegos. Ya no se acordaba de nada. Cerré los ojos y sonreí.

-Lo mejor para librarse de un numerito que se haya armado (como el de las pegatinas) es... ¡taparlo con uno más grande! -pensé para mis adentros.

Me levanté de golpe (mareándome por segunda vez) y me dirigí dando tumbos al cuarto de baño para echarme agua en la cara.

Una vez allí, miré hacia el espejo de cuerpo entero. Me fijé en mi sudadera azul eléctrico con capucha, cremallera y bolsillos a la que tenía tanto cariño. Me fijé en mis leggins negros y zapatos rojos, cubiertos por unos grandes calentadores de un blanco azulado. Demasiado caluroso para el clima de hoy, pero era lo que me sentía sentir yo misma. 

Me fijé en mi pelo castaño claro, corto con un largo mechón enrollado en mi lado derecho y varios mechones que caían tras mi oreja en el lado izquierdo, menos uno que me la tapaba parcialmente al caer por delante. Me fijé en mi frente despejada y empapada en sudor ya enfriado. Miré hacia los enormes ojos oscuros del espejo, de color cafá y mirada transparente, que se fijaban en todo detalle con un brillo curioso. Con la luz, mis ojos tomaban un brillo color avellana.

Era fácil leerme la mirada. Leí en ella mi estado de ánimo como si mirase a otra persona. Leí también en ellos todo lo que me había pasado a lo largo del día: nada especialmente interesante.

Hice un gesto de saludo al espejo. Como buen espejo, él me lo devolvió. Intercambié una sonrisa con mi reflejo. Finalmente, me refresqué la frente. Otro día corriente de mi vida pasaba...

5 mar 2013

Soy Eria. ¡Bienvenidos a mi blog!

Ya, sé que está todo un poco manga por hombro, pero acabo de crear este blog  con Junie y la verdad es que nos queda mucho por hacer...

Dejad que os presente mi historia...

¿De qué voy a hablar en este blog?
Hace poco me ha llegado una oportunidad única que no he podido rechazar: ¡me han aceptado en una academia para deportistas de alto rendimiento! ¡Toma ya!
Desgraciadamente, a mi abuelo le ocurrió exactamente lo mismo que a mí, que fue elegido. Lo digo como si fuera algo malo porque, aunque las cosas le fueron bien... no volvió nunca de una competición.
Pero yo voy a volver, prometido. Me irá mejor, ¡lo presiento!

¿Qué es Golden Podium?
Por lo visto, en esta academia se prepara a personas para convertirlas en deportistas de alto rendimiento. Su localización es secreta: ¡Incluso nosotros tenemos que usar nombres falsos o "alias" para cubrir parte de nuestra identidad!
Las plazas son ilimitadas, por lo que somos muchísimos. Nos dividimos en equipos nombrados por una letra y dos números; mi equipo, en concreto es el F-06. En cada equipo hay un capitán y un subcapitán, más el entrenador. También están los equipos rivales que nos asocian al empezar el curso, con los que a veces compartimos clase si es que no competimos.

¿Cómo se entra en la academia?
Hay tres formas de entrar en la academia. La primera, ser seleccionado por tus habilidades; la segunda, tener familia o amigos que tengan relación con la academia y puedan solicitarte una plaza tras superar un "examen" de ingreso. La tercera, conseguir contactar con la academia para hacer el examen. ¡La última forma es la más difícil, en mi opinión! ¡Contactar con la academia es casi imposible!
Si no superas el examen de ingreso, hay una última forma de entrar: pagando una enorme cantidad de dinero con el fin de ser entrenado. ¡Solo casos especiales!

No nos adelantemos a los acontecimientos; mejor dejadme que os cuente esta historia desde el mismísimo principio:

Bueno, creo que ya he escrito suficiente por hoy...
¡Empezaremos muy pronto!