El equipo

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A veces...

Lo más divertido de la vida es el no saber el qué te deparará el futuro, ¿verdad? ~Eria Jumps

(Esta historia es ficticia, o al menos según Junie; Eria aún se opone completamente a esta idea...)

Golden Podium es un proyecto tanto escrito como dibujado que lleva en pie desde 2012. Tenemos una novela, dibujos, tiras... ¡y hasta un Motion Book! #goldenpodiumcomic

7 mar 2013

3. ¡Sorprendente!


Antes de nada, me gustaría avisar algo: esta semana estaré compitiendo, y además Junie tiene ciertos asuntos de los que ocuparse, por lo que no podremos subir nuevos capítulos :(

¡Pero bueno, una semana es una semana, solo tenéis que ser pacientes, que ya volveremos!

Mientras tanto, os dejamos un nuevo capítulo. ¡A lo mejor lo que pasa en él os deja algo... sorprendidos!

Capítulo 3

Una mano me bloqueó el paso hacia la puerta. Un chico grande, de cara redonda y achatada. El de siempre. Lo conocía bastante bien.

-Hombre, qué tal -dije evasiva, mirando al suelo. Esquivé su brazo.

-¿Cuantos tornillos tiene tu bombilla? -preguntó riéndose. Su séquito venía detrás. ¿Acaso una bombilla tiene tornillos? No lo creo.

-Bien, otro de tus chistes malos. A ver... ¿Que pasa si digo que no tiene tornillos?

-¡Bien, imbécil! ¡Ya se te han caído todos los tornillos de tu cabezota! ¡Enhorabuena! -los otros se reían a carcajadas. Pero qué malo... no tenía ni gracia ni sentido.

Aparte, me estaba dejando por estúpida y, al mismo tiempo, metiéndose con mi cabeza de una forma bastante cutre. No habría piedad. Solté mi mochila en el suelo.

-Ah, sí, me parto. Qué mérito. ¿Cuánto tiempo llevas preparándote ese chiste? Con razón hoy no te sabías lo que preguntaban, por estudiarte frases como esa durante toda la tarde.

-Vaya, conque ahora nos ponemos chulos, ¿No, niñata? -se puso a la defensiva.

-Oh, deberías estudiarte alguna frase más por si se me ocurre contraatacar como ahora, ¿no crees?

- Mira quien habla, la que ya las tiene preparadas.

-Mira quien habla, el de la poquísima imaginación. ¿No sabes decir nada sobre la marcha?

El público empezó a animarse. Algunos murmuraban algo sobre una pelea.

Con la guardia baja debido a los murmullos, mi rival aprovechó para agarrarme del brazo y retorcerlo. Emití un gemido casi inaudible. Hay que reconocer que me estaba enfrentando a uno de los más fuertes del curso. Dolía, pero no me iba a dejar llevar.

-Mira machota, ¿Quién te crees respondiéndome de esa forma? ¿No te enseño nada tu papá?

Eso me mosqueó. No veía a mi padre desde hacía un milenio. Mucho tiempo.

Ahí fue cuando saqué mi as de la manga. Con un pequeño salto, elevé mis pies del suelo, colocándome completamente en horizontal. Con un rápido movimiento, giré sobre mí misma como un destornillador y deslicé mi brazo hacia fuera, quedando libre. Me elevé sobre mi contrincante y caí en pie tras él haciendo una voltereta en el aire. Ambos nos dábamos la espalda.

Todos miraban impresionados. Mi don para hacer piruetas. Sí que me había tocado una habilidad útil... y llamativa.

Sacudí el brazo, haciendo que la sangre volviese a circular mor mis venas. La multitud estaba muda.
El imbécil estaba que echaba humo por las orejas. Lo escuchaba gruñir. Eso me divertía.
De repente la cosa dio un giro. El de detrás empezó a lloriquear como un niño pequeño.

-Oh, ¿Que pasa? ¿Quién quiere ir ahora con su papá? ¿Te acompaño a casita?

-Tú... ¿Por qué eres tan mala conmigo? ¡Primero me pegas y luego...te ríes de mí!

Aquello era demasiado bonito para ser cierto. Tuve una corazonada. Cuando me di la vuelta para reírme un poco de su cara, se ordenaron las piezas del puzzle. La profesora de última hora de la mañana estaba justo detrás suya. El sonreía de forma siniestra. Apreté los dientes. ¡Pues claro! ¿Cómo no me había dado cuenta de ello? ¡Todo era un farol para hacerse la víctima!

La multitud empezó a dispersarse mientras murmuraba, más que nada para observar la película que se había montado sin que les llamasen a ellos la atención.

-¡Nereida, preciosa! ¡Esa no es forma de hablarle a un compañerooo!

La gota que colmó el vaso. Me había vuelto a llamar preciosa, y esta vez sí tenía un motivo que echarme en cara. Creo recordar que la agresión física es una falta grave. En todo caso, el “grave” podría haber sido perfectamente el llorica, no yo.

La profe parecía exigir una respuesta. Si las miradas fulminaran, seguramente me habría muerto dos veces. El otro se reía por detrás.

-¡Pero si fue él! ¡Me provocó! ¡yo sólo me defendí!

-¡Pero ese no es un motivooo para pegarle preciosa! -me replicó. Llevaba el día entero queriendo soltarme algo a la cara, estaba segura.

Todos murmuraban lo más levemente posible para poder escuchar.

Empezaba a tener calor. Dijese lo que dijese, no estaría de mi parte. Ya no había vuelta atrás.
Di unos pasos hacia atrás. Tenía todas las de perder, tenía que pensar rápido. 

Habría continuado dando pasos hacia atrás si no me hubiera golpeado la espalda contra algo. 

Esperaba encontrar pared, pero di contra cristal. Dándome la vuelta, abrí la enorme ventana con la que me había topado. Estábamos situados en un segundo piso, la altura era vertiginosa. Miré hacia abajo. Una ligera brisa me alborotó el pelo.

-¡¿Me estás escuchandooo?! -empezaba a ponerse algo histérica. Demasiado tarde, ya se me había ocurrido algo. Ya no había quien me parase. Me tranquilicé; algo básico para salir de allí con éxito.

“Lo mejor para librarse un numerito que se haya armado es... ¡Taparlo con uno más grande!” Pensé para mis adentros.

Agaché la cabeza e hice exactamente lo mismo que había hecho el pedazo de burro que analizaba mis movimientos: gemir y lloriquear. Hasta me salió una lagrimita. Pero ese no era el plato fuerte de mi plan.

Levanté la cabeza y me centré en el papel. Miré a los ojos de la profesora.

-Pensé que usted era una persona comprensiva... ¡Que daba oportunidades a todos los alumnos de este centro! ¡Que entendía los defectos de cada alumno! ¡Cualquiera puede tener un mal día! Lástima que ya haya causado un daño irreparable. ¡Es evidente que soy la peor de todo este centro! ¡Les he fallado a usted y a todos, profesora! ¡Me siento la persona mas arrepentida del planeta, y ojalá pudiera arreglarlo todo de de alguna forma!

Atención a todas las caras. Mis compañeros mudos, mi contrincante sin creerse una palabra y mi profesora... creo que impresionada, aunque quizás más por el discurso que acababa de soltar que por lo que decía.

Me senté en el borde de la ventana metiendo las manos en los bolsillos. Agaché de nuevo la cabeza, imitando una llantina. Desde luego, sería degradante verme en vídeo.

-¡Baja ahora mismo, preciosaaa! ¡Vas a acabar cayéndote por la ventanaaa!

Ya estaba otra vez con lo de preciosa. Ojalá borrase pronto lo de preciosa. Mas le valía.

-¡Querida profesora, sólo la muerte podría borrar un error como éste!

Perfecto. Lo había clavado. Había hecho una rima. Y ahora venía la parte divertida.

Me balanceé en el borde de la ventana hacia delante y hacia atrás. La profe parecía tener un gesto entre preocupación y furia. El bruto me miraba con curiosidad. Me lanzó una mirada asesina. Me estaba retando. Podía leer sus ojos: me veía incapaz y débil. No me conocía.
Yo sonreía. No era un farol, y él parecía empezar a darse cuenta.

Volví la vista hacia él. Todo pasó rápido, a apenas una décima de segundo, aunque a cámara lenta. Sólo él pareció percatarse de aquel momento fugaz en el que le lancé una mirada que quería decir:

“Atrápame si puedes”

Y me dejé caer al vacío ante la vista de todos.

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