El equipo

El equipo

A veces...

Lo más divertido de la vida es el no saber el qué te deparará el futuro, ¿verdad? ~Eria Jumps

(Esta historia es ficticia, o al menos según Junie; Eria aún se opone completamente a esta idea...)

Golden Podium es un proyecto tanto escrito como dibujado que lleva en pie desde 2012. Tenemos una novela, dibujos, tiras... ¡y hasta un Motion Book! #goldenpodiumcomic

15 jul 2021

118. Conversaciones en el coche

Capítulo 118

-‎Su nombre es Allan, pero apenas disponemos de información sobre él -explicó Etsu-. No tenemos conocimiento sobre su habilidad o la relación que mantiene con el resto de su equipo.
-‎Lo que yo no entiendo es: ¿por qué alguien como él? -hice gestos con las manos-. No parece la clase de persona que aguantaría el ritmo de una maratón.-‎Eso digo yo -me señaló Bobby desde el asiento de atrás-. Que yo no soy quién para juzgar a nadie, pero al menos soy consciente de que no aguanto ni medio kilómetro.
-‎¡A lo mejor su apariencia es engañosa! -Mirta me guiño un ojo.
-O quizás oculten algún oscuro plan entre las sombras- susurró Imala llevándose los dedos índice y corazón de ambas manos a los labios.
-‎Seguramente. El D-32 la tiene tomada con nosotros, así que es posible que nos estén guardando algo sucio.
-Iugh -Mia hizo una mueca.
-‎Como si importase -resopló Teck levantando una mano del volante-. Me trae sin cuidado lo que pretenda toda esa gente.
Mirta puso los ojos en blanco. Tan fantasma como siempre.
-‎Teck, nos hace falta un plan para contraatacar. ¿Recuerdas lo que son capaces de hacer?
-‎Necesitaríamos datos para poder elaborarlo -me corrigió Etsu-. Datos de los que carecemos
-‎Ya has oído a mi compi -rió Teck-: no es momento de pensar en ellos. Vamos, yo no me voy ni a molestar en dedicarle un segundo a un equipo tan lleno de imbéciles.
-‎Bueno, aparte de Ridley, no sé qué pensar del resto. Allan no parece gran cosa y Mystery es buena gente -todos asintieron-. Rex no. Es como un perrito faldero. Ese me cae mal.
Teck silbó y todos se pusieron a aplaudir. Se ve que acababa de decir lo que todos pensaban, y verlos así hizo que me diera la risa hasta contagiarlos a todos.
-¿Es que no me habéis escuchando? ¡En mi furgoneta ni nombrarlos! -repitió Teck, tratando de parar de reír-. Venga, vale, ahora en serio: ¿por qué no ponemos algo más agradable en el ambiente?
Etsu, respondiendo a su comentario, pulsó un botón de la radio, haciendo sonar una canción de un par de décadas de antigüedad.
-¡Eh! -exclamó Teck con aire ofendido-. ¿Etsu? Ese no era el disco que tenía puesto. ¿Puedes quitar tu música y poner la mía?
Etsu rió por lo bajo y supe de sobra por qué: a Teck se le había olvidado cambiar el disco, dejando dentro el mismo que llevaba puesto cuando habíamos ido a por el material. Echarle la culpa a Etsu era su forma de guardar las apariencias, y qué suerte que estuvieran ahí para cubrirlo.
Me giré y le sonreí a Mirta con picardía. Creo que todos sabíamos de sobra de quién no era el disco.
-¿Poner tu música? -Mirta ladeó la cabeza con aire inocente- a mí me gusta esta.
Me tapé la boca para contener la risa. Se la acababa de jugar, pero bien.
-¿Sí? ¿E-en serio? -habría dado cualquier cosa por haberle visto la cara a Teck.- Bueno, supongo que no está tan mal... Vale, vale: sólo esta.
No sé por qué le pasaba, pero cuando Teck hablaba con Mirta se comportaba como si no tuviera neuronas, lo que me hacía muchísima gracia. Al menos esta vez no le había impovisado un poema.
-¡Capitana! ¿Me recibes? -la potencia del grito de Delmet me sobresaltó-. ¡Ya tenemos imagen!
Etsu se hizo con la tableta y me la pasó para que pudiera enseñarla al resto. ¡Se veía la línea de salida con todo detalle! Hasta me pareció ver entre la multitud la melena despeinada de Jetwick.
-¡Jetwick! -activé mi micro-. ¡Buena suerte!
El led de la carita sonriente se iluminó. Perfecto: los guantes funcionaban.
Una nube de confeti apareció tras los corredores y, entre vítores, pudimos oír el pistoletazo de salida. La música de Teck nos tenía animados, así que la imagen nos hizo levantar los puños.
¡Equipo! -grité- ¡hora de ponerse manos a la obra!

117. Línea de salida

Capítulo 117

-Muy bien, repasemos... -lista en mano, eché un vistazo de arriba a abajo a la equipación de mi compañero-. ¿Llevas los guantes de leds? Jetwick asintió.
-¿Las zapatillas atadas? ¿El micro encendido? ¿Estás seguro de que lo llevas todo?
-Eria, que no eres su madre -se mofó Teck.
-Calla un momento, ¿quieres, Teck? ¿No puedo tomarme la molestia de que mi compañero esté preparado ?
Jetwick sonrió. Hacía un día soleado, despejado y con la temperatura perfecta para salir a la calle sin abrasarse de calor. De momento todo había salido a pedir de boca y no esperaba menos de la carrera.
La verdad es que nos habíamos esforzado bastante para dejar todo cubierto antes de aquel día. Hasta habíamos escondido una cámara el cuarto de Jetwick por si Ridley se la jugaba mientras dormía, pero ni un solo movimiento sospechoso. Eso me hacía pensar en dos opciones: o Ridley sospechaba de que estaba siendo grabado o creía que podría con nosotros, cosa en la que, por supuesto, estaba equivocado.
-Bien, Jetwick, parece que estás listo -le coloqué las manos sobre los hombros-. Recuerda: nos tienes ahí. Usa los guantes y el micro, ¿de acuerdo? Y, oye...
No sé por qué me dio por hacerlo, pero lo abracé. Fue algo espontáneo, algo que ni siquiera pensé antes de hacer. Lo que leéis: yo, Eria Jumps, dando abrazos.
-...buena suerte, Jetwick. Confiamos en ti.
Tras el abrazo, me lo vi con la mirada perdida y sonrojado de pies a cabeza, creo que sonriendo. Se dio la vuelta para comenzar a caminar hacia la línea de salida, pero sus pasos eran lentos y torpes. Si se tropezaba antes de llegar, con algo de suerte caería sobre césped.
Lo despedí con la mano. Se había esforzado muchísimo a pesar de todo lo que había pasado recientemente. Debo confesar que estaba muy orgullosa de él.
Cuando me giré, me vi a todo mi equipo poniendo caras traviesas, juntando las yemas de los dedos y levantando las cejas. Sus sonrisas bobaliconas me ponían nerviosa.
-Venga, no seáis así -puse los ojos en blanco-. ¿Cuántas veces tengo que decir que no hay nada de eso?
-¿Nada que tú sepas? -Bobby bajó la cabeza-. Eria, ¿tú te has visto?
-Ha sido divertido -rió Mirta, tapándose la boca con una mano.
Suspiré. A decir verdad, nunca me había parado a pensar en ello con detalle. ¿Qué debería haber?
Antes de que pudiera llegar a ninguna conclusión, mi equipo ya se había esfumado. Miré a mis lados y los encontré caminando hacia el horizonte, a varios metros de distancia: tuve que esprintar para alcanzarlos.
Golden Podium no se encontraba excesivamente lejos, así que apenas gastamos tiempo en ir al aparcamiento subterráneo y meternos en la furgoneta, ahora convertida en nuestro transporte de suministros. Hasta le habíamos retocado el sistema de radio para poder comunicarnos mejor entre nosotros. Empezaba nuestra parte del plan, la más divertida de todas.
El plan era simple: nos mantendríamos comunicados por auriculares conectados a la radio y sabríamos el estado de Jetwick gracias a los guantes de leds: sólo tendría que pulsar un par de botones sobre sus nudillos y la señal se enviaría a un panel con símbolos como caras sonrientes, exclamaciones y demás cosas que nos dirían si iba bien o no.
-Teck, Etsu, activad la radio- ordené-. Llamad a Legend.
Delmet no estaba con nosotros en aquel momento: era el encargado de aportar la vista aérea desde su ala delta, así que debía estar a punto de salir si es que no estaba ya en el aire. La radio soltó un pequeño zumbido antes de que pudiéramos oír su voz.
-¡Ey, capitana! ¡Hace un día estupendo para levantar el vuelo!
-Dejemos el teatro aparte, Legend. ¿Cuánto te queda?
-Sólo saltar, ¡y me muero de ganas por hacerlo! En cuanto esté os mando la imagen, OK?
-Entendido. No tardes demasiado.
En cuanto Legend echase a volar, lo veríamos todo desde la tableta de Etsu. No podía esperar para ver cómo funcionaba el invento.
-¿Nos ponemos en marcha? -preguntó Teck echando la vista atrás, preparado para soltar el freno de mano.
-Por supuesto -lo apunté con el índice. El motor comenzó a ronronear-. Mia, ¿tienes el informe sobre los rivales que se han presentado a la carrera?
-Tornado está -no paraba de mover las piernas, como si ver tantos nombres juntos le hiciese una tremenda ilusión-, no sé, el resto son de fuera, Eri. Espera: está Allan, de los malos del D-32
Levanté una ceja.
-¿Quién es Allan?
-Lo conoces seguro -habló Bobby-. Es el chaval este del D-32 que llama poquito la atención.
-Yo también lo recuerdo -Etsu enderezó la espalda desde el asiento del copiloto-. Se trata del estudiante con aspecto enfermizo que sirvió a Left durante los acontecimientos de la guerra de comida.
-Sí, el que sujetaba las cajas de cereales -puntualizó Teck.
-¿Ese? -se podía notar en mi voz que me resultaba difícil creerlo. No pude evitar bromear sobre el asunto-. ¿Ese chico tiene nombre?

116. Recuerdos de un día encapotado

Capítulo 116

-¿Estás segura de que este es el lugar?
-Completamente. Sigue recto.
Maletero cargado, sólo nos quedaba hacer una cosa más antes de volver a Golden Podium: cumplir mi pequeña petición personal. No esperaba menor actitud de sorpresa cuando llevé a Teck hasta la costa con mis indicaciones.
-¿Me tomas el pelo? Hay mil tiendas y sitios a los que ir en pleno centro. ¿Qué se te ha perdido en la costa? No hay tanto que hacer...
-Ya verás. Sólo espero que no me hagas demasiadas preguntas y te portes bien.
Puso los ojos en blanco.
Aparcamos la furgoneta en la esquina de un solar cubierto de polvo y arena. A pesar de ser mediodía, no había más que unos cuantos turistas repartidos por los alrededores. Y vallas: muchas vallas.
-Hace demasiado calor para estar fuera un día como hoy -puntualizó Teck-. Lo suyo sería no tardar mucho... a no ser que hayas traído bañador.
No me corto en decir que Teck fue bastante pesado durante todo el camino: se quejó, preguntó mil veces las mismas cosas, etcétera. Por suerte, ese día la paciencia me duró más que otras veces, quizás porque iba pensando en mis cosas. Sólo cuando nos acercamos al sendero de tierra y rocas que llevaba a nuestro destino pareció percatarse de adonde quería ir.
-Espera un momento -detuvo mi escalada-, ¿no estarás pensando en...?
Tampoco contesté. Quien calla, otorga.
Ahí fue cuando, por fin, decidió cerrar el pico. Teck era una persona a la que todo le traía sin cuidado, pero recordemos que me había visto caer aquel día y hasta me había ayudado a defenderme. Nunca lo reconocería, pero algo se preocupaba por mí.
Era verdad lo de que hacía calor: tuvimos que detenernos en mitad de la escalada para descansar un poco. Teck por lo menos iba en manga corta: yo me vi obligada a quitarme mi valiosa sudadera y a atarla a mi cintura.
Entonces llegamos: un bosque vallado, zarzas mustias y un puñado de rocas en escalera a metros de distancia sobre el nivel del mar. Estábamos, por fin, en el antiguo mirador. Respiré hondo, di unos pasos y perdí la vista en el horizonte.
Teck se cruzó de brazos y esperó. Sólo cuando se aburrió de estar allí de pie decidió romper el hielo.
-¿Este era el sitio al que tanto querías ir?
Asentí. Inspirando hondo, me acerqué con cautela al borde para tener mejores vistas.
-Te parecerá un poco raro que te lo haya pedido -reí con un toque de incomodidad.
-Supongo, más teniendo en cuenta que Ridley te empujó hasta ahí abajo.
No sé por qué, reí más alto.
-Ya, ya. Qué locura de día, ¿verdad? -me agaché un momento-. Ridley está mal de la cabeza, yo aún peor. Pero qué te digo... Sonará masoquista, pero necesitaba volver a este sitio para hacer un poco de terapia de choque.
No me cuestionó. Asintió con más seriedad a la que yo estaba acostumbrada a ver en él.
-Menuda historia tienes tú con los acantilados -puso los ojos en blanco-. Tú y tu familia.
Me había leído bien. Era evidente que todo acantilado por el que pasaba me hacía pensar en mi abuelo. Suspiré.
-Ya me ves... aunque dudo mucho que mi abuelo cayera por aquí -No hice comentarios al respecto, pero aquel no se parecía al sitio de mis sueños-.Debió ser en otra parte donde arriesgó su vida.
-Arriesgar su vida... -bajó la cabeza y siseó, puede que riendo por lo bajo-. No pretendo ofender, pero... ¿arriesgarse por una competición? Hay que ser demasiado suicida para hacer algo así.
-Eso creía yo, pero... no sé, tuvo que haber algo más. No es que mi abuelo tuviese mucha cabeza, pero por lo que sé de él no era tan idiota.
-Ahora me dirás que alguien lo asesinó.
-Ya pensé en eso, pero he investigado por mi cuenta y todos los testigos dicen que nadie lo empujó. Teniendo en cuenta que era una competición importante y que estaba su equipo allí, no me cuadran las cosas. Es decir, vosotros ocho me visteis...
-Vaya que te vimos, Eria. Como que Jetwick se dio cuenta antes y nos puso a todos al corriente por si acaso. Por cierto, sí que avisó rápido el amigo; se ve que no sólo corre en la pista.
Jetwick. Nunca decepcionaba.
-Espero que en la maratón le vaya bien -pensé en voz alta-. Los otros equipos, incluido el de Ridley, no se lo van a poner fácil. Por eso quería venir antes aquí: para fortalecerme. En otras palabras, para estar preparada.
-Vamos, que querías quitarte el susto de la última vez.
-Eso lo describe bastante bien, sí...
Teck se rió a carcajadas.
-Pues no es que te quiera desmotivar, pero por las caras que llevas poniendo desde que llegamos diría que aún te queda para que se te quite.
Lo miré arqueando las cejas y me pasé una mano por la mejilla.
-¿Tan mala cara tengo?
-Un poquito, sí -representó con el índice y pulgar-. Es ver un acantilado y se te va el color. ¿No prefieres que nos vayamos?
Parpadeé, forzándome a mirar abajo una vez más.
-Tan cabezota como siempre -se encogió Teck de hombros-. Escucha, Eria, tómate esto con calma: es sólo miedo. Puede que no se pase en un día, pero podrás superarlo, más si te pasas el día saltando desde edificios.
Supongo que tenía razón: que sólo los acantilados me dieran vértigo era lo menos malo de todo lo que me podría pasar. Con una palmada en el hombro, mi compañero me espabiló un poco.
-Eria, como no nos movamos nos va a dar una insolación aquí arriba. Cuando lleguemos a la furgoneta pondré el aire acondicionado, ¿de acuerdo? -sonrió.
-Me has convencido -suspiré una vez más-. Además, ya he hecho todo lo que tenía que hacer. Ya estoy más centrada.
-¿Seguro? -levantó una ceja.
-Desde luego -sonreí con decisión, sintiéndome mucho más segura que antes allí arriba-. Este acantilado, por lo menos, lo tengo más que superado.

115. Secretos no placenteros

Capítulo 115

Puede que no lo creáis si lo cuento, pero Teck, al volante, no era la misma persona... para bien, supongo. Se comportaba de una manera inusualmete cauta, como un padre de familia acostumbrado a ir por carretera.
-¿Cuándo empezaste a conducir, Teck? -pregunté con curiosidad.

-‎¿A conducir como ahora? Pues... diría que hace un par de años -dejó caer.

-¿Y cómo aprendiste?

-‎Fue divertido -torció la cabeza-. Me informé, practiqué, etcétera. Como puedes imaginar, no es lo más complicado del mundo si alguien de mi edad puede hacerlo. Además, esta furgoneta tiene retoques que me facilitan el trabajo.

Sonaba interesante para venir de Teck. Habría continuado escuchando si mi móvil vibrando no me hubiera interrumpido.

Maldecí. Era mi madre. No esperaba bronca esta vez, pero tampoco una conversación brillante.

-Dime, mamá.

-‎Nereida, cariño, ¿estás pasando frío últimamente?

No, no estaba pasando frío y era la segunda vez que me lo preguntaba.

-No, mamá...

-‎...tengo una chaqueta nueva que lo mismo te mando en un paquete.

-‎¡Mamá!

Teck no hacía más que reírse de las caras que ponía. Después de debatir lo mismo de mil maneras distintas, conseguí zanjar la conversación y colgar. Menuda ayuda para el estrés...

-¿Ese es tu móvil? -exclamó Teck-. No te veía con uno de los buenos. ¿Desde cuando lo tienes?

-‎Me lo regaló mi tío antes de venir, pero juré usarlo sólo para llamadas -suspiré.

-Pero qué dices. ¿De verdad vas a desperdiciar todo el potencial que tiene ese cacharro? Si tu tío te lo regaló es porque quiere que lo uses. Hazme caso: un día me lo dejas y le hago un par de cosas.

¿Debería fiarme? Supuse que sí: era Teck. No tenía rival a la hora de trabajar con máquinas. Además, ahí tenía razón: no tenía sentido que quisiera hacer durar un móvil que sólo usaba para hacer llamadas.

Me encogí de hombros y miré por la ventana. Cuando creía que la conversación que había tenido ya se había olvidado, Teck soltó:

-Cómo se nota lo que quieres a tu madre -se mofó de mí.

-‎¿Qué? ¡No! Es decir, ¡sí, pero...!

Tuve que esperar a que parase de reírse.

-No es que no quiera a mi madre, Teck. Es... distinto.

-‎No os lleváis.

-Tampoco es eso. A ver, mi madre es muy buena persona, pero a veces me da la sensación de que siempre comparte lo mejor que tiene con personas que no son yo.

-Te tiene algo.

-No... no creo. Me quiere muchísimo, pero cuando me meto en líos o hablo sobre Golden Podium, es como si no fuera ella. Está hasta más sensible desde que se "fue" mi padre.

Antes de que a Teck pudiera cambiarle la cara, crucé con energía los brazos por delante del pecho.

-¡No, no! No es que mi padre... Es decir, mi padre está vivo. Perdido, pero vivo, aunque soy la única que no sabe donde está.

Teck levantó una ceja ante mi extraña explicación.

-Sé que resulta difícil de creer. Se fue de casa hace muchos años por trabajo, según dicen. Pero... tiene que haber algo más.

-Pinta hasta interesante. Es como una telenovela, sin ánimo de ofender -se ecogió de hombros; yo puse los ojos en blanco-. Y... ¿No tienes curiosidad por saber de él?

-Sí y no. Es decir, ¿abandonar a la familia por trabajo? Me va a costar perdonarle algo así. Pero... Me pregunto cuál es el verdadero motivo por el que lo haría, sobre todo si tiene que ver conmigo. Toda mi familia menos mi tío parece tenerme miedo. Pero... ¿y si no es miedo? ¿Y si es otra cosa?

-Lo mismo es... ¿respeto? Es decir, como el que le tiene Bobby a los paralímpicos de Golden Podium. A veces se pone de sensible... Ya sabes, le cuesta no compararse con gente.

-¿Hay un curso de paralímpicos en Golden Podium?

-Claro. De hecho, lo tienen por las nubes. No hay quien haga una broma sobre ellos.

-¿Son buenos?

Asintió sin decir nada, mirando al frente con las pupilas distraídas. Iba a preguntarle lo que pensaba cuando empezó a sonar una canción que no esperaba.

-Eh -me detuve a escuchar-, ¿un tema de los setenta?

-¿Y? -me lanzó una mirada socarrona-. ¿Te gusta?

Me detuve a reflexionar sobre la situación.

-Creía que sólo escuchabas música "actual" y electrónica porque la "antigua" te echaba para atrás.

-¡Sorpresa! -se encogió de hombros.

-¿No es eso... vivir de las apariencias?

Después de decirlo no pude evitar recordar la conversación que había tenido con Mia al salir del establo.

Le dejé tiempo para contestar. Sabía que en el fondo Teck tenía más personalidad, pero a veces hacía ciertas cosas que me llevaban a pensar lo contrario.

-Llámalo como quieras, Eria -negó, sin apartar la vista de la carretera o dejar de sonreír- pero si me acusas de ser así es porque no me conoces, y si hablamos del yo de antes ni te cuento. ¿Te digo a qué me dedicaba?

Me imaginaba lo que iba a decir, pero no le interrumpí.

-Solía molestar en pandilla a un chico de mi curso -respondió.

Ni me sorprendí.

-Tiene gracia -continué.

-¿El qué?

-Yo solía ser la gafe a la que molestaban las pandillas.

-¿Porque te gustaba meterte con ellos?

-Porque según ellos soy bajita y poco femenina, pero no niego que me gustaba meterme con ellos. Además, era la mar de ingeniosa con las bromas. Por eso se me da tan bien meterme contigo.

-Já, já -imitó una risa forzada-. Una pena que ya no sea así. Después de muchas veces llega a ser aburrido reírse así de la gente.

Tan orgulloso como siempre.

-Tendrás que contarme esa historia algún día...

Frenazo. Fue una sacudida tan violenta que hasta teniendo el cinturón tuve que agarrarme al asiento.

-¡¿Teck?! -me quejé. Aún me zumbaba la cabeza.

-‎Un segundo.

Aprovechando que no venía nadie, metió marcha atrás.

-Aquí vamos a aparcar -dijo con un tono alegre-. Mira lo que tenemos delante.

Era una tienda de fútbol con varias camisetas en escaparate.

-Tenemos que entrar, Eria -me persuadió con los ojos brillantes-. Es mi equipo favorito y apenas hay tiendas oficiales suyas. ¡Por favor!

Teck, frente a aquello que realmente le gustaba, tampoco parecía el mismo. Era como si el veinte por ciento de él se convirtiese en azúcar o como si hubiera encogido.

-De acuerdo -cedí, incapaz de darle un no por respuesta-. Pero, a cambio, después de comprar el material vas a tener que llevarme a un sitio.

Puso los ojos en blanco, pero no hizo ningún comentario. Aparcó, paró la furgoneta y se bajó corriendo.

-Supongo que eso es un sí... -dije en voz alta.

114. Toneladas de equipamiento


Capítulo 114

Etsu llevaba la cuenta del dinero, así que fuimos de cabeza a buscarlo. Tuvimos suerte de cruzarnos con él de casualidad.

-Etsu Anzai -abrí los brazos-, dime cómo lo hacemos para encontrarnos siempre por el pasillo.

Él sonrió con timidez y nos enseñó la lista con el material.

-Veinte discos en botiquín -enuneró-, veinticinco en habituallamiento, ciento veinte en gasolina, treinta en otras reparaciones...

Cuanto más subían los números, mas deseaba que Etsu terminara de hablar.

-Y... ¿Cuál es el total? -me crucé de brazos con una mecla de miedo e interés.

La dijo. Sentí un escalofrío.

-Y eso es todo -concluyó como si nada, cerrando su libreta de apuntes -. Tan sólo necesitamos que alguien del equipo se pase a recoger la cantidad en físico antes de que termine el día.

Me sentía mareada. Todos aquellos gastos eran equivalentes a muchos, muchísimos discos. Esperaba que nuestros ahorros fueran capaces de cubrirlos todos.

-Yo pasaré por ventanilla -me ofrecí-. Mientras tanto, id pensando en más competiciones para reponer dinero. Ah: cuantas más mejor.

Delmet se frotó las manos.

Me despedí de ellos y salí corriendo. Fui eficiente: en cuanto me separé del grupo, me materialicé delante del mostrador, con el móvil en un bolsillo por si ocurría algo a última hora.

-Buenos días -saludé con educación, poniéndome de puntillas para que se me pudiera ver bien la cara-. Eria Jumps, capitana del F-06. Me gustaría sacar algo de dinero de la cuenta común del equipo.

La mujer del mostrador me miró de reojo, probablemente comprobando con una foto mi identidad.

-Buenos días, señorita Jumps. ¿De cuánto estaríamos hablando?

Que me llamaran señorita me crispaba un poco, pero traté de no reflejarlo. Cuando estaba a punto de decir la cifra en voz alta, noté el móvil vibrando en mi bolsillo.

Lo que faltaba. Comprobé mirando a los lados que no había nadie más esperando y saludé a la mujer con una sonrisa torcida.

-¿Me disculpa un momento? -me excusé casi sin esperar a que ella asintiera, y caminé hacia una esquina ocultando la cara.

-Maldita sea, Teck, ¿qué quieres ahora? -farfullé.

-Yo también me alegro de escuchar tu agradable voz -rió con ironía-, pero no te llamaba precisamente para oírla.

-¿Y bien? -levanté una ceja esperando su respuesta.

-¿Estás sacando ya el dinero?

-Sí -resoplé para hacer notar mi impaciencia-. ¿Qué pasa?

-Verás, hay algo que no estaba en las cuentas y Etsu me ha pedido que te avise de ello. ¿Sabes que mañana hay una feria para...?

-Para derrochar dinero sin causa alguna en vez de simplemente comprar equipamiento como las personas normales.

-¡Exacto! Y el equipamiento no es barato, así que estaríamos hablando de...

Y lo dijo. Me quedé blanca y sin habla, pero él siguió parloteando:

-...Así que nos toca ir juntitos a por todo lo necesario esta tarde. Ve preparándote para una agradable vuelta en furgoneta. Por cierto...

Colgué.

-Ya está -anuncié en el mostrador-. ¿Podría acelerar un poco el proceso? Tengo algo de prisa por llegar a un sitio.

Y, quince minutos después, me encontraba gritando rabiosa en la Sala Pétrea, con la cara enrojecida y las manos llenas de fruta mohosa para arrojar contra las estatuas.

-Para nada se te nota el estrés -Teck agachó la cabeza para esquivar una naranja mustia que por poco le despeina la cresta.

Respiré angustiada. Parecerá una tontería si lo cuento, pero qué gusto daba desahogarse con las estatuas.

-Ah, Teck -dije con poco entusiasmo-. ¿Desde cuándo estás ahí?

Él, con una mueca, levantó las manos por delante de su cabeza.

-Pero si llevo aquí desde hace más de cinco minutos -Abrió y cerró los puños. Tenía las manos llenas de pintura: probablemente había estado encargándose de cubrir los graffitis de la furgoneta para darle un toque más discreto. Habíamos tenido una discusión al respecto sobre cómo decorarla un par de días antes. "Yo creo que si la camuflamos como una furgoneta de mercancías podría estar bien", había opinado yo. "Sí, claro, y ya de paso la pintamos de colores y decimos que vendemos helados", había refunfuñado él. "¿Quieres entonces que nos pare un policía, Teck?". "Mujer, con lo que me costó pintarla la primera vez ya podrías tener un poco de tacto". "Pero si la has decorado con ordinarieces". Etcétera, etcétera.

Estampé un plátano contra la cabeza de un tal Luis Resto. Tomé aire; poco a poco me iba encontrando mejor.

-Entonces tenemos que salir esta tarde con la furgoneta -repetí-. ¿Lo... lo tienes todo listo?

-Por supuesto -me hizo una reverencia.

Ocultando el dinero, bajamos por el oscuro pasadizo de su habitación hasta llegar a un bulto tapado por una tela. Teck tiró de ella: unos destellos de un azul grisáceo me hicieron parpadear.

Bajé mi linterna. Vaya... la había dejado preciosa. Y encima le había dado un toque antiguo y discreto que nos sería de gran ayuda.

-Bueno -se miró las uñas-. ¿Subimos?

Asentí. No se lo había comentado a nadie, pero antes había un sitio por el que quería pasar.

113. Preparativos y accidentes

Capítulo 113

Después de nuestra batalla, tal y como yo quería, todo el drama entre Ridley y yo se sumió en una tregua muy oportuna y necesaria. Al fin podía poner todos mis sentidos en la siguiente competición: la maratón de Azuria. Jetwick había entrenado muy duro, y se acercaba la hora de demostrarlo.
Con ese mismo propósito, todos menos él, a quien habíamos mandado a descansar, habíamos decidido reunirnos para hacer una puesta a punto. Puede que Golden Podium limitara las plazas a un representante por equipo, pero eso no significaba que no pudiéramos hacer nada para seguir el evento: Jetwick iba a necesitar apoyo, y ahí era donde entrábamos nosotros. En cuanto Jetwick necesitase ayuda, pondríamos la furgoneta de Teck en marcha, y entonces vendría la parte divertida.
La reunión fue más corta de lo que esperado, pues cuando quise comenzar me di cuenta de que dos de nosotros habían faltado a la cita. Me faltó poco para pillar un berrinche, pero en cuanto me di cuenta de quiénes se habían ausentado, me limité a bajar los hombros y preguntar con aire cansino:
-¿Otra vez?
Y, efectivamente, no tuve ni que preguntar por el lugar: allí estaba Mirta, plantada en uno de los asientos cercano a enfermería.
Me recosté a su lado con los brazos tras la cabeza sin decir palabra, preguntando con un deje aburrido:
-¿Qué ha sido esta vez?
-Oh, pues... -Mirta se revolvió en el asiento sin levantar la cabeza. Como de costumbre, se estaba preocupando demasiado-. Trató de saltar de una estructura a otra.
-A ver si adivino: él las revisó.
-...las construyó.
-Ah, qué bien.
-Creo que gritó tu nombre al saltar.
-No me lo puedo creer... -puse los ojos en blanco.
-Ya, bueno...
La actitud temerosa de Mirta casi me contagia su extraña tristeza, pero recordar el motivo por el cual estábamos allí trajo de vuelta mi pasotismo.
-Eria... -entrelazó los dedos-. ¿Estará bien?
-Mirta, por favor... -Me levanté, aferrando el picaporte. No es que sea la más paciente del mundo, pero traté de ser delicada con ella-. ¿Tú que crees? Esta historia no acaba nunca. Seguro que, en cuanto menos te lo esperes, intenta echar la puerta abajo y se pone a gritar...
-¡NUNCA HE ESTADO MEJOR EN MI VIDA! Recibí un portazo en toda la cara que me dejó bastante aturdida, pero mis reflejos me cubrieron, empujando la puerta hacia dentro y salvándome de acabar aplastada.
-¡¿Quieres comprobar que no haya nadie an otro lado cuando abras, pedazo de animal?! -levanté la voz.
Delmet dejó que la puerta se cerrase a sus espaldas, luciendo la misma sonrisa de siempre. Bueno, casi: se había partido la esquina de un incisivo.
Esto... -quise hablar, pero Mirta me desconcentró: corrió hacia su amigo con los ojos llorosos como si la vida le fuera en ello y enterró la cabeza en sus brazos. Él, inmovilizado, negó con la cabeza y sonrió.
-No ha sido nada, mujer -trató de acariciarle la cabeza en un gesto que pretendía ser cuco-. Bueno, eso de que no ha sido nada... Quiero decir, ¡ha sido un salto glorioso! ¿Has escuchado mis proezas, capitana?
-Escuché que diste un salto y gritaste mi nombre.
-...Y encima te dediqué un salto -Me apuntó con dos dedos y guiñó un ojo.
-Delmet, céntrate un poco: queda menos de una semana para la carrera. Además... me hace falta tu ayuda.
Se separó de Mirta.
-¿Has dicho... que me necesitas? -sus ojos echaron chispas-. ¿Para la maratón?
Dio un par de vueltas en círculo gesticulando con los brazos. Interpreté que esa era su forma de contener la alegría. Mientras tanto, me acerqué a Mirta y le susurré tapándome la boca con el dorso de la mano:
-¿Podrías buscar al equipo e informar de la situación?
-¡Por supuesto! -se llevó una mano a la frente. Aunque aún le brillaban los ojos, por fin había recuperado la cordura. Se despidió agitando la mano y desapareció en menos de un segundo.
Por fin, Delmet se detuvo. Tras parpadear un par de veces, preguntó:
-Bien, ¿para qué hago falta, capitana?
-Veamos... -me crucé de brazos-. Tu punto fuerte eran los deportes de riesgo, ¿verdad?
Él asintió.
-¿Y... cómo se te da ir por el aire?
Él inspiró con fuerza con los ojos brillantes por la emoción. Su excesiva energía me hacía dudar de él, pero me recordé a mí misma que, dentro de deportes con normas peligrosas pero mundanas, se comentaba que era cierto que Delmet era realmente bueno. Sólo cuando trataba de ir más allá del reglamento se daba sus habituales batacazos.
-Adoro ir por el aire -sonrió, luciendo su pequeño accidente-. ¿Qué tengo que hacer?
-Necesito que hagas un seguimiento de la carrera a vista de pájaro. Te daremos una cámara para que puedas cumplir. Bueno... -me señalé los incisivos- en cuanto te arreglen eso.
-Ah, ¿esto? Ya tengo la cita pedida. Para cuando sea la carrera ya lo tendré listo, prometido -se llevó un puño al corazón-. Pero, capitana, mi ala delta necesita un lavado de cara. ¿Queda presupuesto?
Me apoyé en la puerta. Hablar de dinero me deba mal cuerpo, pero qué le íbamos a hacer...
Ahora tocaba, de nuevo, buscar a Etsu.

112. A quién defender

Capítulo 112

¡Había ganado!
No cabía en mí de júbilo. Los monitores parpadearon; ahora era yo quien aparecía en primer plano.
Después de todo aquel esfuerzo, por fin lo había conseguido. ¡Había conseguido ganar!
No supe contenerme. Con un grito de júbilo, doblé las rodillas y salté hacia atrás, acortando en unos segundos toda la distancia que me separaba del suelo. La gravedad me produjo un cosquilleo, y ni tras el impacto con el inflable pude dejar de sonreír.
Aún con la sonrisa en la cara, esperé a que mi cuerpo dejase de botar sobre el colchón para poder incorporarme. Repito: hacía tiempo que no sentía tanta felicidad junta.
Me senté, pero cuando fui a levantarme, un torbellino con dos coletas me derribó hacia atrás.
La abracé entre risas. Mia...
Estaban todos.
Jetwick me tendió el brazo, ayudándome a incorporarme. Su media sonrisa parecía decirme:
"Sabía que lo conseguirías".
-Y yo que creíais en mí.
Se sonrojó a la vez que yo levantaba las cejas. ¿Qué clase de conexión mental acabábamos de tener?
-¡CAPITANA!
Alguien inconfundible que tampoco paraba de sonreír me arrastró por los hombros y me sacudió.
-¡Eh, capitana, por fin lo has machacado!- cuando Delmet me soltó, sentí que volvía a caer-. Es decir, yo podría haberme plantado enfrente suya y dejarle las cosas claras hace un tiempo, pero entiendo todo ese rollo personal entre él y tú, ya sabes...
Todos parecían tener algo que decirme, cada cual a su manera. Hubo más gente que se me acercó, pero yo sólo tenía ojos para mi equipo. Pasaba de las pantallas, de los comentaristas... un poco de todo.
-¿Ya les has demostrado lo que les querías enseñar? -los señaló Mia.
-Mejor -respondí-: me he dado cuenta de que los únicos a los que quería demostrarles mi verdadera fuerza... era a vosotros ocho.
Y así era. Por fin, después de tanto tiempo, podía centrarme en lo que me importaba.
Sólo cuando la gente comenzó a dispersarse decidí desviar mi atención hacia alguien ajeno al equipo, alguien a quien le debía por completo mi victoria: Ridley.
Estaba apartado, sentado en la colchoneta con la vista fija al suelo. No parecía estar muy lejos del lugar sobre el que había caído, así que me imaginé que llevaría allí solo desde su aterrizaje. Tenía el ceño fruncido y trazaba algo en el suelo con un palo; no reflejaba en su gesto ninguna pena por su orgullo herido, pero sí que tenía toda la cara de no haber tenido un buen día.
Aprovechando que ya no era el centro de atención, me acerqué a él como si temiera espantarlo.
-¿Ridley?
Él levantó la cabeza. Acababa de darme cuenta de que no sabía exactamente qué decirle.
-Esto...
Quise intentar algo, pero alguien me apartó de él con un empellón.
-¡¿Pero qué haces?! -recibí una voz-. Aléjate de nuestro capitan o te enteras, ¿me oyes?
Era Rex. No se parecía en nada a Ridley, pero se daba un aire a él. Me llegan a decir que era su primo y me lo habría creído.
Mystery también hizo acto de presencia, materializándose entre Ridley y yo, y con ella llegaron algunos más: el chico introvertido que les llevaba la munición para las pistolas, una chica con el pelo rosa y cara de pocos amigos...
El equipo D-32. Todos estaban allí.
No dije nada más. Me di media vuelta, levanté un brazo y me fui.
Sé lo que estáis pensando: que huí, que vi que me superaban en número y me fui por patas. Pero no era miedo lo que sentía: yo podría haber llamado a mi equipo en cualquier momento. Sin embargo...
Me fui porque algo en esa situación me provocó ternura y me hizo darme cuenta de que, al igual que me había pasado a mí, Ridley ya no tenía nada que demostrarme. Me fui porque, rodeado de todas aquellas personas, me pareció que Ridley, a su manera, sonreía.
"Ridley... pronto, en la maratón de Azuria, nos veremos de nuevo las caras".

111. Voces conocidas

Capítulo 111

Quería demostrar que no era débil; llevaba una semana con eso en la cabeza. Pero... ¿A quién se lo quería demostrar?
Bajé la espada lentamente y eché la vista atrás.
Etsu. Lo recordé de pie frente a mí en los entrenamientos tras mis muchas caídas de culo, aleccionándome para la batalla:
-Jumps, comprendo el por qué dejas fluir tu lado ofensivo, pero para luchar... hay que ser defensivo. Hay que saber defender lo que quieres, lo que pretendes demostrar. Si no luchas por lo que quieres, pelear no tiene sentido. Piensa bien: ¿qué es lo que quieres defender?
No supe responder en su momento, pero creía estar cerca de conocer la respuesta.
"Yo soy como soy. Lo que pasa es que hace falta conocerme para darse cuenta de que no soy lo que parezco".
Mia... Ya está; por fin lo tenía.
Yo, Eria Jumps, no necesitaba a nadie. Yo era fuerte, luchadora, y quien pensara lo contrario no me conocía. Sólo merecían una demostración de mi fuerza quienes estuvieran dispuestos a entenderme.
Las pantallas brillaron.
-No escuches a esa gente -escuché la voz Mia-. ¡Tú puedes, capi!
Todas las pantallas reaccionaron en cadena, mostrando la imagen de mi amiga. Una vez más, me habían impresionado, pero después de que consiguieran grabar por dentro el despacho del director, ver en un par de monitores el primer plano de Mia Blossom no se salía de lo habitual con lo que el equipo F-06 me solía sorprender.
Ridley se acercó a mí. Trató de acorralarme, pero yo lo evité.
-No necesitas atacar; sólo defender lo que te importa. ¡No te rindas, Jumps!
Giré con elegancia las muñecas para detener la lluvia de embestidas, recordando aquellos breves entrenamientos con Etsu.
-¡Venga, capitana! ¡Dale lo que se merece! ¡NO PUEDE CONTIGO!
Reí: era Delmet. Retrocedí y tiré aposta la espada; tenía un plan.
-Venga, Eria, que todos esos favores que hago por ti tienen que surtir efecto. ¡Déjalo en ridículo!
Atravesé la plataforma con un salto para confundir a Ridley, tal y como Teck me pedía.
-¡No te rindas, Eria! ¡Todos estamos contigo!
Me llené de confianza. Mirta me hacía sonreír.
-Demuestra la fuerza de tu espíritu y entonces ganarás esta batalla. ¡Resiste!
Inspiré dejando que las extrañas palabras de Imala me llegaran al alma, o eso pretendí.
-¡Eria Jumps, cómo mola, se merece una ola! ¡Tú me ayudaste y yo ayudo ahora!
Bobby...
-¡Ánimo!
El último fue Jetwick, sonriendo desde el monitor. Hasta él me había dedicado una palabra de tres sílabas.
Nos quedamos como pasmarotes sobre la plataforma.
-¿Has acabado de escuchar tonterías, Jumps? -me apremió Ridley.
-Eso parece -me encogí de hombros-. Sólo me queda una cosa por hacer.
Salté hacia atrás y, con la punta del pie, hice volar la espada de Ridley.
...eso.
Caí suavemente clavando una rodilla en el suelo. Me incorporé extendiendo el brazo, dejando que la espada de Ridley cayera sobre la palma de mi mano.
-Se acabó, Ridley.
Salté hacia atrás agarrando con fuerza la cuerda a mi espalda y me impulsé de vuelta hacia él.
"Se acabó".
Y Ridley, de un empujón en el hombro, desapareció de la plataforma, al mismo tiempo en el que una ovación despertó mis sentidos.
Había... había ganado.

110. Algo a lo que aferrarse

Capítulo 109

"Se acabó".
No podría volver a mi plataforma después de aquel salto. Si no quería perder, tendría que avanzar. O eso, o me quedaría a medias.
Tomé implulso, todo el que pude, y me hice un ovillo en el aire, pero ya era tarde para rectificar. El tiempo pareció detenerse. No llegaría. No podía llegar. ¡Pero tampoco podía pensármelo tanto, maldita sea!
En el aire, una liana rozó mi brazo, y entonces supe lo que tenía que hacer.
Con un violento giro, enredé mis brazos en la cuerda tratando de impedir la caída. El roce me arañaba los dedos, pero apreté los dientes.
Me encontraba trazando círculos en el aire. Perfecto: la inercia me daría la fuerza que necesitaba. Aproveché el impulso, esperé y me lancé, cubriéndome la cabeza.
Caí sobre la plataforma a trompicones, recibiendo golpes por todas partes y perdiendo la espada. Cuando ya parecía que iba a caer por el borde opuesto de la plataforma me detuve.
Oía comentarios, pero no escuchaba lo que decían. Parpadeé un par de veces; mi estado tras la caída debió de alertar a más de uno pero, aunque no me moviera, aún estaba dentro de la competición.
Me levanté poco a poco entre gritos de júbilo. Mi aterrizaje habría sido violento, pero sólo tenía un par de magulladuras. Además...
Abrí las palmas. Llevaba puestos los guantes negros de competición, y me habían dado suerte.
Salté hacia la espada y me coloqué en guardia. Ridley me contemplaba desde la otra plataforma; su forma de tensar los hombros me recordó a la de un gato enfurecido. Tomó carrerilla y, sin darme un sólo segundo de tregua, se me echó encima anteponiendo su espada. Recibí la primera estocada; aquel no era más que el principio de la peor parte del desafío.
A partir de aquel momento, todo fueron golpes. Un par en el costado, varios en los brazos... Ahora la estrategia de Ridley era cien por cien ofensiva. Ni con las protecciones encima los golpes dejaron de resultar dolorosos; resistir sería difícil. Sólo tenía una forma de responder: atacar igual que él.
Comencé a mover la espada a diestro y siniestro. No me acercaba ni de lejos al nivel de Ridley, pero algo haría. Golpe tras golpe, seguí agitando el brazo hasta que, milagrosamente, detuve uno de ellos.
Me mantuve firme. No podía creerlo; nadie podía. Le había parado una. A Ridley. Pero no era momento para celebraciones; empujé con toda la fuerza que me quedaba en los brazos, lo aparté de mí y me coloqué en guardia.
Los monitores parecieron echar chispas sobre mi cabeza. ¿De verdad me lo había imaginado?
Volví a esquivar. Esta vez, por cada golpe que recibía, me permitía a mí misma esquivar uno. Aguanté, esquivé, aguanté...
Nos detuvimos a tomar aire guardando las distancias. A mi alrededor, el mundo había enmudecido. Había mantenido el tipo después de una lluvia de mil espadazos, esquivado lo inevitable y saltado distancias con un impulso mínimo: estaban impresionados. No; necesitaba algo más.
"Pero, tarde o temprano, caerás".
No quedaba mucho para que llegara el golpe de gracia, lo presentía. Para colmo sentía que, por algún motivo, me comenzaban a fallar las piernas. ¿Sería por culpa de los golpes o se trataría de agotamiento mental? Probablemente... serían ambas cosas. Estaba tensa, empapada en sudor y me costaba normalizar la respiración.
"Tarde o temprano, caerás".
Qué va, no iba a caer. Para hacerlo... tendría que pasarme por encima.
Pero...
Firme como estaba, vi los bordes de la plataforma borrosos. Aguantaría, pero... ¿Hasta qué punto podría dar de mí... sin parecer débil?
Los monitores centellearon. Abrí los ojos; no lo sabía, pero estaba a punto de conocer la respuesta.

109. Plataformas de madera

Capítulo 109

Y, esos días, Etsu me ayudó. Entrenamos en algunos ratos libres, lo que me ayudaba a centrarme en vez de dispersarme. No hice grandes progresos, pero al menos utilizaba los entrenamientos para liberar tensiones. Hasta que...
Por fin había llegado el momento que tanto había estado esperando. Por fin...
Era hora de demostrarle a Ridley de lo que era capaz.
El desafío tuvo lugar a pleno día. Los rayos de sol se filtraban entre las ramas de los árboles, proyectando múltiples sombras sobre las plataformas que se cernían sobre nosotros.
Tres. Tres amplias plataformas cuadradas y de madera sin ninguna conexión entre ellas más que cuerdas colgantes dispuestas para utilizarse como lianas. Sólo árboles. Nada de acantilados. Nada de rocas.
El único lugar en el que encontré rocas fue en la pared de escalada que me llevaba hasta la primera plataforma. No eran naturales, por suerte.
Resoplé para liberar tensiones y comencé a subir con agilidad. Aunque estuviera hasta arriba de protecciones, mis facultades para moverme eran las de siempre.
Casco, coderas, muñequeras... pero no llevaba arnés, ni sujeciones, ni cuerdas. Quienquiera que cayera de los dos, no se vería frenado en el aire. Por lo menos los encargados habían tenido el detalle de cubrir el suelo con colchones inflables.
Conforme fui subiendo, la multitud que nos rodeaba fue aumentando en número y disminuyendo en tamaño. Eran muchos, muchísimos. ¿Cómo es que habíamos conseguido mover a tanta gente entre dos personas?
"Y toda esa gente piensa que tú eres una débil princesa".
No era momento para pensar. Ya lo había hablado con Etsu: tenía que mantener la concentración.
"Yo no soy débil".
Coloqué un brazo sobre la plataforma, acolchada por la parte de arriba. La espada se encontraba frente a mis ojos.
"Voy a demostraros a todos que no soy débil".
Pisé con fuerza, así la espada y la coloqué en horizontal frente a mis ojos.
"En especial... a ti".
Ridley. También iba hasta arriba de protecciones y ya se había hecho con su espada. Como era costumbre en él, no paraba de sonreírme como un sociópata.
"Ganará el último en caer. Voy a por ti, Ridley".
Y la bocina dio comienzo al desafío.
Lo primero que hico Ridley fue avalanzarse sobre mí. Sí que tenía ganas de venganza, sí: fue un ataque muy rápido que esquivé por los pelos.
Él siguió atacando sin darme apenas tiempo de reacción, golpeando mi espada para hacerme retroceder. Ganaba terreno muy rápido, pero yo no estaba indefensa.
Pasé bajo su espada rodando por el suelo hacia delante. Él corrió hacia mí, pero yo ya había saltado para cambiar de plataforma. Colgada de la liana, tracé un limpio semicírculo en el aire y me dejé caer con elegancia.
"Vaya, haces que parezca fácil. Me has impresionado, yo misma".
Pero Ridley seguía siendo muy rápido. Trató de derribarme balanceándose hacia mí sin soltarse de la liana; lo esquivé con un giro lateral, pero la gravedad me devolvió al rival en cuestión de segundos. Aprovechando el impulso, se soltó en marcha y volvió a atacarme. Paré su golpe, pero él continuó haciendo presión, y mis pies comenzaron a deslizarse hacia el borde. Quise mantenerme, pero pesaba muy poco, así que obligarme a moverme no era tarea difícil.
-Creo que ya podemos despedirnos, Jumps.
-Me parece a mí que no, rubio.
Di un espadazo en el aire para tentarlo a ponerse en guardia, corrí en su dirección y pasé por su lado, saltando a la plataforma enfente mía con una de mis volteretas. No utilicé las manos.
Escuché una ovación. Una voz cercana soltó una exclamación:
-¡...y salta sin utilizar las cuerdas! ¡Eria Jumps, capitana del equipo F-06, salta a la plataforma dos sin utilizar las cuerdas!
Miré a mi alrededor hasta encontrar su procedencia: un monitor ligeramente inclinado hacia el suelo, donde estaba el público.
Contemplé mi imagen en espejo; no era el único que habían colocado cerca de las plataformas: había, por lo menos, otros dos más.
-¿Tantas ganas tienes de huir?
Vuelta a la acción. Ridley saltó sobre mí y trató de arrastrarme con él; lo esquivé, corrí y salté a otra plataforma.
-¿Qué pasa, ¿Jumps?
Lo esquivé y volví a saltar.
-¿Tienes miedo?
Corrí, esquivé y salté.
-¿Aún sigues queriendo huir?
Jadeante, me detuve. Ridley tenía parte de razón; no podría estar esquivando sus golpes para siempre. Cuando él llegó a mi plataforma, yo no me moví.
-Así me gusta -sonrió-. Vaya, pareces cansada. Para poder bajar, vas a tener que pedirle a alguien que te rescaten ¿Necesitan que te rescaten?
El mundo tembló bajo mis pies. Quizás era sólo yo, pero me pareció sentirlo. Contuve aire y bajé el arma.
Todos estaban ahí abajo. Todos los que me veían débil, todos los que me creían indefensa, todos. ¿Y qué les ofrecía? Huir. Quería demostrarles algo, y sólo me estaba dedicando a huir.
Ridley levantó poco a poco su arma. Yo no quería huir. ¿Quién creían que era? ¡Yo no huyo de nadie!
Él atacó... pero yo corrí más.
Salté hacia él, dispuesta a embestirle con mi espada. Retiré el brazo...
Y él me esquivó, dejándome saltar al vacío.
-Qué poco ha faltado, Jumps -susurró al pasar por mi lado.
Y tan poco. Si no conseguía encontrar un agarre después de aquel salto, se acabó.

108. Nunca es tarde para jugar

Capítulo 108
-Eria, estás pensando mucho -me corto el paso Mia-. Si sigues pensando tanto, te dolerá la cabeza.
Me detuve en mitad de la ladera de hierba que estábamos subiendo, acariciándome la barbilla. Estaba anocheciendo, pero como la zona en la que estábamos no estaba restringida, no teníamos prisa.
-Era un caballo, Mia -reflexioné-. Brillitos era un caballo.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado.
-¡Era un caballo! -abrí las manos, pero no levanté la voz-. ¿Por qué no empezaste por ahí?
-¿Por qué tendría que haber empezado por un sitio sí y por otro no?
-Mia... -suspiré-. Un unicornio. Le dices a todo el mundo que es un unicornio.
-Es que para mí es un unicornio. ¿Eso... es mentir?
-¡No! Pero... es complicado.
Me aparté del camino, eligiendo un lugar sin demasiados árboles el que poder sentarme. Mia y Jetwick se acomodaron a mi lado.
-Mia, los unicornios... -me interrumpí, mirando al cielo-. No... no son muy comunes. Si dices que tienes uno, no te van a tomar en serio.
-Me da igual- infló las mejillas.
-Mia, por favor, sé que me estás entendiendo. Hablas sobre unicornios y dejas que la gente piense lo que quiera sobre ti. A ti no te importa, ¿pero qué hay de nosotros? ¿Crees que me gusta que no te tomen en serio?
Ella, de perfil a mí, inclinó la cabeza y negó.
-Eri... no lo estás entendiendo.
En cuanto elevó la vista, algo en ella me hizo contener el aliento. Reflejaba una actitud seria y confiada que en la vida le había visto antes.
-Soy Mia -comenzó-. Me gustan los unicornios, los helados y las muñecas. Si no me gustasen esas cosas, no sería Mia.
"Cuando era pequeña, jugaba con mis amigas. A todas nos gustaba lo mismo... pero, un día, ellas ya no querían jugar más. Cambiar está bien, pero cuando tú no quieres cambiar y las otras niñas se ríen y quieren que cambies, deja de ser tan bueno.
Yo seguí jugando. Jugar no es malo; son los niños que quieren parecer mayores los que piensan que lo es. Se lo dicen a los demás y, entonces, todos tiran sus cosas y se olvidan de lo que les gusta. Les dejan de gustar los superhéroes, las princesas, y ya no les gusta nada. Pero bueno... por lo menos los toman en serio. Aunque, la verdad, yo no me tomaría en serio a alguien que no es feliz con nada."
Su reflexión me dio que pensar. Quise decir algo, pero un enorme vacío me arrancaba las palabras.
-Capi, te entiendo -continuó, ahora con una sonrisa-. Tú y Jetwick sois mis amigos y queréis que me trate bien, pero es que la gente no tiene ni idea. Eria... -me miró fijamente a los ojos-, ¿tú me tomas en serio?
Asentí sin desviar mis pupilas.
-Pues ya está -nos rodeó con los brazos unos segundos para acortar distancias-. Vosotros me conocéis. Sabéis que soy más cosas, que guardo más secretos.
-Pero Mia... -me asaltó una duda-. Guardas secretos. Tú y tu padre sabéis más que cualquiera sobre lo que pasa en la Academia. ¿Que escondas tantas cosas no te hace quete comportes... como alguien que no eres?
Ella sonrió atrevida: le había gustado mi pregunta. Por fin sabría la verdad sobre el papel que parecía interpretar.
-Sí, sé mucho, pero “no decir” no es como mentir -se tapó la boca como si escondiera una risita-. Además... me gusta hacer como que la vida es un juego, porque así todos los días se vuelven emocionantes. Mejor eso que darle miedo a los demás con mis secretos, ¿no? No querrían jugar.
-Es decir, que todos esos rumores sobre tu cara oculta son... ¿falsos?
-Eso creo: yo soy como soy. Lo que pasa es que hace falta conocerme para darse cuenta de que no soy lo que parezco.
Esa frase me trajo de vuelta delante de todas las personas frente al despacho. Para ellos, Ridley era el héroe, yo la princesa en apuros... ¿de verdad me importaba? ¿De verdad tenía que demostrarles cómo era para que... me tomasen en serio?
-Capi... -me interrupió Mia-, estás pensando otra vez. Así sólo harás que Jetwick se preocupe.
Él se sonrojó de golpe. Su mundana reacción no pudo más que arrancarme una carcajada.
-Jetwick... -sonreí con ojos tristes-. Siento haber estado tan metida en mis cosas esta semana. A partir de ahora, estaré más en la competición.
-¡Lo harás! -contestó Mia por Jetwick, quien estaba tan colorado que me preocupaba que se le cortase la respiración-. Pero antes... ¿preparada para que Ridley se entere?
-¡Totalmente! -me levanté, respondiendo con un tono tan exagerado que mi respuesta sonó aún más obvia de lo que ya era-. Créeme, ese no sabe lo que le espera. Ya verás cuando estemos cara a cara.

107. Un pequeño destello blanco

Capítulo 107

La cosa no olía demasiado bien. Literalmente.
No habíamos entrado, pero nada más llegar, recibí un bofetón de olor en toda la cara. La cantidad de nitrógeno en el ambiente no era normal; era tan desagradable que, cuando fuimos a entrar al lugar, me vi obligada a retroceder unos pasos para que no me tumbara aquella peste.
Nunca había estado en aquella zona de Golden Podium, pero algo me decía que sabía en qué lugar estábamos. Oía, veía y respiraba -aunque a duras penas- pequeñas pistas de lo que Mia quería enseñarnos, pero aún me asaltaban algunas dudas puntuales, dudas que solo Mia podría haber sido capaz de contestar si hubiera estado por la labor.
La misma, dando saltitos a la cabecera, se abrió paso y se encargó del portón principal. Entró la primera; Jetwick y yo preferimos seguirla, paseando la mirada por todos los rincones de aquella especie de cabaña.
Era un lugar espacioso, lleno de compuertas de madera, paja, sacos de lino y herramientas de metal. El ruido no era constante, pero cada pocos segundos oíamos algún que otro topetazo o relinchar de las bestias del establo.
Sí, estábamos en un establo, pero no sabía exactamente qué clase de ser nos quería...
-Aquí está.
Y, efectivamente, allí estaba.
Abrí los ojos como platos en cuanto se dejó entrever entre los barrotes, pero fue el momento en el que se levantó sobre las patas el que hizo que el animal me cautivara.
Era... precioso.
El que debía ser Brillitos recobró su posición inicial. Era un animal más que fantástico, un pequeño rayo de luz blanca en aquella cuadra tan apestosa. El pelo de su crin y cola era largo, y parecía muy suave; un animal así de majestuoso no pintaba nada entre tanta suciedad y boñigas de caballo.
-Mia... es lo mas bonito que he visto en mi vida -dije con un hilo de voz, sin pensar mucho en lo que decía-. ¿Es tuyo?
Ella asintió orgullosa.
-Mi padre me lo regaló cuando llegué a Golden Podium -sonrió, acercándose al caballo para acariciarlo-. Y es el mejor regalo que me han hecho nunca.
Asentí. La verdad, imaginaba una respuesta como aquella. Mia, sin duda, era una persona con suerte: no muchas personas pueden permitirse tener un caballo, menos como aquel.
Suspiré profundamente bajando la mirada, entreviendo por el rabillo del ojo a un Jetwick con la mirada totalmente perdida. No muchos lo sabían, pero los animales, más los caballos, dejaban a Jetwick alelado.
-¿Jetwick? -Mia abrió y cerró la mano, invitándolo a acercarse-. ¿Quieres ver lo suave que es?
Él se acercó dando pasos lentos y le acarició la cabeza con una sonrisa bobalicona. Estaba encantado.
-¿A que es bonito? -le preguntó Mia.
Giró la cabeza y asintió con una media sonrisa. Estaba tan aturdido que tuve que aguantar las ganas de reírme.
Yo fui después. Fuera o no un unicornio, Brillitos era todo lo suave que había en este mundo.
-Algún día lo llevaremos a que compita -nos contó Mia-. Tiene unas patas súper fuertes para eso. Hablaremos con Imala, que es muy muy buena, y seguro que consigue que gane a todo el mundo. Hasta tú puedes probar, Jetwick. Como eres tan rápido, seguro que a ti también se te da bien.
Un ligero rubor apareció sobre sus mejillas. “Al menos esta vez no está peor de lo que estaría una persona normal cuando se sonroja”, pensé para mis adentros.
-Eri, ¿tú que dices? ¿Quieres verlos cuando Brillitos corra?
Asentí.
-No veo el momento de que lo que dices se cumpla -le guiñé un ojo a Mia.

106. Inmortalizado

Capítulo 106

Una vez hablado todo, Ridley salió. Fui detrás, pero en cuanto hube cerrado la puerta detrás de mí me lo encontré parado, mirando al frente en actitud desafiante: una multitud enorme rodeaba el despacho.
Me asomé por detrás. No conocía ni a la mitad, pero seguro que ellos a nosotros sí. Sin embargo, delante de todos ellos encontré una cara conocida: Teck, sosteniendo en horizontal un teléfono móvil en el que se podía ver la repetición de nuestro primer encuentro.
Deslizó la pantalla dejando ver un segundo vídeo, grabado... ¿desde el interior del despacho?
No podía creerlo: habíamos infiltrado una cámara y mi desafío había quedado inmortalizado. ¿Tendría Mia algo que ver?
Teck se guardó el móvil en el bolsillo trasero de sus vaqueros. Ya que todos habían visto lo que tenían que ver, no lo necesitaba.
-Bueno... -prolongó la "e" para enfatizar su interés-. Qué, ¿ya te has dado cuenta de que hacerte el bueno no te va a servir para nada?
Ridley no respondió. Apretó los dientes con una mirada dura a mi compañero y, dándome un buen empellón, se largó.
Teck me guiñó un ojo.
Pude haber actuado de mil formas. Podría haber saludado, haberle dado las gracias, bromear... Lo que fuera que le diese un poco de naturalidad al ambiente o que resaltase mi potencial para ganar el desafío. Pero no.
No hice nada especial. Estaba saturada; barrí con la mirada la multitud, asentí a Teck con una sonrisa ausente... y, aturdida, me fui.
Me fui sin decir palabra.


-Ya han establecido las normas -rompí el hielo.
-¿Oh?
Mia, sin dejar de sujetarle los pies a Jetwick, giró la cabeza. El bosque estaba desierto, por lo que era el momento idóneo de la tarde para comenzar la sesión de entrenamientos diaria, sólo nosotros tres. No sabía muy bien el propósito de la tanda de abdominales, pero ya que habían empezado no los iba a interrumpir.
-Es una versión estilo libre de un deporte creado por unos alumnos de último curso. Hacen falta espadas de madera -Mia quiso decir algo, pero seguí hablando a toda velocidad-. También plataformas. Será cerca del área de arboling; pierde el primero en caer. No tendremos sujeción, pero sí amortiguamiento. Espero que vaya bien...
-Va a salir bien, capi -respondió Mia tras una pausa-. Si piensas bien, nada puede salir mal.
En eso tenía razón.
-Además, tú eres más fuerte. Y puedes saltar.
-Su talento es la esgrima -le recordé.
Jetwick se dejó caer al suelo con un golpetazo. Menuda capitana estaba siendo, tan a lo mío cuando él se estaba esforzando tanto. Aún tumbado, tenía la mirada perdida, pero supe que estaba escuchando.
-Tú lo esquivas, ¿te acuerdas? cuando te atacó con el palo.
Cierto: mi equipo había sido testigo del "accidente". De no ser por ellos, Ridley no habría tenido que salvarme para quedar bien.
-Eri, tú siempre puedes -sonrió Mia con un pulgar arriba.
Suspiré. Qué clase de actitud estaba teniendo... Tenía que ser más fuerte.
-Todos vamos a ir allí a hacer palmas. ¿A que sí, Jetwick? -él asintió-. Tú, yo, el equipo, los otros equipos, Brillitos... Bueno, Brillitos quizás ocupe mucho espacio.
Mia hablaba con tanta inocencia que no pudimos evitar reír por lo bajo.
-¿Qué pasa? -nos preguntó arqueando las cejas.
-Nada, que... -titubeé- tu imaginación es envidiable, Mia.
Para qué habría dicho nada.
-¿Imaginación? ¿IMAGINACIÓN? -se interrumpió inflando las mejillas.
-¿Te has ofendido?
-¿Yo? ¡Pues...! ¡Ah! -cambió del enfado a la sorpresa-. ¡Si no lo conocéis!
-No sé si tengo el placer...
-¿Por qué no me lo habéis dicho antes? ¡VAMOS!
Extendió el brazo y ayudó a Jetwick a levantarse, quien se tambaleó para compensar la fuerza del tirón. A continuación, nos arrastró fuera de nuestra pequeña zona de entrenamientos.
-¡Espera! ¿Adónde nos llevas?
No dijo nada. Sus ocurrencias estaban yendo demasiado lejos pero, como no quería enfadarla, me dejé llevar, siguiendo un discreto camino de tierra oculto entre la densa hierba. Más allá de nuestra zona secreta, anunció:
-Ya estamos aquí.

105. Enfrentamiento directo

Capítulo 105

"Usaremos las cámaras de seguridad", me había dicho Etsu. "Tendrás que ir sola. Tu función será la de retener a Ridley el tiempo suficiente bajo una cámara encendida, y así tendremos pruebas en su contra en caso de emboscada. Las cámaras encendidas son aquellas en las que se puede apreciar de forma visible una luz roja fija en uno de los laterales; en caso contrario, la luz parpadeará. Tenemos veinticuatro horas para idear un plan estructurado. Sin embargo, si Ridley decide atacarte ahora, lo único que nos queda es mantener al tanto al equipo... y actuar.

Tal y como Etsu y yo habíamos planeado, ahora todo estaba en la cámara de seguridad. Mientras yo me dedicaba a hacer tiempo, mi equipo no se había quedado quieto: a toda prisa, Mia había conseguido escabullirse hasta el despacho de su padre mientras el resto me cubría las espaldas. Habían tenido que actuar tan rápido que me sorprendía que las cosas hubieran salido, aunque por los pelos, bien.
A ojos de cualquiera, la situación no podía ser mejor. Ridley por fin había sido cazado, ambos directores habían acordado anular sus puntos cima a base de puntos pétreos y, ya que no había pruebas en mi contra, yo salía ganando. Seguramente lo castigarían duramente, tal y como se merecía. ¿Por qué estar mal?
Pero, en aquella sala oscura tenuemente iluminada por las luces azules y parpadeantes de los monitores, me costaba apartar los ojos de una de las pantallas. Las imágenes me hacían apretar los puños: era nuestra grabación.
Era más de lo mismo: Ridley dándome caza, Mirta recibiendo el empujón y yo siendo golpeada. Los directores no perdían detalle mientras Ridley contenía la furia: todo estaba allí. El pronto que le había dado al llegarle nuestros rumores había hecho que se descuidase, dejando un importante agujero en su historial.
Aunque quizás no tanto como el que había quedado en mi honor.
Moví las pupilas de un lado a otro y me enfoqué en los detalles. En tercera persona, me vi arrinconada por mi rival. Me vi dejar que atacase a mi amiga sin poder hacer nada. Me vi recibiendo el golpe sin defenderme, bajando la cabeza y desplomándome sobre el suelo, callada.
Estaba siguiendo un plan, pero qué demonios. No me gustaba verme así; era justo la imagen que Ridley había conseguido que transmitiese en aquella playa; la faceta que veían últimamente mis compañeros en mí. Esa no era yo.
Yo no era así. Yo era más que eso.
Me levanté sin decir nada y me quedé de pie. Había saltado desde edificios, enfrentado a centenares de abusones, caído un millar de veces sin derramar una sola lágrima, luchado tras ver a mi padre irse y vivido siempre al máximo a pesar de todos los problemas que he llevado siempre a mis espaldas. Yo no era cualquiera; era Eria Jumps.
-Ridley... -murmuré-. ¿De verdad piensas que puedes dejarme así?
Ridley entornó los ojos en la penumbra, pero no dijo nada. No estaba en las mejores condiciones para replicar.
-Si te has creído que puedes conmigo, que soy débil, estás muy equivocado- dije entre dientes-. Así que, si te crees tan bueno, ¿por qué no me lo demuestras en una competición de verdad?
Mientras los directores contemplaban el espectáculo, me planté frente a Ridley apretando aún más los puños y le miré directamente a los ojos. Aquello era, en toda regla, un desafío.
-Lo que tú digas, Jumps -me tendió la mano con su sonrisa afilada, como si estuviera invitándome a acercarme, y susurró-: tan sólo ten cuidado de no quedarte sin aire esta vez.
Se dirigió hacia la puerta, pero Black B. lo detuvo.
-Left -su voz profunda sonaba calmada-, vuelva a este despacho mañana a primera hora; decidiremos entonces su castigo. En cuanto a vuestro enfrentamiento... Yo mismo me encargaré de nombrar al responsable de los preparativos. No veo otra forma de evitar más percances entre vuestros equipos.

104. Huir de la emboscada

Capítulo 104

Nada más acabar de comer, Etsu y yo nos dirigimos a nuestro aula lo más rápido posible. Allí podríamos hablar con más tranquilidad. Tuvimos suerte de que la puerta no estuviese cerrada.
Por el pasillo oí a algunas personas cuchicheando sobre Ridley. Vaya, si que avanzaban rápido los rumores.
Entramos sin ser vistos y Etsu cerró la puerta.
-Nos hemos precipitado demasiado -puntualizó-. Hemos tenido suerte de no encontrarnos con Ridley por el pasillo.
-No me esperaba que Teck llegara a tanta gente en tan poco tiempo.
-Conozco bien a Digit, y subestimarlo es un error en estas circunstancias. Su capacidad de oratoria es mayor de la que cualquiera podría imaginarse.
Hala. Pues esperaba resultados, pero no había visto eso venir.
-¿Significa eso que Ridley podría atacarme en cualquier momento?
-Si eso pretende, sí. Es por eso que nos hemos dirigido hacia aquí; existía la posibilidad de que nos estuviese esperando frente a las habitaciones tras un intento de predecir nuestros movimientos.
-Vaya, bien pensado -lo elogié-. ¿Y cuál será nuestro plan?
Etsu miró a ambos lados. Estaba siendo demasiado precavido. Me hizo un gesto para que me acercara y susurró nuestro plan.
-Entendido -asentí-. ¿Pero qué pasa si Ridley se nos adelanta y no tenemos tiempo para organizar nada?
-Entonces tendremos que recurrir a un plan B.
-¿Y qué plan B tenemos?
-Pues el que improvisemos ahora...

Sólo quedaba rezar para que Ridley tardara lo suficiente como para montar un plan decente en poco tiempo. Etsu mandó un par de mensajes y esperó; en cuanto hubo acabado, nos encaminamos a las habitaciones.
Casi habíamos llegado a la planta de chicos cuando noté que me daban un tirón de la sudadera. Sujetándome por los hombros, me aprisionaron contra la pared.
Ridley me había pillado y Etsu no estaba.
-Escucha, ¿quién te crees para ir soltando rumores sobre mí? -me sacudió. No había nadie que pudiera escucharnos presente, lo cual era muy extraño teniendo en cuenta la de gente que estudia en Golden Podium.
Estaba apretando fuerte, pero no me moví.
-Bueno, ¿vas a responder? -me fulminó con la mirada. Era muy raro en él estar tan fuera de control. Seguro que no se esperaba algo así viniendo de mí.
No podía permitir una pelea. Si me involucraba, me volvería a meter en líos.
-¡Eh! ¿Qué está pasando?
¡Mirta! Habían llegado los refuerzos.
Se acercó para separar a Ridley de mí, pero recibió un empujón que la hizo caer al suelo. Ella gimió.
Ese gesto fue la gota que colmó el vaso.
-No la toques -advertí furiosa. Él sonrió.
-¿O qué? -volvió a sacudirme.
Supuse que estar en aquella situación ya había puesto en marcha el plan B, así que no respondí. Dar un paso en falso podría arruinarlo todo; Mirta debía saberlo. Dirigí mi mirada hacia el techo.
-No has respondido a mi pregunta -me arrastró hacia él. Tener su cara tan cerca era tentador, pero resistí las ganas de darle un puñetazo.
"Espera... un poco más".
-Bueno, pues si no respondes, voy a tener que enseñarte a hacerlo -me empujó hacia atrás.
No pude contener una mueca en cuanto mi espalda dio contra la pared. Me deslicé hacia el suelo apretando los dientes, sin poder hacer nada.
"¡Un poco más!"
-¡Eh, tú!
Ridley detuvo su puño en el aire y giró la cabeza. ¡Por fin! Estaba empezando a consumirme la impotencia de tanto esperar.
Mia, seguida por ambos directores -Morrison con una gran sonrisa y Black con un sombrero calado que le cubría la cara-, nos contemplaba posando con los brazos en jarra. Apuntó con el dedo a una esquina del techo, haciendo notar la cámara de seguridad que yo no había dejado de vigilar en ningún momento.

103. Rumores fugaces

Capítulo 103 

Estaba hasta las narices de Ridley. No sólo le habían regalado un puñado de puntos cima que los colocaba por delante de nosotros, sino que aprovechaba cada oportunidad para decirme discretamente algo que me sacara de mis casillas. Habíamos coincidido en una práctica de natación, y yo ya no podía más con él.
Me dio un empujoncito hacia el borde de la piscina para desequilibrarme.
-Ten cuidado, Jumps: no queremos que te ahogues.
Aquello ya era el colmo. Por suerte, gracias al plan de Jetwick, eso estaba a punto de cambiar.
En el comedor, Teck entrelazó los dedos con interés con ese toque entre elegante y afeminado tan suyo.
-Así que queréis que extienda un par de rumores que levanten un poquito nuestra reputación, ¿no es así?
Asentí. No había otro mejor que él para encargarle el recado, y necesitaba que lo cumpliera cuanto antes mejor: dentro de poco tendríamos que preparar a Jetwick para la maratón de Azuria, y no podía permitirme estar con la cabeza en otra parte durante los entrenamientos. Además, si no acabábamos pronto con la fama que se había ganado el equipo de Ridley, tarde o temprano se volvería contra nosotros; mientras estuviéramos "en deuda" con ellos, no los podríamos ni tocar.
-Normalmente cuando me piden estas cosas suelo querer algo a cambio, pero ¿sabes qué, Eria? Ya que éste pequeño asunto nos interesa a todos por igual, estaré encantado de hacerte el favor.
Teck cambió de mesa. ¿Qué iría diciendo por ahí? Tenía curiosidad por saberlo, pero me preocupaba que el rumor se nos descontrolase al ir de boca en boca y le diese la vuelta a lo que quería hacer saber. Aun así, recordar el arte que tenía Teck para esas cosas me dejaba más tranquila.
Estornudé.
No sería nada grave, pero qué rabia de resfriado. Lo tenía desde el día de la excursión y, por suerte era la única secuela que me había quedado de mi caída al mar. Menos mal que se me pasaría pronto.
Menudo mal rato había pasado aquel día. Entre la caída, el frío y demás cosas había acabado tan agotada que me fui a la cama nada más llegar a mi habitación. Me había pasado toda la tarde y la noche durmiendo.
Desde entonces, tenía constantemente pendiente de mi estado a todo el equipo -e incluso a gente fuera de él-, algo que en parte me irritaba.
"¿De verdad me ven como alguien tan... débil?"
Era la imagen que Ridley quería que diese: quería que la gente me viera como a una princesa en apuros. Si dijera que ésto no me afectaba, estaría mintiendo: no creo que tenga que hacerle caso a alguien como Ridley, pero invitar a la gente que me rodeaba a que pensara como él de una forma tan subliminal me parecía demasiado.
-Eria, ¿cómo estás? -hablo Mirta. Aprecio muchísimo a Mirta, pero no es que estuviera siendo muy oportuna.
-¿Cómo voy a estar? -reí con incomodidad-. Chicos, por favor, ni que fuera tan... delicada.
Gran parte de mi equipo me evitó la mirada, como avergonzado. ¡Por fin se daban cuenta!
-Aunque cabe destacar que aún puede llegar una nueva amenaza.
Etsu acababa de llegar. Estaba de pie, al lado de nuestra mesa, y sostenía su bandeja entre las manos. ¿Cuánto tiempo habría estado allí escuchando?
-¿Cómo dices, Etsu?
-He oído que le habéis pedido ayuda a mi compañero para extender unos rumores -se sentó, ajustándose las gafas-. Eso ha sido un error. Teck no tardará en propagarlos, lo que quiere decir que existe una alta probabilidad de que Ridley quiera detenerlos y reaccione... en unos minutos.
Exclamación generalizada. Abrí bien los ojos: tenía razón.
-Bueno, y... ¿qué hacemos? -tamborileé sobre la mesa con los dedos.
-Articular un plan contra su reacción- susurró.

102. De traidor a héroe

Capítulo 102

A la vuelta, Mia me insistió en que me sentara con Jetwick. Me sorprendió; pensaba que no querría despegarse de mí en toda la tarde.
Todo mi equipo parecía, por algún motivo, mosqueado de verdad. No era por mí, porque conmigo habían estado muy atentos, pero no era difícil darse cuenta de que estaban muy cabreados.
Me preguntaba qué sería lo que pasaba, me dije en el autobús. No sólo eso: ¿por qué me habría salvado Ridley? ¿Qué me iba a pasar? ¿Me castigarían por enésima vez?
Estaba agotada. Jetwick también parecía estar cansado; cansado e irritado.
-¿Qué os pasa? -le espeté. No pretendía hablarle así, pero mi cabeza iba a lo suyo-. Estáis todos con unas caras...
Jetwick abrió la boca para hablar, pero la voz que oí no fue la suya.
-Nos la han vuelto a colar, capitana.
Delmet estaba sentado junto a Mirta al otro lado del pasillo.
-Capitana, Ridley te empujó.
-No fastidies. Claro que me empujó.
-Eso no es lo que dice él -respondió el asiento de delante. Sólo alguien podía llevar la música tan alta: Teck.
-¿Cómo?
-Que por aquí se están mandando mensajitos falsos, capitana. Si pensabas que el niño repeinado ese tenía mala leche, ya verás la que ha estado liando.
No entendía nada. ¿Ridley la había estado liando?
-Chicos, mi cabeza no da para pensar. Primero me empuja, luego me rescata...
-¿Y crees que el señorito lo hizo porque de repente le haya dado por apreciarte? -Teck agitó un brazo-. Eria, por favor... Eso lo ha hecho para quedar bien.
-¿Quedar bien?
-Eria -me miró Mirta fijamente, con una seriedad nada propia en ella-, Ridley le ha mentido a los profesores. Sólo te rescató porque estábamos nosotros de testigos.
"Y ahora todo el mundo piensa que es un héroe". Qué asco me daba.

Creía que iba a dormirme, pero no fue así. Jetwick sí se durmió; también debía de estar agotado.
Imitando el gesto de Mia a la ida, lo tapé con mi abrigo a pesar de que seguía helada. Él murmuró algo. ¿Qué estaría soñando?
Sin querer, me rozó con la mano. Iba a enderezarlo cuando se me aferró al brazo con una fuerza poco habitual en alguien que está durmiendo. Me puse rígida: eso no me lo esperaba.
Ante la duda, lo zarandeé para despertarlo.
Él se incorporó como si nada y abrió los ojos. Como de costumbre, se puso como un tomate.
-¿Mejor? -le pregunté. Me picaban un poco las mejillas, pero no me explicaba por qué.
Él asintió y se echó para atrás en el asiento. Parecía algo más aliviado.
-Jetwick... -aproveché su despertar. Seguro que él me entendería- No paro de darle vueltas a todo esto.
Él asintió y se señaló. También lo estaba haciendo, interpreté. ¿Habría soñado con ello?
-Quedaré de imprudente y él se llevará la gloria -me devolvió el abrigo antes de que pudiera volver a echarme a tiritar-. ¿Cómo podríamos desmentir tantos rumores?
A Jetwick se le iluminó la cara antes de decir:
-Con más.

Más rumores. Ese plan me gustaba.