El equipo

El equipo

A veces...

Lo más divertido de la vida es el no saber el qué te deparará el futuro, ¿verdad? ~Eria Jumps

(Esta historia es ficticia, o al menos según Junie; Eria aún se opone completamente a esta idea...)

Golden Podium es un proyecto tanto escrito como dibujado que lleva en pie desde 2012. Tenemos una novela, dibujos, tiras... ¡y hasta un Motion Book! #goldenpodiumcomic

15 jul 2021

114. Toneladas de equipamiento


Capítulo 114

Etsu llevaba la cuenta del dinero, así que fuimos de cabeza a buscarlo. Tuvimos suerte de cruzarnos con él de casualidad.

-Etsu Anzai -abrí los brazos-, dime cómo lo hacemos para encontrarnos siempre por el pasillo.

Él sonrió con timidez y nos enseñó la lista con el material.

-Veinte discos en botiquín -enuneró-, veinticinco en habituallamiento, ciento veinte en gasolina, treinta en otras reparaciones...

Cuanto más subían los números, mas deseaba que Etsu terminara de hablar.

-Y... ¿Cuál es el total? -me crucé de brazos con una mecla de miedo e interés.

La dijo. Sentí un escalofrío.

-Y eso es todo -concluyó como si nada, cerrando su libreta de apuntes -. Tan sólo necesitamos que alguien del equipo se pase a recoger la cantidad en físico antes de que termine el día.

Me sentía mareada. Todos aquellos gastos eran equivalentes a muchos, muchísimos discos. Esperaba que nuestros ahorros fueran capaces de cubrirlos todos.

-Yo pasaré por ventanilla -me ofrecí-. Mientras tanto, id pensando en más competiciones para reponer dinero. Ah: cuantas más mejor.

Delmet se frotó las manos.

Me despedí de ellos y salí corriendo. Fui eficiente: en cuanto me separé del grupo, me materialicé delante del mostrador, con el móvil en un bolsillo por si ocurría algo a última hora.

-Buenos días -saludé con educación, poniéndome de puntillas para que se me pudiera ver bien la cara-. Eria Jumps, capitana del F-06. Me gustaría sacar algo de dinero de la cuenta común del equipo.

La mujer del mostrador me miró de reojo, probablemente comprobando con una foto mi identidad.

-Buenos días, señorita Jumps. ¿De cuánto estaríamos hablando?

Que me llamaran señorita me crispaba un poco, pero traté de no reflejarlo. Cuando estaba a punto de decir la cifra en voz alta, noté el móvil vibrando en mi bolsillo.

Lo que faltaba. Comprobé mirando a los lados que no había nadie más esperando y saludé a la mujer con una sonrisa torcida.

-¿Me disculpa un momento? -me excusé casi sin esperar a que ella asintiera, y caminé hacia una esquina ocultando la cara.

-Maldita sea, Teck, ¿qué quieres ahora? -farfullé.

-Yo también me alegro de escuchar tu agradable voz -rió con ironía-, pero no te llamaba precisamente para oírla.

-¿Y bien? -levanté una ceja esperando su respuesta.

-¿Estás sacando ya el dinero?

-Sí -resoplé para hacer notar mi impaciencia-. ¿Qué pasa?

-Verás, hay algo que no estaba en las cuentas y Etsu me ha pedido que te avise de ello. ¿Sabes que mañana hay una feria para...?

-Para derrochar dinero sin causa alguna en vez de simplemente comprar equipamiento como las personas normales.

-¡Exacto! Y el equipamiento no es barato, así que estaríamos hablando de...

Y lo dijo. Me quedé blanca y sin habla, pero él siguió parloteando:

-...Así que nos toca ir juntitos a por todo lo necesario esta tarde. Ve preparándote para una agradable vuelta en furgoneta. Por cierto...

Colgué.

-Ya está -anuncié en el mostrador-. ¿Podría acelerar un poco el proceso? Tengo algo de prisa por llegar a un sitio.

Y, quince minutos después, me encontraba gritando rabiosa en la Sala Pétrea, con la cara enrojecida y las manos llenas de fruta mohosa para arrojar contra las estatuas.

-Para nada se te nota el estrés -Teck agachó la cabeza para esquivar una naranja mustia que por poco le despeina la cresta.

Respiré angustiada. Parecerá una tontería si lo cuento, pero qué gusto daba desahogarse con las estatuas.

-Ah, Teck -dije con poco entusiasmo-. ¿Desde cuándo estás ahí?

Él, con una mueca, levantó las manos por delante de su cabeza.

-Pero si llevo aquí desde hace más de cinco minutos -Abrió y cerró los puños. Tenía las manos llenas de pintura: probablemente había estado encargándose de cubrir los graffitis de la furgoneta para darle un toque más discreto. Habíamos tenido una discusión al respecto sobre cómo decorarla un par de días antes. "Yo creo que si la camuflamos como una furgoneta de mercancías podría estar bien", había opinado yo. "Sí, claro, y ya de paso la pintamos de colores y decimos que vendemos helados", había refunfuñado él. "¿Quieres entonces que nos pare un policía, Teck?". "Mujer, con lo que me costó pintarla la primera vez ya podrías tener un poco de tacto". "Pero si la has decorado con ordinarieces". Etcétera, etcétera.

Estampé un plátano contra la cabeza de un tal Luis Resto. Tomé aire; poco a poco me iba encontrando mejor.

-Entonces tenemos que salir esta tarde con la furgoneta -repetí-. ¿Lo... lo tienes todo listo?

-Por supuesto -me hizo una reverencia.

Ocultando el dinero, bajamos por el oscuro pasadizo de su habitación hasta llegar a un bulto tapado por una tela. Teck tiró de ella: unos destellos de un azul grisáceo me hicieron parpadear.

Bajé mi linterna. Vaya... la había dejado preciosa. Y encima le había dado un toque antiguo y discreto que nos sería de gran ayuda.

-Bueno -se miró las uñas-. ¿Subimos?

Asentí. No se lo había comentado a nadie, pero antes había un sitio por el que quería pasar.

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